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Capítulo I – Recuerdos de una Estrella Fugaz
La guerra contra Sailor Galaxia había terminado. Por fin la paz había regresado a la Tierra y al resto del universo. Las Scouts estaban de vuelta y finalmente Serena se había reunido con su querido Darien. Con la Princesa Kakyuu de vuelta, a las Sailor Starlights les llegó la hora de volver a casa. Las Inner Scouts, Darien, la princesa Kakyuu y las Starlights se encontraban en la azotea de la preparatoria, al atardecer. La hora de la despedida había llegado.
– Muchachos ¿tienen que irse tan pronto? – preguntó Amy, con cierta tristeza.
– Sí, la gente de nuestro planeta nos está esperando – respondió la princesa Kakyuu.
– Pronto construiremos un nuevo plantea en compañía de nuestra princesa – dijo Yaten.
– ¡Buena suerte! – exclamó Luna, mirando al peliplateado con ojos brillantes.
– Muchas gracias, Luna – respondió Yaten, guiñándole un ojo. Luna se sonrojó, lo que hizo enfadar a Artemis.
– ¡Luna! – replicó el gato blanco.
– Bombón, me da mucho gusto que tu novio se encuentre sano y salvo – dijo Seiya.
– Fue gracias a ti, Seiya – le dijo la rubia, sonriendo – con la ayuda de tus consejos pude salir adelante.
– Bombón… - Serena levantó el rostro para mirar fijamente a Seiya, acción que hizo que el muchacho se sonrojara – Eh… sabes, yo nunca me olvidaré de ti – añadió él, con voz segura.
– Sí, nosotros siempre seremos buenos amigos – respondió Serena con una sonrisa. La mirada de Seiya era seria, en tanto Taiki, Yaten y Kakyuu rieron.
– Nunca entiendes, bombón – dijo Seiya, llevando una mano a su rostro.
-Parece que no te entendió – añadió Taiki, mientras Yaten no podía dejar de reír, debido a la "inocencia" de Serena.
– ¿Qué? – preguntó Serena, confundida.
– No entendió – dijo Amy, cerrando los ojos.
– Nunca entiende nada – agregó Lita sonriendo.
– ¿Qué les pasa? ¿Tú también, Amy? – las cuestionó Serena, quien seguía sin comprender las palabras de Seiya.
– Serena, eres una niña demasiado despistada – le dijo Mina.
– Siquiera entiende eso, Serena – dijo Rei, algo enfadada.
– No lo sé, por eso estoy preguntando – replicó Serena, cruzándose de brazos.
-Pues jamás en tu vida lo entenderás – respondió Rei, empezando a perder la paciencia.
– ¡Ay Rei, no me molestes! – reprochó Serena, haciendo reír a sus amigas.
– Bueno, es hora de irnos – dijo la princesa, mientras caminaba hacia el borde de la azotea, seguida de sus guardianes.
– Oye Darien – Seiya se volteó para mirar a Darien con seriedad.
– ¿Mmm?
– A partir de ahora tú te encargarás de protegerla – añadió Seiya – Qué coincidencia, estas palabras las había dicho un sujeto muy presumido – Seiya guiñó un ojo.
– Sí, ya lo sé – respondió Darien, con una ligera sonrisa.
– Nos vemos, bomboncito – dijo Seiya, dándoles la espalda y alcanzando a sus amigos y su princesa. Levantó una mano en señal de despedida y tanto él como Yaten y Taiki se transformaron en Starlights.
– Cuídense mucho – dijo Maker.
– Nos vemos – añadió Fighter.
– De verdad se los agradezco mucho, chicos – dijo la princesa.
– Hasta luego – se despidió Healer.
– Tampoco nos olvidaremos de ustedes – dijo Lita.
– Cuídense mucho – les dijo Amy.
– Pueden venir a visitarnos – dijo Mina.
– Las estaremos esperando – agregó Serena.
– Adiós – dijo Rei finalmente.
Las cuatro mujeres se convirtieron en estrellas fugaces y ascendieron al cielo.
– "Gracias Seiya" – fue el último pensamiento de Serena al verlas partir.
Esa noche Serena no podía dormir. Constantemente mantenía en su mente el último instante que vio a Seiya. Había dado vueltas en su cama tratando de conciliar el sueño, pero finalmente se rindió y se levantó, abrió las ventanas y se asomó a la pequeña terraza de su habitación, contemplando la brillante luna llena.
"Seiya, finalmente he comprendido tus palabras, aunque me tomó dos largos años, pero bueno… sé que soy algo ingenua."
