Disclaimer: Los personajes son de Hajime Isayama.


IMPORTANTE: En el one-shot pasado dije que no impondría un país, pues bien, olvidemos eso porque las actuales circunstancias me obligan a hacerlo. Están en Japón. Y supongamos que Shinganshina es solo una universidad en alguna parte de Tokio que acabo de inventar.

Advertencias: esto es un Universo Alterno, contiene ligero ooc, pido disculpas de antemano.

«Cursiva» pensamientos.

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—¡Mira Mikasa, ese de allí es muy lindo! —le exclamó Hanji muy cerca de su oreja.

Ambas mujeres se dirigían rumbo a la salida de la gigantesca plaza comercial, y de vez en cuando, se detenían a observar las múltiples tiendas donde vendían centenares de productos extravagantes y coloridos, pero en ese sitio en especial que señalaba la castaña, sobresalían todo tipo de trajecitos para bebé.

Específicamente, Hanji señalaba un curioso disfraz rosado de conejo, muy pomposo y melenudo, con dos grandes orejas y un diminuto peluche de zanahoria incluido.

Mikasa sonrió enternecida al imaginar a su pequeño enfundado con esas dulces y tiernas ropitas.

—Claro Hanji, pero creo que es muy pronto para que el bebé pueda usarlo —inmediatamente, su mano tocó con gentileza su abultada barriga, que a lo largo de los meses había crecido más y más hasta convertirse en una carga muy pesada para ella, y que le hacía dificultosa la tarea de caminar.

Por este motivo, últimamente Mikasa pocas veces ponía un pie fuera de su departamento, siendo Hanji su mayor compañía en esos días. Las únicas ocasiones en que se obligaba a salir, eran solo para asistir a sus inapelables revisiones al médico o por algún otro pendiente en su escuela que exigía su presencia, y lo hacía estrictamente acompañada por la castaña y cuatro hombres más que Levi había dispuesto para su protección.

¿Por qué hizo eso él? Por su seguridad y la de su hijo, claro está.

Desde que su relación se hiciera pública hace casi siete meses, los accionistas de la empresa de Levi habían pegado el grito en el cielo al verse frustrados sus planes. Esos bastardos solo buscaban su propio beneficio mediante la manipulación de una persona poderosa con quién crear lazos afectivos, y lamentablemente, Levi era el cordero elegido para enviar al matadero.

Petra Ral, hija única y heredera el imperio Ral, era una candidata perfecta para ejecutar sus maléficos planes. El padre de la chica, un hombre ya viejo de edad, estaba a punto de retirarse —se rumoreaba que incluso padecía una grave enfermedad—, quedando como única beneficiaria y dueña de la empresa a su adorada hija. Sin embargo la joven no tenía interés alguno en el trabajo de años de su padre, por lo tanto esa era la oportunidad perfecta para que Levi Ackerman, un afamado y soltero hombre de negocios, se aprovechara y tomara las riendas de ambas empresas, obteniendo así una fusión que beneficiaría a ambas ramas. Por lo tanto, más poder, más fama, más dinero.

Pero había una cosa con la que los viejos y ambiciosos empresarios sedientos de poder no contaban: Mikasa Jaeger, próximamente Ackerman y su futuro bebé, heredero legítimo de Levi.

Desde el instante que se enteraron de la noticia fue cruelmente tachada de usurera e hicieron hasta lo imposible para convencer a Levi de que estaba cometiendo un gravísimo error del que se arrepentiría posteriormente; sin embargo esto a él, como ya había dejado en claro, no podría importarle menos. Palabras cortantes, cruentas y amenazantes fueron suficientes para calmar la conmoción de los viejos que deseaban deshacerse de ella, o eso creyó.

En una ocasión que Mikasa recordaba con rabia, era cuando habían intentado meterle un susto mediante un intento de secuestro.

La chica volvía a casa luego de un largo día en la universidad, y casualmente Levi no pudo ir a recogerla por una reunión de «emergencia» que repentinamente surgió a esa hora. Para entonces, la muchacha presentaba ya cuatro meses de embarazo, y su vientre apenas si se notaba abultado debido a su esbelta figura. Al llegar a una esquina cercana a su departamento, sintió un aura muy pesada inundar el ambiente; desde ahí caminó cautelosa, con silenciosos pasos, cuidándose hasta del ladrido de los perros. Hasta que repentinamente, una camioneta totalmente negra apareció por la calle principal haciendo un amago de tomarla por los brazos; no obstante, y gracias a sus constantes idas al gimnasio, ella fue más rápida y logró alcanzar la recepción de los edificios donde residía antes de que todos los tipos siquiera bajaran del auto.

