¡Hola!

Pues pasado un tiempo me decidí a publicar este fic que he estado escribiendo. Al principio pensé en terminarlo y publicarlo hasta que ya estuviera completo pero me ganó la ansiedad y aquí está la primera parte. Es un fic relativamente largo, pero es más corto que mis fics habituales. Al principio iba a ser un one-shot, pero cada vez más cosas fueron saliendo y se fue alargando hasta que me rendí y tuve que darle su tiempo a cada cosa. No me arrepiento.

Todo esto surge de que me gusta ver a Jack como un príncipe caprichoso y a Bunny soportándolo y sufriendo por él. También quería escribir un poco más de Bunny peleando (se verá en unos caps más adelante) y siendo un Pooka y no un ser humano.

La historia se desarrolla en un lugar donde la magia es cosa del día a día y casarse con alguien del mismo sexo no es problema. En el caso de los Pookas, éstos pueden transformarse de manera libre entre ser pequeños conejos, grandes conejos humanoides o humanos con ciertos atributos de conejo, ésta última es la apariencia que Bunny tendrá en todo el fic salvo algunas excepciones. Habrá lo habitual en cuanto romance, drama, smut y….chan chan chan… mpreg. Al menos se menciona en un principio, pero no estoy segura de incluirlo en los siguientes capítulos como parte de la trama o no. En fin, eso lo veremos con el tiempo.

Quisiera dedicarle este fic a mi amiga Akima Quiroly, que hace años que me pide que le escriba un m-preg, y a quien le debo un fic por su cumpleaños. Bueno, espero que te guste querida, aunque la suculencia y todo lo demás va a tener que esperar un poco ñ.ñ muchas gracias por siempre animarme cuando lo necesito y por estar ahí. Te quiero mucho, mucho mucho :'D

La canción del fic sería: Mariage 'd amour, de Paul de Senneville. Es una melodía muy hermosa y me inspiró mucho mientras escribía.

Disclaimer: Rise of the Guardians y The Guardians of Childhood corresponden a William Joyce y a Dreamworks. Yo solo escribo la trama de mis fics tomando prestados a sus personajes y sin fines de lucro de ninguna clase. Mi única recompensa por escribir son sus comentarios uwu

Sin más, los invito a leer :)

El Príncipe y el Cazador

Capítulo 1: Los Bosques Sagrados

Largo era el camino de la Montaña Nevada hasta los límites de los Bosques Sagrados. Pocos se atrevían a recorrerlo en soledad, mucho menos sin las herramientas necesarias por si había una avalancha o una tormenta de nieve. El camino podía durar horas y horas, y quienes habían llegado a aventurarse a pie, contaban con horror sus desventuras bajo inclemencia del frío, aún más poderoso que en el corazón del Reino, el camino muerto, sin animales ni plantas, y el miedo que provocaban los viejos espíritus que rondaban las largas planicies de hielo, apareciéndose blancos, altos, emitiendo rugidos desgarradores y llanto inconsolable.

Por supuesto, tan legendario sendero no era un reto para el Príncipe. Él bajaba por ese camino como si hubiera sido hecho por los dioses exclusivamente para su uso personal. Con su magia, aparecía dos cuchillas de hielo en la parte baja de su calzado y se deslizaba montaña abajo a una velocidad tal, que quien lo veía pasar creía estar presenciando el paso de una avalancha, que se desvanecía casi tan rápido como aparecía.

El Príncipe Jack era más rápido aun cuando se enojaba con sus padres.

La Reina Rose-Marie y el Rey Richard amaban a su hijo, pero les molestaba que no se hiciera responsable de su parte de trabajo sobre este reino. El reino de la Montaña Nevada era pequeño pero poderoso, y todo se debía a lo fuertes que habían sido sus líderes. Jack no parecía estar interesado en serlo.

Cuando le anunciaron que se habían comenzado las negociaciones sobre su futuro matrimonio, el joven príncipe montó en cólera y huyó del Palacio, atravesó el Reino como una ventisca, causando lo mismo diversión que pánico entre sus súbditos, y sus padres se resignaron a que no sabrían de él por un día o quizás dos.

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Jack recorrió en menos de una hora el camino que al común de los súbditos de su reino le tomaría una semana terminar. Se detuvo unos metros antes de que el camino de hielo terminara bajo sus pies y observó la distancia.