La Princesa de la Luna se sentía sola nuevamente ¿La razón? Su amado Darien estaba más alejado de ella que nunca. Hacía ya seis meses que Darien había pedido su mano en matrimonio, sin embargo sus padres no habían estado de acuerdo con la decisión.
– Es demasiado pronto – había dicho Kenji Tsukino, su padre.
Y el hombre quizás no estaba del todo equivocado. Serena apenas había terminado la preparatoria y sus padres pensaban que lo mejor era que ingresara a la universidad y empezara a valerse por sí sola, antes de convertirse en esposa. Además, sus padres no confiaban plenamente en Darien, ya que habían visto cómo su hija sufrió por causa de él.
Sin embargo, Serena no se esperaba la reacción de Darien, ante la negativa de sus padres. El joven estaba furioso ante los constantes rechazos por parte de la familia Tsukino y terminó por culpar a Serena por no intentar convencer a su familia. Últimamente Darien había decidido descargar su ira con ella, hecho que obviamente no le agradaba en lo absoluto.
– ¡Serena, podrías intentar persuadir a tus padres! Estoy seguro de que seré un buen esposo para ti ¿¡Por qué no te esfuerzas más! – esas eran las palabras de Darien, siempre que tocaban el tema del matrimonio. En la mayoría de las ocasiones, la rubia prefería guardar silencio para así no empeorar las cosas.
Serena empezó a sentir frío, así que cerró las ventanas y se sentó en su cama, mirando hacia fuera. Sólo la noche, la luna y las estrellas eran testigos de la angustia de la princesa lunar.
– Estrellas… Seiya, en verdad te extraño ¿qué estarás haciendo? ¿Por qué? ¿Por qué estoy pensando en él? Han pasado dos años, pero su recuerdo sigue aquí.
La relación entre el Príncipe de la Tierra y la Princesa de la Luna no andaba del todo bien y no ayudaba el hecho de que ella constantemente estaba perdida en sus pensamientos, pensamientos que normalmente se enfocaban en una persona: Seiya. A pesar de su intenso amor por el príncipe Darien, Serena no podía negar que Seiya se había ganado un lugar muy especial en su corazón.
Ella confiaba en que el tiempo la ayudara a olvidar los confusos sentimientos que el chico le había provocado, sin embargo habían pasado ya dos años desde que él partió de la Tierra y ella aún no podía olvidar la forma en que su corazón palpitaba cuando estaban cerca, no podía olvidar su aroma, sus brillantes ojos cual zafiro, la calidez de su corazón. La chica se cubrió el rostro con una almohada, debía dejar de pensar en él. Eso no le ayudaría a resolver sus problemas con Darien.
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*Del otro lado de la Galaxia*
– ¡Listo, por fin quedó arreglado!– vitoreó Maker cuando ella y su compañera Fighter acabaron de poner en su lugar las últimas ventanas del Templo del Sol – Dentro de poco nuestro amado Kinmoku recuperará su esplendor, ¿no lo crees, Fighter?– la castaña no recibió respuesta de su compañera - ¿Fighter, estás ahí?– añadió, sacudiendo una mano frente al rostro de Fighter.
– ¿Eh?– la pelinegra se sobresaltó – Lo siento, ¿qué decías?– Maker suspiró.
– Olvídalo, tienes la cabeza en la Tierra, con esa niña, la Princesa de la Luna, – la mirada reprobatoria de Maker hizo que su compañera empezara a enfadarse – parece que no entiendes que Seiya Kou ha desaparecido, vamos Fighter comprende cuál es tu lugar, tú perteneces a Kinmoku, eres una de las guardianas de la Princesa Kakyuu.
– ¡Eso ya lo sé, Maker!– su paciencia se había agotado, ni siquiera le importó elevar el tono de su voz – Pero… tú no entiendes… – tomó a su compañera por lo hombros – ¡No entiendes lo que se siente perder un trozo de tu corazón y saber que jamás podrás recuperarlo! – Maker le dio la espalda, en tanto la pelinegra notó cómo ésta apretaba los puños.
– Claro… como siempre sólo piensas en ti misma… tú eres la que no entiende – Fighter no entendía la reacción de su amiga – ¡Ni siquiera te imaginas cómo me sentí cuando tuvimos que partir! – gritó la castaña sin poder contenerse.
– Maker, ¿acaso tú…?
– Esto es increíble, ¿es que ustedes no pueden estar ni un minuto sin pelear?– la discusión de las Stars fue interrumpida por la llegada de su compañera, Healer, que miraba a ambas Sailors con gesto reprobatorio. Fighter ignoró el comentario y se alejó rápidamente, mientras Maker miraba hacia el cielo, donde ya empezaban a aparecer las primeras estrellas.
