¡Hola! Después de un largo tiempo, vuelvo a publicar aquí. Parece que ahora que tengo faena por hacer, la inspiración acude a mí. Así que decidí escribir y dejaros este primer capítulo de one-shots a modo de "Piloto" a ver si os gusta. Si dejarais un comentario hariáis a una servidora extremadamente feliz, jeje :3


La noche había caído en Manhattan. Después de un arduo día de trabajo – los dobles asesinatos resultaban ser siempre agotadores – Beckett observaba, en silencio, la luminosidad de la Gran Manzana. A veces, cuando miraba a su ciudad desde aquellos cristales del loft, se sentía cómo una pequeña pulga. Cómo un engranaje más del mundo. Era una sensación que le gustaba y le incomodaba a la vez. Agradecía poder disfrutar de las vistas y vivir en una de las ciudades más excitantes del mundo: era un gusto para alguien tan activa como ella. Pero a la vez, al sentirse tan pequeña, temía aquella indiferencia que podía llegar a provocar. No pensaba en ello muy a menudo, y mucho menos desde que estaba con Castle, pero su mente, siempre alerta, le traicionaba alguna vez con esta clase de pensamientos.

Aún absorta en ellos, se dio la vuelta. Al llegar a casa, escasos minutos antes, le había parecido no oír a Castle. Supuestamente él había vuelto antes que ella a casa, en parte, para a ver a Alexis, que últimamente, pasaba la mayor parte de su tiempo en la biblioteca; pero también por escabullirse de leer decenas de sentencias judiciales de una de las víctimas por intentar encontrar una pista con la cual seguir.

Suspiró. Era obvio que Castle no estaba ni en la cocina, tampoco en su despacho y ni mucho menos en el sofá. Escaleras arriba, el loft aún pertenecía exclusivamente a Martha y Alexis. Por eso dudaba que hubiera ido hasta allí. Su habitación, la de los dos, estaba a oscuras. Fue en ese momento cuando empezó a preocuparse, ya que una hora y media antes le había mandado un mensaje conforme había llegado a casa sano y salvo. Tanto sus llaves como su móvil estaban encima de la mesa de delante del sofá, y el abrigo que había usado durante el día, colgado en un perchero.

- ¿Castle? – intentó que su voz no dejara escapar ningún deje de pavor.

Sus talones empezaron a picar sobre el parqué, con cautela. Repitió su nombre tres veces más, sin respuesta. Instintivamente, se llevó la mano a la cintura hasta que encontró el tacto de su pistola. Apretó el puño sobre ella, aún sin desenfundarla. Su instinto le gritaba que algo no iba bien. Allí reinaba un silencio sepulcral. Y Kate seguía sin ver ni oír a Rick por ningún lado.

De repente, un sonido casi imperceptible quebró el silencio. Des de la puerta de su dormitorio, que estaba prácticamente cerrada, se oyó un suave chirrido. Kate hacía días que se había percatado de ello, y al comentárselo a Castle, éste le había confesado que llevaba años sin tener cuidado de aquella puerta (o de cualquier arreglo que necesitara una sesión de bricolaje).

Con el pulso más acelerado de lo qué le habría gustado, Beckett atravesó la estancia principal para llegar al dormitorio. Cuando estuvo lo bastante cerca, percibió una sombra en él. Esta vez no se atrevió a llamar el nombre de Castle, ya que en su cabeza estaba empezando a imaginarse lo peor. Así pues, siguió avanzando hasta poder colocar su mano izquierda sobre la madera de la puerta y entreabrirla para pasar. Una vez vio el espacio suficiente para deslizar su cuerpo hacia la habitación, se decidió a desenfundar la pistola, y con el arma en alto entró, echando una rápida ojeada frontal a la zona dónde estaba la cama, perfectamente hecha.

Despejado. Tragó saliva. En décimas de segundos, pensó que el peligro estaba detrás. No había más posibilidades. Rápidamente, hizo un amago para poder girar sobre sí misma y quedarse de pie y firme para mirar a sus espaldas, dejando atrás la cama.

Pero algo le impidió hacerlo.


