No había notado cuanto había crecido, cuanto se había desarrollado, cuanto… había dejado de ser simplemente una niña. La miró, vio cómo se iba por esa puerta, por la misma puerta por la que una vez entró. No sabía qué hacer, estaba asustado, estaba desesperado, nervioso. El mismo sabía que no podía detenerla, ya no tenía razones para que ella estuviera con él, no había ninguna, por su parte, ella estaba frente a la puerta, rodeada de varias maletas, su mano estaba en la perilla, girándola lentamente. Escasos segundos después ella abrió por completo la puerta, un hombre estaba parado afuera de la casa, ella le hizo señas de que podía entrar, el hombre no espero más, sacó unas llaves de su bolsillo, las llaves del auto en el que ella se iría y abrió la cajuela, una vez completada esta acción abrió la reja de la entrada de la casa y se dirigió a la puerta, ahí estaba ella parada, sin hacer nada salvo respirar.
- ¿Todas estas señorita?- preguntó el hombre.
- Todas esas.- contestó la chica con una voz que apenas y se podía alcanzar a oír.
El hombre no espero más y entró al interior de la residencia, tomó cuantas maletas pudo, sabía que tendría que hacer unos tres viajes como mínimo para poder meter todas las cosas en el auto. El hombre pudo ver la mirada que tenía, el que al parecer era el señor de la casa, estaba como devastado, podía ver una mirada fría pero a la vez llena de dolor, el tampoco hacia algo, respiraba de una manera normal. Decidió que sería mejor no hablar y apresurarse a meter todas las pertenencias de la chica al auto. Después de unos minutos todo estuvo listo, la chica dio unos dos pasos afuera de la residencia, mientras con una mano cerraba lentamente la puerta de la casa. El joven tenía ganas de correr detrás de ella, abrazarla y besarla, pero sabía que no podía, que por más que quisiera ella no podía estar a su lado, lo único que podía hacer era afrontar la situación e intentar reponerse de alguna manera. La puerta se cerró completamente, dejándolo solo en la casa, apretó los puños y soltó un gran suspiro. Afuera la chica comenzó a caminar en dirección del auto, al llegar a él, el mismo hombre de hace rato le abrió la puerta trasera para que ella pudiera entrar, no se quedó parada afuera del auto, al contrario, entró con rapidez y elegancia al automóvil, se acomodó, inhalo y exhalo, volteó a ver a la que alguna vez fue su hogar y débilmente dijo:
- Gracias.- y el auto comenzó a avanzar para llevarla a su destino.
