Bueno Chicas lo prometido es deuda, esta es una nueva aventura que pienso emprender. La historia se llama Entre dos mundos y es de la autora Vicki Lewis Thompson, desde que la leí no pude pensar en otros que Bella y Edward. Así que aquí se les dejo el primer capítulo y espero que les encante tanto como a mi. No se olviden de dejar sus comentarios y sus reviews para saber su opinión !

Entonces comenzamos.

Disclaimer: La historia es de Vicki Lewis Thompson , los personajes de la increíble Meyer.

Capitulo 1 : El estudio ...

Era la hora de la salida. Desde una cafetería con aire acondicionado que había enfrente del edificio en construcción, Bella observó a los hombres de cascos metálicos abandonar las vigas del piso decimoquinto. La mayoría de los que bajaban de allí eran los operarios que erigían el esqueleto de acero que en el 2 curso del tiempo se convertiría en un edificio de treinta pisos. Para una ciudad como Tucson resultaría un edificio alto. Cuando los obreros llegaron al nivel del suelo y empezaron a salir por la abertura de la valla de alambre que rodeaba la construcción, caminaron en grupos hacia un bar que había a varias puertas de distancia. Bella leyó el nombre del lugar: Suds and Subs. Así que ahí era adonde los trabajadores iban a calmar la sed. El «estanque» como lo llamaban ellos.

Ya tenía la información necesaria para iniciar su proyecto de investigación. Podía irse ya, pero no lo haría hasta que su hermano, Jasper, supervisor de Construcciones Swan, partiera en su camioneta. Si Jasper la veía, la llamaría a gritos. Eso la desenmascararía y daría al traste con el proyecto. Por fin su camioneta se alejó y se perdió de vista. Bella le dio la propina a la camarera de la cafetería y se lanzó al calor infernal de afuera.

El pavimento ardiente quemaba las suelas de sus zapatillas rojas, pero ella permaneció allí de pie, llena de nostalgia. Se puso las gafas de sol, echó la cabeza hacia atrás y miró hacia el decimoquinto piso. Una caída desde esa altura sería mortal; sin embargo, los miembros del grupo de construcción se habían balanceado en las estrechas vigas de acero con la tranquilidad de los niños que juegan en el patio del colegio a la hora del recreo. Ella había olvidado el valor que necesitaban los obreros, sobre todo los que hacían las primeras conexiones, para ir formando el esqueleto del edificio entre las gigantescas vigas de acero. En los tiempos en que su padre había trabajado en la construcción, Bella había visitado un edificio en obras con su madre.

En aquel entonces tenía unos cinco años, recordó, y el levantar la mirada `hacia las vigas la había hecho reírse y sentirse tan mareada, que casi se fue hacia atrás. -Tu padre está haciendo las conexiones en este lugar -le explicó su madre, señalando hacia un hombre que se balanceaba en la viga más alta-. Él es de los primeros en subir. El sol se reflejaba en el casco de su padre, que estaba muy arriba, y Bella decidió que era una especie de Dios. Sin embargo, a través de los años aprendió a callar su admiración, sobre todo en presencia de su padre.

Desde que había empezado a salir con chicos él insistió en que un simple obrero de construcción o cualquiera que se ganara la vida con un oficio, no era lo bastante bueno para ella. Todos los hombres habían salido ya de la obra, a excepción de un grupo de cuatro que permanecía junto a la valla charlando, con sus rostros bronceados bajo la sombra de sus cascos blancos.

