Aquí les traigo nueva historia... ya saben, comenten, den follow, fav y recomiendes, linduras :3
Desperté entre tantas sabanas y almohadas, definitivamente debo dejar de visitar tantas fiestas, cada que llegue una invitación trataré de ni siquiera verla o abrirla, escucho que alguien entra a la habitación.
- Bianca –digo, salgo de mi escondite y la miro.
- Más vale que despierte ya, princesa, su siesta terminó, son las cuatro de la tarde y sus padres la esperan para felicitarla, por cierto, feliz cumpleaños –me da un abrazo después de dejar mi ropa a un costado de mi cama –tome una ducha rápida y corra al comedor, en una hora sus padres estarán ahí.
- Entendido –le dije, se fue he hice lo que me pidió, chequé la ropa que me dejó, en el vestido hay una nota.
~o~o~o~
Querida, este vestido lo guardamos tu madre y yo para tu cumpleaños número dieciocho, esperamos que disfrutes de tu día.
~o~o~o~
- Vamos, niña, te ayudaré con el corsé –escucho a Bianca, después de sobreponer el corsé me ayudó con el vestido, es color aguamarina, tiene muchos bordados dorados y las mangas están ajustadas y después sobresale una capa, Bianca acomoda mis risos naturales y solo se dedica a tomarme el cabello en media coleta, después me pone mi tiara –lista, ahora hay que irnos.
- No quería celebrarlo, solo es un día más.
- Son los dieciocho años de su gemelo también, al menos deséale feliz cumpleaños.
- Hum, supongo que debería –le digo, por los pasillos los sirvientes, soldados y conocidos me felicitan con un pequeño saludo y yo solo respondo con un "gracias" y una sonrisa, pues estoy lista para mañana enfrentar a mi padre.
Llegamos al salón principal, mi hermano llego a mí antes de abrir las puertas.
- Feliz cumpleaños, hermanita.
- Feliz cumpleaños, Françoise –nos abrazamos, nos entregamos unas pequeñas cajas, las abrimos, son unos brazaletes de oro puro con la inicial de nuestros apellidos, abrieron las puertas después de colocárnoslos, solo escuchamos como gritaban ¡Sorpresa!
- Feliz cumpleaños, mis queridos príncipes –nos dicen nuestros padres, al parecer está reunión será bastante larga, Franco y yo solo nos miramos, ya sabemos la que nos espera.
Pretendientes.
- Apenas han despertado, niña, les va a dar un infarto.
- Tienen cuarenta, Bianca, y están completamente sanos, no pasará nada, me reuniré con él después del almuerzo.
- Pero tú ya has almorzado.
- Pero ellos no, no te preocupes, estaré bien –le digo salgo de mi habitación y me dirijo hacia mis padres, unos pasillos antes me topo con Françoise.
- ¿Les dirás?
- Así es, ahora mismo que llegue.
- Estás loca Kate.
- No, solo quiero mi regalo.
- Durará poco.
- No menos de lo que espero.
- Bueno, entraré contigo solo para mirarte fracasar ante los reyes de Inglaterra.
- Já-já –entro a la terraza de mis padres, donde justo ahora están almorzando –linda resaca ¿ah?
- Hija, no empieces –dice mi madre.
- Algo quieres –continúan.
- Sí, y sabes lo que es, quiero un viaje.
- Hablaremos de ello más tarde, ahora vístete como una dama.
- Bien, estaré en los jardines, si no en los balcones.
- Cuídate, princesa.
- Hasta luego –les digo, entro a mi habitación y tomo una ducha, me cambio a unos pantalones de cuero ajustados, una blusa larga, casi masculina y mi chaleco café, me poco mis botas altas y me miro al espejo.
La próxima reina de Inglaterra (si es que no es mi hermano mayor por dos minutos), alta, tez blanca, cabello largo y rizado, ojos claros, labios rosados y siempre porto con un fino delineado negro y rímel en los ojos. Salgo a caminar, nadie me sigue, eso es bueno, así que me dirijo a los muelles, a ver los barcos zarpar. Alguien toca mi hombro y me asusta.
- Lamento molestarla señorita, pero ha pisado mí, pañuelo.
- Oh, lo siento –le digo recogiendo la tela.
- Linda vista –dice –que belleza… bueno, tengo que escapar, fue un placer –besa mi mano y se va.
- Oh, querida, solo es un día más –me digo.
Hago camino de vuelta al castillo, llego hasta mi habitación y preparo un morral de cuero con ropa limpia y mi perfume, entro a mi cuarto secreto, reviso mi caja de dinero y tardo un buen tiempo en contar el valor de las monedas, exactamente tengo más de un millón de euros, me quedo pensando por unos momentos, este dinero lo vengo ahorrando desde que mi padre nos empezó a dar dinero para horrar, pues dice que quiere que sepamos ser independientes con nuestro dinero. Escucho la puerta del cuarto, rápidamente echo las monedas en un pequeño saco y las meto en mi morral para ya salir a mi habitación, es Franco.
- ¿Lista?
- Un poco… ¿listo tú? El trono caerá en ti, hermanito.
- Sí, pero yo si lo quiero.
- Y yo igual, pero primero quiero viajar.
- ¿Con cuánto dinero portas?
- No he gastado nada de mis ahorros, siempre volvía a pedirle a papá o al abuelo, y si sobraba lo guardaba.
