A/N: Hola! Ahhh, Free! terminó y yo aun no me lo puedo creer! La verdad es que me gustó tanto este anime que tenía que escribir algo de él, en especial de mis hermosos Rin y Haru. OTP forevah! Bueno, espero que el fic sea de su agrado. También habrá otras parejas, pero serán secundarias (ya las irán viendo conforme la trama avance). Cambié algunos aspectos de los personajes para que quedaran con la historia, pero espero conservar su esencia. En fin, espero que les guste! Aquí dejo el primer cap.
12 Semanas
Semana 1.
La alarma sonó, despertando al chico de cabellos azabache que dormía plácidamente en la cama.
El muchacho frunció el ceño y apagó la alarma. Se paró de mala gana: su cabeza todavía daba punzadas de dolor y tenía un sabor nauseabundo en la boca.
El joven se dirigió al baño y se miró al espejo. Sus cabellos lacios estaban desordenados, apuntando en todas direcciones. Su rostro lucía demacrado y las notorias ojeras debajo de sus ojos azules no ayudaban mucho.
Se cepilló los dientes. Mientras lo hacía, su mente divagó. Había sido duro levantarse solo. A veces su amigo Makoto se tomaba la molestia de ir hasta su casa por él, mas esta no había sido la ocasión.
Se detuvo por un momento. Makoto...
No estaban en sus mejores términos.
Se enjuagó la boca y volvió a mirarse en el espejo. Suspiró, pensando qué es lo que la gente veía en él: Nanase Haruka, 17 años, diagnosticado con depresión.
Tomó un baño. El agua era lo único que lo relajaba y lo hacía olvidar de sus problemas. Cerró los ojos y se sumergió por un momento, cuando...
"¿Haru?"
Era la voz de su madre, tocando la puerta. Haru salió del agua.
"Ya voy, mamá."
Se secó. Su momento de tranquilidad había sido interrumpido. Se vistió: una camiseta negra y de manga larga, sin importar el clima de afuera. Pantalones también negros y pegados al cuerpo. Tenis Converse. Se acomodó el cabello. Se maquilló los ojos como estaba acostumbrado: un poco de sombra y mucho, mucho delineador. Era su forma de expresarse: el negro, los piercings en las orejas y en la ceja, el esmalte de uñas. Cuando se sintió listo salió del baño y bajó las escaleras. Sus padres lo esperaban en la cocina con la comida preparada y sonrisas en sus rostros, algo increíblemente inusual; además del hecho de que lo habían dejado dormir hasta tarde. Supuso que habían sido recomendaciones del doctor.
Haru suspiró y se sentó. "Buenos días," murmuró.
"Buenos días, Haru," respondieron ellos. Trataron de hacer conversación, pero su hijo no cooperó mucho. Podía sentir los ojos de su madre fijos en su plato, asegurándose de que comiera.
"Haru..." indicó cuando el aludido hubo terminado. Haru frunció los labios y tomó sus medicinas de mala gana.
"Buen chico," dijo su madre. Haru fue por sus cosas. Mientras estaba en su cuarto sonó el timbre. Nagisa ya debía haber llegado.
Bajó a recibirlo. El rubio platicaba entusiasmado con sus padres. Su mirada se iluminó al ver a su amigo.
"¡Haru! ¡Estás listo!"
"Hola, Nagisa."
"Haru, cuídate mucho," dijo su madre. "No te desesperes."
"Lo hacemos por tu bien," dijo su padre. Haru asintió cortante y se salió mientras Nagisa se despedía.
"Ahh, detesto tener que ir a clases de regularización..." se quejó Nagisa mientras caminaban. "Aunque bueno, supongo que ir a terapia grupal tampoco debe ser muy divertido."
"Y que lo digas," respondió Haru. Era la primera vez desde pequeño que sus padres se preocupaban tanto por él. Normalmente se la pasaban viajando de un lado a otro, contactando con su hijo de vez en cuando. Makoto solía describirlos como "espíritus libres". Sin embargo, después de que Haruka fue diagnosticado con depresión severa, habían regresado de inmediato a vigilar a su hijo: que se tomara los medicamentos indicados, que asistiera a las terapias grupal e individual y que continuara con su vida escolar. Habían decidido quedarse al menos hasta notar una mejoría en Haru.
