Hola! Bien, para los que no lo han leído aún, les presento el primer fic que escribí. Le tengo muchísimo cariño y amo redactarlo. Hinata se vestirá como un hombre!
-ooO*Ooo-
El avión había tocado suelo, con unas siete horas de retraso. Una infernal tormenta tropical se había desatado, causando demoras y varios otros inconvenientes. Cientos de los pasajeros que estuvieron varados manifestaron su descontento durante todo el viaje. Todo aquello había sido un real dolor de cabeza y ni siquiera quería recordarlo. A pesar de que ese contratiempo finalmente había llegado a fin, ahora estaba a minutos de enfrentar otro, y todas las probabilidades auguraban que ese le traería mucho más que un simple "malestar".
Por los altoparlantes del aeropuerto, se anunció la llegada del vuelo "dos cuarenta y siete", que acababa arribar desde Nueva York. Las personas que oyeron el mensaje, comenzaron a acercarse a la línea de salida, para recibir a sus familiares o amigos.
Mientras realizaba el último de los trámites de protocolo, notó que su presencia captaba muchas de las miradas de quienes se encontraban en los alrededores, algunos comenzaron a murmurar mientras lo señalaban sin ningún tipo de disimulo.
-Bienvenido a la cuidad de Konoha, señor Uchiha. -le dijo la empleada con una sonrisa, mientras le regresaba su pasaporte recién sellado. Él tomó sus documentos, sin darles una pizca de importancia a los curiosos. Tomó su equipaje, se colocó sus costosos antejos oscuros y se encaminó hacia las salidas.
Una vez que llegó hasta las enormes puertas de cristal, dió unos pasos al exterior, pero no pudo avanzar un sólo centímetro más, ya que todo un "zoológico", como solía denominarlos, se lanzó hacia él. La pregunta del millón, era cómo demonios se habían enterado de su regreso. Se aseguró personalmente de que su viaje quedara en la más absoluta discreción precisamente para evitar todo eso, pero al parecer algún desgraciado de la aerolínea lo había delatado.
-¡Uchiha-san, bienvenido. ¿Qué puede decir acerca de la decisión de su padre?! -alzó la voz uno de los más de cincuenta reporteros que lo seguían, mientras le colocaba un micrófono muy cerca de la boca, casi al punto de golpearlo si lo aproximaba más. No respondió y trató de continuar su camino, pero la tarea resultaba francamente dificultosa, ya que ellos no lo dejaban avanzar y se apretujaban más hacia él. Allí estaba esa escena que conocía de memoria, y lo peor de todo era que eso recién comenzaba. Esos tipos eran peor que pasar una noche en un pantano, sin usar ningún tipo de repelente de insectos.
-¡¿Ha decidido volver al país para ponerse al frente de la empresa?! -preguntó otro más en medio de todo aquel caos. Estaban desesperados por conseguir arrancarle aunque sea unas palabras y no les importaba el hecho de que con cada avance que daban hacia él, estaban a punto de asfixiarlo. Los destellos de todas aquellas odiosas cámaras se enfocaban en su persona y lo cegarían, si no fuera por los anteojos oscuros que llevaba puestos.
-¡¿Es verdad que el próximo nombramiento será el de su hermano mayor?! ¿Usted aún no se siente preparado para asumir el control de las empresas Uchiha?
- Se han viralizado los rumores de que tuvo una gran pelea con su hermano a causa de una mujer, y que eso fue lo que provocó que estuviera fuera del país durante dos años, ¿qué puede decir al respecto?
-¿Está al tanto de que las mujeres que aseguran haber tenido un romance con usted, en los ultimos tres años, son más de cincuenta?
Las inquisidoras, y aveces malintencionadas, preguntas, los flashes y los reporteros se amontonaban a su alrededor, unos contra todos como en una ola. Para su gran desgracia, todo ese circo formaba parte de su existencia. Así de agitada, siempre había sido la vida de Sasuke Uchiha, el hijo menor de un prestigioso y multimillonario empresario. La leyenda decía que para poder rodear las propiedades que le pertenecían se necesitaban treinta minutos... En helicóptero. Él nunca lo había verificado, pero estaba cien porciento consciente de que había nacido más que en una cuna de oro. Por tener todos aquellos provilegios, tan lejanos para los demás mortales, los medios lo acosaban desde que tenía uso de razón, buscando y hasta a veces inventando, todo tipo de noticias sobre su vida, que para su enorme desgracia eran la delicia de la prensa sensacionalista y toda aquella gente patética que gozaba de leer ese tipo de basura.
-¡Sasuke-san, responda por favor! -le pedían todos a la vez. Él, realmente sofocado y harto de todo eso, ya que había desarrollado un férreo aborrecimiento hacia todo lo relacionado con la prensa, decidió que los mandaría al diablo con todo y cámaras, cuando;
-¡Abran paso!, ¡Abran paso por favor! -oyó que pedía un hombre vestido con una camisa blanca y unos pantalones azul marino, al tiempo que avanzaba entre todos los periodistas.
Así logró llegar hasta donde Sasuke, se colocó de espaldas a él y extendió sus brazos a los costados tratándo de impedir que se acercaran aún más. -¡Atrás señores! -les pidió nuevamente, pero nadie lo escuchaba. Dió media vuelta y quedó cara a cara con él. -Señor Sasuke lamento molestarlo. Soy Fuko Zengetsu, empleado del aeropuerto. -dijo haciendo una leve reverencia, mientras le enseñaba la placa que estaba abrochada en el bolsillo de su camisa. En ese momento alguien lo empujó desde atrás y terminó apoyándo sus manos contra el torso de Sasuke, para mantener el equilibrio y para total desagrado de este. - ¡Lo siento! ¡Lo siento mucho! -se separó un poco y se aclaró la garganta. -Sé que está ocupado, pero debe volver adentro. -le dijo en un tono de preocupación y casi tartamudeando, evidentemente la situación lo estaba poniendo más que nervioso.