Los Bosques Sagrados de la Nación Pooka se extendían frente a él. Hectáreas y hectáreas de verde provocaban que la brisa helada de pronto tuviera un aroma frutal, floral, que quizás le hubiera agradado más de no ser porque estaba tan poco acostumbrado a sentirla que casi le provoca una alergia.

Jack soltó una pequeña risa y contempló continuar su recorrido por esos rumbos.

Conocía algunas partes del Bosque por haber acompañado a su padre y otros nobles en sus viajes de cacería, pero sabía bien que ellos iban a zonas del Bosque donde los extranjeros tenían permitido cazar, y no salían de esta zona. Jack podía darse cuenta de que este no era precisamente el lugar permitido para que él estuviera. Pero no tenía ganas de regresar al Palacio, tenía demasiada energía qué gastar y continuaba molesto con sus padres. Supuso que ir a caminar un rato por ahí no estaría mal. No iba a cazar, solo a dar un paseo y a despejarse. Si alguien le decía algo (realmente no parecía haber nadie en los alrededores capaz de detenerlo), tenía dos argumentos que lo sacarían de apuros:

Uno: ignoraba que era un lugar donde no podía estar (o al menos, fingiría que lo ignoraba).

Dos: él era un Príncipe, y era su derecho como Príncipe hacer lo que le placiera (aunque no era un príncipe de la Nación Pooka, ¿qué campesino se atrevería a poner en apuros la situación diplomática de ambos reinos?). Convencido de que su trasgresión quedaba justificada, las cuchillas de hielo se derritieron de la suela de sus botas, y él caminó por la nieve que quedaba hasta tocar el suelo firme.

A su alrededor, poco a poco la tierra inerte comenzaba a adquirir vida, y finalmente, se vio en el interior del bosque.

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El Príncipe sonrió mientras recorría las hojas y las flores con sus dedos. El calor del Bosque quizás debiera molestarlo por las pieles que usaba, pero había optado por regular con su magia su propia temperatura corporal. Para ser justos, podría haber andado en su reino helado con la ropa más mínima, pero la modestia, y la necesidad de la nobleza de mostrar su poder y estatus, lo obligaba a usar las más complicadas ropas y las más exquisitas pieles.

Llevaba más de quince minutos de caminata cuando un movimiento llamó su atención. Entre los arbustos, un pequeño conejo lo observaba.

Él estaba acostumbrado a ver los conejos blancos de su reino, que a veces se confundían con la nieve, pero como era de esperarse, este conejo en particular era diferente, con un pelaje oscuro, gris, con algunas partes en negro y en blanco. Lo que llamó la atención de Jack fueron los patrones de este pelaje, que eran geométricos, simétricos y precisos, parecía como si alguien los hubiera pintado en el conejo, no que fuera así por su propia naturaleza. Jack se quedó un momento quieto, admirándolo en silencio, esperando no ahuyentarlo con su mirada insistente y tratando no hacer ningún movimiento súbito que lo espantara. El conejo lo miraba… de una forma diferente a como los animales ven. Había una inteligencia detrás de esa mirada que implicaba… razonamiento. Lenguaje. Entendimiento.

De un momento a otro, sin razón aparente, el conejo se dio la vuelta y emprendió la huida, y Jack se impresionó tanto por este cambio brusco, y estaba tan intrigado por la apariencia de la criaturita, que apenas atinó a salir corriendo detrás de él.

Jack era rápido, como el viento. Pero perseguir a un conejo por el bosque nunca es fácil.

El conejo daba vueltas en lugares inesperados, pasaba a toda velocidad por debajo de los arbustos, y en general, parecía burlarse de él. Jack, ya un poco irritado, invocó a los vientos helados de la montaña para que impulsaran su vuelo, sus pies se despegaron del suelo y se lanzó como pocas veces hacia su presa.

Su cabeza dio de lleno con algo grande y sólido que paró su camino, y Jack cayó al suelo poco ceremoniosamente. Emitió un gruñido impropio de un príncipe, levantó la mirada y…

Ahí de pie, donde había estado un momento atrás su conejo, estaba de pie un hombre. Pero al verlo mejor, al observar sus ropas de cacería, sus brazos cubiertos de tatuajes ceremoniales, y sobre todo las enormes orejas de conejo que adornaban su cabeza, supo que se trataba de un Pooka.

Estaba de espaldas a él, cuando se dio la vuelta y lo miró, y ambos pudieron observarse detenidamente, Jack se sorprendió al apreciar lo diferente que era a la gente de su Reino.