Bella los observó furtivamente, fingiendo interés en el horario de los autobuses, pegado cerca de ellos. Uno de los hombres llamó su atención; era más alto que los otros tres, tenía las caderas estrechas y los hombros anchos de un jugador de rugby. Su camisa desabrochada revelaba una camiseta pegada a su pecho por el sudor. Su abdomen plano contrastaba con los estómagos ligeramente prominente de los otros tres, que evidentemente disfrutaban de muchas rondas de cerveza, después del trabajo, en el bar Suds y Subs. Bella estaba demasiado lejos para percibir el olor de un día de trabajo duro, procedente de los obreros, pero su memoria se llenó con él, de las noches en que su padre había llegado a casa, la había cogido en brazos y le había puesto el casco. En ese momento el hombre alto miró hacia Bella y ella volvió la cabeza con rapidez, pero no antes de que viera la sonrisa de él, que había reconocido su disimulado examen.

La sonrisa permaneció en su recuerdo mientras se alejaba a toda prisa, en dirección al garaje subterráneo donde había aparcado su Corvette rojo. Mientras Bella conducía hacia su apartamento, pensó en la conversación casual que había tenido con uno de sus alumnos de sociología la semana anterior y que había cambiado por completo sus planes para el verano.

Por alguna razón, Seth Cullen le había hablado de su hermano, que estaba ayudando a costear su educación. Según Seth, su hermano era un hombre ejemplar, que mantenía también a su madre viuda y leía literatura clásica a la hora del almuerzo. Lo extraordinario de sus hábitos de lectura, había dicho el chico, era que su hermano era un obrero. A Seth le impresionaba la capacidad de su hermano para ser un «erudito» y al mismo tiempo entenderse muy bien con sus compañeros de trabajo, cuando todos iban al bar a beber, después de la jornada.

La historia despertó la curiosidad de Bella, tanto como socióloga, como en su calidad de simple mujer. Cuando preguntó al muchacho, de forma casual, dónde estaba trabajando su hermano, Seth mencionó el nuevo rascacielos que se construía en el centro de la ciudad. El padre de Bella tenía el contrato para todo el trabajo de hierro de ese edificio, pero Seth, como todos los demás en la universidad, no conocía la relación de Bella con Construcciones Swan. Y ella tampoco le había aclarado la situación. Gracias al hermano de Seth, Bella concibió un proyecto que resultaría mucho más divertido que enseñar en los cursos de verano y que tal vez le hiciera ganar algunos puntos de prestigio académico.

Su padre iba a oponerse a la idea, desde luego, pero ella vencería sus objeciones llevándolo a comer al restaurante mexicano que tanto le gustaba y dándole la noticia con tacto. Después de todo, necesitaba un poco de cooperación por parte de su padre, si no quería que su plan fracasara.

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-Tengo planeado un emocionante proyecto de investigación para este verano, papá. - Bella esperó a que la camarera hubiera retirado los platos y su padre estuviera ocupado llenando de aromático tabaco su bienamada pipa, para darle .la noticia.

-¿Sí? ¿De qué se trata? Satisfecho después de su almuerzo de tamales y cerveza, Charlie Swan acercó la llama de la cerilla a su pipa y chupó con lentitud, mientras esperaba oír la nueva aventura investigadora que se le había ocurrido a su hija.

-Estoy realizando un estudio, que durará dos meses, sobre los patrones sociales establecidos por los trabajadores del hierro en un bar.- Su padre dejó la complaciente posición que había adoptado y se inclinó a través de la mesa.

-¿Que vas a hacer qué en un bar? -

- Es una investigación sensacional, papá. El informe sociológico que voy a escribir al terminar el estudio será ideal para publicarlo y eso mejorará mucho mi prestigio en la universidad. El tema es perfecto para mí, ¿no crees? -dirigió a su padre una gran sonrisa.

-¿Vas a estudiar a los obreros? -

- Exactamente. Tal vez tú no hayas pensado en ello, pero estoy segura de que ellos establecen patrones de relación, eligen líderes entre ellos, y cosas así. El bar se convierte en un mundo en miniatura, casi un experimento social, hasta que termina la construcción y los hombres se dispersan.- Su padre la miró fijamente, desconcertado.

