Esto llevaba tiempo deseando subir. Hablé en su día con Shadechu de él. Es solo primer capítulo así que más adelante se responderán preguntas y demás nwn.


Datos del fic:

Título: kurisumasu no neko no tame

Parejas: Todas las canon, más extras. Principales: SasuSaku y NaruHina.

Ranking: M.

Temas: Romance, humor, Lemon, OOC, IC, Soez.

Advertencias: kemonomimi x humano. Puede parecer Shota, pero darle su tiempo.

Disclaimer: Naruto y sus personajes no me pertenecen, son de uso de propio protario.


kurisumasu no neko no tame


ºMilagro de navidadº

1


Cuidado con lo deseas...

Podría ser más de lo que esperas.


Navidad, diciembre del 2015.

Ciudad Konoha. En alguna casa en el centro.

Los anuncios de la televisión eran los rastros de una noche aburrida y triste. Mientras en el resto de casas la gente se reunía frente a los árboles de navidad, cantaban villancicos y comían turrón. Los regalos esperaban bajo las ramas repletas de bolitas y figuras navideñas.

Pero en su casa no.

Ambas estaban sentadas en el sofá, rodeadas por una manta que compartían, con la mirada fija en aquellos aburridos anuncios de bombones de navidad y regalos para infantes. En sus manos, sostenían una copa de champan.

Quedaba nada para que fueran las doce de la noche, para que las cosas se dispararan y la gente abandonaran sus cálidos refugios y se dejaran acariciar por la emoción en medio del frio.

Ellas eran jóvenes, hermosas y podría parecer que podían comerse el mundo. Pero muy lejos de la realidad, estaban ahí sentadas, en pijama y pantuflas. Habían cenado algo delicioso, sí, con lo poco que podían permitirse, una de ellas cocinaba de maravilla. Pero eso fue todo.

Sus planes de navidad habían sido guardados en el cajón. Nada iba a seguir adelante. Parecía que esa navidad era el peor desastre de sus vidas.

Sus parejas respectivas habían cancelado cualquier tipo de cita y viaje. Tan solo unos mensajes de felicitación era lo que esperaban como máximo en su buzón de voz. Pero no era eso lo que tenía afligidas a ambas muchachas.

Su mal principal se llamaba "Manitas para hogar". Quienes pocos comprendieran, no entenderían su tristeza, pero aquellos que las conocían, sí.

Todo a causa de los centros comerciales de la familia Arenas.

Ambas eran dueña de una tienda para animales. No era convencional. Una tienda que vendía piensos y animales para adopción, nunca venta de ellos. Durante un año las cosas fueron bien, eran felices, animales de toda clase eran adoptados y los piensos se vendían bien.

Luego llegaron las construcciones del nuevo centro comercial y quedaron rápidamente aplacadas. La gente parecía más interesada en cosas materiales que en salvar vidas y con el centro comercial que vendía piensos incluidos, las visitas fueron menguando hasta que fueron incapaces de tener la tienda abierta.

La preocupación de qué hacer con los animales y cómo volver a montar todo, las había dejado con una mano delante y otra detrás.

Por esos motivos, su celebración era un desastre.

Justo cuando daban las doce, ambas se miraron con tristeza. Un par de ojos verdes y otros de un color misterioso, único. Una de cabellos rosas cortos y otra de cabellos azulados largos. Se sonrieron con tristeza. Ambas habían llorado mucho ya un día atrás. Juntas, abrazadas mientras todo se les caía encima.

Levantaron las copas, chocándolas y pegaron su frente mientras cerraban sus ojos. A la par, sus labios moviéndose.

—Deseamos un milagro.

Con toda la fuerza de su corazón.

Y justo entonces, el timbre sonó...

— & —

Sakura fue la que se levantó primero ante la atenta mirada de Hinata, quien se relamía el champán de la comisura de los labios y la miraba interrogativa. Dejó la copa en la mesa y esperó a que la siguiera. Lo primero que pensó que fue en los niños de la casa de al lado que fueran a pedirles el aguinaldo, pero desechó la idea porque ese día, la familia había salido, asegurándose de informarlas.

Sintiendo a Hinata en su espalda, miró por la mirilla pero no vio a nadie, no obstante, la luz estaba encendida y volvieron a llamar. Dando un respingo, Hinata le jadeó en el hombro, aferrándose a su ropa, mirando preocupada hacia la puerta.

Sakura no se lo pensó más y abrió. Una ráfaga de aire frio entró en la casa, cegándolas por un instante. El sonido de algo sacudirse y un ligero maullido. Mientras abría los ojos, por un instante sopesó que era alguien abandonando un animal.

