SIETE AÑOS

Resumen: Emma y Regina llevan seis años sin verse, y pasaron de ser mejores amigas a no hablar apenas. Sin embargo, una situación las unirá de nuevo, y secretos del pasado saldrán a la luz. ¿Podrán volver a ser amigas después de lo que pasó en el instituto?

Emma y Regina se criaron juntas en el pequeño pueblo de Storybrooke, pero a los diecisiete años, algo pasó: Regina se recluyó en casa y se escondió del mundo, dejando a Emma sola. Ahora han pasado siete años, Regina es una abogada exitosa que ama a su hija Blanca por encima de todas las cosas y Emma es una tatuadora que deberá encargarse de una clienta de su socio Daniel; el tiempo ha pasado y Swan quiere respuestas, pero va a tener un camino difícil, su mejor amiga ya no es quien era. ¿Conseguirán estas dos mujeres enmendar los errores del pasado y ayudarse la una a la otra? ¿Volverán a ser amigas?

Trigger Warnings: Menciones de abuso sexual.

Dedicado a mi grupo de Evil Regals porque son lo mejor, porque en el poco tiempo que las conozco ya se me han hecho necesarias, porque me sacan unas risas de loca que me encantan, porque les interesan mis historias, porque son la leche y porque sí, porque es mi historia y se la dedico a quien me salga del c*ño.

Ya era bien de noche cuando llegué a casa, el reloj marcaba las 23:00 y yo tenía mucho sueño, pero no podía dormirme aún, tenía mucho trabajo que hacer y el sueño no era completamente necesario.

— Mami, ¿qué hora es? —la voz de mi hija me sorprendió. Ahí estaba ella, al pie de la escalera, mirándome adormilada con su peluche favorito entre los brazos y sus rizos revueltos. Estaba cansada, algo me decía que no se había dormido hasta que yo no había llegado, que me había estado esperando.

— Blanca, cariño, ¿qué haces despierta a esta hora? Venga, vamos a llevarte a la cama —dije negando con la cabeza, cogiéndola en brazos y subiendo las escaleras hasta su dormitorio, el cual estaba frente al mío.

— Mami, hoy quiero dormir contigo —me dijo bajito, apoyándose en mi hombro, cogiendo su peluche sólo con una mano y aferrándose con la otra a mi camisa. A veces me daba cuenta de lo rápido que estaba creciendo mi hija, y eso me asustaba. El mundo para los mayores era terrible, y yo no quería que se enfrentara al mundo desde tan pequeña. El simple pensamiento de que pudiera sufrir en un futuro me daba verdadero miedo.

Llegamos a mi dormitorio y allí me desnudé, quitándome por fin el ajustado traje que llevaba y poniéndome el camisón.

— Mami, ¿qué es esa marca que llevas en el lado? — me dijo Blanca, mirándome inocentemente con esos grandes ojos verdes. Se refería a mi cicatriz, lo sabía. Mi hija se estaba haciendo mayor y buscaba respuestas, y a veces… yo no se las podía dar.

— Oh, es… —me planteé durante treinta y cuatro segundos si debía mentirle o decirle la verdad. Últimamente había preguntado por su padre, todo a raíz de que su amigo David se quejara de que sus padre se hubieran divorciado. Yo no quería mentirle a mi niña, era lo más importante en este mundo para mí y quería total sinceridad; sin embargo, sabía lo lista que era, y quizás no se tomaba demasiado bien la verdad. Poco a poco, Regina, poco a poco. — Cariño, hay algo de lo que quiero hablar contigo. ¿Recuerdas cuando me preguntaste quién era tu padre? —ella asintió, ahora completamente despierta, mirándome con entusiasmo, probablemente esperando una bonita historia de amor. Dicha historia no exisitía. —Verás, mi vida, como ya sabes, cuando dos personas se aman, como en las películas cursis, hacen cosas de mayores, y, si esas dos personas son un chico y una chica, a veces, puede ser que tengan un bebé. —Tomé aire fuerte, necesitaba mucho aplomo para contarle cómo fue concebida. — Cielo, a veces, esas dos personas no se quieren. A veces, no se conocen, se quieren pero no de esa manera, y a veces…

— ¿A veces…? —me insistió.

