¡Feliz cumpleaños, Draco!
Wiltshire, 5 de Junio de 1985
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Ya hace tres años que la paz reinaba en el mundo mágico luego de aquel fatídico, pero a la vez regocijante treintaiuno de octubre. El día de la muerte de los Potter, fue para Narcissa Malfoy un gran alivio. Aquel-que-no-debe-ser-nombrado, estaba muerto. El Señor Tenebroso se había ido llevándose consigo el temor de todas las noches de perder a su marido. Luego de la caída del Lord, las cosas no fueron muy fáciles, pero la astucia de Lucius Malfoy no solo lo libró de Azkaban, sino que además logró mantener la reputación de su familia.
La espigada mujer, de cabello tan rubio que parecía blanco, retrocedió en el tiempo cuando nítidas imágenes de lo vivido hace unos años atrás llegaron a su mente. La captura de Bellatrix, su hermana mayor, quien ahora se encontraba presa en Azkaban era lo primero en que pensaba. El elegante semblante de la mujer se ensombreció y sus delicadas facciones se tensaron ligeramente— ¡Basta! —se dijo a sí misma, no era momento de recordar tragedias, hoy cinco de junio era el quinto cumpleaños de Draco y los invitados llegarían pronto.
Como todos los años desde que podía dar uso a la palabra, el pequeño Draco se encargaba de escoger, o mas bien de exigir, un tema para su fiesta, en esta ocasión, por segunda vez consecutiva el tema elegido eran los dragones. El jardín de la mansión Malfoy y la sala de estar se encontraban meticulosamente decoradas con diversos adornos de fiesta, varios globos de helio, hechizados para que no se pierdan en el infinito cielo, flotaban en el aire por todos los rincones, en ellos se encontraban las iniciales del niño, D.M. Una estatua de hielo de un Colacuerno Húngaro de casi dos metros se encontraba erguida en el medio de la sala de estar. Afuera en el jardín, una gran cantidad de bocaditos, hechos por los harapientos elfos domésticos, rodeaban a una torta de cinco pisos. En el último piso se encontraba un pequeño dragón Galés Verde Común que llevaba a un Draco Malfoy montado en él como todo un experto jinete.
Eran casi las tres de la tarde cuando Lucius y Draco, que llevaban unas túnicas de fina seda verde oscura, se unieron a Narcissa para esperar junto a la chimenea la llegada de sus invitados. Los primeros en llegar fueron el señor y la señora Greengrass con sus dos hijas Daphne, rubia y de hermosos ojos celestes, y la pequeña Astoria quien iba en los brazos de su padre.
No pasó ni un minuto para que nuevamente se escuchara un seco ¡puf! y aparecieran en la chimenea un hombre mayor junto con una bruja de cabello castaño mucho más joven que él y de la mano de ella un niño de la misma edad de Draco. Los Nott. Poco a poco, fueron llegando el resto de invitados, los Parkinson, los Crabbe, los Bole, los Bulstrode, los Flint, los Avery y finalmente los Woodville. Los adultos fueron a la sala de estar mientras que los niños corrieron al patio. La fiesta había empezado.
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—Jugaremos a los cazadores de gigantes —sentenció Draco mirando al resto de los niños amenazadoramente, hoy era su cumpleaños, así que nadie debía de contradecirlo, luego apuntó con el dedo a Vincent Crabbe, Millicent Bulstrode y Lillian Woodville—, ustedes serán los gigantes que secuestrarán a las princesas —dicho esto apuntó a Pansy Parkinson y Daphne Greengrass— y tú, Theodore, serás mi segundo al mando — finalizó con una leve mueca de superioridad.
Millicent Bulstrode, una niña alta y robusta, crujió los nudillos y tomó a Daphne por el cuello arrastrándola lejos del grupo, mientras la rubia luchaba en vano por soltarse. Pansy soltó una aguda risita ante aquella escena.
—¡Objeción! —chilló Lillian Woodville, sus ojos normalmente redondos y grandes habían aumentado su tamaño y sus prominentes cachetes estaban sonrojados—. ¡Me niego a ser un gigante!
—¿Quieres ser princesa? —ser burló Draco cruzando sus brazos—. No te ves como una princesa, Woodville.
—No quiero ser princesa, pero tampoco quiero…
—¡No se admiten objeciones, es mi cumpleaños y hago lo que me da la gana! —exclamó el rubio tapandose las orejas con ambas manos para silenciar las protestas de la niña.
Refunfuñando, Lillian se acercó a una divertida Pansy, ambas caminaron hacia donde se encontraban las otras dos niñas, seguidas por Crabbe, para luego dividirse en grupos de dos, Vincent vigilaría tanto a Pansy como a Daphne, mientras que Millicent y Lillian se esconderían entre los arbustos del gigantesco jardín de la mansión Malfoy.
Por su lado, Draco y Theodore tomaron un par de ramas del suelo simulando varitas y fueron en busca de los gigantes. Los dos chicos dieron unos cuantos pasos para finalmente detenerse en seco, detrás de un florido arbusto se escuchaban risitas ahogadas y se lograba ver un movimiento anormal de las hojas. Theodore le hizo una seña a Draco y se aproximaron por los extremos.
—¡Desmaius! —gritó Draco apuntando con la rama a un bulto agazapado entre las plantas. Por unos instantes no hubo movimiento alguno—. ¡Desmaius! ¡Desmaius! —y de pronto…
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Binxs, la elfa doméstica, acababa de destapar una botella de champagne la cual volaba acercandose a cada uno de los invitados llenando las copas hasta un poco más de la mitad. Narcissa estaba en pleno cotilleo con Arlette Nott cuando Lucius se aclaró la garganta para el brindis, elevó su copa al aire y los demás lo imitaron elegantemente, abrió su boca para decir las primeras palabras y de pronto…
—¡Aaaaaaaaah! —se escuchó un fuerte chillido de horror proveniente del jardín donde se encontraban los niños. La nerviosa señora Parkinson soltó su copa que al contacto con el suelo se hizo añicos.
—¡Reparo! —dijo casi instantáneamente el señor Greengrass y la copa volvió a su normalidad y en menos de medio segundo todos los padres estaban afuera dispuestos a proteger a sus indefensos hijos.
Para su sorpresa, al salir, se encontraron con una inusual escena. Millicent tenía a Theodore aplastado contra el suelo sin dejarlo levantarse, mientras que Lillian sostenía a Draco con un brazo alrededor del cuello del chico, de la misma forma que Millie lo había hecho antes con Daphne. Si bien la chica no era tan gruesa como la otra niña, era bastante alta para sus cortos cinco años y tenía la suficiente fuerza para someter al rubio. Ambas niñas gritaban con fiereza— ¡Victoria a los gigantes! ¡Las princesas estan muertas! ¡Victoria a los gigantes que hicieron a Malfoy y Nott tragar tierra!