Hazuki Nagisa, por su parte, había sido obligado a tomar clases de regularización. Sus notas habían bajado increíblemente y aquella había sido la condición de sus padres para permitirle quedarse en Iwatobi con sus amigos. El lugar de las clases era cercano al hospital donde Haru recibiría las terapias, así que acordaron ir juntos cuando sus horarios coincidieran, como apoyo moral.
El lado bueno de ir con alguien como Nagisa es que hacía que Haru se olvidara de sus preocupaciones, ya que se la pasaba hablando y bromeando. Pero al fin, llegó el punto de separación y cada quien se fue por su lado, acordando que se verían a las afueras del grupo de terapia, ya que no se sabía con exactitud cuánto duraría la sesión.
Haru entró al lugar. Una encargada le pidió su nombre y su asunto, y después le indicó el salón de la terapia. Haru caminó por el extenso pasillo hasta llegar al salón correspondiente. El salón era grande y extrañamente acogedor, distinto al impersonal y níveo pasillo. El suelo era de madera y había grandes ventanales. Había libreros, un escritorio, unas veinte sillas formando un círculo y un pequeño pizarrón al centro. Varias personas ya habían llegado, pero nadie hablaba con nadie: o fingían demencia con sus celulares o simplemente estaban sentados o parados alrededor de la habitación, encerrados en su mundo.
Haru se sentó lejos de la gente, observando sin mucho interés. Poco a poco el salón se fue llenando, aunque quedaron algunas sillas sin ocupar. Finalmente llegó la psicóloga encargada. Era una mujer joven, probablemente en sus treintas. Su cabello era castaño, sus ojos cafés y luminosos. Lucía una gran sonrisa en el rostro.
"Buenos días," saludó con entusiasmo. "Soy Amakata Miho, pero pueden llamarme Ama-chan. Seré su psicóloga por estas doce semanas de terapia. ¿Cómo están?"
Unos pocos pacientes respondieron con un lánguido "bien", no obstante, aquello no menguó los ánimos de la mujer.
"¡Muy bien! Bueno, de seguro algunos pensarán que están aquí por obligación, o porque hay 'algo malo' con ustedes. Pero quiero que sepan que no es así. Estamos aquí para conocernos y para solucionar nuestros problemas al aprender de los demás. Todos tenemos problemas."
A pesar de las buenas intenciones de la psicóloga, nadie parecía muy animado al respecto. Pero ella siguió.
"Entonces, ya que estamos aquí para conocernos... ¿Hay alguien que quiera presentarse?"
Como era de esperarse, nadie levantó la mano.
La psicóloga frunció los labios. "Bien, supongo que tendré que empezar por mí misma. Tengo 36 años, llevo 12 siendo psicóloga... Solía tener un trabajo diferente cuando era joven," se sonrojó levemente; "pero después me di cuenta que la psicología era lo mío. Me gusta guiar a las demás personas. Mi esposo es entrenador en el club de natación Iwatobi. Llevamos 10 años casados. ¿Hay algo más que quieran saber? Recuerden, estamos en confianza," aseguró.
El silencio era sepulcral, pero ella no se rindió. Sabía que las primeras sesiones eran las más difíciles, porque la mayoría de los pacientes tendían a resistirse.
"Pues, ya que no hay preguntas... ¿Por qué no empiezan a presentarse ustedes? Por aquí," indicó. Era una mujer. Se presentó. Dijo que era viuda. La psicóloga le hizo un par de preguntas acerca de su situación emocional. Continuó con los demás, en el sentido de las manecillas del reloj: para todos los pacientes era lo mismo. Se identificaban, decían la razón por la cual estaban ahí y Amakata les hacía preguntas con el fin de obtener más información. Haru se percató de que el grupo era bastante variado: había personas de ambos géneros, de todas las edades, con toda clase de problemas... Desórdenes alimenticios, divorcios, pérdidas, homosexualidad, entre otras cosas. Sólo había un joven de aproximadamente la misma edad de Haru. Era pelirrojo y vestía sencillamente.
