Si la cosa no es tener ideas... ideas tengo, la cosa es ponerse a ello para que vaya saliendo y encontrar el momento. Y a veces los astros coinciden y salen cosas de las que uno está orgulloso, como esto. Un intento de darle la vuelta a la tortilla (un dicho español) y que no sea Arthur el que se lamente en un bar.
Nota histórica: El fic hace referencia al Desastre del 98 cuando España perdió sus últimas colonias (Cuba, Filipinas y Puertorico). No fue tanto un desastre económico, sino uno moral dado que significaba el final definitivo del Imperio Español y la época de esplendor.
·
Al fondo del bar
·
Antonio estaba sentado al final de la barra cuando entró en el bar.
En ese rinconcito, oscuro y apartado, que parecía hecho a propósito para ahogar inútilmente las lágrimas.
Llegar hasta él no fue dificil. Tampoco lo fue sentarse a su lado. Ni pedir al camarero un vaso de lo mismo que estaba tomando él. Lo que no hizo fue mirarlo. Ni cuando se sentó, ni cuandor ecogió el vaso, ni cuando lo levantó, ni cuando lo probó, ni cuando volvió a dejar el vaso, a tres cuartos, sobre la barra de madera, dejando un surco en ella.
No dijo nada.
El otro tampoco.
Tenía los hombros hundidos, con la cabeza gacha. El típico borracho, diría alguien. Salvo porque no estaba borracho. Solo estaba hundido.
Arthur sabía bien lo que quera eso.
-No es para tanto -aseguró. A diferencia del español tenía los hombros alzados y la cabeza mirando al frente o al vaso, pero no con la misma melancolía. Ni siquiera era melancolía.
El otro no respondió. No parecía que fuese ha hacerlo. Arthur deberia levantarse e irse. No era hora, ni día, para encerrarse en un bar.
-No tienes ni idea -masculló Antonio sin saber bien lo que decía. O sabiendolo pero no teniendo en cuenta a quién-. No quiero tu compasión.
-¿Quién te está compadeciendo?
Por primera vez desde que entró en el bar Antonio le miró. Parecía, al menos, que la presencia del inglés había introducido allí una emoción más: rabia. Por encima de la tristeza.
Algo era algo.
-No intentes burlarte de mí. Entrando aquí y sentándote a beber conmigo sin motivo.
Arthur examinó su rostro y lo consideró pero decidió, por una vez, no decir nada.
En su lugar bebió otro sorbo.
-No estás tan mal, lo sabes -le dijo al cabo de un buen rato, Antonio gruñó-. Es más bien que te has acostumbrado a ellos, pero no es para tanto... Sobrevivirás.
Por supuesto Antonio lo sabía, claro que lo sabía. Era su país. Lo sabía, de sobra. Pero no le gustaba lo que oía.
-¿Y lo dices tú? -masculló, mirándole desde un lado, aún agarrado al vaso de alcohol.
Arthur sostuvo aquella mirada, sin decir nada. pero frunció los labios. Aquello fue suficiente para Antonio. Había acertado. Volvió a beber otro sorbo.
Ahora se iría, pensaba Antonio, y me dejará en paz. Ni le va ni le viene, ¿qué pinta aquí?
Pero no se fue y pidió otra copa cuando él pidió la siguiente.
Y la siguiente.
Y la siguiente.
Y Antonio ya no recordaba bien nada más.
