Título: Poderosa
Rating: T
Disclaimer: Lamentablemente no soy Hidekaz Himaruya, así que Hetalia-Axis Powers no me pertenece.
Advertencias: UA. Drabble. Nombres humanos –Estados Unidos es Alfred (como siempre) y Bélgica es Veronika.
La nieve del rellano se deshace poquito a poco bajo sus pies descalzos, como un tierno helado de nata, y aún así no puede evitar soltar una risita mientras Alfred tira insistentemente de sus manos para que salga de una vez al jardín y contemple el blanco y precioso panorama de su ciudad cubierta de nieve por la noche.
El aire es seco, gélido y rasga la suave y sonrojada piel de sus mejillas, pero ella nunca ha sido de esas personas que se rinden a la primera de cambio, por lo que reúne una pequeña bola de copos entre sus manos y la lanza con puntería al rubio, que se encuentra demasiado absorto intentando levantar un muñeco de nieve como para darse cuenta.
La blanca bola impacta con fuerza contra la espalda de Alfred, quien se rasca la zona -como cuando le acribillan los mosquitos en la casa de Guntersville y gracias a eso se tira como una semana pidiendo mimos- y con una sonrisa socarrona le saca la lengua a su novia, viendo como esta le devuelve la mueca con fingido desdén.
-¿Sabías que atacar por la espalda es de cobardes?
Veronika alza las cejas y apoya con suavidad su espalda contra el marco de la puerta, intentando no reír cuando escucha las carcajadas de Alfred casi resbalándose al colocar la cabeza del muñeco agachado.
-Es bastante raro que un héroe esté a punto de casarse con una chica cobarde, ¿no crees?
-Touché – el rubio le muestra los dientes con gesto burlón, ajustándose las gafas empañadas por el frío y eso es la gota que colma el vaso para que Veronika atraviese, dando saltitos, el tramo de jardín que la separa de su novio. Al llegar le golpea cariñosamente la nuca.
-¡Ey!
-¡Menos burlarse del francés, señorito! –ríe ella y se deja atrapar por los cálidos brazos que llevan un buen rato invitándola a que se una a la fiesta. Alfred le sonríe de esa manera que hace que sus rodillas tiemblen y, después de apartar unos cuantos mechones de su flequillo rubio, la levanta para que pose sus pies desnudos sobre sus botas, alejándola de la escarcha. Pequeños besos recorren la piel fría de su cuello.
Veronika sabía que esa era su peculiar manera de vengarse. Le había costado horrores convencer al americano para que se decidiera a aprender –si es que lo podían llamar de esa manera- un poco de francés. Ella misma era quién le daba las pequeñas clases particulares, aunque no cumplían mucho con su cometido cuando él constantemente la interrumpía susurrándole al oído lo sexy que sonaba hablando francés.
Alfred aparta sus labios haciendo un chirrido de fastidio con los dientes.
-Mierda, tienes la piel congelada.
-Oh, usted perdone –los dedos de la belga se hunden en las carnosas y cálidas mejillas del americano, estirando sin hacer daño. -¿Alguna queja más?
Él suspira, presionando el menudo cuerpo contra suyo porque es ahí donde debe estar y punto, y coloca su pulgar derecho sobre los labios femeninos, recorriéndolos una y otra vez, y otra y otra hasta que Veronika le muerde la yema del dedo delicadamente, cerrando los ojos como suele morder las cerezas los viernes después de comer.
-Sí. Que te quiero demasiado. Sólo así se explica que un héroe se deje maltratar tan vilmente por alguien sin poderes –su nariz se frota mimosamente contra la de ella, haciéndola sonreír y él sonriendo aún más si es que es posible. Los ojos azules están fijos en sus labios y se oscurecen, casi como la tinta, cuando ella se relame la boca en un arrebato. La mirada azul se eleva con fascinación y deseo hasta encontrarse con unos enormes ojos verdes que él siempre ha jurado y perjurará que le sonríen.
-Retiro lo dicho. Eres demasiado poderosa. Perfecta para mí.