-Sí, supongo que sí. ¿Y qué? -

-Voy a describir ese mundo en un contexto sociológico. Creo que muchos de mis colegas van a considerar el tema fascinante.-

-Espera. No tienes que estudiar nada. Basta con que me preguntes. Llenaré tus oídos con más cosas de las que nunca has querido escuchar... -se apoyó de nuevo en el respaldo de su asiento, como si hubiera resuelto el asunto con su ofrecimiento-. El andar cerca de esos tipos no te conviene, no es lugar para ti, ángel.-

-Papá, soy una científica. Tengo que obtener mis datos de primera mano -se detuvo y probó una táctica diferente-. ¿Preferirías que eligiera un bar de homosexuales?-

-¿Un qué? –Charlie saltó hacia delante y miró a su alrededor con nerviosismo. Luego bajó la voz-. Ten cuidado con lo que dices, ¿quieres? -

-Sólo he hecho una sugerencia.-

-Sugiere otra cosa, por lo que más quieras. ¿Por qué no puedes estudiar a los niños que juegan en el parque? ¿A qué viene ese repentino interés por los bares? -la pipa se había apagado. Se la quitó de la boca, miró hacia el tabaco apagado y movió la cabeza-. Bares, ¡vaya idea! -

-No sé mucho sobre niños, papá. En cambio, entiendo de construcción. Entiendo a los obreros.-

-No tanto como yo, ángel -movió la pipa en dirección a ella-. Si te imaginas que puedes entrar en un bar, instalarte en una mesa y empezar a hacer preguntas, tienes algodón en lugar de cerebro. Esos tipos cerrarán la boca o empezarán a enamorarte -suspiró-. No. Es una idea espantosa. No te mandé a la Universidad de Stanford para que te pases el tiempo en bares, con obreros.-

Bella extendió el brazo y palmeó la gran mano de su padre, que se encontraba crispada sobre la mesa. -Tranquilízate, papá. No comprendes lo que un estudio así podría hacer por mi carrera. ¿Cuántos sociólogos tienen una preparación como la mía para un estudio así? Esto es exactamente lo que necesito para convertirme en miembro respetado del profesorado de la universidad.

-No me gusta esto, ángel. Esos tipos son rudos. Mira que yo lo sé. Además, no ven con buenos ojos a los profesores universitarios que interrumpen su hora de beber, aunque se trate de una profesora tan guapa como tú.-

-Ésa es la parte divertida, papá. Ellos no sabrán que soy profesora, ni se enterarán siquiera del estudio. Tengo empleo como camarera en el bar.-

-¡Por todos los demonios, ángel! ¿Vas a trabajar de camarera en un bar? -su padre bajó la pipa y se frotó los ojos, mientras murmuraba lo que debía ser una larga letanía de palabras irrepetibles. Por fin levantó la mirada hacia ella con expresión cansada-. ¿Dónde está ese trabajo? El remordimiento, tardío pero rápido y doloroso, se apoderó de ella. Su padre había deseado siempre que ella permaneciera por encima de la sucia lucha de la existencia diaria, como él la había experimentado. ¿Cómo podía explicarle que necesitaba más acción, más alicientes, más vida en su vida? El azul brillante de los ojos de su padre, comparado con tanta frecuencia con el de ella, parecía en esos momentos tan descolorido como unos vaqueros viejos. Cumpliría sesenta años en noviembre y en ese momento representaba esa edad. ¿Cuándo se había vuelto su cabello completamente gris, sus mejillas una red de arrugas? Bella empezó a poner en tela de juicio todo su plan.

-Déjame adivinar -dijo él, cuando ella no contestó-. En Suds y Subs, ¿no es cierto? Bella asintió con la cabeza. -Supongo que has visto el atuendo que llevan puesto esas chicas. Ella asintió de nuevo, sin molestarse siquiera en corregirle y decirle que eran mujeres, no chicas. Charlie Swan suspiró pesadamente y se guardó la pipa y la bolsita de tabaco en el bolsillo de la camisa.