Al sentirse segura, llamó a Levi desesperada y este inmediatamente acudió a socorrerla. Daba gracias a los dioses que esa conmoción no haya afectado a su bebé.

Lo hablaron con detenimiento, se les hizo muy extraña toda esa situación, y tomando en cuenta lo que esos señores añoraban con tanto furor, no les tomó demasiado tiempo llegar a una sola conclusión.

«—Viejos de mierda, ¿cómo se atrevieron a intentar un truco sucio como ese?

Ya no importa, estoy bien.»

Pero no, definitivamente eso no estaba bien.

Dada la angustiante situación y el estrés infligido en ambos, él tomó la precipitada decisión de contratar una barrera de seguridad impenetrable que incluía la participación de diez custodios, además de un chofer que la llevaría y traería a todas partes en un automóvil con vidrios blindados.

Obviamente Mikasa se negó. Era demasiado. Ella no necesitaba un ejército de niñeras —como los llamaba—, que le siguiera los pasos en cada cosa que hacía. Levi insistió, Mikasa por su parte siguió refunfuñando el resto de la noche; pero al final terminó aceptando por la única y expresa seguridad de su hijo no nato.

No sabía si eran las hormonas que perturbaban su estado de ánimo o percatarse de la genuina preocupación grabada en los ojos de Levi, pero se dejaría cuidar por al menos cuatro de esos hombres. Levi también aceptó, a regañadientes, esa última condición y las cosas siguieron así por dos cortas semanas, hasta que Mikasa volvió a reclamar que esas personas eran demasiado estrictas en cuanto a su círculo de amistades. Otra pelea surgió, culminando esta vez en un revolcón en el departamento de Mikasa, y otra resolución por parte del hombre: su asistente no le haría falta por los próximos cinco meses.

—Mmm, oye Mikasa ¿y qué tal ese otro de allá? ¿no es espantoso y tierno a la vez? —esta vez la mujer le señaló un singular trajecillo rojo que parecía totalmente hecho de carne. Aunque en realidad era un estampado de la musculatura de un ser humano, y en el gorrito dibujaba una gran boca con todos los dientes al descubierto y unos pequeños y desenfocados ojos negros. El traje en sí daba un poco de miedo, ¿cómo era posible que dispusieran eso para una criatura tan pura como un bebé?

—¿No es demasiado siniestro para que lo use un niño?

—Jajaja, ¡qué va! A mí me parece el trajecito ideal para usar en estas fechas, no olvides que el Halloween está cerca, querida —exclamaba Hanji con los ojos brillantes por la excitación—. Si yo tuviera hijos, definitivamente lo compraría.

Mikasa rio levemente por los disparates de su acompañante, a veces era un poco exagerada con cosas fuera de lo común, pero así de extravagante era y ella simplemente no podía reprochárselo.

—Uhhh ¡Ya sé! Se lo regalaré a mini Levi ¿eh? ¡así podrá usarlo el año que viene! —la mujer le envolvió las manos con ahínco y mirada soñadora, seguramente imaginando a su hijo portando ese extraño disfraz.

—Ehmm, no gracias —se soltó inmediatamente. Mikasa no quería romper las ilusiones de su amiga, así que trató de zanjar el tema amablemente—. Mejor vámonos ya Hanji, ese disfraz me dio hambre.

Eso no era del todo mentira, el estampado parecía tanto carne real que verdaderamente se le había antojado un buen trozo. Comería yakiniku sino fuera por la estricta dieta impuesta por el ginecólogo.

—Ay Mikasa, pero qué cosas tan extrañas dices, está bien, deja llamo Erd-san para avisarle que estamos listas.

—Gracias.

Hanji Zoe, amiga, asistente y mano derecha de Levi era una persona de absoluto fiar para él, algo loca, sí, pero muy inteligente y perceptiva, por lo tanto ella se encargaría de acompañar a Mikasa en todo momento: cada que saliera, cuando se quedara sola y en especial cuando Levi, por el exigente quehacer que había dentro de la empresa, no tuviera la oportunidad de protegerla y permanecer las noches a su lado.