Sintió una fuerza y un bloqueo en su abdomen, que cada vez le presionaba con más fuerza, pero sin llegar a infligirle ningún tipo de daño. La presión cada vez se cerraba más sobre ella. Kate le dejó hacer, esperando el momento para estar bastante cerca del anónimo y poder desbancarle con sus piernas. Volviendo a tragar saliva y tratando de ignorar las gotas de sudor frío que le resbalaban por la nuca esperó. Esperó hasta que una barbilla chocó contra su cuero cabelludo con suavidad.

Fue entonces cuando Beckett, en cuestión de segundos, movió sus piernas para preparar su ataque, pero, con la misma rapidez, algo le distrajo y la hizo parar. La misteriosa barbilla se había acercado a su oído, desprendiendo un halo cálido sobre el mismo. Reconoció perfectamente aquella calidez.

- Se me ha hecho eterna la espera.

Beckett relajó cada uno de sus músculos y dejó caer su espalda encima del torso de él. Con cautela, guardó su pistola otra vez en su cintura, aún, sin decirle nada a su marido. Una vez guardada, se humedeció los labios, queriendo hablar. Pero Castle fue más hábil, y aun manteniendo su cabeza en el oído de ella, le mordió el lóbulo sin demasiada fiereza, dejando, otra vez, que ella sintiera el cosquilleo de su halo cálido. El escritor volvió a notar como Beckett se volvía a tensar entera, aunque no por miedo esta vez. Siguiendo con el juego, escondió sus dientes y empezó a reseguir el lóbulo de Beckett con la punta de su lengua, suavemente, dejándolo sutilmente húmedo. La detective había cedido por segunda vez a su abrazo. Castle sonrió para sus adentros cada vez que percibió las audibles risitas de su musa. Des de una de sus primeras noches juntos, había descubierto que las cosquillas en su oreja eran un punto débil, y le encantaba jugar con ello.

Sutilmente, cuando había empezado a notar la impaciencia de Kate por no verle ni poder responder a sus caricias, empezó a retirar el brazo de su cintura, deshaciendo el abrazo.

- Quédate aquí, por favor. – su voz no tenía su elevado tono habitual, sonaba más bien débil y perceptiblemente grave.

Kate, que estaba mordiéndose el labio, dudó si hacerle caso. A una parte de ella le apetecía desobedecerlo, saltar encima de él e inmovilizarle contra las estanterías que hacían de pared a la habitación, sin importarle los muchos tomos que caerían al suelo. Quería responder a sus provocaciones y desahogarse con él del miedo que le había provocado. Pero cedió a las provocaciones de Castle, cedió a la creatividad del escritor.

- ¿Sabes? Alexis voló ayer por la noche a la Universidad de Virginia para participar en un seminario. Siento no habértelo dicho, pero quería que aparentara ser un día normal para ti.

Des de su posición, Beckett percibió que Castle se había alejado hacía su derecha, dejando en su espalda un tacto frío. Estaba ansiosa por volver a sentir sus pasos acercarse hacía a ella, y lo que realmente fue un escaso medio minuto, a ella le pareció una espera demasiado prolongada. Finalmente, volvió a sentirlo a sus espaldas. Inevitablemente, se mordió el labio.

Notó la respiración pausada de Castle en la nuca. La suya en cambio, era bastante más agitada. Al fin y al cabo él sabía lo que estaba haciendo y para ella, era un misterio. De sopetón, notó cómo Castle descansaba sus antebrazos en sus espaldas y cómo algo se cruzaba en su vista. Acto seguido, Castle cerró sobre sus ojos una tela negra, dejándola a ciegas. Kate ya no veía ningún refilón de luz del salón. Ya no veía nada. Sólo sabía que Castle estaba a su lado.

- Dame la mano – Castle se había colocado enfrente de ella y la guió paulatinamente hacia la cama. Fueron solo unos pasos, pero Beckett necesitaba acostumbrarse a aquella situación.

Ella accedió. Realmente se estaba sorprendido a sí misma al ver de qué manera cedía delante la sensualidad del escritor sin rechistar. Otra vez más, siguió la voz del escritor, lo único que era capaz de notar, cuando le pidió que se sentara en la cama.

