I. La subasta

Hermione, aka, la estudiante más brillante de la Universidad de Hogwarts, no pudo evitar sobresaltarse cuando la bocina que el profesor Lockhart tenía en su mano tronó en un volumen innecesariamente alto para llamar la atención de la población estudiantil que disfrutaba en esa tarde soleada la feria anual universitaria.

El pomposo hombre sonrió a la multitud, que en su mayoría apenas si parecían interesados en él y Hermione respiró profundamente, intentando no adelantar su malestar antes del desenlace, que sabría que sería terrible.

Todo había sido culpa de Ronald y su estúpida sed de fama y gloria, como si sus ya conocidas aventuras en los años que llevaban en la institución no les valieran suficientes miradas y murmullos por donde quiera que fueran al llamado trío dorado. Tal vez, también era un poco su culpa, por no anticiparse a la respuesta del pelirrojo y luego por no tener el valor para simplemente no asistir al evento.

Apretó la mandíbula, ignorando la mirada de disculpas del Weasley aunque aceptando el consuelo de Harry, que apretó con afecto su hombro en señal de apoyo. Sobre el escenario, Lockhart continuaba su anuncio de la inminente subasta, en las cuales ellos mismos se presentaban como la oferta más tentadora y esperada, a juzgar por los silbidos y exclamaciones que surgieron cuando Gilderoy señaló que el trío de oro quedaría para el final.

A Hermione por supuesto que todo le parecía demasiado ridículo: ella, su valioso tiempo y su conocimiento, deberían ponerse a disposición de quien tenga el dinero suficiente como para ofrecer la oferta ganadora. Y con la poca suerte que tenía, seguramente terminaría debiendo asesorar a algún imbécil como Parkinson o Crabbe.

-Te prometo que te lo compensaré.- murmuró Ron inclinándose hacia ella, todavía con la sonrisa tensa, un poco asustado por la ferocidad que demostraban los ojos oscuros de Hermione, que parecía querer abrir un hueco en el medio de la frente de su amigo.

-No me dirijas la palabra, Ronald.- respondió y su amigo se irguió en toda su altura, que lejos de dar un efecto amenazador, sólo ofreció una vista más clara a su expresión temerosa y de la forma en que su nuez de adán hizo un movimiento brusco al pasar saliva.

Los tres aguardaban en silencio su destino, cual condenados, y Hermione continuó maldiciendo en silencio la disposición ingenua de Ronald de haber aceptado en nombre de los tres la propuesta del idiota de Lockhart, sin siquiera escuchar antes de qué se trataba.

A ella le importaba un bledo financiar al equipo de Críquet. Ni siquiera le agradaba el juego, o los deportes de equipos en general. Ella pasaba el tiempo suficiente en la biblioteca como para jamás haber presenciado un juego. Y odiaba a Lockhart más que antes por pensar que organizando una poco original subasta de estudiantes quedaría bien ante las autoridades de la Universidad por salvarlos en un gasto que era bastante bajo en comparación con otras cuestiones.

Pero Gilderoy tenía un amor particular por ese deporte y aparentemente había sido capitán del equipo en sus años de estudiante, así que además de no perderse un solo juego por más malo que fuera el equipo actual que no dejaba de sumar derrotas, también buscaba financiarlos de cualquier manera posible. Hermione se había enterado de todo el asunto después de verse involucrada en la estúpida subasta, cuando Ronald regresó de su práctica de rugby, contándoles que había encontrado a Gilderoy sacandole brillo al único trofeo que había ganado alguna vez el equipo de Críquet de la universidad, por supuesto, con él a la cabeza hacía unos veinte años.

La anécdota no logró conmover a Hermione, que ya estaba furiosa por todo el asunto, pero le hizo entender las motivaciones del pomposo y ahora también nostálgico hombre, que se había negado a tacharla de la lista de estudiantes "a subastar" incluso llegando a amenazarla con hacer correr la voz de su espíritu anti-deportivo.

Hermione ya tenía una reputación bastante áspera, y conocía los celos que más de la mitad de sus compañeros sentían hacia ella por sus brillantes logros académicos, así que desistió en pos de no verse acosada por los deportistas por negarse a participar.

Así que allí estaba, pensando en todas las maneras en las que podía hacer pagar tanto a Ronald como a Gilderoy, en tanto este último comenzaba a anunciar las primeras ofertas y un grupo de tres estudiantes subía al minúsculo escenario.