Lo primero que vio fue dos pequeñas sombras en medio de un halo blanco. Luego, las figuras fueron tomando formas hasta que fue incapaz de creerse lo que tenía ante sí.

—Hinata, dime que ves lo mismo— suplicó.

Hinata se frotó los ojos y asintió.

—Yo… veo dos niños, sí.

Sakura afirmó con la cabeza, mordiéndose el labio inferior. En eso estaban de acuerdo. Bien. Pero había algo más. No eran simples niños. Y aparte de que resaltaban por la diferencia tan obvia, como que uno era como el sol dorado y el otro como la noche pura, era otra cosa más llamativa.

—Pero, Sakura-chan— murmuró Hinata apretando las manos contra su jersey de cuello alto gris—, ambos…

Sakura asintió.

—Ambos.

Hinata volvió a la carga.

—Pero… eso no es posible…

—No lo es— concedió. Y los señaló mientras la miraba asustada—. Tienen…

Colas. Orejas. Y colmillitos sobresaliendo de sus labios.

Todas esas cosas.

Y lo peor de todo, es que eran…

— ¡Adorables! — exclamaron a la vez.

—Pero no puede ser— reaccionó Sakura frunciendo el ceño—. Son humanos.

Ambas se miraron indecisas y confusas. Cuando volvieron a centrar la atención en la puerta, ambos pequeños no estaban. Se miraron y frotaron los ojos, preguntándose si aquello no habría sido una pura alucinación por el estrés que llevaban encima. Pero todo regresó cuando la visión de ambos chicos regresó.

Uno de ellos estaba colgando de la lámpara sujetándose con la cola de color oscuro y cogiendo algunos dulces que habían sobrado del postre de la cena. Y el segundo, jugaba con las bolas de navidad que ella había colgado a petición de Hinata, saltando de un lado a otro.

Ambas se miraron incrédulas.

—¿Qué clase de broma es esta? — cuestionó mirando hacia Hinata, esta palideció, negando.

—Yo… No tengo ni la menor idea…

Sakura se llevó las manos a las caderas, tomando aire. Tras cerrar y abrir los ojos, se acercó al chico más cercano, el rubio que, al contrario que su compañero, tenía una cola rubia y pomposa, además de orejas que más de forma gatuna, parecían de un zorro.

Lo atrapó de la camiseta de tirantas blanca que llevaba, sorprendiéndole no sentir frio tras la helada que estaba cayendo fuera. AL contrario, su piel estaba caliente. El chico se zarandeó, sacudiendo piernas y manos hasta que quedó quieto, mirando hacia ella, con la cola entre las piernas y… ¿las orejas gachas?

¿Acaso no estaban simplemente pegadas?

—A ver, niños— llamó, viendo que el de cabellos negros se detenía, con las comisuras llenas de cereza que ahora se quitaba de la lengua con ambas manitas, como si lo hubiera confundido con otra cosa que no era y el dulce le diera escalofríos*—. ¿Quiénes sois? ¿Y vuestros padres? No deberíais de estar así vestidos en pleno invierno. ¡Pillareis un resfriado! ¿Acaso están haciendo Cosplay?

Hinata se acercó, cogiendo al de cabellos oscuros y sentándolo en el sofá con dulzura. Sakura la imitó con el inquieto rubio. Ambos las miraron los ojos grandes y rasgados. Sakura comenzaba a dudar. ¿Qué clase de persona se habría entretenido en hacer que esos pequeños se pusieran lentillas felinas?

—Somos vuestro regalo de navidad— respondió el rubio sonriendo—. ¡Vosotras nos llamasteis!

Ambas intercambiaron una mirada de duda. Recordaban haber brindado y haber pedido un deseo, para ser más correctos, un milagro. Pero dudaba que aquello se tratara de dos mocosos haciendo cosplay de gatitos. Por muy adorables que fueran.

Hinata había levantado la manta para cubrirlos cuando escucharon un tintineo en el tejado y como si algo rasgara las vigas. Ambos niños saltaron con agilidad hacia la ventana, sacudiendo una manita a la noche. Cuando Sakura y Hinata llegaron, solo alcanzaron a ver una estela en el cielo, entre los copos de nieve.

—Eso era…

—No, Hinata— rogó Sakura con cierto repelús—. Son cuentos de niños.

—Lo has escuchado igual que yo, Sakura. — Hinata tragó y miró a los niños, pensativa—.Nosotras no tenemos chimenea.

—Y tampoco somos niñas— objetó la joven de cabellos rosas apartándose de la ventana mientras se frotaba los brazos—. Es imposible. Pensar que el sonido fuera de papá Noel, por favor.