-¿De qué estás hablando? -preguntó Sasuke con un creciente disgusto. Primero todos esos idiotas y ahora ese otro se atrevía a tocarlo.
-Es que ha habido un problema, por favor acompáñeme. -Sasuke no tenía ninguna intención de seguirlo pero luego de reflexionarlo, francamente prefería eso un millón de veces, que seguir formando parte de aquel ridículo espectáculo.
-¿Tienes una salida que no esté rodeada? -le preguntó al joven y este sonrió en afirmación.
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Hinata Hyuuga, estaba sentada tras un gran vitral trasparente. Tenía las manos juntas en su regazo y de vez en cuando las retorcía y movía los pies de un lado al otro. Hacía más de dos horas que la tenían en ese lugar, ya que los de la aerolíneas habían tenido unos inconvenientes con la entrega de los equipajes. En otro momento no hubiera tenido tanta dificultad por esperar, pero ¿porqué tenían que decirle que se quedara en ese lugar que no tenía baños?
Nunca había sido una persona impaciente sino todo lo contrario, pero por causa de fuerza mayor, esta vez sentía que en cualquier momento se desmayaría o gritaría de tanto aguantar. Sus pies se movían más impacientemente, su rostro estaba adquiriendo una tonalidad más rojiza y su labio inferior era mordido con insistencia, a causa de los nervios y escalofríos que la invadían.
El viaje que en teoría sólo debió haber tardardo unas veintisiete horas, había durado más de setenta y dos. A pesar que las condiciones del vuelo no fueron desagradables, a decir verdad, estaba por demás agotada como para soportar más de todo eso.
Se encontraba en una pequeña oficina. El empleado que la había atendido recibió una llamada, por lo que la dejó sola prometiendo que volvería en un momento, pero ese "momento" ya se había alargado demasiado.
-Sólo tengo que aguardar unos minutos más... Sólo unos minutos más... -se repentía en voz baja, mientras cerraba los ojos y trataba de distraer su mente en cualquier otra cosa. -Sólo unos minutos más... ¿porqué tuve que beber esas sodas...?- se reprochaba mentalmente y miraba hacia la puerta con el mayor de los anhelos. Ante la urgencia que tenía, su mente le jugó una mala pasada y se imaginó teniendo un accidente en ese sitio, sin duda eso sería una de las situaciones más vergonzosas de toda su vida.
-¡No!, eso no puede sucederme... -miró a su alrededor nuevamente y no hubo ninguna señal de aquel empleado. -Bien, sólo será unos minutos, iré al baño y regresaré pronto. -se dijo a sí misma. Sin llevarse sus cosas, se puso de pie rápidamente. Como pudo, y haciendo uso de todo su autocontrol, se asomó a la puerta. Afuera circulaban cientos de personas y había un alboroto considerable. A pesar de que estaba en un sitio de por sí escandaloso, como lo era el aeropuerto, era evidente que algo más estaba sucediendo. Sin embargo averiguar a qué se debía, no era lo más importante en esos momentos.
Con una expresión de extrema preocupación, comenzó a caminar lo más rápido que el resbaladizo piso se lo permitía, buscando algo que le indicaran dónde estaban los benditos sanitarios. En medio de su carrera, no se dió cuenta y se llevó por delante a un pequeño niño. Este al ser golpeado, aunque sólo levemente, se puso a lloriquear.
-Oh, lo siento mucho... -le dijo ayudándolo a ponerse de pie. El niño la observó y al parecer verla con aquel gesto no le agradó, por lo que aumentó la intensidad de su llanto. -¡Cielos!, ¿Qué tan tonta puedo ser...? Lo siento pequeñin, no llores... -miró a su alrededor para localizar a su madre o alguien que estuviera con él, pero todo el mundo pasaba a su lado sin interesarse. -¿Con quién estabas? ¿Estás perdido...? -le preguntó esperando no sonar tan impaciente y asustarlo aún más.
-¡Mami! - el niño soltó uno de los chillidos más agudos que ella pudo haber oido en toda su vida. Su intento de amabilidad no había funcionado. Hinata no sabía que hacer, la prisa por llegar al baño era demasiada, sin embargo no se perdonaría a sí misma el irse dejando al niño sólo. Estaba en un aprieto. Oh, Dios debía estar castigándola por algo, pensó mientras continuaba tratando de calmarlo, pero su cuerpo estaba temblando, advirtiéndole que ya no podía perder más tiempo.
-ooO*Ooo-
-Pase por aquí por favor. -le dijo el Fuko, el empleado, con un gesto nervioso. Tenía el cabello algo rizado y rojizo al igual que su rostro. A simple vista Sasuke podía darse cuenta de que se trataba de alguien nuevo en esa empresa y que posiblemente ni siquiera sabía como manejarse. Estaba comenzando a reconsiderar la idea de usar la influencia de su apellido para acelerar todo ese fastidio, o abandonar su equipaje y esperar que los ineptos de la aerolíneas se lo enviaran más tarde.
Miró el reloj de su muñeca izquierda, esperando que el dichoso problema con su maletas se resolviera de una buena vez. Lo único positivo de todo eso, era que le habían asegurado que podría utilizar una de las salidas secundarias, para así escapar de todos esos reporteros. Soltó una especie de soplido que demostraba su molestia, e ingresó a la oficina atestada de papeles apilados.
-Al parecer algunos auxiliares confundieron el número de serie de los equipajes y los han enviado junto con los objetos perdidos. -le explicaba Fuko mientras le indicaba que tomara asiento. -Por favor comprenda, somos cientos los que trabajamos aquí, pero son miles las personas que viajan constantemente, no damos abasto. Si le sirve de algo, usted no es el único que ha tenido este problema. De hecho una joven también... ¿eh? -se detuvo de pronto y parecía buscar algo con la vista.
-¿Qué sucede ahora? -preguntó Sasuke al ver el desconcierto en el rostro de ese sujeto.
