Pues voy con el siguiente, es un teenchester, espero que os guste
MANTENEROS A SALVO
Prólogo
"La bofetada"
Sioux Falls, 27 de diciembre de 1994
- ¿Pero por qué no puedo despedirme? – El chico de casi dieciséis años miró suplicante a su padre – No la volveré a ver más, ¿Qué tiene de malo que le diga adiós?
Esa muchacha cree que tienes dieciocho años, le mentiste. ¿Ahora qué le vas a decir? – John Winchester no estaba preparado para esto, los fantasmas, los monstruos, todas esas criaturas eran más fáciles de tratar que su hijo cuando se ponía terco – Nos vamos mañana, al amanecer.
- Pues iros vosotros, yo os alcanzaré.
- No. Saldremos mañana al amanecer, los tres.
El adolescente parecía mayor de lo que era, cuando se ponía serio hubiese pasado fácilmente por la edad que había pretendido tener. Y ahora estaba empezando a ponerse furioso.
- ¡¿Pero por qué no me puedo despedir? ¡¿no tienes bastante con separarme de la mujer a la que quiero?
- No me levantes la voz.
- Siempre te hago caso, nunca te pido nada. Tampoco estoy diciendo que me vaya a quedar aquí ¿no?
- Dean, ya basta, vete a dormir.
- Vete tú a la mierda – masculló el chico
- ¿qué has dicho? – pensó que su hijo se echaría atrás y obedecería, cómo siempre.
- ¡Qué te vayas a la puta mierda!
Sam Winchester no podía creerlo, su padre acababa de abofetear a Dean. Pero papá nunca les había puesto la mano encima y su hermano jamás había contrariado a su padre.
- Lo siento, no pretendía… - la disculpa de su padre se quedó cortada cuando el mayor de los chicos salió dando un portazo.
Como siempre lo dejaban al margen, nadie le decía nada, nadie le explicaba nada. Y su única fuente de posible información había salido corriendo. Conociendo a su hermano como lo conocía probablemente se pasaría la noche fuera. Conociendo a su padre como lo conocía posiblemente no iría a buscarlo a pesar de que había nevado y Dean se había ido en camiseta.
- Vete a dormir Sam, es tarde y mañana hay que madrugar.
El aspecto cansado y triste de papá quitó dureza a sus palabras, el niño asintió y se fue a la biblioteca. Tío Bobby le interrogó con la mirada y se encogió de hombros con desaliento.
- Hace frío y se ha ido sin chaqueta – Explicó al hombre de mediana edad que les había preparado un par de sacos de dormir junto a la chimenea.
- No te preocupes Sammy – le revolvió el pelo tranquilizador – yo me encargo.
John se sirvió un Whisky, había perdido los nervios con su hijo mayor. Sabía que a pesar de los malos modos del adolescente había sido injusto con él. No debía haberle golpeado.
A fin de cuentas lo único que el chico le había pedido era poder despedirse de una muchacha del pueblo. Era la primera vez que se encaprichaba de esa forma, haciendo un drama, echándole en cara que le había arruinado la vida. Y él había olvidado, una vez más, que sólo era un crío. Un adolescente de quince años al que había obligado a madurar muy deprisa.
- Vamos a buscarlo – Bobby Singer le dio su cazadora y con un chaquetón viejo bajo el brazo se disponía a salir.
- Si voy yo no querrá volver, estará enfadado y con razón.
- Sí, con razón John. Presionas demasiado a tus hijos, olvidas que sólo necesitan a su padre. Así que levántate y vamos a buscarlo antes de que coja una pulmonía.
Pero no hizo falta buscar mucho, estaba en el desguace, dando patadas a un montón de neumáticos viejos. No se dio cuenta de que se acercaban hasta que los tuvo prácticamente encima y el dueño del lugar le echó el viejo chaquetón por los hombros.
- Siento mucho haber dado un portazo Bobby – dijo sinceramente, lo siguiente fue una mirada de hielo a su padre – Siento mucho haberle faltado al respeto, señor.
Sam no podía dormir, escuchaba a su hermano llorar en su saco, pensaba que aún le debía doler la bofetada pero sabía que no le convenía intentar hablar con el mayor en ese momento. Un Dean dolido podía llegar a ser muy cruel, lo sabía por experiencia aunque después tratase de arreglar las cosas.
John Winchester se acercó a sus hijos, Sammy dormía pero Dean todavía estaba muy disgustado. Se sentó en el suelo junto al muchacho y éste le dio la espalda. Le puso la mano en el hombro y el chico se la sacudió.
- Lo siento – quería decirle que lamentaba no poder darle tiempo para despedirse de aquella chica, que lamentaba arrastrarlos de un sitio a otro separándolos de la gente a la que apenas empezaban a conocer. Quería abrazarlo y demostrarle que lo quería. Pero mostrar sus sentimientos nunca había sido su fuerte, y su hijo mayor se parecía tanto a él en ese aspecto.
- Yo también lo siento papá - Pero no dejó que su padre, terriblemente arrepentido por la discusión, intentara justificar su actitud.