Las personas en el Reino de la Montaña Nevada eran criaturas pálidas, esbeltas y de estatura media-alta. Había quién decía que descendían de elfos salvajes que supieron adaptarse al clima frío, y tenían una belleza legendaria entre los hombres, con sus pieles sonrosadas, sus ojos claros y sus cabellos castaños. Por lo general, se les conocía como eso, elfos, y su control sobre distintos tipos de Magia solo confirmaba que no se trataban de simples humanos.

Los Pookas, en cambio, descendían de una antigua tribu de criaturas legendarias: los primeros habitantes de la Tierra, con apariencia que ahora se catalogaría como animal, pero que fueron fuertes, sabios, y una de las primeras fuentes de vida del planeta. Los Pookas habían sido el resultado de la mezcla de estas criaturas puras con el hombre mortal, y eran una tribu guerrera, orgullosa y fuerte. En su mayoría eran altos, de cuerpos musculados y resistentes a prácticamente cualquier entorno y clima.

Jack comprobaba ahora que también eran de piel tocada por el sol, ojos fuertes y sí, definitivamente eran bastante más altos que el elfo promedio.

El Pooka lo miró, dándose la vuelta por completo, y una pequeña sonrisa burlona apareció en su rostro.

-¿Nunca te han dicho que no persigas a un Pooka por el bosque?

Jack se quedó un momento sin saber qué decir. No era habitual que alguien le hablara con tanta confianza. Una pequeña molestia le asaltó el cuerpo, mientras se ponía de pie, peleándose con las telas y las pieles que segundos antes no habían sido nada para él.

-¿Y a ti nunca te han dicho que no asustes a la gente de ese modo?

El Pooka lo miró. Jack tomó nota de sus pantalones y su camisa desgastados, de un tono pardo, hechos de tela resistente. La cinta de piel con alforjas que cruzaba su pecho hacia su cintura, el arco y las flechas que descansaban en su espalda, las botas, hechas evidentemente para resistir grandes carreras o caminatas por el bosque…

-Estabas cazando. Creí que no se podía de este lado del Bosque.

-Esa es una regla para los extranjeros. Este Bosque le pertenece a mi tribu y puedo cazar todo lo que quiera-, el Pooka pareció observarlo con más atención-, ¿quién eres? Por tu apariencia puedo decir que no eres de los alrededores.

Ese era el comentario de algo más que obvio. Las ropas y el aspecto de Jack le hubieran sugerido a cualquiera de dónde venía. El Pooka solo quería que hablara, y Jack así lo hizo, él no era de los que se dejaban intimidar y si este campesino creía que podía hacerlo, estaba muy equivocado.

-Mi nombre es Jack-, contestó, enderezando la espalda, manteniendo la cabeza en alto, con orgullo-, y soy del Reino de la Montaña Nevada.

El Pooka extendió su sonrisa e hizo una inclinación burlona.

-Es un placer conocerlo, Alteza.

Jack parpadeó un par de veces, sorprendido. Finalmente, salió de su estupor y levantó la voz sin querer.

-¿Cómo sabes quién soy? ¡Sólo te dije mi primer nombre!

El Pooka comenzó a reír.

-Por favor, Príncipe. ¿Con esa apariencia y esas ropas? Sería un pobre tonto si no supiera quién eres.

-Podría ser cualquier habitante de la Montaña.

Por toda respuesta, el Pooka se encogió de hombros, se dio la vuelta y comenzó a caminar, aparentemente sin darle demasiada importancia.

-Como diga, Alteza. Me retiro.

-¡Hey, no te vayas así!- Jack emprendió en seguida su caminata tras él- ¡Contesta lo que te he preguntado! ¿Cómo supiste quién soy?

El Pooka se detuvo de nuevo, y esta vez, la distancia razonable hizo que Jack no se estrellara de nuevo contra esa espalda amplia y firme.

-Se cuentan historias, Alteza-, contestó el Pooka, mirándolo un momento-, tus súbditos son gente pálida y hermosa, pero nadie en tu reino tiene esa piel, esos ojos o ese cabello.

Jack se quedó de pie, sorprendido, absorbiendo esta respuesta dentro de su mente. Jamás se hubiera esperado que un Pooka se expresara así. De pronto, ya no le parecía tan campesino.

