Disclaimer: Los personajes aquí nombrados y todo el potterverso pertenecen a la única e inigualable J.K Rowling.


Esta historia participa en el reto Solsticio de invierno, del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black.


De nostalgia y recuerdos

Es el primer Yule que pasa sin su madre. Tiene siete años y han pasado apenas tres meses de la muerte de su progenitora. La sangre se le hiela al recordarlo. Al recordar como su padre la había matado, a sangre fría, con un Avada Kedavra. Recordaba como él mismo había visto todo desde detrás de una columna y como había tenido pesadillas todos los días que había podido dormir desde entonces.

Su padre ignora que él sabe que ha pasado. Todos habían creído la historia del "accidente" que su padre había inventado. Theodore no puede odiarlo más.

—Vamos, niño, arréglate ese cabello que llegaremos tarde por tu culpa. — le dice su abuela. Ella también vive con su padre y con él, y también asiste todos los años a la fiesta en la casa de los Malfoy. No puede recordar desde cuando concurre a esas reuniones, pero supone que desde que nació.

Su abuela tampoco parece quererlo. Nunca lo deja hablar, por lo que Theodore se ha acostumbrado y se ha vuelto un niño muy callado. Recuerda que quizás siempre fue un poco así, por qué con la única persona que hablaba era con su madre.

Su madre. No quiere pensar en ella. Era la única persona que hacía que su vida no fuera tan triste. Ahora no tenía a nadie quién lo ayudara a sobrevivir, estaba realmente solo.

Theodore se arregla el cabello tratando de convencer a su abuela que está bien así, y su padre lo reprime un poco por ser el que siempre los hace llegar tarde.


En la fiesta está completamente solo. No ha hablado con nadie, a pesar que todos los que lo ven le dicen algo cómo "¡Pobrecito niño, lo siento mucho por tu madre!" con una dosis de falsedad que es increíble que puedan poseer.

Theodore sabe que su madre tenía ciertas amistades, dentro de los que concurren a las fiestas de los Malfoy, pero también sabe que en el último año eso había cambiado bastante. Se había corrido el rumor que la madre de Theodore no estaba de acuerdo con los pensamientos del Señor Tenebroso, y era un secreto a voces que su marido era parte de los mortífagos.

Theodore entiende que su padre la mató por eso. Por que ella no podía pensar como él, y en un arrebato de furia él acabo con su vida.

Theodore se pasa todos los días pensando en hacer lo mismo con él.


Logra escaparse de la mirada de su padre y de su abuela por un rato, y decide esconderse. Abre una puerta cercana a la pista de baile y sale a un pequeño balcón. Está totalmente decorado con velas y a Theodore le parece un poco siniestro, pero se queda ahí. Cierra la puerta con suavidad y se sienta de espaldas a ella.

Theodore se siente muy inseguro sin su madre. Tiene miedo de que le pase algo a él, aunque al mismo tiempo no le interesaría que le pase algo porqué ya no tiene que hacer en esa vida. Y es algo raro de pensar para un niño de siete años, pero Theodore siempre ha sido muy inteligente para su edad, según su madre al menos.

No puede dejar de pensar en ella y en que nunca pudo despedirse. De repente, empieza a hablar, en voz alta.

—¿Mamá? —comienza, dubitativo. — Te extraño mamá. ¿Por qué no puedes volver y llevarme a donde sea que quieras estar? ¿Por qué me dejaste aquí solo, mamá? Papá es malo conmigo. Y la abuela no me quiere. Nadie me quiere aquí, mamá. ¿Puedes venir a buscarme? Por favor, mami. ¿Dónde estás, mamá?

Las lágrimas caen de las mejillas del niño, y no puede hacer nada para evitarlas. Quiere a su mamá, y ella no está con él. Quiere irse con ella, donde quiera que este. O que vuelva. O cualquier cosa que haga que estén juntos otra vez.

—Me portaré bien, te lo prometo. Nunca te haré enfadar, cómo esa vez que rompí el jarrón del abuelo. Fue sin querer, en serio mamá. Por favor, ¿Dónde estás? Quiero ir contigo. Por favor…

De repente, la puerta detrás de Theodore se abre. Él se gira, encontrando al hijo de la familia Malfoy. Draco y Theodore se han visto antes, sus padres tienen una relación laboral bastante estrecha que hace que se reúnan a cenar con frecuencia.

Pero nunca antes habían estado solos. Cuando sus padres los mandaban a jugar para que no escucharan el resto de la conversación, el rubio se retiraba a su habitación y Theodore se quedaba en los jardines o escondido en el baño.

— ¿Estás llorando? — le pregunta Draco, sin saber que hacer. Su padre le ha dicho que no debe llorar delante de las personas, y Draco creyó que para todos era lo mismo.

— Claro que no. — responde Theodore, a la defensiva, limpiándose las traicioneras lágrimas que caen por sus mejillas.

—Si, ¡lo estás! — exclama el rubio, triunfalmente. — ¿Por qué lloras? ¿No has recibido regalos?

Theodore trata de ignorarlo, pero el niño es insistente. Lo mira fijamente hasta que Theo tiene que responder. — No es eso.

— ¿Y que es? — Draco tiene su misma edad, y es bastante curioso. De repente, Theodore siente que Draco lo toma de la mano. Nunca lo han tocado así, le recuerda a su madre. Su madre era la única que lo abrazaba o lo tomaba de la mano.

Por un momento, Theodore se siente un poco mejor. Aunque el sentimiento desaparece al recordar a su madre una vez más.

—No llores. — le dice el rubio. — Me quedaré aquí y podemos jugar a algo si quieres, o sentarnos, o lo que quieras.

Theodore le agradece silenciosamente y ambos se sientan en el suelo, con las manos aún tomadas, perdiendo sus cabezas cada uno en sus propios pensamientos.