Sorprendentemente después de todo aquel show del secuestro, los viejos empresarios no volvieron a intentar nada, sin embargo la dura vigilancia seguía presente en la vida de Mikasa.

Erd Gin, el jefe de seguridad de la familia Ackerman, había quedado a cargo de ella por órdenes del mismo Levi. Era otra de las pocas personas en las que él confiaba ciegamente y al único que le podía imponer semejante responsabilidad. Sin duda alguna Mikasa estaba en buenas manos.

Cuando la opulenta camioneta se estacionó justo enfrente de la entrada del centro comercial, Mikasa y Hanji supieron que era hora de partir. Cedieron las bolsas repletas de lo que habían comprado a los otros tres custodios y ayudadas por Erd, subieron al auto en dirección al departamento de la pelinegra.

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Al poco rato de arribar al edificio Hanji se dedicó exhaustivamente en cocinar la comida ideal para Mikasa, todo de acuerdo y estrictamente apegado a las instrucciones dadas por el doctor. Aunque la chica repelara, se quejara, o incluso hiciera tiernos pucheros no adecuados para alguien de su edad, tenía el deber de preparar lo mejor para ella en su estado. Es decir, a Mikasa a veces le pegaban unos antojos muy raros —un ejemplo era carne de caballo, chuches de calamar salado, montañas exorbitantes de helado, etc—; con lo cual Hanji simplemente no podía ceder. Levi la mataría si algo malo le llegara a pasar a su querido hijo antes de su nacimiento. Y las amenazas de Levi convencen a cualquiera.

Lo cual, a decir verdad, le admiraba bastante.

Nunca, ni en sus más remotas y fumadas alucinaciones llegó a concebir a su mejor amigo en una situación tan comprometedora. Imaginar a Levi como padre era como imaginar a un gigoló dejando la putería.

Y no es que Levi fuera mujeriego, pero siempre se había mantenido reticente a ensartarse ese tipo de responsabilidades. Los niños eran criaturas frágiles y complicadas. ¿Qué hacía uno de los hombres más ásperos, poderosos y además reservado esperando el bebé de una bella chica que era todo lo contrario a él?

Mikasa no se comparaba en nada con el Ackerman al que tan bien conocía. Ella era joven, delicada, cordial, encantadora, simpática, sencilla y audaz. Claro porque se necesitaba osadía en exceso como para soportar de por vida la apática actitud de un hombre de su calibre.

En un principio Hanji llegó a creer que se trataba de una simple aventura. Porque sí, sabía de la relación clandestina que su jefe y amigo llevaba con la muchacha desde hace mucho tiempo atrás; pero ella no tenía vela en ese entierro, solo los dejó ser. Cuando se enteró del embarazo y de la propuesta implícita de matrimonio, sinceramente no podía tragárselo.

Mucho más atónita quedó cuando lo vio defender con garras y colmillos a la que sería —en palabras dichas de la boca del propio Levi— la futura señora Ackerman.

Hanji quedó con el ojo totalmente cuadrado y la boca semiabierta de la emoción, sí, emoción de que su amigo por fin sentara cabeza y alegre de que no quedaría solo y amargado durante el resto de su vida. También notó la cara completamente desencajada de aquellos que pretendían controlar a Levi. Sabía que desde ese día en adelante ambos recorrerían un camino repleto de espinas por los siguientes nueve meses, pero también sabía lo cabezota que era el enano, y que no se dejaría amedrantar por las silenciosas amenazas de esos bastardos que nunca quedaban satisfechos.

Cuando Levi le pidió —exigió— de favor su ayuda para cuidar a su futura esposa, ella no dudó en ningún momento. Los apoyaba con todas sus ganas. La chica le agradaba, parecía excelente candidata ante sus ojos.

Y allí se encontraba ahora, haciendo gala de sus no tan destacables dotes culinarios, pues si apenas tenía tiempo de cocinarse para sí misma.

—¡Mikasa! Tu almuerzo está servido, querida —le gritó desde la isla de la habitación, sirviendo concienzudamente el platillo que su niña pronto degustaría.

«Mi niña ¿eh? Parece que le he cogido cariño.»

—¡Ya voy!

Mikasa apareció al poco rato, portando ahora un fino camisón color rosa pastel con encaje que cubría delicadamente su estómago y le llegaba encima de las rodillas. Su cabello ahora más largo por debajo de los hombros enmarcaba su dulce y sonrosado rostro de muñeca.