- ¿Seguro que solo quieres que me siente?

Oyó como Castle se reía. El escritor se movía a sus espaldas, arrugando la cama y hundiendo el colchón de todas las maneras posibles. Kate se estaba preguntaba qué diablos estaría haciendo, ya que para quitarle la ropa no hacía falta que se fuera tan lejos. La piel le estaba empezando a arder debajo de cada prenda.

- No te preocupes, Kate. Todo a su tiempo. Tú solo… - hizo una pausa, pensando cómo acabar la frase - disfrútame.

Kate pudo imaginarse la sonrisa que había aparecido en los labios de Castle al pronunciar aquella última palabra. Se humedeció los labios e decidió callar y estarse quieta, para dejar que desarrollara su juego. Finalmente notó como el escritor se sentó detrás de ella, dejando caer sus piernas al lado de las suyas. De esta manera, y no sin no quererlo, Beckett notó la presión de la entrepierna de Castle a sus espaldas. Se removió, intentando acercarse más a su espalda.

- Paciencia, Kate – susurró el escritor. Le había leído las intenciones. – Presta atención. Al ambiente – remarcó, siendo consciente de lo que empezaba a despertarse en su esposa.

Beckett oyó el clic de un botón. En otras ocasiones no lo hubiera hecho, pero privada de sus cuatro sentidos restantes, el ruido se hizo audible. Castle había activado, mediante control remoto, el equipo de música. Empezó a sonar In a sentimental mood de John Coltrane en un delicado segundo plano por toda la estancia. De esta manera, Beckett dejaba invadirse por la magia del jazz, a la vez que podía notar la respiración de Castle en su oreja, que pronto, empezó a hablarle.


- Rook miró a Nikki. Estaba preciosa. Siempre lo estaba. Acabada de llegar del trabajo, dejaba caer su pelo, perfectamente ondulado sobre su espalda. Se le apreciaba algún enredo que no había podido desenredarse debido al estrés del día. No estaba acostumbrado a verla con las cejas fruncidas, pero aún así, le seguía pareciendo preciosa. Sus facciones faciales y cada centímetro cuerpo eran una delicia que no podía dejar de venerar. Su inteligencia, su elegancia, su picardía y su sentido moral eran unos atributos que no paraban de hacerle sonreír des del día que empezó a trabajar con ella para aquel artículo.

Beckett repasó mentalmente toda y cada una de las escenas más melosas o pasionales de sus álter ego. Se las sabía de memoria, fruto de haberlas leídos más de una decena de veces. Aquellas palabras pero, no le sonaban de nada. Debía tratarse de parte de la nueva novela de Castle.

La voz de él tenía un tono bajo, pero con un deje grave. Beckett imaginó los músculos del cuello de Castle tensándose debido a su voz, con lo que sólo consiguió desearle aún más.

Con una botella de tequila entre las manos y con la espléndida presencia de Nikki delante, fue incapaz de no acordarse de la primera noche que pasaron juntos. Le pareció incluso, notar el sabor del tequila en su boca. Entonces, las imágenes vinieron solas. La empezó a recordar durmiendo desnuda a su lado, la recordó cuando tan sólo llevaba sus camisas las mañanas que le preparaba el café, se acordó de ambos haciendo el amor, pegando sus sudorosos cuerpos y entrelazándolos, como con el miedo de que algo, fuera capaz de separarlos. Recordó de qué manera le faltaba el aire cada vez que tenía su boca a escasos milímetros de besarla.

-¿Qué? – el enfado apenas dejaba a Nikki descifrar la mirada de Rook.

El periodista dejó la botella de tequila encima del mármol, con extrema cautela y se acercó a ella. Cuando estuvo lo bastante cerca, le cogió un mechón de pelo y deslizó sus dedos en él, desenredándolo. Nikki reaccionó. Empezó a notar cómo se intensificaba el olor a perfume del periodista en sus fosas nasales, y poco a poco, fue percibiendo su respiración. Agitada. Bastante más agitada que la que tenía escasos minutos antes, en el coche. Ella también empezó a alterarse. No era capaz de estar tranquila teniendo a Rook tan cerca y menos, cuando jugaba con sus mechones y le examinaba con ternura cada centímetro de la cara.