-Pues... una mujer a la que le ocurrió lo mismo estaba aquí para encontrar su equipaje, al parecer se ha ido a otra parte, pero sus cosas siguen aquí... Oh, esto será todo un problema. -musitó rascándose la nuca. Sasuke llevó su vista hacia el rincón donde estaban las pertenencias, había una valija mediana y una cartera azul que tenía un llavero de un ridículo conejo. Este era tan viejo y desgastado que sin duda su lugar era en el basurero y no el bolso de una joven, quien si se atrevía a pasear eso en público, lo más probable era que fuera una de esas solteronas, que tanto abundaban en esos días.
Un sonido parecido a unas campanas resonó por todo el lugar;
-Atención por favor; Se ha encontrado un niño de alrededor de unos siete años en la zona de las tiendas... -anunció la locutora del aeropuerto por los altavoces. -¿Cómo te llamas pequeño...?
-Yoru Erick... -se oyó que respondía la voz de un infante.
-Bien, Erick-chan está buscando a su madre, así que por favor si la señora Yoru esta escuchando, puede acercarse a la cabina de anuncios. Muchas gracias y que tengan un buen día.
-¿Otra vez?... ¿Sabe? diariamente escucho unos cincuenta anuncios como esos. -comentó el empleado.
-Tsk, eso no me interesa. Has lo que tengas que hacer de una maldita vez. -gruñó, mientras tomaba asiento.
-Sí, lo siento, debe firmar los formularios de denuncia. - el joven comenzó a buscar los documentos entre el centenar que estaba sobre su escritorio. Los localizó de inmediato, miró soslayadamente a Sasuke. Él tenía un porte completamente formal, elegante, e igualmente arrogante y altanero, por lo mismo decidió que lo haría esperar unos cuantos minutos más, de todas formas al niño rico del país, no se le arrugaría el traje sólo por eso.
-ooO*Ooo-
La sonrisa que Hinata portaba en el rostro, era una de la más grandes y relajadas que pudo haber esbozado. Había llegado al baño al último momento, luego de tomar una medida desesperada y llevar al niño hasta la cabina donde se hacían los anuncios. Para su suerte la joven que la atendió era muy amable y lo mejor de todo fue que en esa oficina, sí tenían sanitarios.
En verdad había sido la gloria. Sentía como si estuviera caminando sobre nubes y una melodiosa música resonaba en su cabeza, todo a causa del alivio, aunque no estaba del todo segura si los gritos que oía a su alrededor también eran parte de eso...
De repente su sensación de bienestar, se vió desplomada cuando de la nada quedó atrapada en medio de una gran estampida que la arrastraba hacia no sabía exactamente dónde. Trató de luchar pero fue inútil y fue llevada por aquella marea humana, que por lo que pudo ver en su mayoría eran mujeres, de todas las edades, y gritaban histéricamente.
¿Qué estaba sucediendo?, se preguntaba confundida y aturdida. Mientras casi ahogada, trataba de no ser aplastada. Todas se apretujaban más y más, hasta que formaron una especie de ronda que terminó por absorberla por completo. Cuando ellas detuvieron y comenzaron a gritar, Hinata por milagro del cielo logró encontrar una especie de hueco donde no la tocaban. Debía encontrar la manera de salir de allí.
-Muchas gracias a todos. Somos Ft Island, nuestra siguiente y última canción se titula "Severely"... -Hinata con dificultad giró sobre sí misma, para saber de dónde provenía aquello y al hacerlo comprendió todo. Sobre un pequeño escenario estaban cinco músicos, todos muy jóvenes y apuestos, con sus diferentes instrumentos. El guitarrista sonrió y comenzó a deslizar sus largos dedos por las cuerdas de su guitarra eléctrica, ganándose má de los gritos de las mujeres. Pero en cuanto el cantante se acercó al micrófono, se desató una oleada de chillidos que casi logran romperle los tímpanos.
*Dejarte ir sin expresión alguna, como si fuera nada, practiqué hacer eso todo los días, pero aún es difícil...
También practiqué cómo llorar secretamente mientras sonreía, pero siento que mi voz temblorosa me traicionaría rápidamente...*
La canción era audible en todo el aeropuerto. Hinata no los conocía, quizás fue por ver como las demás chicas lloraban y se abrazaban o porque eran demasiados geniales, pero realmente quedó hipnotizada por aquella voz. El cantante lograba trasmitir todo sus sentimientos y en verdad cautivaba. Las fans estaban enardecidas y se abalanzaban hacia el plató donde los músicos estaban, pero no lo lograban llegar hasta ellos gracias a los enormes guardaespaldas que los protegían y procuraban que todo eso se desmadrara aun más.
*Amar es probablemente cientos y miles de veces más de difícil que terminar, pero soy un tonto que no puede vivir sin tí ¿qué quieres que haga...?*
Sasuke había salido exasperado de la oficina del empleado, este parecía incapaz de encontrar los formularios, y lo peor de todo era que hablaba más que un idiota al que conocía demasiado. Si había algo que lo molestaba más que los periodistas, era la ineptitud de un novato. ¿Cuánto tiempo más podían tardar en encontrar sus malditas valijas?
Miró la hora en su reloj nuevamente y caminó a unos metros de allí, acercándose a una máquina expendedora de bebidas. Escogió una botella de agua, pero en cuanto se dispuso a beberla, vió que un grupo de mujeres corrían hacia él.
Chasqueó la lengua. ¿Era imposible acaso que lo dejaran tranquilo? ¿porqué las mujeres tenían que ser tan bellas y a la vez tan insoportables?
Lo mejor era volver a la oficina antes de que fuera demasiado tarde. Dió media vuelta, pero para su gran sorpresa esas mujeres pasaron corriendo a su lado, ignorándolo por completo.
¿Qué sucedía...? ¿Sería alguna clase emergencia? ¿Acaso se estaba incendiando el aeropuerto? ¿Un ataque terrorista tal vez? Otro grupo pasó gritando de la misma forma, ignorándolo nuevamente como si él fuera parte de las paredes. Definitivamente algo extraño estaba pasando, él conocía esos gritos y esa expresión en los rostros de las féminas. Eso no era un incendio, o no un incendio con fuego literalmente hablando. Esos gritos eran totalmente histéricos, y vaya que los conocía, ya que los había padecido desde que tenía conciencia.