— Blanca, ¿recuerdas esa vez que un compañero tuyo de clase quiso darte un beso en la mejilla y cuando tú le dijiste que no, él te dijo que tenías que hacerlo porque él era un chico y tú una chica?

— Sí, —me respondió apenada— dijo que era mi deber porque era un chica y los chicos son mejores que las chicas. Eso es mentira, ¿verdad, mamá? —me preguntó angustiada.

— Sí, pero a veces, ciertos hombres tienen esa convicción, y creen que tienen unos derechos sobre nosotras que realmente no tienen. —Cálmate, sosiégate, estás hablando con una cría de seis años, no te enerves— A veces, esos chicos quieren hacer cosas de adultos con chicas, y cuando las chicas les dicen que no, ellos se lo toman mal y las obligan a hacerlo.

— ¿Cómo cuando tú me obligas a comer cosas que no me gustan?

— Exacto. Y a veces, después de eso… la chica se entera de que está embarazada.

— Pero entonces… —oh no, estaba frunciendo el ceño, estaba pensando. Oh, dios…— ¿eso significa que mi padre no me quiere? Porque a mí no me gustan las verduras, y cuando tú me obligas a comerlas, yo me enfado contigo y odio las verduras porque me obligas; espera… ¿entonces tú no me querías? Porque yo me enfadé mucho cuando Kevin quiso besarme a la fuerza. Un chico malo te obligó a que hicieras cosas de mayores con él y tú no querías, y entonces te enteraste de que yo iba a nacer… ¿nadie me quiere? —preguntó en un estado de shock combinado con lágrimas y la voz aguda y quebrada que tanto me destrozaba por dentro. ¿Qué no la quería? ¡Pero si era mi mundo entero! La amaba, la amaba con todo mi ser.

— Blanca, escucha, —dije poniéndome firme, aguantándome las lágrimas con fuerza, levantando su barbilla para que me mirara. No soportaba ver a mi hija, el sol de mi vida, con esos preciosos ojos llenos de lágrimas— te quiero. Te quiero más que a nada en el mundo, y siempre he intentado que no sintieras la ausencia de… ese hombre. Cierto, lo que pasó con él no fue algo que yo quisiera, me opuse, lloré mucho, grité… y no fue fácil para mí criarte, cuidarte; no estamos solas. Hay tanta gente que te quiere, no dejes que ese hecho te afecte, corazón. Eres una muchachita brillante, cariñosa, divertida, y aunque odie a esa persona, él ya no es nada para mí ni para ti, jamás nos hará daño de ninguna manera y… —¿cuándo había comenzado a temblar? Sentía adentro de mí esa opresión que te paraliza, ese monstruo que suplica por salir afuera. Me ardían los ojos, mi voz se había perdido y no podía decir nada coherente. Abracé a mi hija con fuerza, estrellándola contra mi pecho. Ella se quedó llorando en silencio, quieta, y yo, desde hacía siete años, me había derrumbado. No quería que Blanca cargara con este peso, pero no podía sopórtalo más dentro de mí.

Susurré durante horas que la protegería y la mantendría a salvo y al mismo tiempo le acaricié los rizos negros, sin dejar nunca de abrazarla. En algún momento de la noche, caí presa del sueño que, esa noche, no fue nada reparador. ¿Por qué volvía a estar en esa habitación, con un cristal en mi costado y ese bastardo sobre mi figura?

Al día siguiente

Al día siguiente, desperté media hora más tarde. Me vestí con prisa, atiborré a mi pequeña a cereales crudos, conducí muy por encima del límite de velocidad y, cuando llegué a la escuela, las puertas ya se habían cerrado y yo ya me retrasaba en el trabajo. Blanca y yo nos miramos y luego miramos de nuevo el coche.

— ¿Qué me dices de un día para ti y para mí? —propuse agachándome para estar a su altura, sonriéndole, guiñando (o al menos intentándolo) un ojo, lo cual le sacó una leve sonrisa.

— ¿Y el trabajo? —me preguntó preocupada.