El embarazo le sentaba de maravilla, lucía radiante y cautivadora.

—Bien, ¿qué comeré hoy?

—Un delicioso e irresistible huevo revuelto con salmón, además de la siempre presente sopa de miso y un tazón de arroz. ¿Qué te parece? ¿Saludable, no?

—Mmm todo se ve apetecible, muchísimas gracias Hanji.

—No tienes nada que agradecer, querida, lo hago con cariño para ti y para tu bebé que pronto nacerá —la miró enternecida. A decir verdad, Hanji estaba tan o más emocionada, como si ella fuera a ser la abuela—. ¿No estás ansiosa?

La muchacha se sobresaltó por la inesperada pregunta, y Hanji entendió inmediatamente los sentimientos ocultos de Mikasa: tenía miedo.

—Ehmm… sí… pero…

No pudo terminar de hablar, pues al instante se escuchó el timbre del departamento.

—Aha, no te preocupes, yo iré, tu sigue comiendo.

La pelinegra se relajó por un segundo. Quizá no estaba lista para revelar su pesar a otras personas. Llevaba meses dándole vueltas al asunto y nunca había logrado resolver nada, ni siquiera con Levi. Pensó que lo más adecuado sería hablar primero con su mamá Carla, ella quien poseía ese instinto maternal y esa aura apacible que siempre lograba reconfortarla. Había sido así cuando murieron sus verdaderos padres, estaba segura de que ocurriría lo mismo ahora que ella misma se convertiría en madre. Sin embargo, Hanji comenzaba a transmitirle esa misma sensación de calidez como cuando estaba junto a Carla.

¡Ohhh vaya, pasen pasen, adelante! Mikasa está en la cocina —se escuchó tenuemente a lo lejos.

Cuando Hanji volvió, venía acompañada por dos chicas, una rubia y otra castaña, a las cuales reconoció al instante.

—¡Annie, Sasha! Qué sorpresa —sus ojos destilaron alegría olvidando sus anteriores dudas e inmediatamente se paró a saludaras—. Las esperaba mucho más tarde ¿qué las trae tan temprano por aquí?

—La maestra de las últimas tres horas faltó.

—¡Sí! Y es un alivio, sus clases me provocan un sueño tremendooo —exclamó la castaña dando un breve y sonoro bostezo.

—No exageres, Sasha, la maestra Rose hablará mucho en sus clases, pero es mucho mejor a estar resolviendo sus ejercicios y tareas.

—Ah, tú lo dices porque nada logra inmutarte, ¡solo te la pasas tomando apuntes!

—Deberías considerar hacer lo mismo.

—¡No! Annie, la maestra Rose siempre envía la información por correo ¿recuerdas? No es necesario anotar todo lo que dice o expone.

—Claro que sí lo es.

Mikasa solo turnaba su mirada de una a la otra, mientras estas discutían. Se sonrió, aunque sus amigas habían llegado con el propósito de una cálida visita, no podían dejar de lado sus absurdas y siempre divertidas peleas. Decidió volver sentarse a comer, sino se le enfriaría antes de que esas dos lograran resolver sus diferencias.

—¡Casi lo olvido! Mikasa, te trajimos los deberes de la semana —apuntilló Sasha, dejando de lado a la rubia y rebuscando en la mochila de la misma. Le pasó un folio repleto de papeles, aunque a decir verdad, esta vez no le parecía tanto.

—¡Oye! Esos los traje yo.

—Muchas gracias, me pondré al corriente durante los próximos dos días.

Desde la noticia del embarazo de Mikasa, Levi le había sugerido que lo mejor para su salud sería dejar la escuela, al menos por un tiempo. No obstante la chica —como era su costumbre— se negó rotundamente, pues lo que menos quería era representar un lastre. No porque el hombre fuera un exitoso millonario significa que ella ahora sería una inútil y viviría dependiendo para siempre de él. Por supuesto que no, muy a su pesar y pese a todas las promesas aún existía la remota posibilidad de que Levi cambiara de opinión respecto a su relación; lamentablemente debía de estar preparada para cualquier contingencia. Claro que, con el pasar del tiempo se convenció de que Levi en realidad iba en serio y accedió por fin a abandonar sus clases, aunque fuera solo durante los últimos dos meses de gestación. Con un permiso especial del director, tenía la oportunidad de realizar sus tareas en casa y presentarse en diciembre —fecha para cual estaría desembarazada y recuperada— a dar los exámenes finales.

