1_ Merlin Emrys, el futuro y único dragonlord

Desde que Arthur había muerto, habían tenido varios cambios en el reino. Gwen había pasado a ser la soberana de Camelot, y durante varios días Merlín había temido que quizás se vengaría por dejar morir a Arthur. Había olvidado la regla principal... Guinevere era la mujer más compasiva del mundo.
Sin embargo, la misma tristeza le impidió contarle toda la verdad, y siguió ocultando su condición de mago hasta que la noticia sobre el embarazo de la reina hizo salir a Merlín de una burbuja en la que estaba metido desde la muerte de su rey... El joven hechicero simplemente se forzó a olvidar su propia vergüenza y le contó a Guinevere sobre su magia. Ella lo aceptó, claramente. Era un secreto a voces, y Merlín descubrió que más de una persona sospechaba de él como un brujo. No solo Gwen, sino también varios caballeros, e incluso un par de guardias con los que se había tratado a veces... El saber que de todas formas todos lo aceptaban, contra todo lo esperado, en cierta forma lo deprimió un poco... Quizás si hubiera dudado menos y le hubiera dicho la verdad a Arthur, él también hubiese sobrevivido, y la historia sería diferente.
Carcomido por la culpa, lo que empezó como un pequeño zumbido en su cerebro, terminó pareciendo cada vez más en una miseria que logró fingir completamente frente a todos. Nadie, a excepción de Gaius, hubiese sospechado jamás de la profundidad de su dolor...
A los dos meses de la muerte de Arthur, Merlín había caído en una depresión profunda, y cada vez era más notorio... Estaba mucho más delgado y pálido que siempre, ignorando a todos, olvidándose a si mismo. Nadie logró sacarlo de aquella miseria hasta que, tiempo después, finalmente había comenzado a planear algo que jamás habría pasado si estuviese en sus cabales... Un pensamiento que comenzó a infectar su mente y su propia magia incluso...
Si su destino había terminado, no tendría nada más por lo que vivir... Entonces... ¿porque seguir allí, respirando, cuando tendría que solo "seguir su camino"?
Conspiró consigo mismo, y se mostró nuevamente alegra y servicial frente a la corte. Nunca dudando de él, todos pensaron que su etapa de depresión finalmente había terminado, cuando en verdad solo era que la peor parte que estaba llegando. Más sagaz que nunca, Merlín decidió fingir una recuperación, mientras planeaba su propia muerte.
Exactamente 6 meses luego de muerte de Arthur, se despidió de todos con normalidad, tomó un caballo, y se fue hasta Avalon... Donde a las orillas del lago bebió una botella entera de acónito. La misma con la que (bajo el hechizo de Morgana) había querido envenenar a Arthur tiempo atrás...
Dos días estuvo muerto... Y su sorpresa fue mayor cuando al tercer día, despertó en Camelot, recostado en la cama de su vieja habitación, con Gaius mirándolo con profunda tristeza.
-Mi muchacho, mi pobre muchacho...¡Creí que jamás volvería a verte con vida! ¿Qué has echo?- exclamó el médico, mientras lo ayudaba a levantarse.
Merlín miro a sus costados. Sin duda estaba en su habitación. Había frascos vacíos y plantas por todos lados, muestra del arduo trabajo que el médico había puesto en salvarlo. Tenía un fuerte dolor en su cabeza y sentía que todo le daba vueltas... Pero había estado en peores condiciones, y sin duda, aquello no era estar muerto... ¿Porque no estaba muerto?
-No, esto no es posible...- susurró, comenzando a respirar casi violentamente. Aquello no era posible, ¿Porque estaba allí, aún respirando? -Bebí... Bebí Acónito... Toda la botella... No tendría que estar vivo, Gaius, ¡No tendría que estar vivo!- exclamó, buscando la mirada del anciano. Él negó con la cabeza.
-Merlín, es el golpe en la cabeza. No puedes sobrevivir al acónito, nadie puede, es el veneno más potente que tenemos... Te habrás equivocado de frasco simplemente...- respondió solamente, sonriendo a su aprendiz, convencido que estaba en un error sobre que frasco había tomado. Pero Merlín sabia muy bien que no mentía, y aquello le hizo recordar todas las veces que había sobrevivido a la muerte... En ese momento, Merlín Emrys comprendió que no podría morir, jamás... Que realmente tendría que esperar a que Arthur reviviera...
