Se estaba haciendo tarde para su entrevista pero no podía ser culpa suya que el transporte hubiera tardado tanto. Sentía el sudor en la parte baja de la espalda manchar sus pantalones negros, aún así se obligó a forzar una sonrisa al entrar a la sala cuando lo llamaron. La secretaria le dio una mirada evaluativa antes de comenzar las preguntas de rigor casi sin leer su currículum.
-¿Edad?-
-23-
-¿Tatuajes?-
-Ninguno visible-
-¿Experiencia?-
-Sí- señaló la parte de su currículum que lo mencionaba y la mujer apenas leyó, desinteresada.
-¿Te incomodan los muertos?-
-¿Disculpe?- pestañeó, buscando algo en el gesto aburrido de ese rostro demasiado maquillado que le dijera algo.
-Sí sabes que el trabajo es en una funeraria¿Verdad?-
-Yo...- trató de recordar en su mente el anuncio de " se solicita barista" esa especificación, pero sólo mencionaba la edad, experiencia y vivir cerca de la zona. Nada parecido a la muerte.
-Sí, nuestra empresa tiene convenio con una funeraria, tu función sería básicamente servir café a los deudos. No necesitas mucha experiencia, la verdad, pero sí un buen trato con la gente-
-Supongo que puedo hacerlo- se mordió los labios, pensando cuánta falta le hacía ese trabajo. Pensar que saliendo de la universidad le iban a llover las ofertas de trabajo era una dulce fantasía que no pudo acariciar mucho tiempo antes de que las deudas le abofetearan con la realidad.
-Entonces ¿Puedes empezar esta noche?-
-¿En serio?- sonrió discretamente, sosteniendo el bolígrafo para firmar el contrato que la mujer le extendía. No se preocupó en leerlo más allá de la parte de la paga y las prestaciones. Salió de ahí con la indicación de la mujer para llegar a la funeraria. Faltaban un par de horas y como el lugar no quedaba tan lejos de su departamento, pasó antes a dejar sus papeles y darse una ducha. Agradecía que la liquidación de su anterior empleo le hubiera alcanzado para la renta del lugar por lo menos hasta cobrar su primer pago. Se miró en el espejo mientras terminaba de vestirse. Le gustaba su cuerpo, para qué iba a negarlo. Nada delgado sino relleno en las partes donde debía estarlo. Los tatuajes en sus piernas le quitaban algo de aire angelical pero seguía siendo capaz de hacerse pasar por menor de edad si se lo proponía. Miró el uniforme negro con el logo discretamente bordado en el pecho y la gorra. No era muy aficionado a ellas pero se recordó que necesitaba el trabajo al ponérsela. Salió después de comer y arreglar un poco del desorden acumulado en la semana. Veía por la ventanilla del transporte público con la emoción de lo desconocido. Llegó a su destino apenas unos minutos antes de su hora de entrada, comenzado un hormigueo extraño en su espalda al ver que en efecto estaba frente a una funeraria. Dudó al entrar, mirando a la recepcionista y preguntando tímidamente por la cafetería del lugar.
-Tú debes ser Tweek, nuestro nuevo barista- el rubio asintió sin mirarla a los ojos- tranquilo, cariño, te llevaré a conocer el lugar. Ahora no tenemos ningún servicio programado así que no te preocupes. Por cierto, mi nombre es Bárbara Steven, pero puedes llamarme Bebe- le guiñó un ojo al salir de la recepción y Tweek se relajó- tenemos tres pisos, se dividen básicamente en precio del paquete que se contrata. La sala de abajo- encendió las luces al llegar a la planta de abajo. Todo era de mármol blanco y madera, dos espacios para colocar sillas y en medio uno para las veladoras. Varios jarrones vacíos- es la más económica, por lo regular no te va a tocar estar aquí , el paquete de servicio no incluye cafetería- volvió a apagar la luz y lo condujo por unas escaleras al lado de la sala. Se dio el tiempo de mirarla. Era bastante bonita, podía intuir a través de su traje sastre que poseía un cuerpo de modelo. Sin duda sería su clase de mujer sino fuera por el llamativo anillo de compromiso en su dedo anular. Al llegar al segundo piso, notó que era casi igual al primero pero un poco más grande y eran dos salas- esta de aquí son camas- abrió la puerta, mostrando en efecto un par de camas. Las sábanas negras estaban cubiertas de polvo y en general la sala estaba algo sucia- no sé por qué insisten en tenerlas si los únicos quienes las usan son los empleados y no precisamente para dormir- ambos rieron bajito- estas son las únicas dos salas, el piso de arriba es para los oficinistas y para el forense- se mordió los labios pintados de coral, mirándolo intensamente- ese hombre fue hecho a mano por Dios pero tiene un carácter de los mil diablos. Supongo que podrías ganarte un poco su agrado si le llevas un café gratis de vez en cuando, ya que tu espacio de trabajo está pegado al suyo- tragó saliva, mirándola- te voy a llevar ahí, ahora como te dije esta noche no tenemos servicios así que puedes pasar tu turno para recorrer el edificio o para dormir un poco- subieron por las escaleras hasta el tercer piso. Leyó