-Tienes veinticinco años, ángel, y ya no puedo obligarte a hacer o dejar de hacer, algo. Pero me gustaría que pensaras con calma en ese estudio. Mi idea ha sido siempre mantenerte alejada de lugares como ese bar. Y ahora me dices que vas a conseguir trabajo ahí, como si no hubieras tenido ninguna oportunidad en la vida. Bella abrió la boca para decirle que se olvidaría del proyecto, pero él continuó hablando. -Y otra cosa. Vas a oír toda clase de críticas contra Jasper y contra mí, si andas con esos truhanes mucho tiempo. -

-Papá, sabes muy bien que no prestaría oídos a ese tipo de cosas.-

-Yo sé que eres un buen patrón. -En estos tiempos tengo que resignarme a contratar pillos -continuó, casi para sí mismo-. Se quejan hasta por las cosas más insignificantes.-

-Tal vez eso encajará bien en mi estudio -dijo, aunque el comentario de su padre la había sorprendido. En el pasado, él parecía llevarse muy bien con sus trabajadores.-

-Supongo que realmente tienes que hacerlo, ¿eh? Bella se detuvo. Él había aceptado su plan, después de todo. Si ella cedía ahora, estaría arrebatando la derrota de las fauces de la victoria. -Sí, así es -dijo-.- Y tengo que pedir que ni tú ni Jasper me echéis de cabeza. ¿El va con frecuencia a Suds y Subs?-

-No -la respuesta de su padre fue brusca-. También se cansó de las quejas.-

-Bueno, ¿puedes decirle lo que estoy haciendo, para que no se sorprenda si me ve alguna vez que pase por allí?-

-¿Por qué no se lo dices tú?-

-Seguro que tú lo verás antes -dijo Bella con rapidez.-

-Sí, claro -su padre miró hacia otro lado-. No quieres llamarlo a su casa, porque tal vez tendrías que hablar con Alice. No comprendo por qué no os entendéis. Sois cuñadas, por amor de Dios.-

-No tenemos mucho en común, es todo -opinó Bella y, decidiendo que eso era verdad-. Ella tiene la casa y los niños y yo tengo mi trabajo. Ninguna de las dos está muy interesada en lo que hace la otra. -

-Huum... -su padre volvió a sacar la pipa, como si estuviera pensando en volver a encenderla-. Yo había pensado que a estas alturas tú y Jasper estaríais ya casados. Todos pensamos que terminarías casándote con ese profesor del que nos escribiste. El que fue profesor tuyo.-

Bella suspiró, al recordar el dolor de Stefan. Habría sido muy desgraciada si se hubiera casado con él; pero lo había amado, de todas formas. -El nunca dejó de tratarme como a su alumna -dijo, pensando que su padre estaba esperando alguna explicación.

-¿Qué hay de malo en eso? Eras su alumna. -Sí, pero... -una mirada al rostro de su padre bastó para que comprendiera que era inútil hablar con él sobre Stefan. Charlie Swan no veía ningún problema en los sentimientos de superioridad de un hombre hacia una mujer. -Bueno, desde que volviste aquí, han aparecido otros -dijo, decidido a no cambiar de tema.

Bella sabía que a él le encantaría que se casara, sobre todo con un hombre adecuado-. ¿Qué sucedió con ese tipo, Eric? -Papá, ¿puedes imaginarte lo que es pasar toda una velada analizando la trayectoria de una pelota de tenis?-

-Yo no sabía que jugaba al tenis.-

-No, no sabe jugar. Por lo menos, nunca terminamos una partida. Cuando le llevaba dos puntos de ventaja, me llamaba a la red y se pasaba más de una hora describiendo por qué la pelota había salido de mi raqueta de la forma en que lo hacía y por qué él no había podido darle cuando llegó a su lado.-

-Oh -su padre parecía perplejo, pero de pronto su rostro se alegró-. ¿Y qué me dices de ese hombre... cómo se llama... Nelson? Era evidente que le gustabas mucho. ¿Sigues saliendo con él?-

-Él se enfrascó tanto en sus estudios de las culturas asiáticas que empezó a salir sólo con mujeres asiáticas.-

-¿Y John? -preguntó su padre, esperanzado.