– Muy bien, díganme por qué diablos ustedes dos se la pasan peleando todo el tiempo… desde que regresamos las cosas han ido de mal en peor, Maker– Healer se cruzó de brazos, esperando una respuesta.
– Creo que Fighter debería entender cuál es su lugar– dijo Maker. Healer contempló el cielo también.
– Ya veo… Parece que Seiya Kou aún sigue vivo dentro de ella.
– ¿Cómo puede ser? Ese no fue más que un disfraz, un disfraz para poder cumplir con nuestra misión, ¡esa no es nuestra verdadera identidad!– argumentó Maker, perdiendo la paciencia.
Pero entonces ¿por qué me siento tan extraña siendo Maker?
– Yo creo… – Healer no pudo continuar. En ese momento sintió una intensa energía a su alrededor – Maker ¿sientes eso?
– ¿Pero qué rayos…? – Maker también podía sentirlo. La castaña volteó hacia su compañera- ¿Healer?
– ¿Maker?– preguntó a su vez la peliplateada – ¿Por qué tomaste la apariencia de Taiki Kou?
– Y tú… tú eres… Yaten Kou – murmuró Maker, quien se miró a sí misma, mientras Healer hacía lo mismo.
– ¡Maker! ¡Healer!– Seiya Kou se acercaba a sus compañeras, bueno, ahora compañeros, corriendo apresuradamente, pero se detuvo de golpe – ¿Yaten? ¿Taiki?
– ¡Seiya!– exclamaron ellos al mismo tiempo. Pero entonces…
– Taiki… - volteó a ver al joven, pero ya no estaba – digo, Sailor Maker – dijo Yaten, confundido, recuperando su forma de Sailor Scout.
– Parece que volvimos a ser Starlights– dijo Maker, mirando a sus dos compañeras que había recuperado su forma de Sailors.
– ¿Qué es lo que está pasando?– preguntó Fighter, confundida.
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*La Tierra. Ciudad de Tokio*
Serena tenía enfrente un gran plato de panqueques, sin embargo en lugar de comerlos, simplemente jugaba distraídamente con su tenedor.
– Serena ¿es que acaso no tienes hambre? – preguntó Sammy, extrañado con la actitud de su hermana mayor. Normalmente habría acabado su desayuno en menos de cinco minutos.
– ¿Qué es lo que te ocurre, cariño? – Ikkuko Tsukino miró preocupada a su hija – ¿No te gustó el desayuno?
– ¿Eh? ¡Pero qué dices, mamá! ¡Por supuesto, está delicioso!– tomó el tenedor y empezó a engullir sus panqueques rápidamente. Su madre y su hermano la miraban extrañados.
– Nunca cambiarás, Serena– dijo Sammy, observando de reojo a su hermana – Mejor me doy prisa, tengo que ver al entrenador Togashi – dijo el chico, apurando su jugo de naranja, al tiempo que su madre iba a atender el teléfono.
– ¿Acaso entrenas también en verano?– preguntó Serena, con un trozo de panqueque en la boca y algo de miel en su mejilla.
– Sí, el entrenador insistió en que me uniera al equipo de fútbol americano de la secundaria– Serena lo miró asombrada – Parece que al fin notó mi gran talento– añadió orgulloso el chico.
– ¿Gran talento?– pregunto la rubia, conteniendo la risa.
– Así es, hermanita, ¡soy todo un prodigio! Ojalá Seiya estuviera aquí, así podría presumirle mis grandes habilidades– al escuchar "Seiya", Serena se sobresaltó, dejando caer su tenedor que sonó estrepitosamente al chocar contra el plato.
– ¿Acaso dije algo malo?– Sammy se preocupó al ver la reacción de su hermana y cómo sus ojos parecían empezar a llenarse de lágrimas – Serena…
– No… no es nada, descuida Sammy, es sólo que… – Serena bajó la mirada – extraño a Seiya y… Darien ha estado tan distante que… – ella sacudió la cabeza - ¡Ah olvídalo, es una tontería!– se levantó rápidamente de la mesa, dejando sus platos en la cocina. Sammy se quedó mirando preocupado a su hermana mientras desaparecía. Era evidente que no se trataba sólo de una "tontería".
Serena llegó a su habitación y cerró la puerta, dejándose caer de rodillas en el suelo, sus ojos se tornaron vidriosos. Una gata negra la miraba desde la cama.