La subasta transcurrió lenta y rápidamente, y aunque fuera una contradicción, Hermione no podía explicarla de otra forma.

Aunque no se lo esperaba, los estudiantes se entusiasmaron poco a poco. Algunas veces más, cuando se trataba de algún estudiante particularmente popular o atractivo, y Hermione se aguantó la ira y ganas de vomitar cuando Lockhart dijo algo particularmente desagradable de un dos por uno al llamar a las hermanas Parvati al escenario, que desahogó al golpear un codazo certero en el estómago de Ron cuando lo escuchó murmurar que le gustaría "poder ofertar por los servicios de las gemelas".

Estaba a punto de darle al Weasley una lección sobre la cosificación de las personas y en particular de las mujeres, cuando escuchó al profesor anunciar la inminente subasta del trío dorado.

Sintió que comenzaba a sudar frío y debió haber palidecido a juzgar por la expresión preocupada de Harry que se adelantó para tomarla con suavidad de los hombros, diciéndole que debía respirar profundo.

Su amigo era el único al que le había contado de sus ataques de pánico, producto de situaciones de acoso de sus compañeros en la escuela primaria. Y parpadeando torpemente, se concentró en los ojos verdes confiables de Harry para evitar una crisis delante de todo el estudiantado.

Ron apenas alcanzó a traerle un vaso de agua cuando Lockhart anunció que el pelirrojo sería el primero de los tres, y los estudiantes giraron a mirarlos expectantes.

El Weasley enseguida sonrió, sobretodo cuando se escucharon murmullos excitados de algunas estudiantes que por alguna razón creían que él era sexy, gracias a su cuerpo bien formado por el deporte. La castaña sólo podía pensar en el desagradable olor a transpiración que expedía el muchacho luego de sus entrenamientos, haciendo hincapié en que se demoraba demasiado en tomar una ducha luego de sudar tanto.

Y tal vez había estado demasiado perdida en sus pensamientos, porque de repente, Lockhart gritaba otra vez eufóricamente sosteniendo el micrófono demasiado cerca de sus labios brillantes de saliva.

Parecía que la subasta había cobrado nuevo impulso, y las manos con crecientes ofertas se alzaban hasta alcanzar una suma de doscientas libras, un poco más de lo que se había ofrecido por todos los anteriores. Y era vergonzoso presenciar la euforia que aquello producía en el Weasley.

Finalmente, la oferta se estancó en doscientas cincuenta libras. Y la mejor parte fue que quien la hizo fue un estudiante enclenque, que Harry reconoció como un asiduo fanático del equipo de rugby.

No era necesario decir que la expresión de Ronald cayó sin disimulo, puesto que la oferta anterior había sido hecha por un grupo de risueñas estudiantes.

Y tanto ella como el ojiverde debieron disimular su diversión ante el resultado.

Pero no tuvieron mucho tiempo para regodearse, ya que el profesor llamó a Harry para que hiciera su parte, y Hermione le dio unas suaves palmadas de apoyo en la espalda. Él le sonrió con resignación antes de caminar lentamente hacia el escenario.

La escena fue más o menos la misma, la cifra se estancó por milagro en el mismo monto. Harry había sido mucho más modesto, pero no pudo evitar sonrojarse cuando descubrió que quien ganó la puja era nadie menos que Ginny.

La menor de los Weasley actualmente trabajaba como entrenadora de un equipo de fútbol femenino de adolescentes en un club cercano, por lo que contaba con los ahorros suficientes para "invertirlos" en comprar el tiempo de Harry.

Hermione sonrió a sabiendas de que Ginny había estado expectante por la subasta desde que se anunció sus participaciones hacía un par de semanas. Quizás ahora los dos tontos resolverían su situación de una vez.

Desde algún lugar entre el público, pudo oír el resoplido dramático de Ron, que manifestaba no estar de acuerdo con lo que acababa de pasar, lo que la hizo sonreír y girar los ojos a la vez.

-Y finalmente, la más esperada de esta jornada…- comenzó Lockhart y Hermione arqueó una ceja con molestia, sin saber si el hombre lo decía en serio o se estaba burlando de ella por intentar darse de baja.-¡La estudiante más brillante de Hogwarts, Hermione Granger!