- Si es así, entonces portas con… ¡más de un millón!
- Así es.
- ¿Lo llevarás todo?
- Sí, no sé con qué me tope más delante.
- Supongo, entonces, suerte –me da un ligero abrazo y un estirón de cabello, nos levantamos, me cuelgo el morral y vamos con nuestro padre, mi madre está en la biblioteca leyendo un libro, ella ya lo sabe, cuando pasamos por su lado solo niega y a la vez sonríe murmurándome que tenga suerte, llego a la oficina de mi padre, increíblemente está solo.
- Padre ¿podemos pasar?
- Claro, querida, adelante… ¿disfrutaron de su cumpleaños?
- Bastante… pero recuerda que a mí me falta mi regalo.
- Sí… y la respuesta es no.
- Papá, tengo dieciocho, incluso pueden ir guardias conmigo.
- ¿Y a quién le daré el trono?
- Pues a Françoise.
- Cierto, pero no, es muy peligroso, hay piratas por todo el mar, hija, no quiero que te topen y te dañen.
- Pero ya habíamos hablado de esto.
- Bien –se pone de pie y se acerca a mí –vengan, muchachos, vamos a caminar –nos dice, salimos dela oficina, caminamos por los pasillo y todavía caminamos hasta los balcones del castillo pegados al mar, mi padre nos abraza –han crecido tanto, mi hiso me sobrepasa con uno ochenta y mi niña con diez centímetros menos, y han logrado tanto, los dos saben pelear con o sin armas, aunque a su madre no le parezca, pero en algún momento será necesario, no sé qué haría sin ustedes –nos suelta y me mira –quiero saber en qué barco te vas y cuándo regresas ¿está bien?
- Sí, padre –lo abrazo.
- Apuesto a que partirá hoy –le dice Franco.
- No lo dudes, porque no mejor vamos a comprarte de una vez tu boleto, quiero comprártelo yo –me dice mi padre.
- ¿Irás a los muelles a comprarme un boleto?
- ¿Por qué no? ¿crees que no conozco Inglaterra, querida? Vamos, solo me deshago de está peluca y nos vamos.
- Está bien –le digo y reímos, caminamos de vuelta al castillo.
Mi padre ha comprado un boleto para zapar en El Ocarina, pues es un barco de lujo, mi madre me ha dicho que a ese barco no debo andar vestida con pantalón ni antes ni después de subir, no a menos que sea hombre, pero se reprime a solo decírmelo una vez, así que para darle un pequeño gusto me puse un vestido ligero. Por ahora estamos en el muelle, recojo mi maleta y mi morral de cuero, el cual no suelto, y creo recordar que mi madre solo me guardó dos vestidos y mucha ropa interior limpia, pues dijo que habían tiendas en este barco. En fin, la despedida fue larga, pues tomaré un largo viaje por varios continentes.
Los días se me han pasado bastante rápido, pero a decir verdad eso no evita que esté alerta, pues hace unas noches escuché decir a los marineros que hay piratas por estos rumbos, espero que se equivoquen, pues no quiero sorpresas, y sería peor para ellos que la princesa de Inglaterra se pierda en el mar con unos cuantos piratas. Por ahora solo reviso de nuevo mi equipaje, no puedo creer que mi padre me dejara una daga y una revolver. Las metí en mi morral, que bueno que tengo espacio, pues no pesa tanto, y eso que aun cargo con lo del primer día.
Hoy me decidí por vestir con pantalón de cuero, playera cómoda fajada, mi chaleco tipo corsé y botas, en fin, casi toda Inglaterra me ha visto vestida así fuera y dentro del castillo. Por ahora me he quedado en la proa, lejos de cualquier dama que me quiera meter cosas en la cabeza sobre andar con sus hijos, y por esas razones me hice amiga de sus hijas, quienes odian que sus madres casi las vendan.
- ¡Capitán, la he encontrado! –escucho la voz gruesa y rasposa de un hombre –es la joven, ahora si puede amenazarlos –dice más bajo, escucho gritos y balazos, apenas iba a escapar cuando un hombre me toma de la cintura con una mano y con la otra coloca una daga en mi cuello.
- Un paso más coronel, y la asesino –dice el hombre, reconozco esa voz, frente a mi está el coronel Barns y sus hombres, junto con algunos marineros heridos, al fondo hay hombres tirados, otros muertos, hay piratas por todos lados, me coloca un saco. Genial, ahora no veo nada.
¿Por cuánto tiempo me perdí en mi mente? Siento como me aprieta bruscamente hacia él mientras forcejeo.
- ¿Qué es lo que quieren? –pregunta Barns.
- Alto ahí, coronel, alto ahí si la quiere volver a ver –le disparó y sus hombres se deshicieron de los demás.
- Un momento ¿qué sucede exactamente? –traté de golpearlo pero me jaló hacia él y comenzamos a caminar, me jala de los brazos –carajo ¿es necesario tener que empujarme? –me solté, me quité el saco y me giré para ver quién era.
- Sí, señorita, es necesario –tomo mi brazo, caminamos por una tabla y subimos a su barco… lo conozco, es el Perla Negra y a él, lo vi en el muelle.
- Capitán ¿qué aremos con la señorita? -le preguntan al hombre de ojos delineados.
- Nos la llevaremos.
Espero les haya gustado, comenten, give follow, favorite y recomienden! :3
