Muchas lectoras me solicitaron una segunda parte de Viaje al Pasado en la cual se viera la rehabilitación de Bra de las drogas y todo lo que pasó para lograr salir del agujero en que había quedado sumida después de padecer la adicción a las drogas, y una tormentosa violación y tortura. Aquí está, pensé que sería bonito escribirlo, sólo que no sabía cómo hacerlo, pero me he documentado un poco, y espero que os guste. Se que es triste, pero tiene esperanza, y ya sabeis que un final feliz. Besos, SuperBrave.

NO ESTÁS SOLA.

Capítulo 1: Comienzo a escribir un Diario.

Estoy en el baño, siento que es el único lugar de esta casa en el que puedo dejar de sentir unos ojos quemándome el alma, mirándome y tratando de destriparme adivinando unos recuerdos que ni siquiera yo misma soporto tener que llevar conmigo. Comienzo a pensar que estaría mejor muerta, aunque el médico dice que físicamente estoy saliendo de lo peor. Sin embargo, yo no siento en absoluto que eso sea así.

Mis manos tiemblan, es algo que no puedo controlar, como tampoco puedo controlar esta necesidad terrible de una dosis, me averguenza tanto que me vean así... haber caido tan bajo... es demasiado humillante para mi. He pasado los últimos días sedada casi todo el tiempo, y si por mi fuera pasaría el resto de mi vida en ese estado con tal de no tener que sentir esta mierda. Pero ahora me han restringido los calmantes, dicen que sería negativo que me acostumbre a abusar de ellos porque al final acabarían por provocarme adicción también. No me darán ninguno más hasta esta noche. ¿Hay alguna maldita cosa en este mundo que pueda hacerme sentir bien sin hacerme adicta a ello?.

Pensé que podría soportar que mi padre permaneciera a mi lado pero me equivocaba. No soy capaz de mirarle a los ojos, siento una mezcla de verguenza, rabia y pena que no me deja vivir tranquila. Veo de pronto como su puño se abre y se cierra de furia que contiene lo mejor que puede disimular para no turbarme, pero así como es un experto en encubrir sus sentimientos de afecto o cariño, es un novato en cuando a encubrir la ira. Me mira el hombro, se que piensa en el tatuaje que le mostré, seguramente trata de imaginar lo que me han hecho. Eso me enferma de un modo tal que voy a pedirle que se marche a entrenar. Quiero estar sóla, quiero acostarme en la cama, dejar de temblar, dejar de pensar y dormir.

Dios mio, no soporto este dolor en el pecho. Necesito una dosis o me voy a morir. Me siento capaz de cualquier cosa por lograrlo. Sería capaz de mentir, y mi mente me va susurrando cientos de planes y estrategias perfectas para conseguirla. Pero me estoy obligando a ser fuerte, sólo que no se si voy a poder. Me siento muy sóla, como una inutil, una vulgar niñata incapaz de luchar. Es como si un agujero negro e inmenso me tuviera atrapada y no tengo fuerzas para salir de él. Necesito una cajetilla de cigarrillos urgentemente. Me da pánico pedírselo, porque comenzará a pensar que lo siguiente será que volveré a drogarme, pero necesito algo que me calme, y el tabaco es una adicción menor. Incluso mamá fuma, por el amor de Dios.

Bra cerró el pequeño diario que estaba escribiendo y salió del baño guardándolo en el bolsillo de su pijama. Vegeta estaba en el balcón. - Papá. - Su voz sonó tan dulce e infantil... Su sonrisa tan tierna...

El saiyajin se volvió a comprobar el estado de su hija. Parecía más recuperada. Esos dos últimos días habían sido un infierno vivo. Por suerte parece que ya pasaban los efectos del famoso "síndrome de abstinencia". - Será mejor que comamos algo. -

La peliazul se descompuso interiormente, pero asintió. - Claro. Te... te quiero papá. - Se abrazó a él y le miró a los ojos para comprobar que no había ninguna mirada de sospecha en ellos. - Podrías... podrías hacerme un favor... - Pidió como una niña que solicita un caramelo.

- ¿Qué quieres?. - La miró a los ojos intensamente y ella desvió la mirada al horizonte.