Se encontraba en el entrepiso de la gigantesca extructura del aeropuerto. Notó el extraño ambiente y hasta sus oidos llegó algo parecido a un zumbido, pero mucho más molesto. Intrigado se acercó un poco a los barandales y se dió cuenta que todo el disturbio y amontonamiento de gente que había abajo. La causa era un tonto grupillo de músicos.
-Con que era eso. -murmuró, mientras veía todo el bullicio que se estaba generando. Si el hecho de ser reconocido le importara, el ser ignorado como hace un momento, hubiera sido un golpe a su ego, pero como no era así, se limitó a beber de su botella de agua. Mientras pensaba que mientras más desapercibido pasara mejor.
Entre toda esa marejada, sus ojos negros captaron a una joven que era arrastrada como pez por la corriente por todas aquellas locas, la siguió con la vista. No lograba distinguirla claramente, pero era evidente que ella trataba de salir, sin éxito alguno, de todo aquel caos. La muchacha de un momento a otro, pareció sumergirse entre la muchedumbre, la buscó ligeramente. Al no hallarla, dejó de prestarle atención y se concentró en los extravagantes músicos, preguntándose quien había autorizado que esa estupidez se realizara en una hora tan conflictiva.
*Severamente, supongo que te amé muy severamente. Incluso no respiro y no miro alrededor por tí. No sé cuando seré capaz de detenerme. Severamente, supongo que te amé muy severamente, pienso que dejarte ir es más severo que agonizar...*
Un mensaje llegó al celular de Sasuke, él lo abrió para leerlo;
"Espero que hayas llegado a salvo. La próxima vez por lo menos despídete de nosotros, idiota. No tienes nada de consideración. -Sus cejas se estrecharon levemente al leer el mensaje de su amigo de la infancia.
"Aún estoy en el aeropuerto. Despedirme de ustedes hubiera sido una pérdida de tiempo, fracasado". -le respondió, mientras de fondo se continuaba escuchando los gritos de aquellas maniáticas.
"De todas formas sabes que no podrás huir, iremos a visitarte dentro de unos días para que no nos extrañes tanto, como sé que lo estás haciendo en estos precisos momentos, desgraciado".
"Sigue soñando usuratoncachi". -terminó de escribir y volvió a guardarse el móvil en el bolsillo.
-¡Uchiha-san! Ya han encontrado sus maletas -le informó Fuko con una sonrisa, tras más de media hora de hacer perder, deliberadamente, el tiempo a Sasuke. Él dió una última mirada hacia la multitud, deseando que por lo menos esa distracción sirviera para mantener alejados de él a los paparazzis. -Es una banda coreana muy popular aquí. -le comentó, al ver el aparente interés del joven Uchiha. -Dicen que les agrada tocar en lugares fuera de lo común, como este.
-Es sólo publicidad, ni siquiera saben distinguir el ruido de la música. -dijo con hastío, arreglándose el nudo de la corbata, para luego disponerse a ir hacia la oficina.
De cualquier forma, no creo que pueda olvidarte incluso si me enfermo de un mal incurable. Soy un tonto que no pude vivir sin ti ¿qué quieres que haga?...
Hinata no podía evitar que sus pies se movieran con aquella canción. En verdad era la primera vez que la escuchaba, pero la melodía le agradaba bastante... Quizás en un futuro consiguiera algo de su música. Estaba muy compenetrada con la atmósfera, hasta que su mente le recordó lo que había estado esperando. Sus ojos se abrieron sobradamente al reaccionar, e inmediatamente dió media vuelta para intentar salir de entre toda esa gente.
-Lo siento... Perdón... No quise pisarla... Lo lamento mucho... -se disculpaba a medida que avanzaba entre apretujones. Cuando por fin se vió libre, corrió lo más rápido que pudo hacia las escaleras mecánicas que la conducirían al entrepiso.
*Tontamente, supongo que te amé tan tontamente... Gracias a tí aún no puedo soñar con otro amor. Soy un tonto que sólo te conoce a tí ¿qué quieres que haga?
Severamente, supongo que te amé muy severamente... Incluso no respiro y no miro alrededor por tí. No se cuando seré capaz de detenerme. Severamente, supongo que te amé muy severamente, pienso que dejarte ir es más severo que agonizar...*
La canción finalizó y se escuchaba una estrepitosa ovación a los músicos. Una vez que Hinata llegó a suelo firme nuevamente, comenzó a correr lo más rápido que podía hacia la oficina, mientras la seguía el atormentador pensamiento de que probablemente el empleado estuviera buscándola.
No supo como sucedió, pero de un momento otro vió el suelo a sólo unos centímetros de su rostro. Había caído de rodillas y sólo sus reflejos evitaron que su cara impactara contra la encerada y dura superficie. Con un ligero entumecimiento en sus articulaciones se miró los zapatos y se dió cuenta de que llevaba los cordones desatados. Eres una torpe... se dijo mientras se los volvía a atar. Como el golpe no había sido tan grave, pero sí doloroso. Se levantó de inmediato, y con los ojos llorosos sacudió un poco sus pantalones de jeans. En cuanto alzó la vista, sintió una especie de bofetada, de vergüenza, que le tiñó de un rojo intenso los pómulos. Acababa de dar un espectáculo a un grupo de niños, que estaban burlándose abiertamente de su idiotez.
-¿Han visto eso?, es una verdadera estúpida. -decían mientras se reían.
-¿Se encuentra bien señorita? ¿Necesita ayuda? -le preguntó una mujer, luego de reprender a quienes parecían sus hijos. Hinata completamente avergonzada rechazó el ofrecimento, alegando que no le había sucedido nada. Con la vista fija en el suelo, se dispuso a caminar nuevamente a la máxima velocidad que sus pies se lo permitieron. Dobló en un pasillo y ya lejos de las miradas ajenas, dejó escapar un sonoro suspiro.