en dos de las puertas " oficina" y en una en medio un letrero con un dibujo de un ataúd que le hizo gracia. Al lado estaba una con el letrero de " cafetería" y Tweek sonrió- eso es todo por mi parte, cariño, si necesitas algo no dudes en preguntarme, ya sabes dónde encontrarme- se despidió con una mano y Tweek se quedó con la suya levantada hasta que se animó a abrir la puerta y entrar. Había varias cafeteras en los estantes, muchos vasos de plástico con el nombre de la empresa de café y obviamente bolsas de café en la única mesita del lugar que también tenía un par de garrafones de agua. Era muy reducido el espacio, apenas para los estantes, la mesa y una silla. Sin duda sólo era la bodega. Se lamentó por las horas que faltaban por terminar su turno. Abrió una de las bolsas de café, oliendo el tostado decidiendo que era muy bueno. Tantos años trabajando con sus padres le dieron una nariz envidiable para el café. Ojalá hubiera llevado algún libro consigo. Sacó su celular para distraerse hasta que dejó su batería en rojo. Apenas habían pasado dos horas y ya estaba bostezando pero le parecía horrible quedarse dormido en su primer día. Podía preparar un par de cafés y volver a recepción con su nueva amiga para conocerla un poco más, o podía... Podía tocar la puerta de al lado con ese par de cafés para conocer al forense. Tweek era más bien nervioso y la muerte le ponía inquieto como quizá a cualquiera. Agradecía un poco que no debiera enfrentarse todavía a la liturgia del duelo ajeno, de la gente llorando y de un cuerpo por velar. Quizá el forense podía darle un par de consejos. Bueno, si iban a ser compañeros de trabajo, mejor conocerlo pronto. Se acomodó la gorra en su rebelde cabello y llenó una de las cafeteras con el agua del garrafón, encendió el mecanismo y colocó el café molido hasta que llenó lo suficiente para servir dos vasos. Les colocó la manga y después de volver a acomodar todo, salió. Se quedó mirando con duda la puerta con el ataúd dibujado, pero finalmente le calor en el unicel le obligó a animarse de una buena vez y tocar.
-Está abierto- desde esa voz profunda y masculina podía adivinar que Bebe no mentía. Pero al entrar y verlo sentado frente a su escritorio, con un codo sobre éste, leyendo un libro, supo que no estaba preparado. Su cabello negro perfectamente peinado, su negro traje resaltaba el color nácar de su piel, cuando volteó a mirarlo, curioso, sintió que los cafés se le iban a escurrir de las manos. Un rostro serio, de estatua griega con los rasgos así de definidos, unos ojos maravillosamente azul oscuro y unos labios gruesos y rellenos -¿Te puedo ayudar en algo?-
-Soy el nuevo barista- qué ridícula voz temblorosa, hacía muchos años que había dejado atrás su tartamudeo pero ahora estaba de vuelta- no hay mucha actividad y estaba algo aburrido, pensé que... Sería bueno conocer a todos mis compañeros- Tweek sintió que sus rodillas temblaron cuando el hombre cerró su libro con una media sonrisa, haciéndole una seña para que se sentara en la silla frente a su escritorio. Su oficina era muy amplia- traje un poco de café, es cortesía de la casa-
-No debiste molestarte, seguro Bebe te ha dicho que lo hagas para que ella misma se asegure un par de tazas- sin embargo aceptó la bebida- no puedo negarme, este es mi favorito de todos-
-Huele bien- confesó, sorbiendo su vaso, viendo de reojo al hombre hacer lo mismo.
-Eres el nuevo ¿Cierto?- su voz era suave al igual que su mirada, haciendo que Tweek se sintiera en confianza, relajado- por lo regular solo contratan mujeres, entenderás entonces que no sea habitual que vengan a presentarse conmigo-
-Bebe me lo sugirió- confesó con una sonrisita apenada- aunque me dijo que lucías algo más atemorizante-
-Esa condenada- río abiertamente, apartando sus labios del caso- insiste en que socializo muy poco y siempre les está insistiendo incluso a los de limpieza que vengan a mi oficina, parece no entender que este trabajo requiere soledad-
-Parecen llevarse muy bien-
-Claro, está casada con mi mejor amigo- le dio una rápida mirada evaluativa- Te ves un poco joven-
-Es una maldición, en realidad ya tengo casi veinticuatro- le devolvió la mirada un poco más larga a su rostro- tú también pareces joven-
-Si estás buscando adularme lo estás consiguiendo- recargó su mentón en su mano- estoy dejando los treinta y cinco- fue un halago a su orgullo verlo francamente sorprendido.
-Te ves jodidamente bien para tener cualquier edad- le sonrió de lado, ahora sintiendo él el halago por el sonrojo en el hombre- hemos hablado tanto y ni siquiera me has dicho tu nombre-
-Tienes razón, qué falta de cortesía- le estiró la mano y el rubio la estrechó enseguida- Craig Tucker-
-Tweek Tweak- sus dedos se sentían fríos de una forma agradable, refrescante- ¿Siempre es así de tranquilo aquí?-
-Por lo regular. Pero puedo ver en el futuro que tú harás esto más interesante-
