Summary:La luna es la que rige a los que no somos humanos. Luna Nueva, Luna Creciente, Luna Llena… El cuarto Menguante. Para cada uno de nosotros, estas transiciones poseen una energía que nos altera y nos convierte en los depredadores sin conciencia que realmente somos… aquel tipo de bestia que no sabe distinguir entre los sentimientos y la sed.
Disclaimmer: Ninguno de los personajes me pertenecen, éstos son obra de Stephenie Meyer. Yo sólo los uso como entretenimiento, sin afán de lucro… bla, bla.
..
Cuarto Menguante.
..
Prólogo:
..
Los ojos de Bella observaban sin parpadear las gotas de lluvia que resbalaban incansablemente por el cristal de la ventana. No había nada interesante en ellas, pero le gustaban. Le parecía gracioso ver cómo chocaban y zigzagueaban entre ellas como si fueran pequeñas serpientes de escamas transparentes.
—Bella, ven, te voy a arreglar– la voz de su madre la distrajo.
Deslizó resignadamente la obscura cortina de terciopelo vino y caminó a su habitación. Renne ya le esperaba adentro, sentada a la orilla de la cama y sonriéndole alegremente. Se acercó con lentitud, con silenciosa resistencia. De haber sido algún otro niño de su edad, Bella se hubiera tirado al suelo y pataleado para demostrar su inconformidad. Pero ella se limitó a guardar absoluto silencio mientras las manos de su madre cambiaban sus cómodas ropas por un horrible y pomposo vestido color plata.
Se preguntó, mientras Renne terminaba de cepillarle sus cabellos, a qué se debía tanta formalidad; fuera cual fuera el motivo, lo odiaba. Nada podía ser suficiente razón para que ella cargara con algo que la hacía sentir como un globo.
Charlie se había puesto un caro smoking y la mesa estaba adornada por el mejor y más lujoso juego de copas que tenían. El que se usaba exclusivamente para "eventos especiales".
—Han llegado.
Sus padres se pusieron de pie y caminaron hacia la puerta, un segundo después que el timbre sonara.
Bella sabía que tal gesto había sido solamente para disimular ser lo que no eran: humanos. Una de las tantas molestias que debían de soportar al tener que vivir en un edificio atestado de mortales.
—¡Anthony, Elizabeth! – saludó Charlie animosamente a la joven pareja que acababa de entrar al departamento – ¡Cuánto tiempo!
—Así es, querido – sonrió la dama de larguísimo cabello color cobre, cerrando con suma elegancia su paraguas negro – ¿Cuánto ha pasado desde que no nos veíamos? ¿Un siglo?
—Noventa y ocho años, para ser exactos –informó Renne.
—Tengo pésima memoria y lo sabes –su pareja le quitó el ostentoso abrigo y lo colgó en el perchero del recibidor – Lo único que no se me ha olvidado es de la noticia tan más grata que me diste en cuanto nos pusimos en contacto. Tú debes ser Isabella – se acercó e inclinó para mirarla de frente – ¡Eres hermosa!
—Bella, saluda a los señores Masen. – alentó su madre – Ellos son unos viejos amigos nuestros.
—Mucho gusto.
—Es tímida – la excusó Charlie
—No te preocupes – dijo Anthony, haciéndose a un lado para dejar libre a la vista a un niño que parecía tener más o menos su misma edad –Nuestro hijo es igual. Edward, saluda.
El niño dio un paso al frente e hizo una pequeña reverencia con la cabeza. Luego, su mirada se centró en ella, con curiosidad. Bella frunció el ceño en respuesta. No le gustaba que la observasen.
—Siéntense, por favor –invitaron sus padres.
Ella tomó lugar en medio de ambos. Igual Edward. Quedaron frente a frente y Bella tuvo la sensación de que la sala comenzaba a hacerse más y más pequeña conforme pasaban los segundos y ése niño no dejaba de mirarle. Había algo extraño en sus ojos. Un destello de luz que no lograba identificar, pero que la incomodaba.