-Papá, vamos. ¿Quieres que me case con alguien que hizo que toda la familia viera quinientas diapositivas de la alfarería que hacen los indios anasazi? -Las primeras cincuenta me parecieron interesantes.- y ambos soltaron una ligera risa.

-Pa, Reconócelo, todos los tipos con los que he salido recientemente eran aburridos o pedantes.-

-A tu madre y a mí nos gustaría verte casada, eso es todo.-

-Lo sé, papá. Pero no he encontrado a nadie adecuado para mí. A decir verdad, estoy un poco cansada de los tipos intelectuales que conozco en el trabajo.-

Su padre frunció el ceño. -Mantén las distancias con los obreros de la construcción. Ella lo miró. Su rostro, esperaba, era la imagen de la objetividad académica. Descartó los pensamientos sobre el hermano de Seth y el obrero alto que había visto en la calle. Sonrió a su padre.

-Papá, es un estudio científico.- Charlie apretó su pipa apagada entre los dientes, una vez más. -Sí -murmuró.

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Bella se encontraba de pie frente al lavabo manchado dé óxido del servicio de 6 señoras de Suds y Subs, luchando con su cabello. El gerente, un hombre que se había presentado a sí mismo simplemente como Jenkings, no se había molestado en mencionar, cuando la contrató, que no podía llevar el pelo suelto. -Especialmente esa melena -añadió, mirando con asombro los oscuros mechones que caían en linea recta más allá de sus hombros, hasta la mitad de su espalda.

La otra camarera, Rosalie Hale, había encontrado unas cuantas horquillas en su amplio bolso y Jenkings había contribuido con una cinta. Bella se recogió el pelo en lo alto de la cabeza, un estilo que aumentaba cinco centímetros su estatura ya bastante considerable. Sus zapatos de tacón, unidos a su metro setenta y dos, le daban una estatura de más de uno ochenta, incluyendo el pelo.

Cuando salió del cuarto de baño y entró en la cocina,.Jenkings se quedó un momento con la boca abierta.

-¡Vaya, he contratado a un rascacielos! -murmuró.

-Tal vez debería usar tacones más bajos -sugirió ella, esperanzada.

-No, no. Tienes que recordar que tenemos obreros aquí este verano. A ellos les gusta cualquier cosa que sea alta, desde un vaso de cerveza hasta una mujer.-

Bella hubiera querido protestar, pero el hombre no parecía del tipo que encajaría bien ser corregido por una mujer. Así que sonrió y fingió que lo había tomado como un cumplido. -Gracias, Jenks.

Rosalie, una pelirroja teñida, con dientes blancos y un sonrisa cordial, había entrado por las puertas de resorte que comunicaban el bar con la cocina, alcanzó a oír la última parte del diálogo. Entregó al cocinero un pedido para un sandwich y esperó a que Jenkings se fuera antes de hablar con Bella.

-No le hagas caso, ni dejes que te acompleje -aconsejó-. Estás sensacional. Ya quisiera yo tener unas piernas como las tuyas. Bella bajó la mirada hacia los pantaloncitos negros y la blusa blanca atada en el estómago, que constituía el «uniforme» de las camareras de Suds y Subs.

-Éste es el conjunto más machista que he usado en toda mi vida -dijo en tono quejumbroso.

Rose se echó a reír. -¿Machista? Esto no es nada, linda. En algunos sitios donde yo he trabajado tienes suerte si te dejan ponerte unos cuantos lazos y unas lentejuelas para cubrirte - miró a Bella con más atención-. ¿No habías trabajado antes de camarera, linda? Bella negó con la cabeza. -Entonces, agradece esas largas y hermosas piernas que tienes, porque Jenkings no te ha contratado por tu experiencia. Si yo fuera tú... -dejó de hablar porque el aludido empujó las puertas de resorte y se acercó a ellas.