Bum. Volvió a escuchar a Coltrane. Durante los últimos minutos, su voz la había absorbido de tal manera que le fue imposible escuchar a la vez las palabras de Castle con la melodía del saxofonista. Aunque por aquel momento, el afroamericano volvía a ser el único que inundaba la sala de algún tipo de sonido. Castle, por alguna razón aparente, se había callado. Instantes más tarde, ella sintió como Castle se movía a sus espaldas. Alejó su espalda de la suya, que hasta el momento, había estado rozando. Kate pudo notar como un escalofrío le recorría la piel, a la que le seguía molestando la ropa, al sentir su espalda desnuda. Sintió como las manos de Castle se movían alrededor suyo, pasando de estar en paralelo a su pecho (sujetando un bloc de notas, imaginaba) a su nuca. Los hábiles dedos de Rick empezaron a separar mechones del pelo de su mujer, enredándolos y desheredándolos, jugando así con ellos. Lo que más notaba Beckett era los pequeñísimos tirones que sentía en la raíz del pelo y que le hacían estremecerse a cada movimiento de Rick. Empezaba a ser un cosquilleo agradable, hasta que él volvió a coger lo que ella imaginaba que era un bloc de notas.

-¿Te sirvo una copa? – la pregunta de Rook irrumpió en el silencio que parecía reinar aquella noche en el apartamento.

¿Una copa? Nikki Heat no estaba precisamente pensando en una copa cuando clavó sus ojos en los labios de Jameson Rook. Tan húmedos, tan cálidos. El deseo se empezó a apoderar rápidamente de ella y notó como cada vez necesitaba más aire. Otra vez aquella sensación de que todo el oxígeno se consumía cuando Rook estaba cerca. Que solamente con el aire que cogía entre sus besos le era suficiente para vivir. Le cogió fuertemente de la cintura y pegó sus cuerpos con fiereza. Rook alzó una ceja, sorprendido, pero se dejó hacer cuando la detective atrapó ferozmente sus labios húmedos y tiernos. Inspiró el dulce aroma de Nikki y accedió encantado cuando ella le pidió permiso para entrar en su boca. Ninguno de los dos contó cuánto tiempo estuvieron sin buscar aire, aunque finalmente se separaron.

Se quedaron mirando fijamente, ambos jadeando. Sus ojos estaban ensombrecidos, llenos de deseo. Fue Nikki quien volvió a tomar la iniciativa, pegándose a su cuerpo y desabrochándole la camisa con un movimiento fiero. Le arrancó hasta cuatro botones, pero pudo presionar sus yemas en el pecho de Rook, sintiendo como una descarga eléctrica invadía cada poro de piel de su cuerpo.


La voz de Beckett se entrometió en el relato.

- Quítate la camisa, Rick.

Castle rió divertido, creyendo que tenía el control de la situación. Muy seguro de sí mismo, se acercó a su oreja, y no si antes suspirar para provocarle un cosquilleo, le dijo que no lo haría. Como reacción, Beckett buscó su muñeca. No tardó mucho en encontrarla, y cuando lo hizo, cerró su puño sobre ella, con fuerza, presionándole también con las uñas. Castle amagó su sorpresa.

- Que te quites la jodida camisa.

Quién no la conociera podría haber pensado que Beckett hacía uso de un exceso de violencia. Pero Castle, que la conocía, supo distinguir su tono de súplica. Beckett quería dejar de intuir el tacto de la seda de la camisa para sentirle a él. El hecho de tenerlo tan cerca pero sin poder tocarle la enloquecía. Supo apreciar que a pesar de tenerle pegado a la oreja, la venda hacía que la ropa fuera un auténtico muro entre ellos.