-¿Qué historias?- presionó, sin bajar la mirada en ningún momento. El Pooka volvió a voltear completamente hacia él, lo observó detenidamente, y Jack sintió que esa mirada, demasiado atrevida, demasiado desvergonzada, recorría su apariencia, de la cabeza a los pies.

-La más conocida es la de Su Nacimiento-, concedió finalmente el Pooka, sin dejar de mirarlo, ahora presionando sus ojos en los suyos-, se cuenta que en su tierra el Sol solo aparece por un día en todo el año, y que son la Luna y las Estrellas quienes les dan luz, Alteza. Y que el día de Su nacimiento, la Luna y las Estrellas estaban tan celosas de su belleza, que el Sol tuvo que quedarse una semana completa sustituyéndolas, hasta que olvidaron su orgullo y decidieron regresar.

Jack sabía que sus mejillas se habían puesto rojas como moras silvestres al escuchar tal historia. Conocía tal leyenda, y le provocaba vergüenza escucharla. No era verdad…de acuerdo, sí, se contaba que el día de su nacimiento fue el día en que el Sol se quedó en la cima del cielo por más de un día, pero lo demás, estaba casi seguro de que lo demás era mentira. ¿Quién podría conocer si la Luna sentía celos o no? Odiaba escuchar cuando la gente contaba esta historia cuando el reino celebraba su cumpleaños. Pero aún más, escucharla de labios de este Pooka, que pronunció tales palabras con solemnidad, con una voz que podría pasar por vulgar, poco educada, campesina, pero que de pronto había adquirido un refinamiento que Jack no sabía de dónde había salido, le crispó los nervios más de lo que podría admitir.

-Se dice que desde ese entonces se lo conoce con diferentes nombres, Alteza-, continuó-. La Estrella de la Montaña, el Amanecer Blanco, el Ciervo de la Nieve-, Jack sabía que a estas alturas toda la piel de su cuerpo estaba roja-, pero quienes no creemos en mitos y supersticiones, sabemos que el Príncipe Jack Overland es… un elfo de carne y hueso. Y ahora veo con mis propios ojos que existe, qué afortunado soy.

Dijo esto último con ironía, con una sonrisa que quizás tenía la intención de calmar a Jack. Jack, por su parte, sintió enojo ante esta última declaración. Pero por alguna razón, no encontró el modo de montar en cólera. Esto prometía ser divertido.

-Bien, sabes mi nombre y que soy un mortal-, replicó, mostrando su propia sonrisa burlona-, ahora, ¿con qué campesino de la tribu Pooka tengo el honor?

El Pooka levantó una ceja, se dio la vuelta y siguió caminando, probablemente sabiendo que el Príncipe le pisaba los talones.

-Puede llamarme Aster, Alteza.

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Ya que no tenía nada más qué hacer, Jack siguió a Aster en su caminata por el bosque. Hacía preguntas, y el Pooka las respondía sin demostrar demasiado interés. Su plática se mezclaba con comentarios burlones de ambas partes, pero lo cierto era esto; Aster estaba concentrado en cazar, y Jack en observarlo mientras lo hacía.

A Jack se le olvidó por completo que originalmente venía solo por "un rato" a caminar. Pasó el resto del día siguiendo de cerca a su hallazgo. El Pooka, por su parte, no le prestaba demasiada atención, concentrando en su tarea.

Jack a su vez, miraba con atención, y le sorprendió darse cuenta de que Aster no parecía estar cazando indiscriminadamente. Todo indicaba a que el Pooka estaba persiguiendo a una parvada específica de aves, si no se trataba de ellas, ni se molestaba por voltear a ver. Jack se vio tentado a preguntar, pero antes de que pudiera hacerlo, Aster, que ya había conseguido dos o tres buenas aves, lo miró y sonrió.

-Ya que Su Alteza no planea retirarse, supongo que tendré que cazar su comida también.

Jack infló las mejillas, pero se recompuso rápido.

-No es necesario. Sé cazar.

-¿Trae con qué cazar?

Jack se quedó callado y negó con la cabeza, mirando hacia otro lado, pero manteniendo la cabeza en alto.

-Además, esta no es un área donde usted pueda cazar, Alteza-, su tono supuestamente respetuoso mantuvo en todo momento el tono burlón, pero finalmente, se suavizó un poco-, si quieres, puedes recoger algo de fruta. Es mejor si ambos ponemos de nuestra parte, ¿no?

