El tiempo no era para nada prometedor. Ya estaba oscuro, nubes negras cubrían el cielo y la nieve parecía no querer detenerse nunca. A pesar de todo, ahí estaba, al frente del edificio que lo recibiría el día de mañana como un aspirante a cantante profesional. Venía de un pueblo pequeño junto con su hermana, ambos con la misma ambición. Ella había logrado entrar a otra compañía mucho antes que él y en parte lo había deprimido ya que hasta ese punto pensaba que trabajarían cantando juntos. Eso le dio una idea de lo duro que podría ser ese mundillo y que nunca sería, al menos en un futuro próximo, como él se esperaba. Suspiró dejando que su aliento formara una nube blanca y caminó en dirección a su pequeño apartamento, pagado hasta ahora con el dinero ganado por Rin. Su discográfica le había conseguido un espacio con dos habitaciones, un baño y una sala de estar con cocina incorporada. Era todo un lujo y el dinero que debía dedicarse a la renta y los gastos no era mucho. Tenía suerte de contar con ella, a estas alturas estaría viviendo debajo de un puente o algo parecido.
No era mucho lo que debía caminar, o eso le parecía a él. Al llegar abrió la puerta lentamente esperando que su hermana no lo viese. Lamentablemente estaba sentada con cara de pocos amigos.
—¿Por qué nunca me haces caso, Len? Tienes que cuidar tu salud ahora, en especial tu voz. No puedes salir cuando hay cien grados bajo cero y una tormenta de nieve.
—Cien me parece exagerado —dijo riendo mientras se quitaba la bufanda y buscaba una manta para calentarse— Creo que mientras más uno se expone al frío mejor lo resiste.
—Como digas… ¿A qué hora debes estar en Kurodog mañana?
—Temprano, como a las 7:30.
—Entonces te deseo lo mejor para mañana. Voy a dormir hasta las cuatro de la tarde y quizás pida pizza, así que habrá algo para la cena.
—Gracias. Buenas noches.
—Buenas no… ¡Oh! Se me olvidaba. Hablando con algunas compañeras de trabajo dijeron que tenías mucha suerte de entrar a Kuro.
—¿Y eso?
—¡Tendrás la posibilidad de trabajar con SKaito! —sus ojos se iluminaron de pronto, con un brillo que mezclaba la admiración y el amor platónico típico que se crea con famosos y gente admirada. Shion Kaito se había convertido en una sensación hace poco, llegando a tener incluso más fama que los idols de moda. Se cree que por su estilo de música, algo coqueto, misterioso y hasta con un erotismo escondido, había logrado tan buena aceptación por el público femenino en general.
—No me estás ayudando —respondió suspirando— Al menos tendré una competencia fuerte. Lo opacaré y venceré, ya verás.
—Sí claro —se levantó riendo y dejó la taza de té en el lavaplatos. Miró por última vez a su hermano, con una sonrisa angelical y se encerró en su pieza. Lo más probable era que quería jugar videojuegos hasta la madrugada aunque parecía que leía la situación y quería dejarle algo de espacio. Él apagó la luz de la sala, entró a su habitación e intentó dormir algo