Era una mujer de veintidós años, se supone que debía comportarse como tal y no mostrarse tan afectada por lo recién ocurrido. Aunque pensaba que en realidad, eso jamás debería de haberle pasado a una mujer de ventidós años. Una mujer de verdad debía ser admirada, no el objeto de burla de unos infantes. No podía evitarlo, su timidez e impulsibilidad, aunque ella lo llamaba "estupidez", siempre fue uno de los obstáculos más grandes en su vida.
Se quedó en ese lugar unos minutos, hasta que ya más recuperada, llegó a unos metros de la oficina a la que la habían derivado.
Al verlo, estuvo a punto de hablarle al empleado que la había atendido antes para pedirle disculpas, pero se detuvo al notar que él charlaba con otra persona. Un hombre alto con el cabello muy negro, que vestía un traje igual de oscuro. No pudo ver su rostro que ya estaba de espaldas. Hinata no supo porqué, pero en ese preciso instante su mente sólo tuvo espacio para dos palabras; "misterio y magnetismo", pero de inmediato dejó eso de lado.
El cadete hizo una reverencia ante Sasuke y luego le señaló las escaleras que estaban a la izquierda. Entonces, él miró su reloj y se encaminó a las escaleras, para después marcharse.
-Oh señorita, por un momento creí que usted se había marchado. -le dijo Fuko al verla. Hinata despejó su mirada de aquel hombre del traje y la fijó en el que estaba frente a ella.
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Luego de su pequeña "aventura" en el aeropuerto, el estómago de Hinata se contraía de repente, provocándole un malestar parecido a una acidez, pero no tenía nada que ver con eso. Estaba nerviosa, muy nerviosa, a la vez que también sentía ansiedad y no era para menos, ya que luego de seis largos años regresaba a su casa.
En cuanto el taxi tomó una curva, pudo ver los comienzos de los muros y arbustos que conformaban la propiedad de la familia Hyuuga. El conductor se detuvo cuando llegaron a un enorme portón de rejas blancas, que comenzaron a abrirse automáticamente.
-¿Quiere que la deje aquí señorita o la ingreso? -le preguntó el hombre.
-No, aquí está bien. Muchas gracias. - descendió del auto. El taxista la ayudó con sus dos maletas y se retiró luego de recibir su paga. Con un pesado equipaje en cada mano, atravezó el portón.
Cada paso que daba hacía que su corazón latiera con más fuerza, pero trataba de tranquilizarse lo más que podía. Todo el lugar lucía exactamente igual, la fabulosa e imponente mansión pintada de blanco se alzaba frente a sus ojos grises. El camino de piedrecillas, el glorioso jardín, aquella enorme extensión de césped y árboles verdes donde solía jugar cuando era niña, el aroma de las flores. Sí, en ese lugar nada había cambiado y quizás era por eso que se sentía tan insegura.
Perdida en sus memorias avanzó unos cuantos metros, hasta que fue recibida por una ama de llaves. Una mujer de unos cincuenta años, a la que no conocía, ya que seguro la habían contratado luego de que la anterior se retirara, la ayudó con el aquipaje y la guió al interior de la casa.
Apenas puso un pie dentro, se sintió muy pequeña, a la vez que la melancolía la invadía. Tenía sólo quince años cuando la habían enviado a Francia para que completara sus estudios, creció fuera de ese lugar. Todo lo que conocía eran esa enorme y fría casa, y los internados de los colegios en los que estuvo, por eso jamás hubiera sentido que tenía algo a lo que verdaderamente llamar hogar, si no fuera por...
-¿Qué haces aquí? -aquella voz hizo que sus ojos se vidriaran al instante. Volteó y se encontró con aquel rostro que tanto había echado de menos.
-¡Hanabi-chan! -pronunció con la voz llena de emoción. Luego de seis largos años volvía a ver a su pequeña hermana, aunque ella ya no luciera como una pequeña, sino como toda una adolescente de quince años. Con una gran sonrisa avanzó hacia la joven frente a ella, pero esta dió un paso atrás impidiéndole alcanzarla. Hinata advirtió la mirada completamente gélida de su hermana menor.
-¿Qué sucede? -le preguntó muy consternada. -¿Porque...?
-Te pregunté que rayos haces aquí. -le repitió la niña con el tono igual de frío.
-Hanabi-chan... yo volví para verte y...
-Vete, yo no quiero verte. No sé para qué has regresado, aquí nadie te necesita. -soltó con acritud la jovencita que tenía largos cabellos castaños.
-¿Porqué dices eso...? -articuló con los ojos completamente nublados de lágrimas. -Hanabi-chan yo no entiendo, yo soy tu herman...
-No te atrevas a decir que eres mi hermana, estuviste fuera seis años. ¿Crees que puedes volver así y esperar que te reciba con felicidad? Será mejor que te regreses, yo no quiero volver a verte. -Sin decir nada más, se dirigió a la puerta de salida para luego retirarse dando un azote. Hinata se quedó en su sitio completamente pasmada, hubiera esperado de todo menos una reacción como esa de parte de su hermana. No comprendía absolutamente nada, su mente quedó en blanco y su corazón se sentía como si latido le clavara cientos de alfileres en él.
-Hinata, debiste haber avisado que llegarías a estas horas. -la voz resonó en el lugar cortando las lágrimas de la joven. Ella se limpió los ojos lo más rápido que pudo y volteó a ver al dueño de esos vocablos.
-Padre... -a unos metros de ella estaba Hiashi Hyuuga, su rostro no demostraba felicidad por volver a verla, más concretamente no mostraba ninguna emoción, pero Hinata ya estaba acostumbrada a su seriedad y a su desapego. -Siento mucho no haber avisado antes. -respondió haciendo una inclinación respetuosa a modo de saludo. Lo normal hubiera sido que corriera hacia él y recibiera un abrazo por parte de su progenitor, pero la relación padre-hija que ambos tenía diferían bastante de la de los demás.