-¿Ya habéis terminado de chismorrear? Es la hora en que dejan de trabajar en la obra, y se me ocurrió la tonta idea de que tal vez queráis servir a los clientes algunas bebidas cuando lleguen -continuó con exagerada cortesía-. ahora, que si tenéis asuntos más importantes que el de conservar el empleo...-

-Ya vamos, jefe -contestó Rose, y Jenks salió de la cocina una vez más-. Muy bien, Isa -empezó a decir, asignando a Bella un diminutivo automáticamente-. Te voy a dar un curso rápido de cómo ser camarera de un bar -dio la vuelta a su libreta de pedidos y empezó a dibujar un plano rudimentario del bar, sobre el cartón que le servía de fondo.

-Te lo agradezco.

-De nada. Alguna vez puedes hacerme un favor. Ahora, mira, la sección de los clientes tiene forma de L, con el bar aquí, cinco mesas a lo largo de esta pared y la sala de billar en la parte corta de la L.-

-Cierto -dijo Bella, asintiendo. -Vamos a dividirnos el lugar. Yo me encargo de las tres mesas que están a la izquierda, y tú de las dos de la derecha y de quienes estén jugando al billar. ¿Entendido?-

-Creo que sí. -Empezaremos por el centro y trabajaremos hacia afuera. Apunta los pedidos en el sentido del reloj o como quieras, pero adopta un sistema y cíñete a él, o te volverás loca con los pedidos. Los que juegan al billar se mueven mucho, así que tienes que anotar algo sobre ellos, como el color de su camisa, hasta que sepas quién es quién.-

-Ya entiendo, Rose. Espero no ser más un problema que una ayuda para ti.-

-¿Bromeas? Antes de que tú llegaras, estaba haciendo todo yo sola. Tuvimos otra camarera por un tiempo, pero lo dejó y Jenkings decidió que yo podía manejarme sola. Hasta que tú te presentaste y decidió que una muñeca como tú ayudaría mucho al negocio. Bella sonrió con incomodidad. En el mundo académico, su aspecto había contado en su contra con más frecuencia que a su favor. Ella había tenido que demostrar su inteligencia. Allí sólo era valorada por su apariencia exterior. Bella comprendió que le costaría trabajo hacer aquello.

-Quiero ser una buena camarera -dijo a Rose. -No te preocupes, nena. Sígueme y serás la mejor camarera de todo Tucson. ¿Lista?. Más vale que empecemos. E, Isa, no hagas caso de los coqueteos. La mayoría de ellos no lo hacen en serio.-

-Muy bien.- Bella trató de recordar el consejo de Rose cuando la recibió un silbido de admiración, al entrar al ruidoso bar lleno de humo. A pesar de las palabras tranquilizador comprendió que la esperaba un definitivo choque cultural. No estaba acostumbrada a los bares; como estudiante universitaria, había estado demasiado ansiosa por obtener buenas calificaciones como para salir de copas. Su vida social había sido exactamente la que su padre hubiera querido para ella. Nada, excepto la televisión y los relatos que le habían hecho su padre y su hermano, había preparado a Bella para ese trabajo. Nada, excepto tal vez su entrenamiento como observadora científica de la naturaleza humana. Eso, pensó, cuadrando los hombros, tendría que bastarle.

Con su bloc de pedidos en una mano y el lápiz en la otra, Bella se acercó a la primera mesa, en la que había cuatro hombres sucios y sonrientes.

-Hoy debe ser nuestro día de suerte -dijo un hombre voluminoso, de pelo gris. -Te he oído, Billy -gritó Rose, por encima del ruido, mientras tomaba el pedido de una mesa del otro lado. -Ah, Rosie, cielo, no quise herir tus sentimientos -exclamó el hombre llamado Billy-. Yo siempre te amaré a ti más. -Claro que lo harás -replicó Rose con una carcajada y siguió anotando pedidos.