Llevaba ya la mitad de octubre sin asistir a la universidad y sus fieles mejores amigas se ocupaban de hacerle llegar los deberes semanales cada viernes que iban de visita.

—¿Cómo va todo, Mika? —le preguntó Annie tomando lugar en el taburete al lado de ella. Sasha imitó la acción.

—Pues… bien. No hay novedades, solo resta esperar.

—Falta tan solo un mes y medio ¿Verdad? ¡Qué emoción! Estoy ansiosa por conocer a mi sobrino.

La chica sonrió con ternura ante la palpable emoción de su amiga. Si bien no eran hermanas de sangre, sabía que ambas serían como tías verdaderas para su hijo. Lo llenarían de cariño y muchos besos, le había comentado Sasha alguna vez.

—¿Y dónde está Levo? ¿Se ha dignado a llamarte siquiera? —cuestionó una rubia recelosa.

—Su nombre es Levi, Annie —retrucó frunciendo un poco el entrecejo—. Y sí, me llama a diario, dos veces al día, para asegurarse de cómo amanecí; cómo está el bebé, y si no tengo problemas para conciliar el sueño.

—¿Y por la tarde?

—Imposible. A esa hora está hasta el cuello de pendientes, apenas si tiene tiempo para parpadear.

—Oh… ya veo.

Annie ya no objetó nada, tranquilizando a Mikasa al instante. Creía que su amiga aún repudiaba a Levi por embarazarla. El inicio de su prometido y su mejor amiga no había sido muy agradable que digamos, pues la rubia le reprochó al instante —junto con Eren— que era un aprovechado y un asaltacunas descarado. Sin embargo, con el paso de los meses y esfuerzos de Levi por —tratar— de cubrir las expectativas de la espeluznante muchacha, ésta al fin había logrado aceptarlo.

En ese momento, rememoró el día que les reveló a ambas su secreto y las hilarantes reacciones como respuesta.

Estoy embarazada —había soltado firme, neutral y sin apartar en ningún instante la mirada.

¿Qué? —Sasha fue la primera en reaccionar, mientras, en el rostro de Annie, un ceño fruncido empezaba a marcarse.

Estoy esperando un bebé —repitió.

¿Qué?

Que voy a ser madre —Mikasa no sabía por qué seguía respondiendo a las mismas interrogantes de Sasha, pero comprendía el estupor que de seguro la embargaba y la hacía repetir la misma oración una y otra vez sin poder siquiera hilar otra línea de pensamiento coherente.

Además quería dejar bien claro el asunto.

¿Qu-…

¡Deja de repetir la misma estúpida pregunta! —exclamó Annie, completamente fuera de sus casillas. La pelinegra no entendía cómo es que esas dos vivían juntas sin matarse la una a la otra—. ¡Demonios, Mikasa!

Cálmate Annie.

¿Qué me calme? ¡Me estás contando que quedaste preñada! Lo peor es que ya lo sospechaba, ¿dónde está el maldito padre?

Sasha soltó un gran gimoteo, asustada. —¿¡Huyó!?

¡Si es así, lo buscaré, encontraré y lo asesinaré mientras duerma! —seguía exclamando Annie.

¡No! Tranquilícense, nadie huyó.

Mikasa usó todo a su disposición para regresar la calma a sus dos mejores amigas que se veían bastante alarmadas, creyéndola víctima de algún pervertido. Eso la hizo sentir de una manera especial, única, se sentía querida y era un gesto que apreciaba mucho de ambas.

¿Entonces?

Sasha y Annie esperaban pacientemente el resto de la historia, les había contado dónde, cómo y cuándo lo conoció; el inicio de la relación y el cómo había quedado en estado —omitiendo fuertes detalles, claro—, para finalmente culminar en la revelación del causante principal de todo eso.

Su nombre es Levi Ackerman.

Esperaba no causar un alboroto con el apellido.

¿Eh!? —la rubia abrió los ojos como platos.

¿Qué? No me digas que… —la castaña pareció captar al instante—. ¿¡Se trata de ese Ackerman, el afamado hombre francés de negocios que llegó a Japón para conquistarlo, dueño de la enorme compañía acaudalada a nivel mundial!?

Ehm… sí —no sabía de dónde había sacado Sasha semejante descripción exagerada.