- Podrías... necesito... un cigarro. - Escuchó un suspiro leve. - Por.. por favor... - Casi se sentía capaz de arrodillarse para pedírselo. Estalló a llorar por la impotencia y la desesperación de ver su orgullo tan derrotado. - Por favor... - Le abrazó. Eso siepre funcionaba con su querido papá. - Sólo uno. -

Vegeta se sintió en una encrucijada. - No. -

- Mamá fuma y no te he visto prohibirle el tabaco. -

- Tu madre ha dejado de fumar. -

- Mentira... ¿Cuándo?. Hace dos días fumaba. -

- Dejó de fumar hace dos días exactamente. -

- No puedo soportarlo. No entiendes lo que estoy pasando. - El tono de su voz se quebraba con los llantos nerviosos. - Dame un calmante entonces. -

- No. - Se cruzó de brazos inflexible.

- TE ODIOOOOOOOOO. - Gritó tirándose sobre la cama y destrozando la almohada retorciéndola entre sus manos.

Vegeta quedó congelado en el lugar. Su hija le había dicho lo último que esperaría escuchar. ¿Le odiaba de verdad?.

- No comprendes lo que es esto. -

Llamaron a la puerta. - Holaaaa. - Sonó la voz alegra de Bulma de detrás. - Traigo una super comida digna de la realeza saiyajin. ¿Se puede pasar?. -

Bra corrió al baño. Ningunas cuchillas, ni tijeras, ni cosas cortantes... Como si ella necesitase algo de eso para quitarse la vida, sólo tenía que apuntar con una ráfaga al corazón y todo terminaría... Puso una mano en su pecho, pero no se sentía capaz de hacerlo.

- Bra, cariño, ¿estás bien?. Se que no quieres ver a nadie, pero... - La puerta se abrió y su niña se la abrazó llorando.

- Dile a papá que se marche a entrenar, no quiero que me esté viendo todo el rato. - Pidió con voz nerviosa entre lastimera y rencorosa.

- Pero cielo... - El orgulloso Príncipe no esperó más, habiendo escuchado semejante petición, y sabiendo que ahora era el turno de Bulma, se marchó de la habitación. Bra le miró de reojo aún abrazada a su madre. Esperaba que al menos se volviera a mirarla desde el quicio de la puerta, pero no lo hizo. Salió de su habitación sin mirar atrás, y la peliazul podía sentir su decepción en un leve bufido nasal que emitió al cerrar la puerta.

Se desesperó totalmente. Se sintió absolutamente sóla. Su padre le odiaba, la odiaba porque era una débil, porque no tenía orgullo, porque era capaz de cualquier cosa con tal de conseguir un cigarrillo. Al menos eso... Bulma la abrazó fuerte derritiéndose de pena al verla llorar con más intensidad que antes. - Mami. -

- Dime mi niña, dime... - Le acarició el pelo.

- No puedo soportarlo. -

- Todo va a salir bien, tranquila... -

- Necesito aunque sea un cigarrillo. - Bulma cerró los ojos deseando no estar ahora mismo en esa situación. Ella misma sentía que necesitaba un cigarro urgentemente. Llevaba dos días histérica, con un humor terrible, con un malestar interior increible por haber dejado de fumar. ¿Cómo no debía sentirse su hija después de haber dejado las drogas?. - Por favor. POR FAVOOOOR. AHHHHHHHHHH. - Chilló histérica tirándose al suelo. - Dame un sedante, un cigarro, lo que sea, pero dame algo, te lo suplico... -

Verla tirada en el suelo de aquella manera le partía el alma. - ¿Por qué no intentas comer algo?. Estoy segura de que te sentirás mejor cuando lo hagas. -

- No quiero comer nada, no tengo hambre... -

Bulma suspiró. - He traido tu comida preferida. Y de postre, un tazón enoooooorme de chocolatito con leche bien caliente. Vamos hija, levanta. -

- No. - Trató de levantarla. - AHHHHHHHHHHH. - Gritó histérica al sentirse forzada a levantarse. - No no no noooooooooooo. - No sabía si le gritaba a su madre, a Freezer o a ambos, sólo sabía que sentía una sensación de violencia demasiado fuerte, que no podía soportar todo ese dolor, y esos sentimientos terribles. Era igual que una nueva tortura, y las memorias de la que pasó la asolaban constantemente haciendo que los minutos le parecieran horas.