Bella se aclaró la garganta. -¿Qué van a tomar esta tarde, caballeros?-

-¡Vaya, vaya! -exclamó un hombre de rostro rubicundo, cabello corto marrón y hoyuelos-. ¿Habéis oído eso? Nos ha llamado caballeros.

Bella no le hizo caso y miró a un hombre delgado que estaba a su izquierda. Seguiría el sentido de las manecillas del reloj, decidió. -¿Me permite tomar su pedido, por favor?-

-Preciosa, puedes tomar lo que quieras de mí -contestó el hombre, guiñando un ojo a sus amigos. -

-Eh, ¿sabes qué tenemos aquí, Mike? -preguntó un tipo castaño que se encontraba a la derecha de ella-. Tenemos a una chica educada. Escuchad cómo habla. Eres estudiante universitaria, ¿verdad, nena? Bella pensó que era mejor que contestara a una pregunta directa como ésa. Si se enfrentaba a esos hombres, no podría utilizarlos como sujetos de estudio y podría perder su trabajo.

-Sí, así es -contestó. Se convenció a sí misma de que no era realmente una mentira. Había tomado un curso para su doctorado el último semestre, a pesar de que ya estaba dando clases. -¿Lo veis? -el castaño miró a sus compañeros con expresión de orgullo por su acertada suposición-. Una estudiante universitaria.. Podéis olvidaros de los planes maléficos que teníais para ella. El único que puede sostener una conversación con esta mujer es Comelibros.-

-Oye, pues sí -convino el hombre de los hoyuelos-. Que venga Comelibros. Él puede servimos de intérprete -hizo una bocina con las manos para gritar en dirección a las mesas de billar-. ¡Comelibros Cullen! Ven para acá, muchacho. Comelibros Cullen, pensó Bella. Por supuesto, era el hermano mayor de Seth.

-Tal vez sea mejor que anote sus pedidos antes -dijo ella, tratando de recuperar el control de la situación-. Estoy segura de que los demás clientes querrán...-

-¿Habéis oído eso, muchachos? -preguntó Billy-. Nosotros somos caballeros, pero los tipos que estáis aquí al lado sólo sois clientes -miró hacia los hombres en cuestión-. Vosotros, clientes de la otra mesa, no os importa esperar hasta que le haya presentado a esta preciosidad a Comelibros, ¿verdad?-

-Oye, Billy -dijo un hombre moreno-. Si retrasas más tiempo nuestras cervezas, vamos a presentarte a ti al Más Allá.-

-¿Lo ven? -preguntó Bella pidiendo a Billy su ayuda-. No quiero perder mi empleo, así que, por favor, si me dicen lo que quieren to...-

-Aquí está Comelibros -dijo Billy-. Comelibros, tengo el gusto de presentarte a una auténtica estudiante universitaria que se llama... ,cómo dijiste que te llamabas, linda.- Bella casi no había oído la pregunta. Ante el anuncio de Billy se dio la vuelta y se encontró mirando el rostro divertido del hombre que había observado en el edificio en construcción. Un brillo rápido en sus ojos almendrados, como el reflejo del sol en el agua, reveló que él también lo recordaba. Iba vestido igual que cuando ella lo observó en la calle. Esa vez, sin embargo, no llevaba el casco y su camisa desabrochada, de mangas largas, era de otro color. Su cabello alborotado, que mezclaba varias tonalidades de castaño, como la madera fina, se ondulaba de la frente hacia atrás. Debido a que Seth era de complexión mediana y rubio, Bella esperaba que su hermano lo fuera también. En cambio, aquel hombre estaba hecho de un material más fuerte, aunque había cierto parecido en la nariz y una firmeza alrededor de la boca que los identificaba como hermanos.