-Hablaremos con calma antes de la cena, ahora ve a descansar. -le dijo en un tono neutral. Ella asintió y su padre se retiró sin añadir nada más. Hinata sabía que algo así le esperaba cuando regresara, pero de todas formas no quería pensar en ello, en esos momentos sólo quería estar con su pequeña hermana, y tratar de recomponer las cosas con ella lo más que pudiera, ese era su único objetivo.
-ooO*Ooo-
El café estaba demasiado concentrado y caliente, además los panecillos no eran por completo de su agrado, al igual que no era de su agrado esa situación. Hasta los oídos de Sasuke, llegaba una melodía que reconoció como una de las sinfonías de Vivaldi, esta se podría decir que estaba ayudando a amenizar un poco la charla que se estaba produciendo. Dejó de lado la taza que tenía en la mano y finalmente se concentró en la persona frente a él, quien parecía ansiosa por escucharlo.
-No me interesa. -respondió finalmente, para completo disgusto del otro hombre.
-Sasuke, sabes muy bien cuales son tus responsabilidades. No vas a desentenderte. -masculló con tensión en la voz. A un costado de ellos se encontraban varios individuos con trajes completamente negros, observando la conversación y estando alertas ante cualquier movimiento que pudiera producirse.
-No tengo ninguna responsabilidad contigo padre y tampoco me interesa tenerlas.
-Eres un mocoso malcriado. ¿Qué es lo que piensas hacer de tu vida? ¿Hasta cuando vas a continuar comportándote de esta manera? No te he visto por dos años, y pero aún así no has madurado, lo único que has hecho hasta ahora es vivir como te da la gana, sin importarte lo que lo demás puedan llegar a pensar de tí o de nuestra familia. -hablaba en un tono firme y severo que hubiera intimidado a cualquiera, pero no a Sasuke, él sabía perfectamente como mantener la compostura.
-Lo que los demás piensen me dá exactamente lo mismo. -dijo con un tono igual desinteresado.
Fugaku Uchiha frunció las cejas. ¿En qué momento Sasuke se había convertido en ese tipo de persona? Antes él era completamente diferente, desde pequeño siempre había tratado de complacerlo en todo, pero ahora lo tenía allí enfrente y estaba desafiándolo sin medir las consecuencias. Su hijo menor era una oveja descarriada que necesitaba con urgencia una lección y ya sabía exactamente como enseñársela. No permitiría que se burlara de él una vez más, como ya lo había hecho dos años atrás cuando sin decir y dejar absolutamente ningún rastro, se había fugado a Nueva York a vivir en completo libertinaje.
-Escucha bien lo que voy a decirte, o haces lo que te digo o tendrás que arreglártelas por tu propia cuenta.
-Hmph, es lo que he estado haciendo hasta ahora. -Fugaku entrecerró los ojos, el tono arrogante de Sasuke estaba comenzando a irritarlo.
-¿Eso es lo que crees? Dime una cosa ¿con el dinero de quien crees que has estado llevando la vida que has tenido hasta ahora?
-Con el mío.
-Hmph. Te equivocas hijo mío. -dijo esta vez con complacencia, como si ya esperara aquella respuesta. -La herencia que tu madre les ha dejado a tí y a tu hermano es mí dinero.
-¿Has estado tomando whisky desde temprano padre? -le dijo mordaz. Aquello no pareció perturbar a Fugaku, él tomó un sorbo del café y luego habló con completa pacifidad;
-Tu madre antes de conocerme no tenía un sólo centavo. Eso lo sabes ¿verdad? Sólo una vez que nos casamos ella pudo acceder a la vida de lujos que Itachi y tú llevan, la herencia que les dejó era la dote que yo mismo le había dado a su padre para que aceptara entregarme su mano. Ella jamás tuvo nada, y ustedes sin mí tampoco. El apellido Uchiha es lo que es gracias a mí y a todo mi trabajo, por eso no voy a permitir que se pierda o se ensucie sólo porque tú no quieres aceptar tus deberes. Piénsalo bien Sasuke, ¿qué decides? o te casas y me das nietos, o te quedas en la calle.
Los ojos negros de Sasuke, se oscurecieron aún más ante lo que había oido. No estaba al tanto de lo de la herencia, si eso era verdad y no una simple amenaza, su padre podía dejarlo en la calle. Y no sólo eso, si Fugaku se lo proponía, podía en destruirle la vida con sólo mover un dedo.
-Será mejor que le pidas nietos a Itachi, él estará encantado de dártelos. -su padre lo oía manteniéndo sus fieros ojos negros sobre los suyos. -Lo de tu herencia no me interesa, puedo vivir sin tu dinero y lo sabes, pero no pienso resignar lo que mi madre legalmente me dejó. Tú ya no tienes ningún derecho sobre ese dinero. La mitad de la herencia de madre es completamente mía. -Fugaku sonrió de una manera casi perversa con la insolente respuesta, e hizo un movimiento con la mano. Inmediatamente uno de los hombres que lo servían, se acercó con un maletín y le entregó los documentos que este contenía.
-Sabes Sasuke, tu madre y yo teníamos un acuerdo. Ella quería que tú e Itachi fueran personas con una gran educación y vivieran cómodamente, pero no quería que tuvieran la vida resuelta. Así que convino conmigo cuando le propuse que ustedes debían trabajar y tener una familia, para que pudieran disponer plenamente de toda su herencia. -Le entregó los folders a su hijo y este comenzó a leerlos con desconfianza.
El apuesto rostro de Sasuke se desfiguró y su interior comenzó a arder de rabia, al ver que efectivamente ese acuerdo existía y que su madre había firmado aquella estupidez. Tenía sus dudas, pero si el documento resultaba ser válido, estaría completamente atascado. Había huído de Fugaku y sus reglas todo lo que pudo pero ahora al parecer ya no podría hacerlo, sin embargo aunque tuviera más que mar y viento en contra, no se dejaría. Si el viejo estaba dispuesto a jugar de esa manera, él también lo haría. Fugaku notó su expresión de desconcierto y no podía estar más satisfecho. Su hijo haría lo que él quería de una manera u otra, lo tenía en la palma de la mano y en verdad, de una manera muy retorcida, lo disfrutaba.
