Disclaimer: Naruto no me pertenece. Es obra de Masashi Kishimoto.

.

.


Dime algo

El prado brillaba leve vestido de un color ámbar que precedía al atardecer. Ese mágico tono de la naturaleza duraba poco tiempo, pero se tatuaba en la memoria desde la primera vez que se apreciara. La brisa tocaba con cierta fuerza sus cuerpos, moviendo con elegante ligereza sus vestimentas y otorgando una frescura que tranquilizaba. Las nubes se trasladaban perezosas dejando manchones dispersos de cielo azul, y se perdían más allá de las montañas junto al sol; mientras formaban diversas figuras abstractas que retaban a la imaginación.

— Esa se parece a Sakura.

— ¿Esa?

— No. La que dices se parece más a Lee. Me refiero a esa.

— Yo no lo veo.

— La parte más prominente es su frente, y la pequeña es el resto de su cara.

— Ahora que lo dices… Tienes mucha imaginación o eres una mala amiga.

— Un poco de las dos.

Estaban sentados con las piernas estiradas sobre el verde pasto, lado a lado; siguiendo el extraño ritual que habían iniciado meses antes. Durante aquel tiempo la distancia que los separaba se había reducido centímetro a centímetro. Irónicamente, jamás se hubiesen interesado en entablar ni un minuto de conversación, pero había sido la tristeza y la preocupación que de modo indirecto los había impulsado a iniciar una clase de apoyo incómodo que se fue transmutando en amistad.

Aconteció en una de las discusiones más críticas que Naruto y Hinata habían tenido durante su relación. Para sorpresa de Naruto, la timidez de su novia llegaba a ser superada por los celos causados por su intensa desconfianza hacia la amistad entre Sakura y él. Su interior albergaba dudas que la hacían pensar en cenizas del fuego que alguna vez Naruto sintió hacia su mejor amiga.

Por un tiempo, aquellos problemas se resolvían con cierta facilidad, gracias a la personalidad tierna y cariñosa de Naruto, y, por supuesto, al amor que ambos se profesaban —Generalmente, el rubio cedía casi siempre—, sin embargo, esta era la única vez que no estaba dispuesto a hacerlo. Por ello notó la realidad de las circunstancias. Mientras tal amistad existiese, Hinata seguiría dudando, y las discusiones tomarían más fuerza.

— Si sigues siendo su amigo, jamás tendré paz —Naruto entendía que Hinata superaba los leves tartamudeos de timidez durante explosiones de valentía y enojo.

— Yo te amo, pero no puedo cumplir esta clase de capricho. Sakura-chan también es tu amiga.

— No lo es. Hoy le expresé mis sentimientos pero ella no quiso alejarse de ti. Y yo…

— ¿Qué hiciste?

— Terminé nuestra amistad. Espero que eso te lo facilite.

Naruto no supo qué decir, como tantas otras veces. Sin embargo, no era su acostumbrada actitud despistada la que reprimía su voz, sino aquel sentimiento incómodo que resulta cuando el desagrado choca contra el amor: decepción. Lo único que quería hacer fue alejarse de ese lugar, y de ser posible de la aldea. Dejó a una Hinata perturbada, se dirigió al único sitio donde podría tranquilizarse e intentar organizar sus ideas, y simplemente se tiró bocarriba sobre el pasto anaranjado del atardecer. Así pasó un tiempo indefinido, observando el cielo con la mente en blanco, libre de cualquier pensamiento. Era de las pocas cosas que se le facilitaba lograr.

— Nunca imaginé que tenías buen gusto. Es un lugar hermoso.

— ¿Qué haces…? ¿Cómo supiste que estaba aquí?

— Si fueras más listo, sabrías la respuesta.

— Hinata… Sakura-chan.

— Te daría un premio pero no tuve tiempo de nada. Ya sabes, la urgencia.

— Nadie te obligaba.

— Técnicamente, sí. Sakura puede ser tan mandona como Tsunade-sama.

Naruto no pronunció palabra alguna, solo atinó a hacerle un gesto con la mano para que se sentara, luego de incorporarse y tomar la misma posición. Sus piernas estaban estiradas sobre la hierba que se iba enfriando como un aviso del anochecer.

Permanecieron en silencio durante largos minutos, la incomodidad era palpable.

— Como le dije a Sakura, no sé qué decirte. Ni siquiera somos tan cercanos. Peor, aun no entiendo por qué ella no está aquí.

— Seguramente para no empeorar el problema. Hinata tiene celos de ella y quiere que terminemos nuestra amistad.

— Sigo sin saber qué decir. Eso me tomó por sorpresa.