Al paso de una hora de llorar en el suelo y de gritar hasta quedarse afónica negándose a comer, moverse, o a hacer nada si no le daba alguien un cigarrillo o un calmante, la puerta de su habitación se abrió y caminó dentro una joven alta, de unos 27 años de edad, de pelo rubio y largo, y ojos miel claros.

- Muchas gracias por venir tan pronto. -

- No se preocupe señora Briefs. Por favor, déjenos sólas. - Bulma tragó saliba. Si su hija perdía la razón era capaz de matarla con apenas un empujón. Pero la determinación de las pupilas de la psiquiatra le dijo que ella sabía como manejar este asunto, así que salió.

Bra sintió curiosidad así que la miró de reojo, y al notar que su mirada fue correspondida volvió la cara hacia otro lado. - Hola Bra, mi nombre es Lilian. -

- Marchate de mi habitación, no recuerdo haberte invitado. -

- No, es verdad que no me has invitado, pero tengo entendido que quisieras sentirte mejor y yo puedo ayudarte a ello. ¿Quieres volver a ser feliz Bra?. -

- No. -

- ¿Entonces que quieres?. -

- Que me dejes en paz. MAMAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA. - Gritó volviendo a sus llantos desesperados.

Lilian no se acercó. - ¿Qué te haría sentir mejor Bra?. Quizás pueda ayudarte un poco. -

Bra dejó de llorar. - ¿Tienes un cigarrillo?. -

- No, pero quizás podría conseguirte uno. -

La peliazul la miró con sospecha. ¿Era una trampa?. Tenía toda la pinta de serlo. - ¿A cambio de qué?. -

- De que hablemos. -

- No quiero hablar con nadie, no necesito hablar con nadie. - Contestó a la defensiva.

- No es eso lo que parece. -

- ME DA IGUAL LO QUE PAREZCA. - Se puso a llorar de nuevo. - MAMAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA. - Chilló al borde del histerismo.

Lilian ignoró la rabieta. - Que bonito, ¿es tuyo?. - Cogió un monito de peluche que tenía en una estantería.

- No toques mis cosas. -

- ¿Cómo se llama?. - Preguntó cogiéndolo con suavidad y sonriendo.

Bra se levantó furiosa. - No toques eso. - Cogió el muñeco y se echó en la cama sosteniéndolo en sus brazos como una niña pequeña mientras miraba fuera de la ventana. Podía sentir el ki de su madre y su hermano Trunks detrás de la puerta de la habitación algo elevado.

- ¿Qué te han dicho de mi?. - Preguntó con una voz fría como el hielo. Si le habían contado a alguien algo acerca de su violación y de lo que vivió con Freezer jamás les dirigiría la palabra.

Lilian la miró con seriedad. - Sólo que estás deprimida. -

- ¿Deprimida?. - Bra la miró perpleja y luego estalló a reir a carcajadas.

- Bueno, ¿y esa risa?. -

Bra la miró con algo de malicia. Si quería jugar ella jugaría ese juego, y le daría mil vueltas intelectualmente. - ¿Quieres que te cuente por que me río?. -

- Si. - Dijo más seria que antes.

- Dame un cigarro y te lo contaré. - Transó implacable.

Para su sorpresa Lilian sacó de un enorme bolso color salmón con flores, una cajetilla de cigarros y le ofreció uno. - Sólo uno. - Advirtió obteniendo como respuesta una sonrisa retorcida en los labios de la hija de Vegeta.

De pronto sintió una enorme curiosidad por saber qué más cosas había en ese bolso tan horriblemente ordinario. Aspiró su olor antes de fumárselo, Lilian le ofreció fuego y por fin la nicotina le dió algo de aparente calma. - Me río porque tienes muy poco gusto para vestir y para los complementos. ¿De dónde sacaste ese bolso?. -

- Bueno, tienes razón en eso, jajaja. Mis amigas dicen siempre que si no aprendo a ser más coqueta jamás voy a casarme. -

- Oh, genial, una solterona... - Pretendía ser absolutamente insoportable y Diosa sabe que podía llegar a serlo muuuuuuchoooo.

