Nanaba.

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Los minutos habían pasado, las sensaciones les habían abandonado y la esperanza empezó a resbalar por las manos de cada uno de ellos luego de darse cuenta aunque no lo exteriorizaran, que las cosas iban mal, iban terriblemente mal.

¿Qué era eso que la gente siempre decía?

¿La esperanza es lo último que muere?

Nanaba contemplaba en silencio sombrío la impía vida que le había sido arrancada de las manos a su camarada. ¿Había sido buena idea aquélla batalla? Nunca había cuestionado una orden, no por miedo o por genuflexión, sino porque a su ver las ideas que ellos tenían, eran acertadas.

Hacía mucho tiempo, años atrás había aprendido a confiar en Erwin Smith y sus compañeros. Pero ahora que miraba todo resbalarse y huir, como si un centenar de titanes les persiguieran, Nanaba se preguntaba si era mejor olvidarles y continuar o conservar sus rostros por la eternidad en su mente y su corazón.

Se preguntó si entonces, ellos les recordarían de la misma manera.

Lo único más fuerte que el miedo es la esperanza.

Recordar las palabras le distraía del objetivo. Y mientras la noche transcurría, por la mente le venían los recuerdos de lo que alguna vez fue una legión íntegra y que prosperaba. Había altibajos como en cada cosa de esa vida tan incierta, pero jamás habían perdido algo tan importante. ¿Es mejor recordar del pasado sólo los buenos momentos o se deben también conservar las malas jugadas?

—¡No soy un chico, sargento! —en ese momento Levi tuvo que girar la vista a las filas luego de darse cuenta de las palabras emitidas por la ahora aparente, nueva recluta.

Mike se quedó en la misma posición en la que había estado pero no aguantó la sonrisa ladina que adornó sus labios y transfiguró la adusta expresión que siempre llevaba su rostro. Nanaba creyó que había dicho una broma pero no rompió la formación aún cuando Levi le vio como si tuviera tres cabezas.

—¡No soy un hombre, sargento! —volvió a repetir Nanaba, ésta vez con una voz más potente, pensando que quizá el sargento no le habría escuchado—. Mi nombre es Nanaba y fui reclutada hace tres días.

Mike tuvo que bajar la cabeza luego de observar la expresión de Levi. La rubia no lo hacía con intención real de molestar a Levi, pero por María, Rose y Sina que su expresión era de incredulidad total. Ese hijo de puta podía ser gracioso cuando quería.

—Hn.

Y ahora venía la mueca indiferente de Levi, un breve asentimiento y su retirada del campo.

Mike tuvo que morderse el labio porque era la primera vez luego de Hanji que éste se quedaba con las palabras en la boca sin poder de refutar a algo.

Luego la sonrisa de Nanaba iluminó el pasillo y en su mente se aglomeraron las vivencias tras los muros y las expediciones. Se aglomeraron los llantos y las risas después de los entrenamientos, los olores y la sonrisa de Mike aunque la mayoría de las veces no iba dirigida a ella, pero allí estaba.

Esa sonrisa impoluta que tenía luz propia. Las últimas palabras y el recuerdo de la guerra cayendo sobre sus hombros.

Cuando terminó de ajustarse la venda en el pecho se abotonó la camisa y sus pasos le llevaron de nueva cuenta a donde venían los sonidos de dolor y terror capaz de desgarrar tímpanos.

Uno no puede saberlo pero quizá esa sea la última noche en la que ella le recuerde.

Al menos, espera recordarle de la mejor manenera.