Para que no se convirtiera en un problema, accedió a las palabras de Beckett. Con destreza, se desabrochó rápidamente los botones y dejó la camisa tirada encima de la cama. Lucía un torso totalmente desnudo. Para compensarle, Castle improvisó e hizo algo que no tenía pensado cuando ideó el plan. Acercó sus manos a las costuras del jersey de Beckett y empezó subirlo hacia arriba, dejando cada vez más piel desnuda a la vista. Finalmente, con cuidado de no estropear la venda, pasó el cuello del jersey por su cabeza, dejando a Beckett con tan solo un sostén de encaje. Sabía que si la venda se caía por casualidad se desataría la feroz libido de Kate, y él sería incapaz de resistirse a ella, sin poder terminar su lectura.

Beckett dejó escapar un pequeño gemido cuando él se acercó y esta vez, fueron sus pieles quiénes se rozaban y no sus prendas. Ambos se percataron de la temperatura corporal del otro. Para compensarla más, antes de seguir la lectura, Castle presionó los labios contra el hombre desnudo de su mujer, trazando una línea de suaves besos hasta el cuello. Continuó relatándole la velada de Rook y Nikki aún con sus labios en la piel del cuello de Beckett, y no fue hasta unos segundos más tarde, con dos frases leídas, que retomó su posición y se acercó a su oreja, sin despegar sus cuerpos.


- Se ha acabado lo de jugar a las princesas. – le susurró al oído.

Rook sonrió para él y antes de dejar que Nikki ni siquiera se moviese, la empujó con brusquedad hasta el mármol de la cocina. Nikki no pudo ahogar un sonido de sorpresa. Estaba atrapada entre su cocina y el cuerpo de su novio, que dejó caer la camisa al suelo. No solo era su tórax el que tenía inmovilizado. El periodista cogió sus muñecas, con una fuerza considerable (pero sin infringirle ningún daño) y se las aposentó encima del mármol, con sus manos encima, inhibiendo a su novia de cualquier iniciativa que podía tomar.

- ¿Tu palabra de seguridad también es piñas?Rook le habló mientras seguía empujando su cuerpo, recordándole que tenía el control de la situación.

- Rook. ¿Nunca te he dicho que hablas en exceso?

Rápidamente él fundió su boca con la de ella, de la manera feroz que Nikki le recordaba. No volvieron a hablar en toda la noche.


Silencio. Coltrane había callado, y Castle también. Beckett se notaba inquieta. Le necesitaba ya. Se estaba convenciendo que bien podría aguantar una tanda de lectura más, aunque tampoco tendría ningún reparo en que Castle se le lanzara encima. Notó, otra vez, cómo la piel de las piernas de ardía debajo de los vaqueros. No, no aguantaría otra lectura. Sentados como estaban, con Castle a su espalda y rodeándola con las piernas, podría notar que Castle tampoco estaba muy por la labor de seguir leyendo. Podía sentir que su miembro hacía más que una breve presión. Y aún así, permaneció unos segundos en silencio. Se le hicieron eternos. De pronto, notó como Castle empezó a ronronearle en oreja, posando sus húmedos labios en su lóbulo, y volvió a recorrer un largo camino de besos hasta su hombre, dónde le propició un pequeño y cariñoso mordisco. Entonces, acercó su cara a la suya y pegó su mejilla a la de su esposa. Se le hizo evidente el rubor de ella.

- Dime, Kate…

Pero Beckett le cortó, con una voz que para Castle sonaba tremendamente sensual.

- Aunque no escribas seis best-seller al año, sigues siendo el mejor.

Le dio un leve golpe en el tórax con su espalda, de modo que el escritor dejó caerse hacia atrás. Kate lo aprovechó para ponerse en pie, y, en efecto inmediato, tumbarse encima de él. Fue Beckett quién esta vez, le susurró algo al oído.

- Pero no procura no seguir hablando.

Beckett pudo oír una risita de Castle antes que éste volviera a tomar el control y en un solo movimiento les hiciera rodar por encima de la cama para acabar quedándose encima de ella. Llegados a ese punto, sabían que sentir las pieles de sus torsos rozándose mutuamente ya no sería suficiente. Fue por eso que Rick no tardó en deshacerse de todo aquello que en aquel momento les separaba: la maldita ropa.

