Hazel Grace despertó en un lugar enorme e iluminado. Miró hacia sus alrededores, pero no veía nada más que una espesa niebla blanca.
Se dio cuenta que no llevaba a Philip, su tanque de oxígeno, porque ya no lo necesitaba más. Ya no respiraba más.
Recordó cuando se había quedado sin oxígeno, a pesar de haber estado conectada al ruidoso respirador del hospital. Recordó llorar a sus ancianos padres cuando se dieron cuenta que había llegado el momento. Luego de la muerte de Gus, ella había vivido una vida solitaria.
Al año de la muerte de él, se había recuperado ligeramente. En todos esos 25 años que pasaron, no había roto la promesa que le hizo cuando él estaba en sus últimos momentos, pero había vivido, una vida feliz junto a sus padres, igualmente, extrañaba a Augustus.
Fue hace un año, cuando le volvieron a diagnosticar cáncer nuevamente, pero esta vez terminal, porque ni el Phalanxifor le lograba reducir los tumores.
Continuó caminando hacia una luz que vio a lo lejos.. Se sentía liviana, sin preocupaciones, y extrañamente feliz, a pesar que vería más a sus padres. Cuando estuvo más cerca de aquella extraña luz, logró ver que no era una luz, si no un ángel.
Con un poco de miedo, se acercó a él y cuando ya se hallaba más cerca lo reconoció a aquél ángel. Tenía unos hermosos ojos azules y cabello oscuro. Era Augustus Waters.
Augustus Waters corrió hacia ella. No tenía ninguna pierna ortopédica, si no que al contrario. Tenía las dos piernas con las cuales había nacido.
Cuando ya estaba con ella, él la abrazó y luego se besaron. Se besaron como aquella vez en Ámsterdam, en la Casa de Ana Frank. Cuando finalmente se separaron, se miraron a los ojos.
-Esta es la muerte Hazel Grace, ¿No es hermosa?. -Le dijo Augustus antes de abrazarla nuevamente