Pronto llegó el turno de Haru. "Nanase Haruka, 17 años, diagnosticado con depresión," dijo en voz baja y autómata. Amakata le sonrió con empatía.
"Nanase-kun, ¿y tú estás de acuerdo con ese diagnóstico?"
Haru se encogió de hombros.
"¿Qué significa eso?" inquirió ella con tono amable, en un intento por hacer hablar más al joven.
"Pues... no lo sé," divagó Haru. "Supongo..."
"¿Por qué?"
Haru se encogió en su asiento. Se sentía muy incómodo.
"¿Nanase-kun?" insistió ella.
"Oh por Dios, ¡deje de molestarlo!" explotó el chico pelirrojo que Haru había notado antes. Amakata volteó a verlo y le sonrió.
"¿Matsuoka-kun, verdad?" preguntó. "¿Hay algo que quieras compartir con nosotros?"
Rin bufó. "Matsuoka Rin, 17 años, problemas de control de ira," dijo de mala gana. "Hace poco me di cuenta de que estaba hiriendo a mis seres queridos al actuar así, y por eso estoy aquí."
Ella asintió. "Oh, muy bien, Matsuoka-kun. Qué bueno que reconozcas tu problema. ¿Quisieras contarnos cómo te diste cuenta?"
Rin la fulminó con la mirada. Haru observaba todo con sumo interés, el hecho de que ese chico lo hubiera defendido —porque sí que se había sentido atacado por las repentinas preguntas de la psicóloga— había llamado su atención.
"No actúe como si no lo supiera. Usted va por ahí con esa lista, después de haber leído todos nuestros expedientes, fingiendo tener compasión por nosotros... pero ese es su trabajo. Así que no actúe que quiere ser nuestra amiga, porque no lo es. Y si Haru o cualquier otro no quiere hablar de sus problemas, es asunto de ellos. Déjennos en paz."
Haru se había quedado boquiabierto, profundamente impresionado por el descaro de Rin. Extrañamente, su corazón latía muy rápido, en especial cuando Rin había mencionado su diminutivo de esa forma tan confiada. Aunque la verdad, a Haru no le molestaba.
Todos los demás miraban pasmados al joven pelirrojo. Amakata tuvo la entereza para mantener su sonrisa y asentir. Incluso preguntó amablemente:
"¿Algo más que quieras decir, Matsuoka-kun?"
La reacción tan apacible desarmó a Rin, quien de pronto se cohibió. Negó con la cabeza con expresión de frustración.
Amakata continuó. Los que restaban de presentarse lo hicieron, pero Haru no les prestó atención porque sus ojos se habían quedado fijos en Rin.
Nagisa entró al salón que le había sido designado en su horario. Había tres chicos más aparte de él, todos alrededor de su edad. Nagisa, tan extrovertido y coqueto como siempre, se sentó al lado del que le parecía más atractivo y le sacó conversación.
Su simple atuendo siempre era una evidente provocación: shorts cortos o pantalones pegados; remeras que dejaban ver algo de piel —ya fuera de su pecho o de su abdomen, a veces de ambas. Un tema bien sabido en Iwatobi era la orientación y reputación sexual de Nagisa, y más de uno habían caído ante sus encantos (inclusive aquellos que se hacían llamar, con el orgullo herido, 'heterosexuales')—.
Otro chico entró al salón. Saludó. Tenía cabello azul y desordenado, ojos amatista y lentes de intelectual. Nagisa se arrepintió de no haber esperado más a que alguien más llegara: se había precipitado demasiado al escoger a su presa. Ahora tendría que esperar hasta el final de la clase para poder ligarse al recién llegado.
El chico dejó sus cosas. Escribió algo en el pizarrón. "¿No deberías esperar a que llegue el maestro?" preguntó alguien. El joven se dio la media vuelta, encogiéndose de hombros humildemente y apuntando al pizarrón.