Si el acónito no lo mataba, nada lo haría... Y entonces una paz interior lo calmó, sedandolo por completo, mientras volvía a acostarse.
Por primera vez en mucho tiempo, Merlín durmió sin sueños. Despertó mucho antes de la salida de sol, por culpa de una voz en su cabeza... Era Killgarah, llamándolo, como hacía tanto tiempo atrás.
Siguiendo la voz, Merlín caminó por los vacíos pasillos del castillo hasta salir. Tomando un caballo, cabalgó hasta el lago, donde la maravillosa escena del amanecer sobre sus aguas le hicieron recordar a todos sus amigos perdidos en batalla... Freya, Lancelot... y los más recientes, el rey Arthur, y su mejor amigo, Sir Gwaine.
Inundado en lágrimas fue como lo encontró un enorme dragón, que en sus mejores épocas poseía un terrible y majestuoso porte, el cual ahora se hallaba roído por la edad.
-Joven mago, retiene tus lágrimas. No es momento de llorar sobre aquellos que se han marchado, sino de regocijarse por el futuro que te aguarda...- dijo, con voz profunda y sabia, como siempre. Sin embargo, Merlín no quería escuchar los consejos inútiles y enigmáticos de aquel dragón.
-Me lo dijiste tantas veces... "Es tu destino salvar a Arthur"... Pero él ahora está muerto, y tu sigues aún aquí, casi obligándome a acudir a tu llamado. Creí que serías tu quien estaba bajo mi poder, pero aquí estamos, y yo aún acudo a ti sin poder siquiera negarme...- la voz de Merlín sonaba amarga y fría como el hielo. No quería hacerlo, de verdad no quería echarle la culpa al dragón pero no veía otra opción. Después de todo, según él, Killgarah jamás había sido completamente honesto. Era su culpa, todo era su culpa.
-Jamás te mentí, joven hechicero. Tu salvaste a Arthur, de miles de formas diferentes, y tu destino es llevar a Albion a su era dorada, la cual se cumplirá bajo las órdenes de un Pendragon... Que pueden ser tanto la reina como la pequeña criatura que ahora lleva en su vientre... -por primera vez, el dragón hablaba con sinceridad. Merlín alzó la mirada, con sus ojos penetrantes azulados clavados en los marrones del dragón Aquello era algo inaudito, que Killgarah hablara sin acertijos y solo dijera la verdad. Algo malo debía estar pasando, y nuevamente dominado por aquel lado bueno y amable que lo caracterizaba, el mago miró al dragón, su único y primer amigo desde que había llegado a la ciudad, preocupado.
-No hay acertijos o palabras complejas en tu voz, Killgarah...- murmuró. -Y eso no es algo normal, al menos, no es ti... ¿Qué es lo que sucede? ¿Porqué me convocaste aquí?
-Joven hechicero... Estoy muriendo... Lo puedo sentir en mi ser... Hoy mismo me desvaneceré de esta tierra para siempre...- contestó él.
Merlín negó con la cabeza, sonriendo de costado, pensando que todo era una cruel broma.
-No es tiempo de bromear, y menos con esos temas, dragón .. Eres fuerte, lo siento en tí... Si luchas, puedes vivir mucho más.-
-Quizás estoy cansado de pelear... He visto reinos sucumbir y alzarse, mi raza ser exterminada y mi única esperanza corroída por la maldad... Soy viejo, Merlín Por ello he decidido que este será mi último día, y no hay nada que puedas hacer para cambiarlo...-
-Entonces... ¿Para que me llamaste? ¿Acaso quieres compañía en tu lecho de muerte?- murmuró amargamente el dragonlord, reteniendo sus lagrimas de amargura. Su único amigo, perdido.
-No tendré lecho de muerte, Merlín Arderé en llamas, como sucede con los de nuestra clase, y quizás, si he sido lo suficientemente bueno, reencarnaré en un huevo de dragón permitiendo a mi especie una nueva oportunidad... Pero no es de ello sobre lo que te quiero hablar, sino de mi sucesora...-
-¿Tu sucesora?- repitió el mago.