Lilian se quedó en silencio unos segundos. - ¿Tan amargada estás?. -

Bra la miró con los ojos como platos. - ¿Qué?. - El juego no era así. Nadie venía a su casa, a su habitación, y a su espacio a insultarla, y menos cuando ella se sentía verdaderamente amargada, y no sólo amargada, sino que mucho peor que eso. Sintió deseos de lanzarle el mono a la cara, si no fuera porque se acordó del día que su papá se lo ganó en una feria.

- ¿Qué pasa?. ¿La solterona no soporta que se lo digan a la cara?. - Se burló tirándole el humo a la cara.

- Veo que me equivoqué contigo. -

- ¿Qué?. ¿En qué te equivocaste eh?. ¿En qué?. -

- Me dijeron que habías pedido ayuda, que deseabas recuperarte, pero veo que no tienes intención alguna en hacerlo. Por mi, si quieres puedes hundirte cada día más en el agujero, porque para salir hay que tener agallas, hay que ser valiente y tu no eres más que una cobarde. -

Bra tragó saliba para evitar llorar más. Estaba muda de repente. Si, ella quería ayuda, pero ahora no sabía como manejar todo el asunto, se sentía desbordada. No podía hablar sin mas con alguien y contarle cosas tan dolorosas. Una parte de si misma ansiaba enormemente contarlas, y otra parte no podía hacerlo. Pero no era ninguna cobarde. La tal Lilian no tenía ni idea de lo que estaba pasando, de lo que había sufrido. Se estaba volviendo loca, lo que había vivido otra persona no lo hubiera podido soportar. Ella sí.

- No soy una cobarde. - Alegó, sólo que su voz sonó con poco convencimiento, con escasa energía. Se odió por haberlo dicho así de suave.

- Entonces ¿por qué me tienes tanto miedo?. -

- No te tengo miedo. -

- Tienes un miedo terrible a hablar conmigo, aun cuando ni siquiera sabes de lo que quiero hablar. Oye, ¿quieres sentirte bien?. ¿Quieres rehacer tu vida?. ¿Quieres despertar una mañana y sentirte limpia?. ¿Deseas el día de mañana casarte, tener una familia, un trabajo, ver a tus padres felices por ti?. ¿Deseas sentirte feliz y orgullosa de ti misma?. -

- Si. - Susurró ocultando su cara entre las manos.

- Bien, pues sólo deja que hablemos un poco, prometo que la sesión de hoy va a ser divertida, he traido algunos juegos en mi horrendo bolso. -

- ¿Juegos?. - Bra arqueó una ceja. Ahora si que no podía creerlo. Luego sintió una punzada de terror. Su cigarro se estaba terminando. La ansiedad la iba a volver loca nuevamente.

- ¿Puedes darme otro cigarrillo?. -

- Aún no has terminado ese. -

Bra quería morirse, era verdad, pero necesitaba sentirse segura. - Me siento mal. - Reconoció.

- Comprendo... mira, voy a hacer una cosa. Te voy a dar otro cigarrillo, pero lo va a dejar en tu mesita de noche hasta que terminemos la sesión. -

Asintió apenada y no muy capaz de cumplir aquella misiva.

Lilian se sentó en una silla que acercó en la cama, y sacó del bolso unas tarjetas extrañas, como las barajas de una carta, sólo que más grandes. - ¿Qué es eso?. -

- Se trata de un material que yo misma he elaborado. Lo utilizo en un grupo de personas con las que trabajo para que se sientan mejor. -

- ¿Qué les pasa?. -

- Algunos de ellos se sienten deprimidos, y piensan que no merece la pena vivir porque sufren mucho. -

- ¿Por qué se sienten así?. -

- Cada caso es distinto, pero yo no puedo contarlo, porque he jurado solemnemente no contar nada que un paciente me cuente. Ellos son los únicos que pueden contar sus cosas, yo soy una tumba llena de secretos. -

Aquello comenzó a sonar realmente bien. Quizás podría darle una oportunidad...

----------------------

Siento no actualizar de lo demás pero me rondaba por la cabeza esto y como soy medio loquita tenía que sacarlo a la luz. Besos.