-No pienso aceptar esto. Me niego a casarme sólo porque tú tienes miedo de que el apellido desaparesca. -sentenció Sasuke dejando los papeles sobre la mesa, mientras veía a su padre de forma aún más desafiante, Fugaku entrecerró los ojos. En otro momento se hubiera enorgullecido profundamente de ver que Sasuke era todo un Uchiha, pero ahora no quería su rebeldía sino su obediencia.
-¿En verdad no vas a aceptar? -la mirada firme y decida de Sasuke era la mayor contestación y él sonrió ante eso. -Te conosco demasiado hijo, sé que tú no eres la clase de persona desapegada a la riqueza. El lujo, la vida plácida es lo único que conoces, gracias a eso eres quien eres, tú no podrías vivir de otra forma. -esta vez fue el turno de Sasuke de sonreir con sorna. Debía aceptar que su padre tenía razón, él era alguien demasiado orgulloso como para ser pobre, pero no permitiría que Fugaku lo comprobara.
-Retomaré mis estudios y trabajaré en el bufete, ganaré mi propio dinero. -dijo completamente convencido de que podría hacerlo.
Fugaku bebió otro sorbo del café y luego lo dejó de lado. -Perfecto, eso puedes hacerlo, pero recuerda que tengo influencias, una sóla palabra mía te cerraría las puertas de todos los juzgados, no importa donde vayas.
-Nunca tendrás nietos, por lo menos no de mi parte.
-Eso lo veremos. -se puso de pie, al instante sus escoltas hicieron lo mismo. -Niños Uchiha, fuertes y decididos, cuatro o cinco estarían bien de tu parte, Itachi podría darme otros cuatro y con eso tu madre y yo estaríamos más que satisfechos. -le dijo y luego se retiró con una sonrisa soberbia en su bien conservado rostro.
-Sigue soñando, padre.
-ooO*Ooo-
Eran las siete de la tarde. Hinata observaba por la ventana de su habitación, lo que seguramente serían las últimas luciérnagas antes de la llegada del otoño. Una briza suave y placentera mecía las cortinas blancas, y su cabello.
Soltó un suspiro cargado de tristeza y observó el reloj que estaba sobre la mesita de noche. Tenía que reunirse con su padre en unos minutos y en verdad temía por lo que pudiera pasar. Desde su llegada lo único que quería era hablar con su hermana, pero esta se había retirado luego de decirle aquellas dolorosas palabras, y aún no había regresado. Eso le estaba rompiendo el corazón como nunca antes, podía soportar lo que fuera, pero no el desprecio de la persona que más amaba en el mundo.
Trató de pensar con calma.
Entendía a su hermana. Hanabi a pesar de ser muy joven, tenía muchas responsabilidades y una de las que más se enorgullecía era la de ser bailarina de ballet clásico. No importaba lo que fuera, ella era la mejor en todo, eso ponía muy contenta a Hinata, pero también la dejaba en evidencia. Era la mayor, pero aún así no había logrado alcanzar, ante los ojos de su padre, ni siquiera la mitad de lo que él esperaba de ella misma y eso la frustraba terriblemente. Hanabi y Hinata eran completamente opuestas, mientras una era considerada como una persona sobresaliente, la otra se autoaislaba cada vez más y si a eso le sumaban el obligatorio alejamiento que le habían impuesto, era lógico que su hermana la tratara de esa forma tan fría.
Sacudió su cabeza, no quería cargarse de malos pensamientos antes de hablar con su padre. Suspiró una vez más y abandonó su habitación con el firme propósito de recomponer las cosas en su desintegrada familia.
Cuando llamó a la puerta del despacho, una secretaria se encargó de permitirle la entrada;
-Con permiso Hiashi-sama y Hinata-sama. -dijo esta y luego se retiró, dejándo a Hinata a solas con su padre. Hiashi estaba tras su gran escritorio, mientras leía unos papeles, al ver a su hija acercarse, le indicó con un leve gesto que tomara asiento frente a él.
-Buenas noches padre. -lo saludó tratando de calmar los nervios que en realidad, ya ni siquiera sabía porqué los tenía.
-Una semana Hinata. -le dijo él directamente, saltándose el saludo. Ella enarcó una ceja confundida.
-¿A qué se refiere...?
- A tu estancia aquí, dijiste que querías ver a Hanabi y pasar algo de tiempo con ella, siete días serán más que suficientes.
-Pero... siete días es muy... -Su padre cortó su intento de objeción al lanzar frente a ella los papeles que había estado leyendo. Hinata aún más desconcertada los tomó y luego abrió grandes los ojos. -Estos son...
-Los resultados de tus pruebas de aptitud y el resumen de tu desempeño durante estos seis años. Tus profesores dicen que tu talento para la administración es nulo, y aún con todo el empeño que han puesto en enseñarte, tú no has demostrado ni siquiera un poco de interés para intentar aprender, porque dices que las finanzas no son lo tuyo.
-Yo jamás dije eso padre... -trató de alegar Hinata con la voz temblorosa.
-No es necesario de lo digas para que sepa que eso es así. Has estado malgastando tiempo y dinero, y no has logrado absolutamente nada. ¿Qué piensas hacer al respecto? -le preguntó con un tono seco.
Hinata trató de hacer que la saliva cruzara por su garganta pero no lo logró, si había algo que la aterrorizaba era esa actitud de su padre. Por eso desde el principio, una parte de ella no quería volver a enfrentarse a él, no quería volver y sentir la pesada mirada que parecía acusarla de ser el peor error de su vida. Su vista estaba fija en los papeles, pero no estaba viéndolos en verdad, sólo no se sentía capaz de levantar la mirada.
-Contesta. -le dijo Hiashi apremiante, y ella quiso que la tierra se abriera bajo sus pies.
