Betrayal has never been so sweet.

I

— ¡Quítate estúpida! —paso chocando su hombro con el mío, Elizabeth Carter, una de las más odiosas y deseables chicas de la escuela, era la típica blondie de ojos azules, con un cuerpo espectacular, bonita de labios rojos.

Quería gritarle un par de cosas pero la muy tonta salió corriendo y atrás de ella todo su clan de zorras. ¿Qué era peor? ¿Ser conocida como una zorra o ser un Don nadie? Bueno pues en ésta escuela seria ser un Don nadie.

Llegué a mi casa dando un portazo, miré hacia el sillón de la sala de nuestro mini departamento; fruncí el ceño al ver a mi madre besándose con ese hombre. Ambos estaban conociendo el mundo de la lujuria y la pasión con tanto deleite. Él hombre estaba sobre mi madre, sus piernas alrededor de su cintura y sólo veía como se movía hacia adelante y atrás y mi madre gritando, riendo… perturbarte.

Me seguí de largo ¿cómo es que puedo tener una madre así? Antes le molestaba o le apenaba que la viera salir con hombres pero ahora ya no tiene la decencia de irse a su cuarto, ahora es en la sala y no ha sido la primera vez, ésta es la decimo cuarta vez que los veo así en un mes.

Subí las escaleras, llegué a mi cuarto y di un portazo con tanta fuerza que mi cabello se revoloteó con el cerrón. Mi dejé caer en mi cama y ésta rechinó. Quité mis botas de terciopelo (un regalo de ese hombre) mi bufanda y suéter, sólo quede en mi skinny jeans y una blusa aflojerada cuello en V color crema con unas zapatillas de ballet como dibujo.

¿Saben? Estamos en invierno, allá afuera hace un frio endemoniado, pero de algo estoy segura es que mi madre no tiene frio porque ese hombre ¡cómo la calienta!

Escuché a mi madre gritar, en su tono llevaba excitación, después un Shh… cómo si no pudiera ¡OIR TODO! ¡Suficiente! Me dije a mi misma. Tome otra vez mis botas y bajé las escaleras de madera ya dañadas con el tiempo, éstas hacían eco, así que esos dos se incorporaron al momento.

— Hola Hija—sonrió. Ella estaba tan despeinada, su brillo labial rojo estaba difuminado sobre sus labios y en los del hombre; su camisa estaba arrugada y muy mal acomodada; y el hombre, su corbata, para empezar estaba en el suelo; su camisa a medio abrochar.

— ¡Consíganse un cuarto, por favor! —rolé los ojos y subí las escaleras a encerrarme a mi cuarto nuevamente.

Si hay algo que odiaba es que mi madre no se diera respetar a si misma como mujer. El hecho de ser divorciada no le daba derecho hacer lo que ella quisiera, significaba más responsabilidad ¿cómo es posible que YO sea más madura que ella? YO soy la que tengo que estar recordándole de estar pagando la luz y…