Notas, Disclaimer y Advertencias: Últimamente he estado obsesionada con la película de El origen de los Guardianes, trabajo en una video y como es estreno la pongo casi todos los días en el trabajo, es simplemente hermosa, por lo cual me he decidido escribir algo sobre ella. Los personajes no me pertenecen (exceptuando OC's que ustedes identificaran fácilmente) son de William Joyce y Dreamworks. Este fic es raiting T, por violencia, consumo de sustancias ilícitas, palabras vulgares además de que tendrá algo de más interacción física (no lemmon, no podría, no soy tan extremista, es una película infantil.)
Prologo
Pasarte de la raya.
Las tres chicas corrieron por la acera riéndose mientras se pasaban unos paquetitos con hierba verde algo seca.
—¡Mierda, Odeth! Esta vez te has lucido. —dijo una castaña de ojos azules a una chica de larguísimo cabello negro y ojos violetas.
—Te lo dije, Imogen, sabía dónde conseguirla. —dijo la chica alegre.
—Cállense y vayamos a fumarnos el jodido porro de una buena vez. —dijo la otra chica algo impaciente mientras doblaban en la esquina.
—Uy, alguien está impaciente. —se burló Odeth. La otra chica rio, su cabello era azul y tenía los ojos verdes.
—Nunca te había visto con tantas ansias, Vanette. —la chica volvió a reír mas fuerte mientras sentían a los tipos perseguidores quedarse atrás.
Siguieron corriendo por unas cuantas cuadras más y se detuvieron en el callejón que daba al basurero en el desierto y se subieron a la barda de siempre mientras se carcajeaban.
—¿Estas segura que cobrarán la factura luego? —preguntó Imogen. Odeth chasqueó la lengua, Vanette se detuvo.
—Da igual. —dijo Vanette prendiendo el porro y dándole una profunda calada, se dejó caer sentada en el borde disfrutando la sensación. Las otras dos chicas se encogieron de hombros y la imitaron.
Si, ellas amaban la hierba.
—Mi hermana está feliz porque el Hada de los Dientes le trajo dinero, será estúpida. —se burlaba Imogen, Odeth estaba de acuerdo con ella mientras que Vanette pasaba todo por alto.
—¿El Hada de los Dientes? Recuerdo cuando me emocionaba al escuchar de ella, que fiasco. —rio Odeth. —¿Tu no creías en ella? —preguntó mirando a Vanette.
—Creer en esas cosas es una pérdida de tiempo. Jamás creí ni en el Coco, ni en el Conejo, ni en Sandman, ni Jack Frost, ni Reyes Magos, ni San Patricio, muchísimo menos en el Hada de los Dientes, oh vamos, ni siquiera en Santa. Esos son cuentos que usan para promover el consumismo de la población, es vil mercadotecnia. —dijo Vanette tratando de juntar sus dedos pulgar y medio sin éxito.
—¿Jack Frost? —se carcajeó Imogen. —Suena como una marca de donas glaseadas o cubiertas de chocolate.
—O como una marca de harina de pastel. Mierda, se me antojó un Space Cake. —se quejó gangosamente Odeth.
—Haré uno para mí. —dijo Vanette.
—Perra. —dijo Odeth. Vanette rio con un tono extraño mientras veía la luna que estaba a todo su esplendor. Sin embargo se sintió mal, como si estuvieran regañándola y estuvo a punto de tirar toda su hierba.
—¿Qué demonios? —susurró sin ser oída por sus acompañantes que estaban más en Plutón que en Las Vegas con ella.
Una mujer caminaba de un lado para otro en el recibidor de su lujosa casa. Ella siempre estaba de viaje, y desde que su esposo murió su hija había cambiado radicalmente. Se encontraba esperándola, ya eran las 2 de la mañana y ni una señal. Pero pronto oyó las llaves girando en la cerradura y cuando la chica entró lo primero que vio fue a su madre con ambos brazos cruzados a la altura del pecho.
—Madre, ¿Qué haces aquí? ¿Qué no regresabas en una semana? —se alarmó ella. De pronto los efectos de la hierba desaparecieron. O al menos eso pareció por un momento porque luego dio un paso al frente y se tropezó con el perchero cayendo junto con el objeto al suelo.
—Estas drogada, ¿verdad, Vanette? —dijo la mujer sin ningún amague de ayudar a su hija a ponerse de pie, la chica la miró desde el suelo.
—¿No?
—¡Esto es el colmo, Vanette! Has llegado muy lejos, no permitiré que la próxima vez sean los policías diciéndome que te tienen detenida, o que estás de emergencia por intoxicación en el hospital. Esto acaba aquí, dejarás esa porquería. —gritaba la mujer.
—¡Vaya! Hoy si estás preocupándote por la pobrecilla de tu hija que se la pasa valiendo mierda, ¿verdad? Pues jodete. —le respondió Vanette a su madre una vez que se puso de pie.