-...
-Hmph, sabía que no podrías defenderte, por eso tuve que tomar medidas. -Llamaron a la puerta, él sabiendo de antemano de quien se trataba, dió el permiso de que ingresaran.
-Muchas noches tío. -dijo una voz que Hinata conocía muy bien, pero que no volteó a ver, sino hasta que quien era su primo, se colocó a su lado.
-Neji gracias por venir.
-No tiene por qué agradecer, vine en cuanto me llamó. Es un gusto volver a verla Hinata-sama. -dijo con una educación excelente, ese joven de largo cabello castaño. Hinata de llenó de emoción al verlo nuevamente, pero ese sentimiento estaba siendo velado por la situación en la que estaba.
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Media hora después de aquella devastadora reunión, Hinata miraba los boletos de avión que estaban sobre la mesa. Su padre estaba decidido a enviarla de regreso a Nueva York. La opinión que ella pudiera tener al respecto no le importaba, ni le había importado nunca. Hiashi Hyuuga era un hombre demasiado machista, indiferente y extricto. Lo único deseaba era tener poder gracias a que su empresa y su apellido fuera reconocidos y respetados mundialmente, nada más. Por esos motivos jamás pudo acercarse a él, nunca pudo decirle lo mucho que detestaba todo lo relacionado con las finanzas, no era buena en ello y jamás lo sería.
Los más de seis años que pasó estudiando en el extranjero ,fueron los más horribles de su vida. Día y noche se la pasó rodeada de rigurosos profesores que la perseguían tratándo de hacer que aprendiera sobre el frío, vacío y sobre todo interesado, mundo de las inversiones. Permaneció alejada de su casa, sus recuerdos y sobre todo alejada de su pequeña hermana, Hanabi, que en esos momentos parecía odiarla profundamente, y por supuesto que tenía razón en eso.
¿Cómo podía pretender que Hanabi la tratara como a una hermana, si prácticamente eran dos desconocidas? Apretó los ojos fuertemente. Quería gritar y decirle a su padre que estaba harta de todo eso. No quería continuar siendo una especie de marioneta que sólo se movía, si él así lo quería... ¿Pero a quién engañaba? ¿Gritar? ¿Ella? Eso jamás sucedería, era demasiado cobarde. Ni siquiera se atrevía a intentar levantar la mirada hacia Hiashi.
Desafiar a su padre sería la última cosa que haría en el mundo... Y por eso en esos momentos se encontraba entre la espada y la pared.
Si aceptaba irse prometiendo esforzarme aún más quizás en algún momento podría ganarse el afecto de Hiashi, pero eso significaría separarse una vez más de su hermana, y estaba segura de que luego de eso no podrían recuperar el tiempo perdido y definitivamente no estaba dispuesta a que eso sucediera. No se lo perdonaría nunca y su madre se sentiría aún más decepcionada de ella. Por otro lado si se atreviera a revelarse y decir que deseaba otra cosa para su vida, lo más probable era que su padre lo tomara de muy mala manera. Aún con todo eso, si existiera la más mínima posibilidad de que lograra hacerlo, en su camino surgía un cuestionamiento aún mayor;
¿A qué se dedicaría? ¿Qué haría de su vida? ¿Qué camino debería tomar?
Siendo sincera consigo misma, en todos esos años no había conocido otra cosa que no fueran los números que tanto odiaba, y ni siquiera había tenido la oportunidad, ni la libertad, de explorar otras opciones.
Se consideraba una completa inútil en esos momentos. Su cabeza era un gran espiral de problemas y no sabía que debía hacer. Se revolvió un poco el flequillo, y angustiada se recostó con la mejilla pegada en la mesa.
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Sentado en el salón de su habitación de aquel pomposo hotel, Sasuke leyó y releyó mil veces aquel maldito documento. No había una sola falla. El testamento que había redactado su madre, con ayuda de su padre, era perfecto. Y tal como esperaba del asesoramiento de Fugaku, uno de los mejores abogados de todo el país, era completamente arbitrario ya que le imponían una serie de reglas y condiciones a su parecer, y para el de cualquiera, completamente ridículas, además de que no había ningún hueco que lo posibilitara a escapar.
Todo estaba muy claro. Si quería continuar viviendo cómodamente como lo había estado haciendo hasta ese momento, debía casarse, pero por todos los cielos que eso no sucedería. Él había nacido libre, no comprendía, ni mucho menos compartía esa estúpida manía de la gente, de atarse de una forma tan ridícula. Para Sasuke, el matrimonio era la forma de esclavitud moderna.
¿Qué llevaba a alguien a decidir por su propia cuenta a encadenarse a otra por el resto de su vida? O por lo menos ese era el espíritu del matrimonio en el principio, ahora sólo era un mero trámite, una pantalla, una fanfarronería, una excusa muy común en la alta sociedad. Y la preocupación de su padre acerca de la posible extinción del apellido, le era aún menos comprensible.
Había escapado a Nueva York durante dos años, manteniéndose completamente alejado de la "tiranía" de su padre. Durante ese tiempo había conocido la libertad absoluta, tuvo el dinero y la astucia suficiente para hacerlo, pero al parecer todo eso tendría que quedar en el pasado.
Sin casamiento, la vida que mantuvo hasta el momento se terminaría. Maldita sea la hora en la que decidió volver al país, maldita sea la hora en la que nació en una familia tan complicada como la Uchiha. Quisiera o no, Fugaku lo tenía en la palma de la mano y podía dejarlo en la miseria con sólo pronunciar una palabra.
Apretó los puños. Casarse por interés era tan viejo como el mundo. Uno de los cliché más conocidos y él no estaba dispuesto a ser protagonista de uno.
-Padre no creas que vas a ganar. Y tú madre, aunque haya sido tu última voluntad, no voy a acatarla... -masculló entre dientes. -Juro por tu memoria que iré hasta las últimas consecuencias, y voy a encontrar la forma de anular ese testamento.
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Fin capítulo 1.
Quieren conti?
