Advertencias: OoC de parte de uno de los personajes.
Notas: Los personajes le pertenecen a Masashi Kishimoto, creador del cómic japonés Naruto.
Hallábase en un prado lleno de flores amarillas. Descansaba acosada de espalda; su cabeza se encontraba acurrucada en un suave polerón azul. Sus ojos cerrados y cabellos desparramados demostraban un profundo y juguetón sueño del que no despertaría por algunos minutos u horas más. El sonido de la naturaleza lograba un ambiente agradable, tranquilo e inocente.
Llevaba horas en esa cómoda posición. Podía descansar, Hinata sabía que nadie la despertaría. Era imposible, el lugar estaba desierto: sólo estaba ella, las flores y algunos insectos que buscaban humedad cercana. También se podían escuchar zumbidos de abejas (de seguro había un panal por ahí cerca), que buscaban incansablemente el ameno, delicioso, agradable, placentero, dulce y gozoso néctar que se encontraba las amarillentas florcitas que nacían y morían como cualquier otro ser viviente.
En su sueño se encontraba con el joven que había conquistado su corazón. Estaban tomados de la mano. Solos. Ella trataba de mirarlo, pero su timidez no se lo permitía. Él sonrió. Lo hizo con una ternura infinita, una ternura que nadie le había ofrecido antes, una que apenas podía entender, pero la disfrutaba con todo su ser.
—Naruto –dijo, retraídamente.
—Hinata –respondió, con otra sonrisa.
Tomó su mejilla y se acercó peligrosamente a su cara. Con mucho cariño plantó sus labios en los de ella. Hinata simplemente se dejó llevar. Era su primer beso y no tenía idea de qué hacer en un momento como ese. Sensaciones que nunca antes había sufrido recorrían todo su cuerpo.
"¡Hinata…!", se escuchó a lo lejos. "¡Hinata!", se volvió a escuchar.
Hinata trató se separarse de Naruto para ver quién se aproximaba, pero se lo impidió. Él se estaba volviendo agresivo, la sujetaba de las muñecas con una mano y con la otra intentaba hacer contacto con los pechos de la inocente chica, mas ella no le dejaba entre el forcejeo y los gritos. Se posó sobre ella para evitar el movimiento de su presa.
—¡Hinata! –volvió a gritar la vos–. Hinata, ¡vamos! Despierta.
La chica abrió sus ojos rápidamente. Su respiración era agitada, apenas podía controlarla.
—Hinata, ¡Hinata! –dijo el chico tratando de incorporar nuevamente a su compañera de equipo–. ¿Estás bien?
—Ki… –pronunció, aún con la respiración agitada–, Kiba.
—¿Estás bien? –preguntó preocupado.
—Sí, sólo tuve un mal sueño –tartamudeó.
—Vamos, tenemos una nueva misión.
—Kiba le sonrió. Le ayudó a levantarse y le entregó su polerón. La llevó de vuelta a la aldea sin el interrogatorio que Hinata esperaba. Ella sentía un gran peso encima. Quería contarle a su amigo de siempre todo lo que había soñado, pero, simplemente, no encontraba las palabras adecuadas. Sentía un gran afecto hacia Kiba y si en verdad eran amigos, entendería.
—Kiba...
—Si no quieres contarme no te obligaré.
"Sé que no", pensó Hinata. "Gracias. Muchas gracias".
Fin.