¡No puede ser!

¿Bromeas, Mikasa?

Para nada —no titubeó.

Pues deberías.

Costó convencerlas de que el tipo en realidad era un buen hombre, y que no poseía malas intenciones para con ella. Aunque a decir verdad, toda su palabrería fue más que nada para convencerse a sí misma, pues las dudas aún surgían.

Por suerte, pudo desechar todos los pensamientos negativos que atosigaban su cabeza, al posteriormente ser pedida en matrimonio.

Eso bastó para aplacar la furia titánica de Annie, logró convencerla y, al igual que con Eren, ambos pasaron a formar parte importante de su recién adquirida felicidad.

Y Mikasa no podía estar más contenta, le parecía tan irreal todas las situaciones por las que estaba pasando, temía despertar en su cama y descubrir que solo se trataba de una fantasía. Era demasiado perfecto para ser verdad. Aunque quizá y solo quizá era la recompensa dada por la vida para compensar el haberle arrebatado a sus padres tan temprano. No estaba segura, pero no podía hacer nada más que disfrutar de su próxima etapa al lado del hombre que amaba. Sonrió radiante ante el pensamiento.

Felicidad pura en su estado máximo.

Pero, repentinamente, todo se descontroló.

La joven fue víctima de una fuerte sacudida que nada tenía que ver con la alegría que por dentro la embargaba. Su rostro se desencajó por la intensa sensación de dolor, y cerró inmediatamente los ojos para dirigir su mano hacia su estómago.

—¿Eh? ¿qué te sucede? —alguien preguntó inocentemente, pero ella no pudo hacer más que gimotear.

—¿Mika? Oye, Mikasa ¿¡estás bien!?

Esa última exclamación llamó la atención de Hanji que jugaba con su teléfono, para prestar atención en los gestos y chillidos que profería la pelinegra.

—N-no… c-creo arggg —apenas pudo articular—. C-creo quee… y-ya va a-a n-nacerr. ¡ARG!

—¡Qué! ¡Pero es muy pronto...!

—Qué importa idiota, ¡debemos llevarla al hospital de inmediato! —regañó Annie a Sasha por la estúpida pregunta, su amiga podría estar en un aprieto aún más grave si no se apresuraban. Sin embargo lo mejor para todos era mantener la calma, aún si esta pareciera querer escapársele de las manos.

—¡No se preocupen! ¡Todo está controlado! —habló la de gafas luchando por controlar sus nervios—. ¡Temía la posibilidad de una situación como esta, a-así que preparé un plan de contingencia por si llegaba a pasar. Tan solo…!

—¡No tenemos tiempo de razonamientos estúpidos! ¡Debemos llevarla al hospital —gritó la rubia hecha una furia, al volverse a escuchar un gemido de la boca de Mikasa.

—Sí sí sí, esto… ¡llamaré a Erd-san! Ustedes bájenla de ahí y tomen sus cosas.

—Lo que sea, ¡apresúrate cuatro ojos!

Annie se comenzaba a enfadar, le molestaba la situación pero nada podía hacer. Con cuidado ayudó a Mikasa en levantarse y apoyarse; mientras Sasha iba por las maletas anteriormente preparadas para la llegada del bebé, y Hanji en busca del mencionado custodio. Suspiró preocupada, esperaba que este evento anticipado no trajera vientos aciagos al embarazo de su compañera.

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Arribaron de una manera rápida y eficaz, les bastó apenas diez minutos para llegar y entrar con una Mikasa afligida en brazos de Erd. La pobre sufría de intenso dolor y le urgía recibir la atención de un médico. Hanji apenas si tuvo tiempo de llamar a la oficina del hospital para avisar que los servicios serían requeridos antes de tiempo, mucho menos tuvo la oportunidad de recordar siquiera al futuro padre.

—¡Enfermero, una silla de ruedas por favor! —la sala principal era un caos, cortesía de Hanji y Sasha que temblaban por el nerviosismo y la ansiedad, además de comentar estupideces a cada momento. Annie estaba al punto de hartarse, y se largaría de allí inmediatamente sino fuera porque no quería abandonar a Mikasa con ese par de locas, suerte que ella aún permanecía cuerda.

En una de esas, cuando Sasha obstruía la entrada de Mikasa hacia los pasillos interiores del hospital, mientras seguía balbuceando incoherencias como una desquiciada, la rubia le propinó un buen zape a su amiga.