— Yo también me sorprendí. No creí que ella…

— ¿Tuviese esa clase complejos? Si lo piensas bien, no es tan raro. Hinata es muy tímida, y eso nace de la inseguridad, al igual que los celos. Ella ha estado enamorada de ti casi toda su vida. Y tú lo estuviste de Sakura mientras no te dabas cuenta de sus sentimientos. Imagina todo lo que sufrió. Es una chica muy noble, pero es humana y no escapa de las emociones negativas. Además, es el primer noviazgo que ustedes tienen. Son inexpertos. Naruto, debes ser paciente. Ella lo irá superando. Si se aman deben ser fuertes y permanecer unidos. ¿Me entiendes?

— ¡Claro, no soy un idiota!

— Permíteme dudarlo.

— Ino. —la miró con seriedad a los ojos—.Gracias.

— Dáselas a Sakura. A mí me obligaron.

Desde aquel consejo forzado, la nueva labor se fue tornando tan frecuente como los reclamos de Hinata. Naruto trataba de ser lo más fuerte posible, pero aquello solo aumentaba en su físico por la exigencia de sus misiones.

— Intenta tomarlo como si fuese una prueba para ser Hokage. Si no puedes con estas tribulaciones emocionales, no eres apto para convertirte en el líder de esta aldea.

Eso le dijo Ino en una de sus reuniones en el prado. Aunque no habían definido qué tipo de relación tenían, ella estaba aprendiendo a conocerlo, al punto de despertar con palabras exactas, la esperanza en una relación que se hacía más difícil de llevar; mucho más cuando se veía obligado a ocultarle a su novia más y más sucesos; entre esos, el tiempo que pasaba junto a la Yamanaka, tiempo que tomaba una importancia poco imperceptible.

A pesar de que su primer pensamiento era alejarse de otra pelea, permanecer acostado en el prado, y cerrar los ojos; su segundo deseo era escuchar la voz de Ino diciendo algún comentario para fastidiarlo, y que, al final, con palabras sembrara coraje en su interior donde su corazón cansado quería rendirse. Pasado un tiempo entendió que ya eran amigos, y esta vez las palabras sobraban.

Lastimosamente, sin importar cuánto Naruto se negara a ceder, de algún modo sus problemas lo habían alejado paulatinamente de Sakura, por parte y parte. Él inconscientemente la evitaba, y la Haruno no quería empeorar su situación. Para ese tiempo, el único momento de tranquilidad podía encontrarlo en aquel prado, donde Ino se había convertido en su confidente.

— Lo siento mucho, Ino-chan.

— ¿Por qué? No es tu culpa. No es culpa de nadie, supongo. Estas cosas pasan.

— Lo sé, pero no deberías estar aquí. Imagino que prefieres hablarlo con Sakura-chan.

— No, ella está… en una misión.

— Si pudiese hacer algo, yo…

— Solo dime qué sucedió con Hinata. Quiero ocupar mi mente en salvar su relación.

— Creo que me he quedado sin palabras. Todo se repite y repite. Sigue celándome con Sakura a pesar de que casi no me veo con ella. Gran parte de mi tiempo es de Hinata, y el resto es de las misiones y de… —unos sollozos lo interrumpieron—. Ino…chan… —volteó para encontrarla con el resto escondido entre sus rodillas, intentando vanamente ocultar su llanto.

— No… Sigue, sigue… ¿Qué…?

Ese fue su primer contacto. Un abrazo cálido. A pesar del llanto que mojaba la camisa de Naruto, los espasmos que hacían temblar el cuerpo de Ino entre sus brazos, la manera en la que ella se aferraba a él buscando un consuelo que fingía no necesitar, y la noche iluminada tenuemente por la luna que había llegado silenciosa; ese había sido el abrazo más reconfortante que habían sentido por mucho tiempo.

En esa ocasión, Naruto era el apoyo mientras Ino desahogaba todo su sentir sobre el rompimiento con Sai. El amor se había marchado dejando una relación vacía.

— Duele y no sé por qué. Se supone que no lo amo.

— Fue tu primer noviazgo y rompimiento. Yo creo que… en este instante recuerdas las esperanzas que tuviste al inicio de tu relación, y ese futuro que deseaste tener junto a él; y… te das cuenta de que ya no se cumplirán. Bueno… no estoy seguro. Soy un novato como me lo dijiste una vez.

— Tienes razón. No eres tan idiota como pensaba. Gracias, Naruto. —el rubio tomó sus manos y le dedicó una profunda mirada que la sobresaltó internamente.

— Ino-chan, somos amigos. No dudes que te ayudaré en lo que quieras —y ella le creyó. Se sintió, de repente, segura de sus palabras.

— Está muy tarde. Es mejor irnos.