Hermione se sintió arder de vergüenza cuando la multitud llegó a vitorear, y alcanzó a escuchar los murmullos en su camino al escenario. Intentó ignorar la mirada chispeante de Gilderoy, que se atrevió a extender una mano caballerosamente para ayudarla a subir, cosa que la orgullosa castaña rechazó sin miramientos.

Pero a pesar de su hosquedad, Gilderoy no mermó su entusiasmo, y parecía un gato relamiéndose ante los inesperadamente buenos resultados de su idea.

-¡Comenzaremos con una oferta mínima de doscientas libras!- anunció menos de cinco segundos después, sorprendiendo a Hermione, ya que los demás habían comenzado con cifras mucho menores.

Se quedó sin habla cuando notó que las manos comenzaban a elevarse sin demoras, proviniendo de una gran variedad de estudiantes: desde deportistas desesperados por elevar sus notas a reconocidos cerebritos -que estaba segura lo hacían por alguna idea retorcida de desafiarla intelectualmente y que ella no pudiera negarse-.

Estaba segura que su cara era hilarante, sobretodo cuando la suma ascendió sin problemas a las cuatrocientas setenta y cinco libras. Tuvo que ahogar un gruñido cuando finalmente tocó las quinientas, siendo nadie menos que Malfoy quien sonreía socarronamente, como si pudiera saborear la victoria.

Y estaba por lograrlo, para disgusto de Hermione, hasta que…

-¡Mil libras!- se escuchó desde el fondo, y todos giraron a mirar a aquella persona, cuyo acento espeso la delató.

No supo qué demonios pensar cuando notó que era la mismísima reina del hielo, Fleur Delacour, quien elevaba su elegante mano para cantar semejante precio descabellado.

-¡Vendida a la señorita Delacour!- se apresuró a gritar Lockhart, quizás porque tenía miedo de que Fleur se arrepintiera o porque con aquella sola apuesta conseguiría pagar todos los uniformes de sus muchachotes.

La multitud estalló, Malfoy hizo un gesto de puro desprecio hacia Delacour y Hermione… simplemente sintió que se había olvidado de respirar.

¿Qué acababa de suceder?

Fleur Delacour era una estudiante de posgrado, y se rumoreaba que luego haría un máster, según estudiantes que decían haber escuchado las conversaciones de la mujer con profesores. Y era conocida como la reina del hielo, gracias a una especie de belleza etérea que poseía y la frialdad con la que era capaz de tratar a cualquiera que se le acercara -con segundas intenciones, debía agregar Hermione-.

Habían intercambiado algunas palabras en las navidades pasadas, ya que el hermano mayor de Ron, William, era un amigo cercano a la francesa e incluso todos creían en un momento que ellos tenían una relación. Pero la realidad es que Hermione sabía que Fleur era una alumna responsable, bastante por encima de la media a pesar de la barrera idiomática, y no podía entender por qué querría "comprarla" a ella.

No estaba segura de querer averiguarlo tampoco, a juzgar por la sonrisa que bailaba en el rostro exultante de la rubia, llena de algo que Hermione no podía ubicar.


-Bueno, al menos las condiciones no son una especie de esclavitud o algo así y nos darán puntos extras...- murmuró Harry, leyendo el sencillo papel que Lockhart les había entregado y en el que se especificaban los alcances de la "compra".

-Eso es porque McGonagall intervino, si por ese idiota fuera, podríamos ser hasta esclavos sexuales con tal de que le pagaran.- gruñó Hermione, apoyando con fuerza su cerveza sobre la mesa para dar énfasis a lo dicho.

-No sé de qué te quejas, hermano, no te vi muy triste porque mi hermana te comprara.- señaló Ronald, cruzándose de brazos en una ridícula actitud de amigo indignado.

Hermione ni siquiera se molestó en señalar que Ronald estaba llevando las cosas demasiado lejos al intentar insinuar, con poca sutileza, que Harry debía ver a Ginny como una hermana menor porque ellos eran amigos, y por lo tanto, como alguien fuera de su alcance.

Harry se encogió de hombros, sin dejarse llevar por la actitud del pelirrojo y se echó hacia atrás en su asiento, sorbiendo su cerveza mirando a través del ventanal del bar.

-Además, soy el único que salió perdiendo en todo esto. ¡Tú puedes lavarle la ropa interior a mi hermana y Hermione, de todas las personas, fue comprada por Fleur Delacour!- exclamó Ronald, mostrándose casi más afectado por lo último que por lo primero.