-Me llamo Bella -dijo, recordando apenas que Billy había hecho la pregunta. - Isabela Swan, pero llámame Bella. -

- Encantado de conocerte, Bella -declaró el hermano de Seth y el brillo volvió a sus ojos por un momento.

-Comelibros aquí presente -dijo el hombre delgado-, siempre trae algo para leer en su cartera, mientras el resto de nosotros nos sentamos a intercambiar mentiras durante los descansos.

-Sí -agregó Billy-. Y casi siempre es esa basura que teníamos que leer en el colegio. En un tiempo estuvo leyendo Historia de dos ciudades, por ejemplo. El de los Hoyuelos se echó a reír. -Y Billy había pensado que era un libro pornográfico. -

- Eso no es cierto, Lo dije en broma, cerebro de pájaro. Y será mejor que no digas esas cosas delante de una dama.- Bella se ruborizó y deseó no haberlo hecho. Quería ser uno de ellos, demostrarles que podía soportarlo todo.

-¿No les gustaría ya hacer el pedido? -dijo con brusquedad.

-Caramba –exclamó Billy en tono quejumbroso-. Mirad, grandísimos tontos, ya habéis conseguido que se moleste.

-¡Eh! -gritó el hombre moreno de la mesa contigua-. ¿Vamos a beber esta noche o a tener un té social? -

-Yo me encargo de esa mesa -murmuró Rose, que pasó con rapidez junto a Bella-, pero vas a tener que moverte más deprisa, linda.-

-Intento hacerlo, pero ellos... -

-Lo sé, lo sé. Hola, Comelibros -le saludó Rosalie sonriendo

- A ver si puedes convencer a tus amigos de que pidan, para que Isa pueda hacer su trabajo, ¿quieres?-

-Claro que sí, Rose -el hermano de Seth se volvió hacia el hombre delgado.

- ¿Qué vas a tomar, mike?-

-Lo de siempre. Tú ya sabes lo que tomo siempre.- Bella se llenó de pánico. Mike estaba en el centro de la mesa.

- Mike quiere una cerveza Coors y una copa de tequila -dijo Comelibros a Bella. Ella iba a protestar, pero él le dio otro pedido, primero para Billy y después para el de hoyuelos, llamado Emmet. Bella escribía con rapidez, tratando de anotar alguna característica que identificara al que había pedido cada cosa. Comelibros parecía suponer que ella había hecho aquello antes y le daba las órdenes con la misma rapidez con que los hombres se las daban a él, hasta que los cuatro terminaron de pedir.

-¿Y usted? -preguntó cuando terminó de escribir.

-Él tomará lo de siempre... una Budweiser que le durará toda la noche -dijo Billy-. Cuando lo conocimos tuvimos que decidir entre llamarlo Un-Trago o Comelibros... pero se quedó con este último. Bella anotó una cerveza.

-Volveré en un momento con sus bebidas -comentó y se dio la vuelta para irse-. Gracias... Comelibros... -dijo titubeante.

Comelibros la cogió del codo. -Me llamo Edward -murmuró. Ella lo miró a los ojos y tragó saliva. Él le apretó el codo y el calor de la piel masculina contra la suya fue agradable. No, más que agradable.

-¿Prefiere que lo llamen así? -preguntó la joven.

-Prefiero que tú me llames así. -Intentaré recordarlo. Se dio cuenta de que los demás escuchaban su diálogo con gran interés. Al alejarse oyó las risas de los hombres que estaban en el gabinete y algunos fragmentos de comentarios obscenos dirigidos a Comelibros.

A Edward. Edward Cullen. El obrero aficionado a la buena literatura y el hombre que había visto en la calle eran uno. Una corriente de anticipación la invadió.

y ¿qué les pareció? , no se olviden de dejar sus comentarios, para esta linda historia que apenas comienza.

Muchas gracias chicas de todas maneras por su tiempo y no se olviden de leer el "Batallón de la Soledad". GRacias !