Desde ese instante, el apoyo se había tornado en uno mutuo, y su amistad había tomado cierta formalidad, pues aún permanecía en secreto. Días después, Naruto descubrió que Sakura tampoco lo sabía. Ella no estuvo en una misión el día en que Ino y Sai habían terminado, y hacía tiempo no obligaba a la Yamanaka a encontrarse con él. Aquello despertaba confusión en Naruto, y no dejaba de pensar en los motivos que la hacían mentir. Solo se atrevía a imaginar que Ino quería acompañarlo.

Por algún motivo, esa idea removió algo en su interior.

— Naruto-kun, estás llegando tarde últimamente.

— Es porque quiero despejar mi cabeza, Hinata-chan.

— No es algo muy normal en ti.

— Creo que lo es desde que discutir se ha vuelto normal entre nosotros.

— Pero, he cambiado… Yo… confío en ti, Naruto-kun.

— Lo sé. —Lo cierto es que no le creía, pero no era capaz de confesarlo—. Mejor será dormir, tenemos una misión larga.

Una semana. Siete días eternos que superaban la complejidad de su misión. Extrañamente, muchas veces había sentido la misma ansiedad cuando se alejaba de Hinata. Sin embargo, ella formaba parte de su equipo en esta ocasión. No entendía cuál era su urgencia por terminarla y regresar a Konoha. Escapaba de su comprensión el motivo que le instaba a acelerar el paso del equipo, como capitán; y alargaba por kilómetros de desesperación, el camino de regreso.

No obstante, la ansiedad había sido opacada por el enojo, cuando se encontraron a Sakura mientras se dirigían a su casa. Ella había sido enviada por la Hokage para entregarles una información. Pero ese cruce de palabras había sido otro detonante de celos.

Se gritaron como nunca antes. Uno que otro objeto volaba y era esquivado por el rubio. Otra sorpresa más se sumaba en la mente de Naruto, al ver esa faceta iracunda de su novia. La sala, el cuarto y la concina parecían un campo de batalla; la pelea les había llevado a desquitarse con la casa misma. Adornos, cuadros, vasijas; nada se salvaba.

— Estoy cansado…

— Si fuese así, habrías cortado cualquier contacto con ella.

— Si me amaras, me tendrías confianza. Sabrías que te amé y jamás te habría engañado.

— ¿Me… amaste? ¿A caso ya no…?

— No lo sé. Todo esto me sobrepasa. Nunca antes había sentido esto con tanta fuerza. Mi camino ninja consiste en no rendirme, ni romper mis promesas y ser fiel a mis deseos. Y ahora…. yo… estoy confundido.

— Naruto-kun, no me amas —Naruto no estuvo seguro si había sido una afirmación o una pregunta, los intensos latidos de su corazón resonaban hasta su cabeza y nublaban su percepción.

— Yo… no estoy seguro. Pero creo que es mejor darnos un tiempo. —Sabía que ese tiempo sería indefinido, quizás eterno.

— No…

— Tal vez, así podamos pensar mejor, reflexionar con más calma.

— No…

— Será por nuestro bien.

En el transcurso de ese camino turbulento al que ellos se habían desviado, Naruto había imaginado contadas veces, cómo sería ese momento. Y concluyó que si terminaba con Hinata, solo era necesario mencionar las palabras necesarias y, al final, dar la vuelta y marcharse. Sin embargo, la realidad no pudo ser más contraria a cualquiera de sus suposiciones.

El amanecer los atrapó luego de una larga y extenuante madrugada de llanto, abrazos, súplicas, y un incontable número de palabras opuestas que intentaban justificar el rompimiento por un parte, y, por otra, demostrar que debían seguir juntos. Para cuando los rayos del sol bañaron desde el oriente parte de la aldea, hasta atravesar las ventanas y otorgar un brillo tenue que solo acentuaba la tristeza palpable en la instancia; la decisión había sido tomada.

Los días siguientes fueron difíciles para Naruto. Ya se había mudado a su antiguo apartamento y hasta ese tiempo no había cruzado palabra alguna con Hinata, pues ella se había recluido en la mansión de su clan —según le había contado Sakura—, y él tampoco estaba muy dispuesto a buscarla. No estaba dispuesto a hablar con nadie al respecto, ni siquiera con Ino. Tenía miedo. Desde el rompimiento una idea había cruzado por su mente, y no le ayudaba a ignorar la desagradable sensación que aligeraba tortuosamente su pecho: alivio. Temía que saliera de su boca en palabras, porque aquello lo hacía sentirse avergonzado. En su razonar, sentirse aliviado significaba que su esfuerzo había sido irreal, y que en el fondo, ya había decidido acabar con la tormentosa relación. Todo fue en vano, su paciencia, comprensión, amor y las conversaciones con Ino. Y, si lo veía de ese modo, lo que realmente le apenaba era que la Yamanaka juzgara su hipocresía, pues sobre todo Naruto era fiel a su palabra, y todo se guiaba del querer hacer las cosas. Y desde hace mucho tiempo había dejado de querer intentar, se había rendido.