Hermione le dio una mirada asesina, frunciendo el ceño ante lo desagradable que podía ser el Weasley a veces.

-No me mires así. Sabes que no puedes culparme por estar celoso de eso, 'Mione.- casi chilló Ron, apurando la que era ya su segunda jarra de cerveza.

Esta vez, Harry soltó una risita, rascándose la nariz para evitar soltar un comentario al respecto que pudiera molestar aún más a Hermione.

-Apuesto a que Elsa es lesbiana, por eso nunca quiso salir con Bill.- dijo Ginevra, apareciendo de repente pero obviamente habiendo escuchado a su hermano.

Hermione resopló, sin siquiera reírse del apodo que la maliciosa pelirroja le había dado a Fleur.

-Gracias por asesinar aún más mis ya muertas esperanzas, Ginevra.- refunfuñó Ron, lo que hizo reír a Harry en voz alta esta vez.

-Oh, Ron-ron, nunca tuviste oportunidad con ella.- se apresuró a señalar Ginny, antes de sentarse en el asiento sobrante y sonreirle al ojiverde que la miraba desde su rincón.

-Ya leí las reglas, pensé que tal vez podríamos encontrarnos este lunes para nuestra primera… clase.- dijo mucho más recatada, mirándolo entre sus pestañas.

-¡Puaj! ¿De verdad? ¿¡No podían esperar a que me marche para hacer esto!?- chilló Ronald, al parecer sin dejar de lado el drama.

Hermione rodó los ojos, vaciando su jarra de un último trago antes de agarrar su teléfono celular, que había vibrado sobre la mesa encendiendo momentáneamente la pantalla para dejar entrever un mensaje de un número desconocido.

Haciendo un esfuerzo para que sus amigos no notaran sus nervios, tomó el celular y desbloqueó el patrón, tocando sobre el icono de mensajes de texto rápidamente.

"Bonsoir Hermione, soy Fleur Delacour ¿Cuándo podríamos reunirnos?"

Tuvo que hacer fuerza para respirar, mientras su mente frenéticamente intentaba razonar que la reina del hielo tenía su número y estaba solicitando su presencia.

-Me iré de aquí, prefiero regodearme en mi miseria en solitario.- anunció Ron, poniéndose de pie rápidamente y dando grandes zancadas hacia la salida.

Aquello hizo espabilar a Hermione, que rápidamente golpeó la mesa con el puño.

-¡Vuelve aquí, Ronald! ¡No pagaré otra vez por tu maldita bebida!

-¡Consideralo justicia después de lo que acaba de pasar!- respondió a su vez su aparente amigo, sonriéndole maliciosamente antes de abrir la puerta y desaparecer.

Hermione bufó, apretando el celular en su mano.

-No te preocupes 'Mione, yo pagaré esta vez.- ofreció Harry desde su lugar.

-¿Así que ya te escribió Delacour? Vaya, no pierde el tiempo.- observó Ginevra, torciendo su cabeza para leer el mensaje que se podía leer entre los dedos de la castaña.

-Mira tú quien habla.- respondió rápidamente Hermione, hundiéndose otra vez en su asiento e ignorando la risa divertida de su amiga.


Finalmente, Hermione pudo establecer una breve comunicación con Fleur y organizar un primer encuentro el siguiente martes, coincidiendo en que aquella tarde ambas tenían un hueco.

Fleur no vivía en el campus universitario, algo que no sorprendía para nada a Hermione, ya que había escuchado dos o tres comentarios negativos acerca de las instalaciones de Hogwarts. Al parecer la francesa no podía entender cómo tan renombrada institución, que tenía incluso una escuela secundaria a su cargo, no se molestaba en renovar su imagen y seguía pareciendo un "extraño castillo medieval".

A la castaña no le habían caído muy bien aquellas observaciones tan banales, sobretodo porque su universidad, a pesar de la antigüedad de sus instalaciones un poco pasadas de moda arquitectónicamente, contaba con la mejor biblioteca universitaria de toda Europa e incluso unos laboratorios más que decentes y equipamientos de diversas áreas muy a la altura. Aunque sabía que la universidad de origen de Fleur, la famosa Beauxbatons, era conocida no sólo por su exquisito edificio sino también por sus laboratorios de última tecnología e instalaciones en toda Francia dedicadas a la extensión universitaria en todos los campos conocidos.