— Cielo, llevo desde que tengo dieciocho años trabajando a sol y sombra, y no me sirve de nada el dinero que tenemos si no podemos gastarlo en un día de chicas. Vamos, ¡acaba de ser tu cumpleaños! Te debo unos patines nuevos. ¡La navidad se acerca! Este año compraremos un abeto artificial, lo adornaremos como queramos, habrá un montón de luces y, por supuesto, ¡compraremos dulces! —exclamé para terminar de convencerla. Ella me dio una amplia sonrisa y se abalanzó a mis brazos. Saboreé ese momento, sus bracitos alrededor de mi cuello, mi cara sobre su hombro. Estaba creciendo rápido, pero aún podía disfrutar de ella.

Nos marchamos de compras. Fuimos al centro comercial y tuvimos un pase de modelos: toda la ropa se le estaba quedando pequeña, y no creo que una minifalda improvisada fuera buena para el invierno neoyorkino, así que compramos toneladas de ropa para Blanca y yo me pegué un par de caprichos caros. Ella me pidió que la apuntara a clases de artes marciales, y sospechaba que se debía a que su amigo David también iba a esas clases, y yo me fui a cortarme el pelo. El resultado fue que mi hija acabó rodeada de ropa de colores pastel y yo… bueno, acabé con una melena por los hombros, lisa y con las puntas redondeadas.

— Oh, ¡mira mamá! —exclamó Blanca entusiasmada, señalando a un chico que enseguida reconocí como mi amigo Daniel. La niña salió corriendo y yo no corrí con ella por los tacones. Antes de que el pobre chiquillo pudiera abrir la boca, ya empezó Blanca a hablar y hablar. A veces, era la viva imagen de mi prima Ruby, con tanta cháchara y tanta alegría.

— …y sabes que mi padre…? —oí antes de callarla poniendo una mano sobre su boca. Si algo no era mi niña, era discreta.

— Su padre tenía los ojos claros, por eso ella tiene los ojos claros. Bien Daniel, con respecto al tatuaje de mañana…

— Quería hablarte de eso, Regina. Mañana tengo que ir al notario a ver lo del testamento de mi padre, ya lo sabes, tú estás llevándome el caso, y no voy a poder estar para hacerte el tatuaje. Se encargará de ti mi compañera, Emma; ella suele encargarse de los pendientes, pero ha hecho hueco para tu tatuaje. Habrá que hacértelo en varios días, así que mejor que sea ella quien te atienda todo el tiempo.

— ¿Tu socia? —recordaba que Daniel me comentó al principio que había comenzado el estudio con una amiga de la universidad, una tal Emma. De hecho, el logo del estudio era el logo de la banda Guns N Roses, pero en vez de ese texto, tenía el texto "Swans and Colters", porque Swan era el apellido de la amiga y Colter era el suyo. Un momento… — ¿Tu socia no será por casualidad rubia, pálida, con ojos verdes? —le pregunté con un poco de miedo. No me jodas… el karma, el puto karma…

— Sí. Bueno, se tiñó de morena con mechas rojas por una amiga suya —me aclaró, y yo sabía que se refería a Ruby, que pasó un cáncer hacía dos años y Emma decidió cambiar su melena rubia por una igual que la de Ruby, para consolarla, esas fueron las últimas noticias que tuve sobre la que fue mi mejor amiga.

Inspiré, expiré, conté hasta diez, luego hasta veinte, me mordí los labios, cerré los ojos, apreté los puños y, cogiendo a mi hija, me despedí de mi amigo y me preparé para enfrentarme a esa rubia estúpida. Si algo sabía, era que no iba a acobardarme ante esa… persona.

¿Qué pasará ahora?

¿Quién es el padre de Blanca?

¿De qué se conocen Regina y Daniel?

¿Qué ocurrió entre Emma y Regina?

¿Qué pasará cuando ambas mujeres tengan que reencontrarse?

¿Quieres leer más? ¡Pues déjame un review con tu opinión, un fav o un follow, o lo que quieras! No hay nada que más feliz haga a un escritor que saber que su historia está gustando