— Naruto…

— Ino-chan… —dijo sorprendido al verla parada justo frente a él, en la entrada de su apartamento.

— Sakura me dijo lo que sucedió. Estuve buscándote en el prado pero no llegaste. Supongo que querías estar solo. —Naruto no contestó. Las palabras no lograban encontrar la salida; estaban estancadas—. Solo quería decirte que lo siento mucho. Creo que mis consejos no resultaron como querías, te he fallado como amiga —entrelazó las manos jugando con sus dedos. Se notaba nerviosa—, ojalá hubiese podido hacer algo más…. Naruto…

— ¿Por qué…? Estas cosas suelen pasar…. Supongo… —Antes de siquiera comprender que había dicho esas mismas palabras cuando era ella quien necesitaba desahogarse, con la desconsoladora diferencia que Naruto había roto en un llanto amargo; Ino lo abrazó y él le correspondió aferrado como un niño que se ahoga en el mar—. En todo este tiempo estuve obligándome a hacer algo que no quería. Ya no quería ser paciente. Me rendí. Y la única forma de sentirme en paz, era en aquel prado donde tú estabas….

— Naruto… —el susurro salió a la par que las lágrimas recorrían sus mejillas. Sentía su dolor de una forma inexplicable.

— Soy yo quien debe disculparse por hacerte perder el tiempo en consejos que ya no necesitaba. —sin dejar de abrazarla, se alejó lo suficiente para encararla y mirarla directamente a los ojos, un color como los suyos que tenían el confort que buscaba—. Gracias, Ino-chan —y luego besó su mejilla.

Más tarde, ambos decidieron ir al prado para encontrar la intimidad con la que Naruto podría calmar el remolino de emociones. Desde ahora, era claro el futuro de cercana interacción que tendría con Ino, y supo que antes no había experimentado tal nivel de amistad, ni siquiera con Sakura a quien consideraba su mejor amiga. Y eso rescataba cierta felicidad entre tanta turbación interna.

— Esa se parece a Sakura. —Ino había tenido la idea de iniciar ese juego para distraer a Naruto, y encontrar figuras en la nube funcionaba a la perfección.

— ¿Esa?

— No. La que dices se parece más a Lee. Me refiero a esa.

— Yo no lo veo —Arrugó el ceño como un gesto vano de concentración.

— La parte más prominente es su frente, y la pequeña es el resto de su cara.

— Ahora que lo dices, —Su dedo índice se posó sobre su mentón, pensativo—, tienes mucha imaginación o eres una mala amiga.

— Un poco de las dos —dijo sonriendo traviesa—. Naruto —se giró para encararlo y encontrar la duda en su rostro— Quiero decirte algo y espero no lo tomes a mal.

— Dime.

— Yo… —desvió la mirada, insegura— tengo una misión dentro de poco. Pero prometo que te lo diré cuando regrese.

— No…

Naruto…

Ino, no…

Naruto, regresa.

¡Dime algo! ¡Lo que sea!

Pero solo tuvo como respuesta el silencio mortal. Ino no había sido capaz de decirle aquello ni siquiera en esa absurda ilusión espiritual. En el fondo se había arrepentido de seguir los disparates de Sakura. No debió aceptar su propuesta de visitar a una médium. La verdad era que ese tipo de temas le generaban duda y un cierto miedo. Pero, en un día como ese ¿Por qué no intentarlo? Para ese instante debió encontrar alguna respuesta que lo obligara a rechazarlo, regresar a la aldea y reportar la misión a la Hokage. Sin embargo, lo intentó; la esperanza se había encendido en su alma con mucha intensidad, y cuando supo ya le había tomado las manos a esa anciana de aspecto aterrador. Había creído que la vívida escena de Ino y él sentados en el prado, sería su oportunidad de escuchar eso que tanto tiempo había querido. No tenía certeza de lo que sería, pero su lo deseaba saber. Y, ese día, había perdido cualquier oportunidad. Ino no regresó de la misión, al menos no como quería: Viva.

— Lo siento, Naruto. —intentó Sakura consolarle comprendiendo que su amigo no había encontrado esa respuesta.

— No importa. Gracias por tu regalo de San Valentine —su voz salió con tono frustrado, sin el ánimo que se espera al decir gracias. Solo estaba su resignación.

Fin.