Caminaba por las desiertas calles de la ciudad maldiciendo su mala suerte, cuando una gota de agua cayó sobre su nariz, miro hacia el cielo viendo como a esa gota le seguía otra, luego le siguió otra y otra, cada vez más y más gotas hasta que comenzó a llover de manera suave.

—Este no es mi día —dijo observando como su ropa se comenzaba a mojar.

Decidió resguardarse bajo el techo de una tienda, esperando que la lluvia parara o al menos aminorara un poco. A lo lejos vio la silueta de una persona. Bailando en círculos, salpicándose con los charcos de agua y lodo, ahí había una figura de cabellos largos y rubios.

Parecía disfrutarlo.

Saltó, cayendo en la hierba y lodo. No dudo en correr en dirección a la joven para cerciorarse de que estaba bien. Había sido una fea caída.

Sus ojos eran azules, eso fue lo primero que notó al acercarse lo suficiente, azules como un cielo de verano. Un cielo resplandeciente y sin nubes de lluvia que lo arruinaran. Reía divertida, alegre.

La lluvia comenzó a caer con mayor intensidad. Un relámpago resonó a lo lejos, acompañado de un grito.

— ¿¡Cuál es tu problema?! —la joven lo miro percatándose de su presencia. Sonrió.

—No tengo ningún problema, gracias —dijo—. ¡Es solo que esto es lo más maravilloso del mundo! —exclamo extendiendo los brazos y riendo.

— ¡Estás loca!—gritó molesto por haberse mojado por nada. La chica solo lo ignoró.

—Vamos, ven a bailar conmigo —le invitó.

Guiado por alguna fuerza extraña para él, aceptó, colocando una de sus manos en la cintura de la joven y la otra en su espalda.

Bailaron, con la lluvia como su música, como único testigo.

Le corrió del rostro los mechones de cabello, sin despegar sus ojos de los de ella. Le sonrió al igual que ella.

Se tiraron en el lodo con los ojos cerrados. La lluvia les golpeaba el rostro de forma suave.

— ¿Por qué estabas tan molesto? —preguntó ella en vos baja.

—Solo tuve un mal día.

—"Puede estar tormentoso hoy, pero no puede llover para siempre. Todo estará bien" —habló volteando el rostro para sonreírle. Una sonrisa que paraba la lluvia en su interior y lograba que saliese un brillante sol.

—"Detrás de las nubes el cielo sigue siendo azul", ¿no?—dijo.

—Exacto.


Recordar ese mágico momento le hacía bien.

Tal vez no había vuelto a ver a esa chica de la cual nunca supo su nombre, pero le había dejado una gran lección. Esperaba en algún futuro volver a verla, para agradecérselo.