Aún así, Hogwarts no tenía nada que envidiarle a Beauxbatons. Y Hermione en sí no tenía problema en reconocer que la universidad francesa tenía muchas cosas excelentes, aún con el orgullo que sentía por su propia universidad. Así que le molestaba ligeramente que la reina del hielo no pudiera ver las cosas buenas de Hogwarts.

Otra vez, pareció que el camino fue corto, quizás porque nuevamente había estado abstraída en sus pensamientos. Pronto, se encontró en la calle señalada, delante de un edificio que parecía muy caro.

Revisó una vez más la dirección en su celular, y luego tocó el timbre del departamento "2A" y esperó.

-Bonjour, ¿Hermione?- escuchó provenir por sobre su cabeza, y se sorprendió de ver la cabeza de Fleur asomar a través de una ventana varios metros sobre ella.

-Sí, soy yo.- soltó sin pensar, incómoda por tener que enfrentarla otra vez.

-Enseguida estaré ahí.- respondió la francesa, desapareciendo entonces.

Hermione cambió su peso de un pie al otro, incómoda, preguntándose por qué un edificio de aquel nivel no tenía un sistema eléctrico para estas cosas. Menos de un minuto después, Fleur apareció del otro lado de la puerta acristalada, llevando un ligero vestido a rayas celestes y blancas, con el cabello recogido en una cola de caballo bastante floja.

Hermione parpadeó, incapaz de mirar hacia otro lado. Fleur era bastante impresionante de ver, y eso era algo que no podía negar. Tal vez por eso se sentía tan inhibida a su alrededor.

-Bonsoir, Hermione.- saludó entonces la rubia, abriéndole la puerta para permitirle ingresar.

La inglesa apretó la correa de su bolso un poco ansiosa, y asintió ligeramente antes de dar un paso hacia delante.

-Bonsoir Fleur, comment vas-tu?- saludó, cayendo sin pensar realmente en el idioma natal de la otra.

Aquello pareció sorprender a la rubia, que pestañeó y enseguida le dio una pequeña sonrisa.

-Très bien et toi?- continuó la conversación Fleur, permaneciendo con la mano en el pomo de la puerta como si estuviera lo suficientemente entretenida con el intercambio como para moverse aún.

-Bien, merci.- asintió Hermione, dándole una pequeña sonrisa tensa aunque orgullosa interiormente de su poco conocimiento del idioma.

-No sabía que hablabas francés, Hermione.- dijo la rubia, finalmente cerrando la puerta y comenzando a caminar hacia las escaleras, pasando por completo del ascensor.

-Sólo lo básico, hemos ido de vacaciones a Francia con mis padres un par de veces.- explicó, subiendo detrás de la rubia y manteniendo la mirada en los escalones por miedo de situar sus ojos donde no debía.

Fleur murmuró algo más en su idioma natal que ella no pudo captar, pero parecía ligeramente optimista.

El departamento de la reina del hielo Delacour estaba ciertamente a la altura de su fama: pulcro y ordenado, con muebles monocromáticos bien escogidos y unos pocos cuadros colgando en las paredes. Estaba bien iluminado y olía muy ligeramente a jazmín. Enseguida notó la tetera sobre la mesa de café, acompañada de dos tazas a juego.

Hermione se sonrojó al pensar que Fleur había estado esperándola e incluso preparado el té para ambas.

La mujer, ajena a las cavilaciones que pasaban por su cabeza, le indicó con un gesto de su mano que tomara asiento, dirigiéndose hacia lo que debió ser su habitación para volver con una notebook bajo el brazo que abrió en la esquina libre de la mesa de café, tomando asiento al otro lado del sofá en el que se había sentado Hermione, que no pudo evitar ver el fondo de pantalla del ordenador: una bonita foto de Fleur abrazada a otra joven rubia un poco más baja que ella, la largas melenas de ambas se mecían al viento de lo que parecía ser el mediterráneo a juzgar por el paisaje de fondo.

No quiso detenerse a pensar mucho en aquello, pero contrastaba mucho con la imagen fría y distante que solía tener en el campus universitario.

-¿El portero de este edificio no funciona?- se le ocurrió preguntar sin detenerse a pensarlo realmente, y por poco alcanzó a notar la ligera mueca que hizo la otra ante su abrupta pregunta.

-Lo desconecté.- respondió la francesa estoicamente, sin extender más el asunto.

