Brightness
Un secreto
Suspiró y cerró la puerta tras de sí. Se apoyó en la puerta, alisándose la falda, con actitud distante. – Soy un asco- siseó con furia, llevándose las manos a la cara.- Una estúpida…- De su capa, empezó a brillar una débil luz naranja, que iba aumentando, iluminándola en el pasillo. De la basta de su capa empezó a brotar una llama, que chisporroteaba consumiendo su ropa lentamente. Ella miró el fuego con indiferencia, como si no le importase que la consumiera. Al momento, se escuchó el murmullo, unas risas masculinas, y los pasos acelerados de gente bajando por las escaleras hacia la mazmorra. Rápidamente, la llama se extinguió y ella corrió hasta esconderse debajo de las escaleras, nerviosa.
- Shh.. Shh.. No hagan ruido.- Musitó una voz débil, responsable.- ¡Paren de reír! Creo que escuché a alguien.
- Lunático, quién podría estar a estas horas por aquí, y con este frío, ¿Eh?
- ¡Nosotros!- Respondió una voz miedosa.
- Exacto.- Contestó una voz jovial y llena de seguridad.- Sólo nosotros.
- ¿Y el mapa?
- Lo tiene Canuto.
Algunos adoquines se oscurecieron al final del pasillo. Se esbozaron cuatro largas sombras verdosas. El sonido de sus pisadas retumbaba en el lugar. Avanzaron hasta situarse frente de la puerta de entrada hacia la sala común de Slytherin.
- Veamos si hay alguien…- Sugirió la primera voz.- ¿No sienten olor a quemado?
- Si… puede que alguien esté practicando para pociones.- Dijo uno.
- ¿Y el mapa?- Pareció que todos miraban a una de las sombras.
- Eh, Canuto, despierta. Ve el mapa. – Ordenó Lunático, pegándole un manotazo en la nuca a la silueta más alta.- Desde que saliste esta tarde con Megan que andas en otro mundo.- Los otros rieron.- Te consumió todas las fuerzas…
- Qué gracioso, ah… No hay nadie por aquí, no debería, ya lo dijo Cornamenta… Hace tanto frío que ni Mirtle la llorona saldría de su retrete…
- Sólo revisa el mapa, ¿quieres?
- Okey- Se escuchó el sonido del papel desplegándose. Él se quedó callado. La joven permaneció quieta bajo las escaleras, atenta a la respuesta. Su corazón palpitaba fuertemente, tanto, que tenía miedo que se pudiese escuchar.
- ¿Y?
- Eh… no.- Respondió Canuto, contrariado- No hay nadie.- Dijo lentamente, más seguro.- Entremos.- Se escuchó el crujido de la puerta abriéndose. Tres de las siluetas entraron, y la última se quedó mirando hacia la dirección donde estaba ella. Ella tragaba su saliva en silencio. Estaba frita, seguramente él le haría algo.
- Venga Canuto, rápido, tenemos sólo unos segundos.- Llamo una voz desde las mazmorras.
- Sí, en seguida.- Canuto giró en sí mismo y entró, desapareciendo del pasillo completamente. Ella no se movió, no podía. Pareciese que sus huesos estuviesen hechos de acero. Pasaron algunos minutos, y la capa se volvió a iluminar.
- Soy tan idiota…- Musitó al mismo tiempo que se levantaba y se echaba a correr por el pasillo de vuelta a su casa. Cuando llegó al retrato de la Dama Gorda, ésta la miró con reproche.
- Tercera noche en esta semana que te escapas a estas horas…- La estudiante no dijo nada, mientras esperaba que el retrato se abriera completamente- Sería una lástima que se supiera que estás saliendo a hurtadillas por las noches para encontrarte con una serpiente…- La estudiante abrió los ojos sorprendida.
- ¿Cómo sabe eso?
- Todo se sabe en este castillo, niña…- Dijo la Dama Gorda casi con ternura- Eso debieras ya saberlo… Y déjame decirte, Christine, que ese jovencito no te conviene- Recomendó con sorna, mientras se apartaba para que la muchacha pudiera atravesar al pasillo que la llevaría a la sala común de Gryffindor.
- Qué le importa- Gruñó la chica avergonzada y desapareció.