Jack volteó a verlo otra vez, carraspeó y se esforzó en hacer toda una demostración de acomodar sus pieles de una forma agradable para caminar, mientras volvía a unos arbustos de bayas que había visto mientras avanzaban por el sendero.

-Bien, supongo que de algún modo tengo que agradecer tus atenciones. De todas formas, Pooka, no le menciones esto a nadie, no es algo propio de mi categoría hacer algo así.

Aster rio entre dientes, y continuó cazando.

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Media hora después había un pequeño fuego, y Jack había lavado las frutas que acababa de recolectar con un poco de agua que el Pooka llevaba con él mientras éste preparaba las aves para comer.

Ambos guardaban silencio. Jack, aunque no lo dijera, estaba interesado genuinamente en Aster, y en su comportamiento. Muchas cosas le habían llamado la atención. Para empezar, no era a diario que podía ver y convivir con un Pooka. Además, lo estaba alimentando, y en general, a pesar del ir y venir de comentarios sarcásticos entre ambos, estaba siendo respetuoso, reverente incluso.

Quizás, el hecho de que Jack fuera de la Realeza le importaba más de lo que había admitido en un principio. Esto, en cierta forma, lo hizo sentirse un poco decepcionado. No quería pensar que alguien en quien estaba interesándose genuinamente solo estuviera portándose bien con él porque era un Príncipe. O peor aún, que estuviera ocultando algo de él mismo por respeto a quién era Jack.

-Altez…

-Dime Jack-, lo interrumpió antes de que lo llamara así otra vez-, lo prefiero.

-Bien, Jack. No me esperaba que un Príncipe comiera de ese modo.

Señaló con su dedo hacia él, y Jack se llevó una mano al rostro, donde tenía pequeñas manchas de comida alrededor de la boca. Había estado comiendo con las manos.

-No me diste cubiertos-, repuso luego de carraspear un poco, buscando con la vista algo con qué limpiarse-, no acostumbro comer así, no puedes culparme.

-Bien, Jack, yo como así todo el tiempo y jamás termino con la cara que tú tienes ahora-, le alcanzó una servilleta de tela que llevaba en su bolsa de campaña, y Jack la aceptó, limpiándose rápidamente-, si no fuera por esas finas pieles, no creería que estoy frente a un noble.

-Deberías hablarme con más respeto-, repuso ahora Jack, haciendo la servilleta a un lado-, con el rostro sucio o no, soy un Príncipe, y debes tratarme como se debe.

El Pooka, que acababa de comer un pequeño bocado, lo miró en silencio un segundo antes de sonreír.

-Me exiges respeto, pero tú mismo me pediste que te llamara por tu nombre-, puso los ojos en blanco de manera traviesa-. No eres un príncipe de la Familia Real Pooka. No tengo porqué respetarte ni tratarte de un modo deferente. Es más, como Guardián de este bosque, pude haberte echado desde que te vi.

Aster comenzó a apagar el fuego y a guardar sus cosas. Tomó el plato donde Jack había estado comiendo, lo enjuagó rápidamente con agua que traía en su botella de viaje, y lo guardó también.

Jack se puso de pie y le sonrió, retador y altivo como siempre le gustaba ser cuando alguno de sus maestros o algún noble trataba de "ponerlo en su lugar", cosa que nunca lograban.

-¿Y por qué no lo hiciste?

La sonrisa se le borró un poco cuando el Pooka avanzó hacia él. Era más alto que él, quizás por un palmo, lo suficiente para que Jack tuviera que levantar la mirada si quería conservar el contacto visual. Su pecho se detuvo a menos de diez centímetros del suyo.

-No pude evitar la curiosidad. No siempre aparece un elfo persiguiendo conejos en este Bosque-, su voz se había vuelto baja, más profunda que antes. Jack respiró lentamente, inflando el pecho, sin bajar la mirada. Contrario quizás a lo que el Pooka esperaba que provocaran sus palabras, Jack se sintió aliviado al saber que no le guardaba ninguna deferencia por ser un Príncipe.

El Pooka se alejó un poco de él, miró a su alrededor y le dio una palmada en el hombro-. Deberías volver a casa. Termina de ocultarse el sol y siento cierto frío descendiendo de tu hogar.

Jack se sorprendió al darse cuenta de que él también lo había sentido, sin embargo, hasta ahora no le había puesto atención.

-Mi… ¡mi mamá va a matarme!- , exclamó, poniéndose en marcha.

-¿Perdona?