Hermione se limitó a asentir con la cabeza, a pesar de que Fleur no estaba mirándola sino más bien ocupada en abrir un e-mail de su casilla. Que otra vez, aunque fuera una falta de educación, la inglesa notó que era enviado de nadie menos que Gilderoy Lockhart y que tenía unas pocas líneas tontas que insinuaban un coqueteo muy fuera de lugar.

-El profesor Lockhart me envió por correo los "términos de compra". Mon Dieu, qué denominación espantosa para un acuerdo.- señaló la francesa, murmurando lo último entre dientes.

La pantalla pronto ofreció la vista de la misma hoja que Hermione ya había leído, pero le pareció bien que Fleur quisiera hablar al respecto.

-Un mes y medio de duración, no más de dos encuentros semanales. Nada de acoso ni humillaciones de parte del "comprador" al "comprado". Los encuentros se engloban en sesiones de tutorías académicas y/o deportivas.- la escuchó enumerar y luego, parpadeó para enfrentar la mirada cerúlea que viajó hasta su rostro.-Es bastante básico, ¿Hay algo más que quieras incluir?

Hermione abrió la boca para hablar, pero no sabía qué decir. No había pensado realmente en aquello, molesta como estaba por la situación en general, ni siquiera se detuvo en las particularidades.

-¿Con qué es lo que realmente necesitas ayuda? Quiero decir, no entiendo por qué…- comenzó a divagar, intentando vislumbrar en qué podría estar fallando alguien como Fleur.

-El profesor Flitwick te recomendó.- señaló la francesa, tomando la tetera para servir el té con una elegancia que le haría creer a cualquiera que era ella la nativa.

-¿El profesor Flitwick te recomendó comprarme en la subasta?- inquirió, cabeceando hacia atrás ligeramente, sin saber cómo tomar aquello.

Fleur resopló, pareciéndole gracioso aquello.

-Claro que no. Él me recomendó que te pidiera a ti algunas clases de tutoría sobre autores latinoamericanos, tengo algunos problemas con la interpretación del español.

-¿Y por eso me compraste?

-Paciencia, Hermione, déjame terminar de hablar.- la reprendió entonces la rubia, irguiéndose en su asiento para levantar el mentón de aquella forma orgullosa y elegante que la caracterizaba.

Por su parte, Hermione se limitó a asentir en silencio, mordiéndose la lengua.

-Siempre te he visto tan ocupada en la biblioteca que te compré en la subasta para asegurarme que no me dirías que no.- explicó con aparente sencillez, como si hubier sido lo más lógico del mundo.

La castaña arrugó el entrecejo, un poco molesta al pensar que Fleur creía que ella no la ayudaría. A decir verdad, el escenario que estaba viviendo le parecía tan poco probable que ni siquiera podía imaginarse qué diría si la francesa lo hubiera intentando de otra forma.

-¿Gastaste mil libras para asegurarte que no te diría que no?- preguntó lentamente, todavía reacia a creerle.

Fleur asintió con la cabeza con mucha más elegancia de la que Hermione podría tener aún si tuviera la educación de una princesa inglesa.

-Con reglas y todo, pero no puedes negarte ahora.- le dijo con una sonrisa victoriosa, tomando una de las tazas para darle un breve trago.-Y no puedo arriesgarme a perder mi promedio.

Hermione suspiró, relajando sus brazos que en algún momento de la conversación había cruzado sobre su pecho sin darse cuenta.

-Bien, dime en qué puedo ayudarte…


Iujuuu! Buenas, bueeenaas! Síiiiii, otra historia. FleurHermione porque no me canso de ellas.

Pero saben qué? lo bueno es que esta historia TERMINÉ de escribirla antes de subir nada. Así que no van a tener que estar a la espera de que las continúe.

Si quieren saber qué es lo que pasó con mi comienzo de año simplemente recuerden que soy una simple estudiante/trabajadora que tiene que rendir tooodooo febrero. No asomé ni la nariz a la playa este año, me encerré a estudiar.

Pero cuando tenga un respiro voy a actualizar "La señorita de Beauxbatons", más o menos la semana próxima.

Gracias por la paciencia!

Espero que les esté pareciendo interesante este inicio, porque se pone mejor :B jaja La historia tiene más o menos unas 44 páginas e iré subiendo los capítulos con espacio de algunos días nada más.

Hasta la próxima!