—Hija, ¿Qué sucede? –preguntó su papá al percatarse.
—Él – señaló a su pálido espectador.
—Edward – reprendió Elizabeth – Lo siento, aún no manipula muy bien la lectura de mentes…
—No puedo – susurró el niño, claramente frustrado – No puedo leer sus pensamientos.
..
..
Verano. El sol brillaba fuertemente, hasta cegar la vista. Isabella extendió su brazo, moviéndolo suavemente mientras lo observaba con declarada curiosidad.
—¿Qué haces? – preguntó Edward.
—Quema – contestó —La luz quema.
—¿Nunca habías salido en un día como este?
—No sin un paraguas.
—¿Por qué?
—No lo sé.
—Te dije que el verano era divertido, aunque no tanto como el otoño.
—Sigo prefiriendo el invierno.
—La primavera también es agradable.
—¿Ah, sí?
—Por supuesto.
El niño comenzó a arrancar varias florecitas blancas que habían alrededor, sembradas en el pasto. Las anudó con destreza, formando una especie de corona, la cual dejó caer sobre la alborotada cabeza de Isabella sin aviso previo.
—¿Y esto?
Edward entrecerró los ojos mientras la miraba con detenimiento un par de segundos, como si estuviera analizando alguna gran complejidad. Después, dijo:
—No te va…
—¿Huh?
—Te falta gracia para ser una princesa.- le quitó la corona y la acomodó en el suelo.
Isabella infló los cachetes, ofendida, a la vez que sus padres y los señores Masen reían desde un obscuro rincón. ¿Quién iba a imaginar que ese niño arisco que había conocido meses atrás se convertiría en el ser más irritable que pudiera existir en la faz de la tierra?
—¡Como si quisiera! – escupió.
—¿A dónde llegarás? Eres una gruñona.
—¡Tú eres un tonto!
—Fea.
—Niños, niños – intervino Elizabeth – Basta, no se peleen. Edward, pídele una disculpa a Bella por ser tan grosero con ella.
—Sólo le dije la verdad.
—¡Edward!
—Oh, vamos – se acercó su esposo – déjalo hablar. Quiero ver qué es lo que opina dentro de diez años. Apuesto a que estará loco por ser su pareja y entonces se arrepentirá de sus propias palabras.
Edward hizo una mueca de asco mientras Bella le sacaba la lengua.
—Esperemos que así sea – suspiró Elizabeth.
—Tranquila – animó Charlie – Renne y yo peleábamos todo el tiempo antes de que nos juntáramos. Los humanos lo llaman "Amor Apache".
—¿Porqué Bella tiene que ser mi pareja? – se quejó el ojiverde.
—Porque estamos seguros que nadie, mejor que tú, cuidará de ella – contestó Renne, regalándole una sonrisa llena de sincera confianza– ¿O me equivoco?
Edward no contestó, no porque no quisiera, si no porque no alcanzaba a entender de lo que hablaban… hasta esa noche.
..
..
Obscuridad. En el cielo no se pintaba ni el menor atisbo de luz…
—¡Bella, Edward, quédense aquí! No salgan hasta que amanezca.
Renne lo miró a los ojos por un fugaz y profundo segundo.
—Cuídense.
—¡Mamá!...
Isabella intentó correr, pero sus manos se lo impidieron.
—No temas – susurró él, de manera espontánea, como si las palabras dichas por sus padres cobraran vida y se instalaran en su alma – No estarás sola. Yo siempre estaré contigo…
Bella se acurrucó contra su pecho, temblando y llorando en la obscuridad. Ambos sabían que su familia ya no regresaría y que lo único que les quedaba… era la presencia del uno para el otro.
..
..
Hola, jeje. Sí, otra más... Bueno, esta historia no será larga. Unos diez, doce capítulos. En fin, me voy. Gracias por su tiempo ^^, se cuidan y hasta pronto.
atte
Anju