-Así es, mi sucesora... aquella que responderá a tu llamado, y a quien debes educar por sobre todas las cosas... Te he convocado porque necesito un favor, mi último favor y requisito... Debes encontrar a Aithusa y liberarla de la maldad que corrompe su corazón y le impide ser feliz... Debes hacerlo, ya que es tu deber como dragonlord... Y debes hacerlo porque te lo pido, como amigo...- Había cierto dejo de súplica en la voz de Killgarah que simplemente rompió el corazón del mago.
Asintiendo levemente, él accedió.
-¿Cómo la encontraré, que debo hacer?- preguntó Merlín dispuesto a asumir una vez más el doloroso deber de un futuro del que no podría escapar...
-Acércate a mí, joven mago... Acércate y recibe la última esencia de magia que tengo para darte...- fue Acércate respuesta.
Merlín se acercó al dragón lentamente. La luz del amanecer había comenzado a inundar todo, las flores se abrían paso y los animales comenzaban a dar señales de vida. Pero nada importó al mago más que el rostro de aquel dragón, que en un momento lo había aterrado de muerte, y a quien ahora veía como un amigo, mentor... Alguien en que podría confiar sus secretos y a quien acudir por ayuda... Un dragón que ahora se veía decrépito, viejo... Pero aún sabio y fuerte. Realmente un mentor...
La criatura abrió sus enormes fauces y, con magia de por medio, exhaló sobre el mago. Este sintió el peso del pasado, presente y futuro sobre sus hombros, pero más que nada, sintió como un brillo lleno de magia y fuerza vital lo inundaba por completo, arropándolo con la energía misma de la magia de los dragones... Hechizos comenzaron a surgir dentro de la cabeza del mago, que recibió sin ninguna queja la magia más antigua que los dragones poseían, el aliento de la vida de su amigo. Durante varios segundos que parecieron siglos, Merlín recibió magia, más de la que ningún humano seguramente había poseído jamás... Pero claro, él no era un humano normal...
Minutos antes, era Merlín el joven a quienes todos llamarían por otro nombre en un futuro... Ahora era el futuro, ahora era finalmente Emrys, el mago más poderoso jamás existido, un dragonlord, el último dragonlord que jamás existiría, puesto a que él viviría por siempre. Ahora que había recibido el aliento del dragón, finalmente era uno consigo mismo, digno heredero de la magia. Ahora sabía que misión le esperaba con Aithusa, y como resolvería la mayoría de los problemas que hacía unas horas atrás, parecían que acabarían con Camelot. Ahora tenía la inteligencia del dragón .. Y eso era lo que lo convertiría en una leyenda.
Los ojos dorados brillantes de Emrys poco a poco volvieron a su brillo azulado normal, el "tono Merlín", y este observó con tristeza frente suyo. El cuerpo del gran dragón Killgarah estaba allí, sin vida alguna. Toda su magia había sido transferida al joven brujo, y ahora no quedaba nada más que un simple disfraz de lo que en algún momento había sido el gran dragón.
El mago dio varios pasos hacia atrás, al mismo tiempo que el cuerpo de su mejor amigo se deshacía en unas llamaradas azules, rojas, verdes y anaranjadas.
-Adiós, viejo amigo... Espero volver a encontrarte pronto del otro lado... - susurró el brujo, sabiendo que sus palabras no tenían sentido alguno. Entre todos los secretos que la nueva magia le reparaba, una pequeña profecía resonaba en su cabeza.
En verdad no podría morir hasta que Arthur reviviese, por lo que nada podría herirlo... No vería a Killgarah "del otro lado" porque no moriría en mucho tiempo... Y además porque, en el viejo espacio vacío donde antes fallecía el cuerpo del dragón, ahora había un huevo grande y absolutamente negro...
La magia había sido benevolente... Los dragones vivirían, al menos por un generación más... Y con esa idea en mente, Merlín decidió tomar el huevo y custodiarlo hasta que fuera tiempo de que aquel nuevo dragón naciese... Se dio vuelta y caminar rumbo a Camelot una vez más, junto al caballo que lo había llevado, con un huevo de dragón en su poder ahora.

Tenía una dragona que encontrar y un reino que sanar...

No tenía tiempo que perder...


Hola a todos!
Me llamo Lilyan, soy la dueña de este nuevo fic, y esta es mi primera historia jamás subida en la historia de mi vida, así que espero que les guste! Cualquier crítica que tengan, no duden en dármela, que sino jamás voy a aprender por mi propia cuenta!
Espero reviews de todo tipo, y que les haya gustado! ^^"