—¡Muévete fastidiosa! Y deja a las enfermeras hacer su trabajo —la jaló del cuello de la camisa para evitar que entorpeciera la labor de las mencionadas.

—¡Disculpen señoritas! Pero necesito que alguien llene este registro de entrada, y que otra persona acompañe a la paciente al quirófano.

—¡Yo lo haré! —Hanji se postuló inmediatamente, dejando de lado la hoja de los datos, ya que era su deber estar junto a la chica en la laboriosa tarea de dar a luz que le esperaba—. ¡Sasha, tu encárgate de rellenar esa cosa!

Le aventó la hoja a la susodicha y corrió detrás de la enfermera que conducía a Mikasa en la silla de ruedas.

—Oye, ¡espera! ¿por qué-…

—Solo hazlo… yo necesito tomar aire fresco.

—¡Ehhh! ¡Annie tú tampoco me abandones…! —pero era tarde y la rubia ya había salido por un costado de la sala hacia los jardines, dejándola sola—. Demonios… todo yo.

A la castaña no le quedó más remedio que cumplir con esa obligación, total, se trataba de su amiga, no podía ser nada del otro mundo.

—Nombre, edad, fecha, nacionalidad, domicilio, hora de entrada, matricula, cédula de… ¡ay! Es demasiado —la chica soltó un chillido, no conocía todos esos datos, ¿por qué le dejaban esas responsabilidades a ella? Con manos temblorosas se dedicó a llenar solo lo concerniente a Mikasa omitiendo los de Levi Ackerman.

Estaba por terminar, solo le hacía falta un apellido.

—A ver, ¿es Jeager o Ackerman?

No precisaba esa información, o sea, ellos no estaban casados, pero si Mikasa estaba afiliada a ese hospital era por parte de Levi. ¿Debería usar el apellido de él? O ¿mejor colocar el de ella? Sasha se puso analizar: su amiga corría el riesgo de que el hospital la desconociera si usaba el de Jeager; pero, también, podrían ser acusados de fraude al no estar unidos de manera legal, ¿no?

«Ahm… Eso…eso tiene sentido para mí…»

¡Ay! La pobre muchacha no sabía qué diablos hacer, no quería cometer ningún error. Su cabeza era una maraña de ideas y pensamientos ilógicos a punto de explotar, aún continuaba presa del pánico y nerviosismo ocasionado por los potentes bramidos de dolor de Mikasa.

Nunca antes había pasado por una situación tan estresante, ni siquiera en época de exámenes.

—S-solo pondré Mikasa, total… no creo que eso les moleste, ja.

Y zanjó el asunto ahí, colocando la hoja cuidadosamente sobre el escritorio, ignorando las repercusiones de un pequeño desliz como aquel.

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NOTA FINAL:

Después de todo ese montón de palabras quiero contarles algo: Antes de publicar el fanfic de "Esperanza" quise mostrárselo a una amiga para que me diera su opinión, lo que me dijo fue "No mames, ¿por qué te empeñas en hacer miserable al pobrecito de Levi? La historia está bien, me gusta. Pero hazlo feliz alguna vez." Y por eso esta historia será happy :), aunque tampoco se confíen de que no habrá problemas, jajaja. Y lo menciono más que nada porque hubo personas que me pidieron long-fic, no les negaré que estuve tentada, pero para eso Levi tendría que sufrir u.u Así que me disculpo por no hacerlo, además de no sentirme preparada para una responsabilidad de esa magnitud xDU También para quienes pensaron que Petra sería la antagónica, no quise darle ese papel porque no la detesto como para que sea una maldita, al menos, no en este fic ;)

Quiero mencionar y agradecer a: Jenny835, Karlin-Zeldi, Guest, Varne Anarion, LunosA, ficssonlomejor, LizzMarii93, AlexVane y Judith Valensi por sus reviews en 22 y 31. Y claro, también a quienes agregan a fav y follow. :)

Espero haber explicado bien las circunstancias y sobre todo que les haya gustado. :)

Si ven alguna incoherencia o algo no cuadra, por favor, avísenme xD a veces ni yo misma me percato de mis errores por más que lo cheque una y otra vez... lo cierto es que necesito un beta xD Probablemente actualice en una o dos semanas, nos vemos en los siguientes capítulos.

Saludos y gracias por leer.