– ¿Hay algo que quieras contarme, Serena?– la rubia miró a su inseparable amiga Luna y sonrió. Si había alguien en quien pudiera confiar, esa era Luna.
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*Kinmoku*
La Princesa Kakyuu estaba en su habitación, mirando su reflejo en el gran espejo de su tocador. Sonreía al pensar que después de todo, la paz había regresado a su querido planeta, sus ciudadanos habían recuperado su alegría y poco a poco las cosas volvían a la normalidad. Sin embargo, había algo que la inquietaba: ese extraño presentimiento que había estado teniendo desde hacía seis meses. Trató de no pensar en ello y concentrarse en lo que sería su coronación. Día a día se daba cuenta de que sus más cercanas amigas, sus Starlights eran embargadas por la tristeza y deseaba hacer algo por ellas.
– Hemera, desearía que estuvieras aquí– se dijo a sí misma con nostalgia, recordando a su querida amiga, aquella mujer que había sido como una madre para ella cuando se quedó sola.
– Kakyuu… – la princesa se sobresaltó al escuchar que alguien la llamaba. Una sutil voz femenina susurraba su nombre – Kakyuu…
– Imposible, esa voz es de… – se levantó y corrió hasta su armario, sacando de él un hermoso espejo de plata – Pero si eres tú… – el espejo se iluminó. Una hermosa mujer de cabello negro con destellos plateados y unos hermosos ojos violeta le devolvía la mirada – ¡Hemera!– exclamó emocionada, casi dejando caer el espejo.
– Querida Kakyuu, nos encontramos de nuevo…
– Pero cómo… tú me dijiste que… – la mujer la miró con melancolía.
– Sé que te dije que no era posible que nos volviéramos a ver, no obstante, las circunstancias actuales lo ameritan – su voz sonaba angustiada.
– Hemera ¿qué es lo que está sucediendo? He tenido un mal presentimiento desde hace tiempo, aunque pensé que era sólo mi imaginación.
– Tan astuta como siempre, querida Kakyuu… Los hechos del pasado están por volver a repetirse – Kakyuu le devolvió la mirada asustada, sus manos empezaron a temblar – Estoy segura de que últimamente has tenido visiones, visiones del pasado – la princesa de Kinmoku asintió sorprendida.
– Esos terribles acontecimientos, la destrucción, la tristeza, las he visto de cerca y no he dejado de soñar con eso desde hace seis meses. ¿Eh?… quieres decir que… – Hemera asintió.
– Estoy segura de que tus guardianas ya lo sintieron, Kakyuu ya sabes lo que tienes que hacer – la princesa asintió débilmente – Ya es hora de que me vaya, mi tiempo está por agotarse.
– Hemera… – Kakyuu dejó el espejo encima de su tocador y colocó su rostro entre sus manos.
No esperaba que esto volviera a pasar, entonces es cierto que la oscuridad empezará a cubrir de nuevo el universo, igual que en aquella ocasión cuando mi amada abuela Kasumi estaba en el trono de Kinmoku.
– ¡Princesa! ¡Princesa Kakyuu!
¡Fighter! Hemera, tenías razón, es momento de llevar a cabo mi misión. Aunque quisiera saber qué es lo que deseas transmitirles y por qué precisamente a ellas… Un momento ¿no será que…?
– Ya basta Fighter, no seas tan ruidosa– la reprendió Maker – Discúlpenos princesa, necesitamos hablar con usted.
– Adelante, mis queridas Starlights– las puertas de la habitación de Kakyuu se abrieron y las Scouts entraron, con Fighter a la cabeza, arrodillándose ante su princesa.
– Princesa, discúlpenos por molestarla tan temprano pero… – empezó Healer.
– ¡Algo muy extraño sucedió anoche, princesa!– dijo Fighter, alterada.
– Por un momento nosotras… nosotras… ¡Tomamos la forma de los varones humanos que fuimos hace dos años!– añadió Maker. Sin embargo Kakyuu no parecía para nada sorprendida.
– Mis queridas amigas, ha llegado la hora de regresar a la Tierra– dijo la princesa en tono sereno. Las tres guerreras la miraron sin poder creer lo que estaba escuchando ¿Regresar a la Tierra? ¿Así de repente? ¿Por qué?
– Disculpe princesa, creo que escuché mal– dijo Maker, con voz temblorosa, mientras miles de pensamientos se arremolinaban en su cabeza, pensamientos que se enfocaban en una sola persona, una chica de cabello azulado.
– Para nada, querida Maker, he dijo "ha llegado la hora de regresar a la Tierra".
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Notas:
Hemera: en la mitología griega, diosa primordial, personificación del día.