- ¡El Hechizo de Contención, olvidé ponerlo! - Aster no entendió lo que Jack quería decir, y él debió ver la expresión confundida en su rostro porque se apresuró a complementar-, te explicaré luego, ¡Gracias por la comida!

Dicho esto, salió corriendo sendero arriba, seguido por la mirada del Pooka.

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El Hechizo de Contención era responsabilidad de la Familia Real. Había sido tarea de su madre, la Reina Rose-Marie, hasta que ella y su padre decidieron que Jack era lo suficientemente poderoso con su propia magia para llevarlo a cabo.

Era un trabajo sencillo pero un poco fastidioso.

Una vez al mes, Jack debía ir a las laderas de la montaña y reforzar o activar el hechizo por completo. Éste provocaba que el frío de las Montañas Nevadas, que podía ser mortal para el Bosque Sagrado, no bajara con tanta intensidad. Si Jack no lo llevaba a cabo, el frío podría llegar a ser devastador. Nunca habían permitido que algo así ocurriera.

Hoy era el último día que Jack tenía para ponerlo, y Aster había tenido razón, el frío había aumentado considerablemente.

Cuando se aseguró de que el hechizo estaba debidamente activado – si Jack se concentraba, le era fácil detectarlo; se sentía como una telaraña fría bajo sus manos, era un muro de magia que sólo detenía el frío, pero que él podía tocar-, fue al Palacio y se quedó a descansar en su cuarto hasta la hora de la cena.

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A cambio de que el Reino de la Montaña Nevada hiciera el Hechizo de Contención, la Tribu Pooka hacía lo propio activando formas antiguas de Magia con las que sus hechiceros más poderosos hacían que el aire limpio del Bosque Sagrado subiera por la Montaña, ayudando enormemente a la vida ahí. En el Reino de Jack no sabían qué magia era esta, y habían optado por llamarlo simplemente el Hechizo del Aire.

Entre ambos Reinos no había una amistad clara, solo respeto mutuo forjado en la batalla. El Reino de la Montaña Nevada había intentado esclavizar a la Tribu Pooka siglos atrás, y la Tribu Pooka, a diferencia de otros reinos pequeños que cedieron fácilmente, nunca se dejó vencer, llevándose por delante a varios de sus más legendarios guerreros élficos.

Desde entonces, se acordó una paz que con el paso de las décadas se conservaba fría. No había visitas de diplomáticos, no había invitaciones a fiestas de un reino o el otro. No había acuerdos de ningún tipo salvo el Hechizo de Contención y el Hechizo del Aire, y la tolerancia de permitir que ciertas zonas fueran visitadas con intenciones recreativas de uno o del otro lado de la frontera entre ambos reinos.

Los padres de Jack hablaban constantemente de nuevas formas de darle camino a una paz más amistosa, pero no parecía haber muchas ideas de cómo hacerlo.

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Jack se unió a su familia esa noche en la cena. Tanto ellos como su hermana menor, la princesa Emily, se sorprendieron de verlo ahí, tan tranquilo y sonriente como si su explosión matutina no hubiera ocurrido nunca. A decir verdad, ambos padres estaban aliviados de que estuviera aquí y no provocando estropicios en el reino, así que guardaron un silencio plácido mientras la niña tomaba el mando de la conversación, comentando y asintiendo con sonrisas en momentos oportunos.

Jack no mencionó nada de su expedición al Bosque. No quería otro regaño ni el recordatorio de su futuro compromiso- que solo significaba nuevas responsabilidades, problemas, y demás. Cuando terminó de cenar, se retiró a dormir, rápido, manteniendo siempre una sonrisa en su rostro.

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Jack volvió al Bosque una semana después.

A pesar de que su razonamiento le decía que iba a encontrar de nuevo ahí al Pooka (siendo supuestamente Guardián del Bosque) estuvo un buen rato buscando sin encontrar ni una pista de él.

Siendo alguien que jamás se rinde, lo buscó, toda la tarde, hasta el último segundo que podía buscar, y regresó a casa.

Lo encontró una semana después, cuando volvió a intentar. Fingió que había sido solo una coincidencia encontrarlo, y de todas formas se quedó con él toda la tarde.

Así fue que comenzó la improbable amistad del Príncipe de la Montaña Nevada con el Guardián de los Bosques Sagrados.

Un Elfo y un Pooka. Excéntrico par donde los hubiera.