Entonces sintió un pinchazo en la cara y como era volteada bruscamente hacia un lado, su madre aún tenía la mano levantada y contenía las lágrimas.
Una furia recorrió su ser, pero comprendió que había llegado demasiado lejos.
—Soy una mala madre, lo sé. Pero sabes que todo mi trabajo es por ti, para asegurar tu futuro, que vayas a una universidad decente, que elijas lo que tú quieras, no para lo que te alcanza. No quiero que tengas límites para crecer. Pero lo único que haces es echar todo a la basura, Vanette. No puedo más. —comenzó a llorar la mujer. Ambas eran parecidas, Vanette era un poco más alta, y su madre un poco más llenita, tenía los ojos verdes y su cabello café. Vanette era rubia como su padre antes de pintarse el cabello azul menta.
—Tu trabajo como madre no es solo asegurar mi futuro, Kaede. —dijo Vanette sin morderse la lengua. La mujer se quedó sería un momento.
—Haz tu maleta, Vanette. Y no saldrás más en lo que te quedes aquí, mañana irás a un blanqueamiento dental, al salón, de compras y al psicólogo. Dejarás toda esa porquería. Y no quiero ver a Rasheena ni a Vanderwood por aquí o llamaré a seguridad. ¿Me has escuchado? —la de cabello azul abrió los ojos con sorpresa, esa tía iba enserio.
—No tengo porque obedece-
—¡Eres menor de edad, vives en mi casa, te mantengo y soy tu madre! No te estoy preguntando tu opinión, lo harás porque así se me da la gana. —gritó Kaede. Había decidido ser mano dura con su hija de una buena vez, la muerte de Samuel y Tamara ya no eran una excusa, había creado un monstruo.
Vanette frunció los labios. Entonces su madre dijo algo que la puso de peor humor.
—Quiero que me des tu iPhone, tu iPad, tus relojes digitales, el estéreo tu televisión. TODO. Es más, dame todos tus gadgets portátiles, y a partir de hoy dormirás en el cuarto de huéspedes.
Vanette subió de dos en dos, conteniendo su enojo y entró a su cuarto cerrando la puerta de un portazo, aún sentía un raro efecto en ella pero el síntoma iba de salida.
Su cuarto estaba oscuro, únicamente iluminado por la luna que resplandecía fuertemente en el gran ventanal.
—¿Qué es lo que quieres de mí? —gritó. No sabía por qué exactamente pero se sentía acosada por la luna, sentía como si la vigilara. La rabia comenzaba a burbujear en su sangre, produciendo lágrimas, pero la luna nunca cedió en su acoso por lo que desesperadamente cerró las cortinas y se dejó caer en el piso deshaciéndose en lágrimas.
Esa noche, sumergida en la oscuridad, fue la primera vez que soñó con la luna después de la muerte de su padre y su hermana. Pero no era la misma luna, más bien parecía un amarillento ojo y las estrellas eran como dientes, entonces entendió que era una pesadilla, y era el Coco.
"Fantasía es una tierra peligrosa, con trampas para los incautos y mazmorras para los temerarios. Ancho, alto y profundo es el reino de los cuentos de hadas, y lleno todo él de cosas diversas: hay allí toda suerte de bestias y pájaros; mares sin riberas e incontables estrellas; belleza que embelesa y un peligro siempre presente; la alegría, lo mismo que la tristeza, son afiladas como espadas. Tal vez un hombre pueda sentirse dichoso de haber vagado por ese reino, pero su misma plenitud y condición arcana atan la lengua del viajero que desee describirlo. Y mientras está en él resulta peligroso hacer demasiadas preguntas, no vaya a ser que las puertas se cierren y desaparezcan las llaves." —J. R. R. Tolkien. Sobre los cuentos de hadas.
Cerró el libro para ver la portada. Hacía mucho tiempo que no leía libros de fantasía. Era un viejo libro que su abuela le había dado la última vez que la visitó, hace cinco años, en el funeral de su padre.
"Cuentos desde el Reino Peligroso" Se leía en la portada. Era de J. R. R. Tolkien. Vanette metió en libro a su bolso de mano cuando oyó por la bocina que el vuelo a Pensilvania estaba por despegar. Ya se había despedido de su madre antes de pasar los puestos de revisión.
Era mediados de octubre cuando su madre había decidido trasladarla desde Nevada hasta Pensilvania, el otoño cubría el país. Ella tenía 10 años la última vez que estuvo en Pensilvania, antes de la muerte de su hermana, antes de la muerte de su padre. Ella vivía en Lancaster, y su abuela siempre había vivido en Burgess, se preguntó cuándo había cambiado todo por allá mientras doblaba un cuadro de papel.
¿Qué les ha parecido? Por favor dejen sus reviews para saber si les agrada mi historia, alguna crítica constructiva y demás.
Les será enviado un SpaceCake de regalo.
Con cariño, Ce.