Cuando miró hacia su amiga, ambos niños colgaban de sus brazos, uno a cada lado mientras la chica sonreía con amabilidad y paciencia. Sakura la miró acusadoramente.

—No. NI lo pienses. Una cosa es aceptar animales y otra muy diferente… ¿Sabes las de explicaciones que tendremos que dar?

—Venga, solo la noche. Damos parte a la policía mañana. Son adorables y divertidos.

—¿Divertidos? — exclamó levantando las manos y señalándolo a ambos chicos, que, de algún modo, trepaban por la cortina para ver quién llegaba antes a la barra—. ¡Van a destrozar la casa haciéndose pasar por gatos!

El rubio quedó colgando de la barra, mirándola con una sonrisa.

—No nos hacemos pasar por gatos, somos gatos.

Hinata extendió las manos para atraparlo y pegándolo a su pecho, lo acarició. Sakura bufó.

—Sí, bueno. Ya tuve suficiente. Quitaros esas cosas que os hacen parecer mascotas y mañana buscaremos a vuestros padres.

Alargó las manos y aferró al moreno, buscando entre sus cabellos la diadema que sujetaba las orejas. El niño ronroneó, hasta que le tiró de la oreja. Entonces, se revolvió y le dio un bocado en la mano. Sakura maldijo, apartando la mano y viendo como saltaba de su agarre ágilmente al suelo para tocarse la oreja y mirándola ofendida.

—Son…— Tembló—, de verdad…

— ¿Eh? — cuestionó Hinata mirándola con incredulidad, luego al niño rubio en sus brazos—. ¿Son reales?

El niño sonrió y asintió, enrollando la cola en la cadera de Hinata, dando un tirón, como si quisiera remarcar la fuerza de su extremidad.

Sakura se dejó caer en el sillón, mirándola, con las manos entre las rodillas y ligeras lágrimas en los ojos.

—¿Qué… son? Hinata… son reales… eso quiere decir que… que son niños gatos o algo… así…

—Algo así— repitió el moreno subiendo por la parte trasera del sofá hasta quedar sentado a su lado—. Un milagro de navidad. Eso somos. Hmf— zanjó orgulloso.

Sakura lo miró tan solo un instante antes de rodar los ojos y clavarlos en la copa de champán que había dejado sobre la mesa. Aferró la copa y se la bebió de un trago, limpiándose la boca con el dorso de la mano.

Hinata apagó la televisión, mirándola preocupada.

—¿Qué vamos a hacer entonces, Sakura-chan? — cuestionó.

Sakura negó, echándose el flequillo hacia atrás con los dedos.

—Estoy pensado en acostarme. Sí— afirmó levantándose y girando sobre sus pies—. Me acostaré. Y mañana nada de esto habrá pasado. Volveremos a estar en la ruina como antes— hablaba mientras avanzaba hacia su dormitorio, desnudándose por el camino—, será el día siguiente de navidad. Tú irás a casa de tus padres y yo a casa de los míos para que, como siempre, sientan pena de mí.

Hinata la había seguido, apagando las luces, con ambos niños aferrados de su pantalón del pijama. Sakura abrió un lado de su cama tras encender la luz de la mesita de noche, sentándose.

—Y tú irás a ver al ogro de tú padre que no entiende que hacer feliz a los demás también es importante en esta vida— continuó. Hinata se mordió el labio inferior y sonrió—. Sí, lo sé. Es duro lo que te digo, pero tu padre es de ese tipo. Ambas lo sabemos.

—Lo sé— confirmó la morena.

Desvió la mirada de Sakura solo para ver cómo el gato moreno saltaba en la cama y rebuscando, se metía bajo las mantas. Sakura se quedó pálida, sacudió la cabeza y volvió a la tarea de prepararse para dormir.

—Entonces, volveremos a casa y continuaremos buscando nuevos sitios baratos para poder seguir con nuestra vida, si es que podemos— añadió esto último en voz baja.

El chico rubio pareció escucharla, porque trepó por la espalda de Hinata sin que esta se inmutara y la miró fijamente, sonriendo.

—¡Mejorará! ¡Lo hará! ¡Para eso estamos nosotros aquí!

Sakura le miró, suspirando, con una mano en la cadera y otra en la frente.

—Intento hacer que no estéis precisamente. De todas maneras, si fuera real. ¿Qué es lo que seríais capaces de hacer?

El rubio dudó, guiñando los ojos mientras se mordía un dedo, como si tuviera la respuesta a la pregunta en la punta de la lengua.

—Mañana abre la tienda y lo verás— respondió, no obstante, el gato de cabellos oscuros.

Hinata y ella intercambiaron una mirada, suspirando.