En cuestión de segundos el deseo se apoderó más de ellos. Ambos notaban como sus corazones latían inusualmente rápido, siendo lo único que eran capaces de oír. Sus respiraciones estaban audiblemente más agitadas a medida que él se acercaba a su rostro, y ella, cuando notaba que cada vez más lo tenía a escasos milímetros de su cara, arrebatándole el aire. Aunque este era el menor de sus problemas, dado que tanto él como ella sentían como el fuego les quemaba bajo la desnudez de su piel.

Castle no tuvo más fuerza de voluntad para seguir prolongando el momento y rápidamente le devoró los labios a lo que ella respondió sin sorpresa, ya que era lo único para que estaba preparada en ese momento. Su marido bajó a su cuello de inmediato, sin ser nada cauteloso abandonando su boca. Empezó a dejar un recorrido de besos en su cuello, bastante menos tímidos que los anteriores, sólo para darle un preludio a lo que vendría después, a lo que ambos ya no sólo deseaban: lo necesitaban.

Cuando Beckett dejó de sentir los labios de Castle en su cuello, le agarró la mano y entrelazó sus dedos con los de él. Como si de un auto reflejo se tratara Castle agarró su muslo interior con la mano libre que le quedaba, abrió un poco más de espacio entre las piernas de su musa y entró en ella salvajemente, con un golpe seco. Una vez más, en la habitación volvió a romperse el silencio, esta vez, por los gemidos que provocó en ambos sentirse atados de aquella forma tan íntima.

Cuerpo contra cuerpo y fuego contra fuego. Castle empleaba gran parte de sus fuerzas en entrar y salir repetidamente y con poca delicadeza de dentro de Kate. Aquella vez, sólo eran embestidas fuertes, profundas y salvajes que ambos necesitaban para librarse de aquel fuego que sentían en cada célula de su cuerpo y llegar al clímax. Juntos.

El gemido de Kate provocó que un escalofrío recorriera toda la columna vertebral de Castle. Aún después de tantas veces, no recordaba haberla oído nunca de aquella manera. Tan liberada, tan explosiva. Sonrió para el mismo, con una mueca de orgullo recorriendo sus facciones. Fue sólo entonces cuando se acercó a ella y le retiró la venda de los ojos. Fue la primera vez que se miraban en horas. Y no sólo gracias a la oscuridad de la noche, el azul y el verde de sus pupilas brillaron con suma intensidad.

Y se besaron, como siempre hacían después de haber entrelazado sus dos cuerpos totalmente desnudos. Fue un beso húmedo y largo, dónde sus lenguas pelearon una con la otra para el deleite del otro.

Horas después, fueron a dormir. Hubo muy pocas palabras aquella noche.


Beckett se despertó repentinamente. Se notó cansada, sabiendo perfectamente por qué. Sonrió pícaramente para ella. Intentó cambiarse de posición para intentar conciliar el sueño otra vez, dado que quería dormir algo más antes de llegar a comisaría. Descartó la idea cuando vio el brazo de Castle encima de su cintura. Aún siendo los primeros días de verano, con el calor que eso suponía, nunca podía resistirse a pegarse a Kate de alguna manera mientras dormían. Ella no podía recordar ninguna noche en la que hubieran dormido cada uno en su lado de la cama, sin rozarse. Volvió a sonreír y le miró a la cara.

Tenía una media sonrisa en los labios que indicaba una expresión muy plácida, y el pelo convenientemente rebelde. Kate lo miró con ternura, recordando la noche anterior. En que todo lo que había pasado, fue porqué él, pensó en ella. Porqué quería que pasara con ella. Y con esta certeza en su interior, supo que no había manera posible de ser indiferente. No mientras tuviera a Castle.

De refilón, miró la pistola, acomodada encima de la mesilla de noche. Hacía años que no dormía con ella.


¡Espero que os haya gustado! Es la primera vez aue escribía algo así, aunque haya sido tan leve. Espero no haber metido demasiado la pata. ¡Gracias por haber leído, si os ha gustado, nos leemos pronto!