"Mi nombre es Ryugazaki Rei, y yo seré su asesor. ¡Mucho gusto!"
Nagisa soltó una risita. Rei era adorablemente apasionado.
Me pregunto si será igual en la cama...
Rei les contó un poco acerca de él. Era de la misma edad que Nagisa. Estudiaba en la Academia Samezuka y era parte del cuadro de honor. La razón por la que estaba dando asesorías era porque necesitaban un maestro suplente urgentemente y Rei pensó que un poco de dinero extra no le caería nada mal, además de que era bueno para su currículum a la hora de buscar alguna universidad.
Nagisa torció los labios. El chico sonaba como un completo nerd.
Después, les preguntó el nombre a sus pocos alumnos y comenzó con la clase. Los minutos pasaron muy rápidamente para Nagisa, que no prestaba atención a la explicación de su maestro, sino a otros factores: el timbre de su voz, la seriedad con la que hablaba, la manera en que ajustaba sus lentes de vez en cuando. La forma en que se desplazaba, como se sonrojaba cuando se dejaba llevar y alguien lo interrumpía para decirle que no estaba entendiendo. La clase terminó más pronto de lo que le hubiera gustado, y mientras todos se retiraban él se acercó a Rei, que guardaba sus cosas con nerviosismo.
"¡Rei-chan!"
Rei dio un respingo.
"Rei... ¿chan?" inquirió azorado. Nagisa rio.
"Puedo llamarte así, ¿verdad?" Rei ni siquiera tuvo tiempo de contestar, porque Nagisa lo interrumpió antes de que pudiera pronunciar palabra. "¡Creo que es genial que alguien de nuestra edad nos dé clases!"
"Ah... Pues gracias, Nagisa-kun," respondió Rei con una sonrisa apenada y un leve sonrojo. Nagisa se inclinó hacia adelante sutilmente, para estar más cerca de él.
"Quería saber si tenías tiempo hoy para ayudarme a estudiar. Es que pronto tengo exámenes y no estoy seguro de que las asesorías sean suficientes," mintió con fingida ansiedad. Aunque tal vez, su ansiedad no era tan falsa, sólo que no se debía a los estudios. Nagisa podría no dar la apariencia de alguien intelectual, pero lo era. Sólo era cuestión de que se aplicara a sus estudios.
"Oh, lo siento Nagisa-kun, pero hoy no puedo. Quedé con un amigo," se disculpó Rei. Sin embargo, al ver la expresión descorazonada de Nagisa, agregó: "Pero puede ser mañana, si quieres..."
Nagisa sonrió de oreja a oreja.
"¡Está bien! ¿Cuál es tu número?"
En menos de cinco minutos, Nagisa ya había encontrado la excusa perfecta para acercarse más a Rei. Por otro lado, Rei percibía a Nagisa como alguien muy agradable, aunque le desconcertaba un poco su forma tan natural de "ser amigable".
Salieron del edificio en medio de una conversación fluida y divertida. Nagisa era muy espontáneo y extrovertido, y Rei ya comenzaba a sentirse en confianza con él.
"Bueno, tengo que irme. Hasta mañana, Nagisa-kun," se despidió Rei antes de ir por su camino.
"Espera, ¿a dónde vas?" preguntó Nagisa, percatándose de que iba en la misma dirección que él.
"Voy al Hospital Psiquiátrico de Iwatobi. Es que tengo un amigo que está tomando terapia de grupo, y empezó apenas hoy," explicó Rei. "Le prometí que iría por él y luego cenaríamos en algún lado, para que se relajara."
"Ah, ¿en serio? ¡Yo también tengo un amigo ahí!"
"¿De verdad?" preguntó Rei, asombrado. Nagisa asintió con entusiasmo.
"¡Sí!"
Rei esbozó una sonrisa.
"Bueno, entonces podemos ir juntos, supongo."
Nagisa soltó una risita coqueta, acercándose lo más que pudiera a Rei.
"Claro que sí, Rei-chan."
