La historia de Alissa (Antigua Israel)
Me llamo Alissa, tengo más de tres mil años. Mi papa es Abraham. Tal vez me conocen por ser el primer pueblo monoteísta. Me paso la mayoría del tiempo copiando las escrituras de la Tora, pastoreando ovejas, peleando con las ridículas de Helena y la egipcia esa que detesto tanto –lanza gruñidos, al rato se calma– Bien, ¿cómo iba? A si… también me dedico a desarrollar doctrinas con los sacerdotes del templo en mi capital: Jerusalén.
A lo largo de mi vida no he sido un pueblo muy sofisticado y lleno de grandes ciudades ¡no! Soy más tranquila en ese punto: me dedico a la agricultura y al rebaño; ablando de eso, mi mascota es una oveja –sonríe, acariciando a su ovejita– También me caen bien las palomas ¡son tan bonitas! Los cerdos no, están prohibidos por mi señor Dios.
En mi juventud conocí a Egipto –pone mala cara– En ese entonces nos llevábamos normal: ni muy bien ni muy mal. ¡Pero! A la señorita sabelotodo se le ocurrió la brillante idea de que yo fuera su sirvienta personal ¡esclavizo a mi pueblo! – frunce mas el seño– si no fuera por el señor… no se que hubiera sido de nosotros… –se calma, suspirando–
En un tiempo fui un imperio muy famoso –sonríe melancólicamente– El señor nos dio la bendición de tres grandes reyes: Saúl, David (mi querido rey, era tan humilde y bueno) y Salomón (se caracterizo por el hombre más inteligente de su tiempo) Después de eso, llegaron dos hermanos completamente diferentes entre sí: Samaria (es tan ridícula, siempre me lleva la contraria –hace un bufido–) y Judá (sin comentarios…) Con ellos la vida se hizo más llevadera.
Tuvimos reyes y reinas dementes, un ejemplo seria Jezabel –tiembla–Esa idolatra fenicia era muy loca, mataba a todos sin piedad ¡intento matar a un profeta del señor! Bueno… preferiría no hablar de eso. Mis otros familiares son mis primos: El reino de Amón, El Imperio Hitita (ese es más lejano), El Renio de Moab y el Reino de Edom. Los otros son enemigos de la infancia: Los filisteos, fenicios, moabitas, idumeos, madianitas, amorreos y amonitas ¡siempre venían a mi casa a pelear! Son tan fastidiosos… Con los hermanos Babilonia y Asiria… eso es otra historia –se masajea las sienes– Pero, el único que me llevo bien, es con Persia ¡me ayudo a reconstruir el templo! El es tan bueno –suspira como una enamorada–
Después de vivir por siglos en paz con mi gente y las ovejas, llego Helénica y… nos peleamos ¡me obligo a traducir las escrituras en griego! ¡Toda! Se imaginan, tarde años en eso –hace un puchero, pero recobra la compostura– Años más tarde llego… un tipo que se cree buenísimo ¡y es tan bobo!: Roma… construyo un Imperio que aun vive, yo soy una de sus numerosas provincias. Cada vez que viene me peleo con el ¡no lo soporto! Es más infantil que la idiota de Samaria–hace un bufido enojada. Después de mucho respirar se calma–
Esa es toda mi historia, no hay nada más que decir… ¡no! Aun falta–se ríe casi infantilmente– Ahorita tengo otra hermana, profesa una religión nueva, creo que se llama cristianismo. Según ella, el tal Jesús fue su fundador. Yo no sé ni me interesa ¡con tal de que no se junte con los gentiles todo estará bien!
Sin más que decir ¡Shalom!