—De todas maneras, tenemos que ir— opinó Hinata pensativa—. Probemos a ver.

Sakura se frotó el ceño y se recostó en la cama.

—Como nos acusen de secuestro o de pederastas, verás tú qué gracia te hará recibir visitas de tu padre detrás de un cristal antibalas y unas rejas preciosas.

Hinata rió, dándose la vuelta para irse a su dormitorio. Sobre el hombro, todavía, llevaba al chico rubio. Y bajo las sábanas de su propia cama, el chico de cabellos oscuros se había enroscado, sonriendo con cara tranquila.

Sakura no pudo dormir esa noche, preguntándose qué sería de ella mañana.

Al día siguiente, Hinata despertó con un ligero cosquilleo en la cara. Cuando abrió los ojos, lo primero que vio una sombra rubia moverse frente a su rostro, hasta que pudo enfocar correctamente de qué se trataba.

El pequeño niño dormía de espaldas a ella, pero con los pies sobre la almohada y la cabeza sobre su vientre. Al moverse, la cola hizo lo propio. Al principio, el recuerdo de pensar que eso era real, la estremeció y asustó, pero sentía cierto alivio de saber que todavía estaban ahí.

Eso significaba que no habían mentido. O que su mentira era también demasiado grande para ellos. Al fin y al cabo, eran niños.

Se levantó con cuidado de no despertarlo y corrió al cuarto de baño. Al salir, descubrió a Sakura asomándose y mirando al niño rubio con los ojos entrecerrados. Le sonrió.

—No han desaparecido ni nada así.

—Eso me aterra mucho, Hinata.

La susodicha no pudo más que darle la razón. Cierta parte de todo eso era inquietante.

Se volvieron para salir al salón justo cuando el niño de cabellos rubios se coló entre las piernas de ambas, riendo, para ir hacia el dormitorio de Sakura. Ambas intercambiaron una mirada de curiosidad antes de seguirle.

Al entrar, se encontraron con la escena del rubio saltando sobre el dormido moreno y sentándose encima con todas sus fuerzas. El moreno soltó un maullido de sorpresa y un instante después, se había girado de una forma realmente rápida, hasta para sus ojos, mordiendo la oreja del chico rubio que casi temieron que se la arrancara mientras lo empujaba con manos y pies para lanzarlo contra la pared.

El niño rubio cayó a cuatro patas, riendo, mientras el moreno le miraba amenazadoramente, con la promesa de hacerle algo peor si continuaba.

—¡Ellas despertaron, Teme!

El chico de ojos oscuros se levantó de un salto y bajó de la cama, acercándose a ellas.

Hinata les miró en espera.

—Comida— soltó el moreno extendiendo la mano.

Hinata miró hacia Sakura, preguntándose qué comerían. Esperaba que comida, después de verle robarse los dulces, aunque luego los escupiera como si quemaran.

—¿Qué clase de comida es la que podéis comer? — cuestionó preocupada. No tenían nada de comida para animales en su casa.

—Comida— respondió el moreno mirándola con incredulidad.

Hinata intercambio una mirada cómplice con Sakura. Los dos niños se sentaron en la sillas frente a la mesa, esperando. Los restos de los postres de la noche continuaba sobre la mesa y ambos los apartaron con cierto desagrado. Especialmente, las cerezas por parte del chico de orejas negras.

—¿Creías que eran otra cosa? — cuestionó Sakura inclinándose sobre la mesa. Apartó unos mechones oscuros del rostro del pequeño.

—Tomates. Los humanos cultiváis.

Sakura sonrió y miró hacia Hinata.

—También se pueden comprar.

Hinata sonrió.

—No te preocupes, todavía tenemos algo de eso en la nevera. ¿Tú que prefieres? — cuestionó mirando al rubio.

El chico lo sopesó.

—¡Ramen!

Hinata cruzó los brazos negativamente.

—Ni hablar. Eso no es desayuno. Pero algo te haré.

El chico hizo un mohín adorable y Hinata se sintió culpable, pero divertida. Mientras prepara la comida, escuchó a Sakura hablar con ellos, interrogarles en busca de respuestas que no era nada claro.

—Al menos, decirnos cómo os llamáis— cuestionó Sakura terminando de poner la mesa.

Los niños se miraron, como si fuera algo que debieran de decir nada más llegar, cosa que era cierta.

El rubio levantó una mano, sonriendo sin cesar. Parecía la luz, la alegría.

—Naruto-neko.

El moreno simplemente se encogió de hombros, totalmente diferente.

—Sasuke-neko.

—Y somos vuestro milagro de navidad— repitieron a la par.

Continuará...