Después de la hora más extensa e infructuosa en la vida de Haruka, la terapia terminó. Todos salieron en un estado autómata, fastidiados de la sesión. A excepción de la psicóloga, por supuesto; cuya sonrisa permanecía intacta. Haru miró a Rin irse y se acercó a él.
"Hey... Rin," lo llamó. Rin se volvió hacia Haru con el ceño fruncido.
"¿Qué pasó?"
Aquella expresión poco amigable intimidó a Haru, quien sólo se encogió de hombros tratando de parecer casual.
"Gracias por lo de antes," murmuró. El rubor subió a las mejillas de Rin, descontrolándolo por completo.
"De nada. Hasta la próxima semana," se despidió cortante. Haru sintió una extraña punzada en el pecho; deseaba hablar más con él, pero no sabía cómo.
"Adiós," susurró resignado. Ambos salieron del hospital, Haru detrás de Rin. Supuso que el pelirrojo se retiraría y él se quedaría a esperar a Nagisa, pero no fue así. Rin también se quedó parado en la salida del hospital, a la espera de alguien.
Sus miradas coincidieron y ambos se voltearon de inmediato. Rin apretó los puños, ¿por qué se sentía tan inquieto?
Pasaron unos momentos de silencio incómodo, hasta que Rin vislumbró la cabellera azul eléctrico de Rei a la distancia. Sin embargo, Rei no estaba solo.
"¿Rei?" inquirió Rin en voz baja conforme su amigo se acercaba. Iba riendo con un chico rubio, más bajo que él.
"Nagisa..." murmuró Haru, reconociendo a su amigo. Nagisa le sonrió.
"¡Haru-chan! ¿Cómo te fue?" le preguntó una vez que estuvieron frente a frente. Rin y Haru intercambiaron un vistazo incómodo.
"Rin-senpai, él es Hazuki Nagisa... Es mi alumno," lo presentó Rei. "Nagisa-kun, él es el amigo del que te hablé."
"¡Mucho gusto!" exclamó Nagisa. Rin entrecerró los ojos, escudriñándolo. No le agradaba mucho el estilo descarado de Nagisa, y dudaba de sus intenciones con el inocente Rei.
"Igualmente," respondió entre dientes.
"Ah... Rei-chan, él es Haru-chan," fue el turno de Nagisa para presentarlos. "Veo que tú y Rin-chan ya se conocieron."
Los ojos de Haru y Rin volvieron a encontrarse. Rin desvió la mirada rápidamente, cohibido y ligeramente molesto de la informalidad de Nagisa al dirigirse hacia él a pesar de que apenas se conocían. Haru se movió nerviosamente.
"...Sí," respondió en voz baja.
"Bueno," intervino Rin; "Rei y yo tenemos que irnos, si nos disculpan..."
"Ah... Irán a cenar algo, ¿no?" preguntó Nagisa. "Rei-chan me comentó."
Rin fulminó con la mirada a su amigo, que se encogió de hombros con una sonrisa a forma de disculpa.
"Pues... sí," farfulló Rin.
"¡Genial! ¿Podemos acompañarlos? Estoy seguro de que Haru-chan está igual de hambriento que yo," dijo Nagisa, guiñándole un ojo a Haru.
"Pues..."
"¡Perfecto! ¡Vamos!" interfirió Nagisa antes de que su amigo pudiera dar una opinión. Tomó a Rei de la muñeca y lo jaló con él, ignorando su exclamación de sorpresa y el notorio sonrojo de su rostro. Rin y Haru volvieron a mirarse sin querer; y Rin siseó apenado. Haru sintió su corazón latir rápidamente en su pecho.
Caminaron en silencio, tratando de ignorar la evidente chispa que surgía cada vez que sus miradas se encontraban.
A/N: Y bien? Les gustó? Se que es algo sencillo, pero es porque apenas va empezando. Me gustaría saber qué pensaron de todo, del fic, del final de Free, de lo hermosos que son Rin y Haru... Asi que porfavor, comenten! Sus comentarios son lo que me motiva a escribir :3
