Disclaimer: Saint Seiya no es mío, pero si lo fuera... bua-ja-ja-ja.
Esta es mi respuesta al drabble Mentiras, de Hyuuga Temari. :-P
First Christmas
- Y yo que pensé que ese concepto no era válido para nosotros -la voz de Chloe se dejó colar con sorna por mi Cosmo-. Total, esa es una festividad insulsa de un Dios más insulso todavía.
- Que no te escuche el Pato, porque se ofende de seguro -respondí mientras me estiraba-. Además,. ¿qué más cuentan unas fiestas que podemos usar normalmente?
- Si es de tu gusto... pero no me inmiscuyas más de lo necesario.
Y con esto, la voz cósmica de mi amiga se desvaneció. Tenía razón, al decir que la navidad no era para nosotros. Pero no podía evitarlo. Después de mis años en la selva, donde cabía una ilusión de montañas nevadas y un hombre gordo en traje rojo, gracias a Sir Drake, pude reír y comprender lo bonito de una ilusión, una esperanza.
Por eso, quería darles un detalle a mis más cercanos, sólo porque me daba la gana.
Bajé a Rodorio silbando una canción. Era nada más ni nada menos que el Jingle Bells, pues me había contagiado del humor de la época, así nuestra locación en el planeta aún brillaba el sol inclementemente y el calor sólo había disminuido un poco.
Pero por las noches, una brisa fría hacía que me arrebujara en la cobija, dominando a duras penas las ganas de calentar mi cuerpo con mi energía. La brisa sobretodo se sentía en las alturas del Décimo Templo, por lo que no pude por menos que estremecerme al pensar que el Santo de Hielo era el vecino del piso de arriba. Maldito frío.
Los aldeanos estaban contentos, yendo de un lado a otro con una enorme cantidad de cosas a cuestas, mientras sonreían y hablaban con todo el mundo. Me tardé unas horas consiguiendo lo que necesitaba, pero al final del día había pillado todo lo que necesitaba.
Regresé al Santuario a tiempo de ver la puesta de sol en las escalinatas de Aries. Una presencia a mis espaldas me hizo darme la vuelta, para ofrecerle una sonrisa al recién llegado.
- ¿Dónde estabas?
- En Rodorio, comprando algunas cosillas -respondí sacándole la lengua, para luego recordar-. ¿Me prestas unas tijeras? Las voy a necesitar...
Mu alzó uno de sus lunares, interrogante, pero al ver que yo no le decía más nada suspiró quedamente y fue a buscar el objeto que yo le pedía. Al entregármelo, fue recompensado por un beso en la mejilla.
- Thank you, my lovely elf! -dije a la vez que emprendía la carrera hacia la parte de atrás del Templo, hacia Tauro. Pude sentir su sonrisa a mis espaldas, haciéndome soltar una risita.
Esa noche, una sombra se deslizó por varios Templos, dejando un paquetito en cada altar de Armadura. La mañana de ese veinticinco de diciembre, sorprendió a varios Santos sonriendo mientras miraban esos presentes que una mano invisible les había dejado.
Mu recibió un nuevo ribbon para atarse el cabello.
Aldebarán recibió una nueva camiseta, habiéndosele roto la última en un entrenamiento.
Saga recibió un cinturón grabado con símbolos que ni él mismo pudo entender.
Chloe recibió unas botas militares de cuero negras.
Padma recibió un rosario de cuentas nácar con remates de color violeta.
Shura recibió unos guantes de piel de gamuza verdes oscuros.
No importaba que no celebráramos la navidad; de hecho, Chloe siempre tuvo razón en decir que ese Dios no era el nuestro. Pero a mí me gustaba la época porque podía hacer lo que acababa de hacer con mi familia de la Selva, para luego verles vestidos con las prendas que les había hecho, así les quedasen bien o no. Sir Drake se veía espectacularmente ridículo con una corbata de pajarita color rosa que le había regalado, pero no por eso se abstuvo de ponérsela.
Y todo eso, decía, era para ver mi sonrisa satisfecha al verle usándola.
También había enviado tres obsequios a Asgard. Con suerte, Alexiel, Aleisha y Kanon los recibirían, aunque no se explicaran de quién provenían. Una bufanda roja para Blancanieves, unos guantes azules para Kanon y unos mitones para Aleisha, porque seguro ella los necesitaba más. No me importaba el crédito, sólo me importaba arrancarles una sonrisa, por más leve que fuese, con tal de que fuese auténtica.
Porque para mí, la navidad era eso, sonrisas.
El afecto se daba todos los días del año. El amor, cuando naciese. Pero las sonrisas, las verdaderas, las auténticas sonrisas, se daban sólo cuando la persona era realmente tocada en el corazón.
Supe que mi misión se había cumplido al entrar al comedor, al ver a Mu usando la liga, Aldebarán usando la camiseta (aunque le venía algo apretada), Chloe con las botas, Padma con el rosario entrelazado en su antebrazo y Saga con el cinturón.
En el fondo ellos sabían que había sido yo, pero de seguro Aldebarán y Shura les habían comentado esa extraña costumbre decembrina mía y optaron por seguirme el juego.
Me senté junto a Shura, observando al bajar la mirada que cargaba los guantes en el cinto de su pantalón. Hice la danza de la victoria mentalmente y comencé a comer, no sin darme cuenta que muchos intercambiaban miradas exasperadas, pero las sonrisas que traían eran de verdad.
Para ser su primera navidad, estaba segura que habían tenido un momento feliz.
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Esto debí haberlo subido en navidad, pero me dio hueva, heheh. ¡Saludos!