Jack pronto le demostró a Aster que era un excelente cazador, teniendo con él un arco y flechas. Procuró llevar ropa más adecuada para estar en el Bosque, y en cambio, el Pooka le compartía algunas de sus técnicas y le indicaba qué animales era más conveniente cazar en ese momento. Luego, le explicó que solo cazaban cuando una parvada de pájaros o una manada de cualquier animal crecía demasiado.

De cualquier forma, nunca cazaban más de lo que iban a consumir o de lo que Aster pensaba llevar a casa.

Pasaban la tarde conversando de las más variadas cosas, desde las especies de plantas o animales que había en el bosque hasta recetas de cocina y la forma de leer las constelaciones para saber si sería una buena temporada para las siembras. Jack le contaba a Aster sobre su vida en el Palacio, sobre todo si se enojaba con sus padres y tenía demasiado qué hablar. Aster solía escucharlo en silencio, y hablaba cuando realmente Jack parecía necesitar que le diera su punto de vista.

Jack encontró que sus consejos solían tener mucho más sentido de lo que hubiera podido sacarle a cualquier confidente que pudiera encontrar en el Palacio, y se sorprendió al descubrir que el Pooka incluso parecía tener conocimientos bastante claros de cómo Jack debía comportarse en la corte. Esto hizo que Jack confiara todavía más en él, buscando cada vez más seguido su compañía y su eficaz consejo.

...

Jack le tomó tanta confianza a su nuevo amigo que en varias ocasiones se quedó ahí a dormir con él en el bosque, compartiendo una misma tienda. Era común que despertara en la mañana y que Aster ya estuviera afuera encendiendo el fuego y preparando el desayuno.

Aster hacía una imagen interesante ahí sentado, sin camisa, con la luz del sol de la mañana dándole en la espalda. Jack tenía que volver al interior de la tienda para que no se notara que lo había estado observando, volvía a salir y le daba un saludo animado, haciendo lo posible por ocultar lo extraño que se sentía ver al Pooka tan expuesto y vulnerable.

Pasaron los meses y la amistad, que empezó llena de insultos, sarcasmo y pequeños tropiezos, se fue haciendo sincera, vasta, llena de retos y aventuras.

Un día, Jack cayó a un pequeño lago, luego de haber perseguido a Aster por el bosque y que éste saliera de su camino sin prevenirlo. Aster, riendo a carcajadas, se acercó a darle la mano para sacarlo, y por supuesto, Jack lo jaló junto con él.

Terminaron casi completamente desnudos, secando sus ropas delante de la fogata, culpándose uno al otro por lo ocurrido. Debajo de tales culpas, no había acusaciones verdaderas. Nunca las había. Como no había necesidad de vergüenza excesiva o recato. Aquí, Jack se sentía como él mismo, no como el Príncipe. Y eso le encantaba.

Aster, a diferencia de Jack, no hablaba mucho acerca de su vida ni de su familia. Tenía a su madre, su padre había fallecido años atrás, y era el tercero de cinco hermanos. Sus hermanos mayores ya estaban casados y teniendo hijos (la usanza Pooka era tener tres o más por familia), y él y sus otros dos hermanos aún no empezaban ese proceso. El razonamiento de Aster era que tenía demasiado trabajo como para ocuparse de algo así. No le interesaba casarse o comenzar a tener una familia pronto.

A decir verdad, hablar de este tema molestaba a Jack. Le recordaba que en unos meses sus padres quizás terminarían de acordar su matrimonio, y eso lo ponía demasiado nervioso, y molesto, sobre todo porque estaba consciente de que era algo que jamás podría cambiar.

Un día, Jack llegó al bosque y se encontró con que Aster no llevaba con él sus cosas para cazar. En cambio, llevaba una bolsa al hombro, y mientras él y Jack caminaban, localizaba un árbol o un arbusto, tomaba una especie de masa del interior de la bolsa, y la plantaba en la tierra, cerca de la raíz de la planta en cuestión. Cuando Jack le preguntó qué estaba haciendo, Aster lo miró, le sonrió, y le entregó un puñado de esos pedazos de masa. Al tacto era granulosa, de un color café oscuro y algunos puntos rojos.

-Fíjate bien, Jack. Cuando veas una planta que se vea seca, o creas que necesita algo, planta una de estas cerca de su raíz.

-¿Qué es?

-Son nutrientes. Mi familia los procesa en esta forma para poder ponerlos en las plantas.

Mientras caminaba, Jack hacía lo que Aster le había dicho, confiando principalmente en su instinto, observando a Aster.

-¿Pasa algo malo en el bosque?

Aster suspiró.

-No, Jack. Solo que tratamos de ayudarlo lo más que podemos. Le debemos nuestras vidas a este Bosque, tu reino también. Y a la vez, el Bosque le debe la vida a la magia de tu reino. El equilibrio que hay que mantener es muy delicado.

Le indicó con una seña un lugar conveniente para plantar otro poco, y siguieron caminando.

-Hace muchos años, este lugar fue motivo de guerra.

-Lo sé. Muchos reinos intentaron dominar a la tribu Pooka.

-Incluido el tuyo.

Hubo un momento de silencio pesado, donde Jack sintió que se endurecía. Las tensiones entre su reino y el de los Pookas era algo de lo que no le gustaba hablar, porque le recordaba que era un Príncipe, que tenía responsabilidades y que estaba haciendo algo que no debería estar haciendo. Además, le hacía pensar en la historia tan penosa de su reino, en que quizás la necesidad de que hubiera un Guardián en el Bosque se debía a gente como sus antepasados.

Quizás Aster sintió su molestia. No puso una mano en su hombro como Jack hubiera esperado de algunas de las personas que vivían en el palacio, no se le acercó a ofrecer una palabra de apoyo pensando que eso era todo lo que él necesitaba.

Cuando sus blancas manos estuvieron vacías, Aster puso otro puñado de terrones en ellas, y al Jack voltear a verlo, le sonrió, de esa forma fuerte y confiada que le decía al joven que, a final de cuentas, todo estaría bien.

-Hey, Jack. Todo puede empeorar, y todo puede mejorar. Haremos que mejore.

Jack sonrió para sí mismo. Las palabras de Aster solían hacerlo sentir bien, acompañado, divertido a veces, pero en ocasiones como esta, le hacía pensar que había alguien en este mundo a quien le importaba, a quien le interesaba. Alguien de quien quizás Jack podría…

No.

Simplemente…no.

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Habían pasado algunos meses en los que Jack hacía prácticamente de manera semanal visitas a los Bosques Sagrados. Sus padres comenzaron a ver claro el patrón de desaparición, pero decidieron no decirle nada porque lo notaban mucho más cooperativo que de costumbre, menos propenso a tener explosiones de carácter o a hacer bromas al personal del Palacio. Lo dejaron ser. Además, sabían que pronto esa tranquila estabilidad llegaría a su límite.

Esto ocurrió cuando una mañana, en el desayuno, le dieron la noticia de que las negociaciones por su matrimonio habían terminado oficialmente, con el acuerdo de casarlo con un Príncipe.

¿Cómo se llamaba? ¿Cómo era físicamente? ¿A qué raza pertenecía? ¿De qué reino era príncipe? Los padres de Jack habían previsto estas preguntas y habían decidido no contestar ninguna. Conocían a Jack, y no querían que tuviera forma de hacer algo que pudiera arruinar el acuerdo que habían hecho.

En una semana exactamente, recibirían a la Familia Real de aquél reino, y el Príncipe anónimo pediría oficialmente la mano de Jack en matrimonio.

Jack se enojó, alegó, protestó, y su furia creció a un grado tal que hasta su hermanita Emily se sintió atemorizada. El Príncipe, al igual que su madre, había nacido con un talento especial para la Magia, y éste poder suyo crecía con sus emociones o al menos eso parecía. La furia de Jack podría provocar catástrofes si dejaba que lo dominara.

No lo permitió esta vez.

Como muchas otras veces, salió del Palacio en busca de una oportunidad para despejar su cabeza.

Aster, tenía que encontrar a Aster. Su mejor amigo era la única persona con quien contaba ahora para sentirse mejor.

Cómo desearía poder ir al Bosque Sagrado, internarse ahí y no tener que salir nunca. Quedarse ahí, con su amigo, con Aster.

Continuará…

Jhá.

Esto era demasiado tentador para no hacerlo. Quizás es algo cliché, pero me encanta. Además, quería escribir algo más ligero después de Erase my scars.

Creo que serán unos 8 capítulos, más o menos de este largo. Ya tengo la mayor parte hecha, solo tengo que afinar detalles y quizás actualizaré en una semana.

Y ya saben, sus comentarios son mi combustible, me encantaría saber qué les parece esta historia.

Besos y abrazos!

Aoshika-chan