Titulo: How Can We Be so Far From Heaven?
Autor: Ibrahil.
Rating: NC-17
Pairing: Dean/Sam NO HERMANOS
IMPORTANTE: MUERTE GRAFICA, verdaderamente grafica, death character, violence, sex, dirty!sex. NO WINCEST.
Warning: Como recomendación MIA léanse el final uno, aunque la verdad no se para que coño pongo warnings si ustedes leen casi todo…
Summary: La sangre comienza a brotar de la carne abierta, cayendo a los lados del vientre y manchando la superficie metálica de la mesa, la chica se tensa y grita, y la sangre solo brota mas para su satisfacción.
Lo disfruta, como nunca disfrutara nada mas, por que nada le provoca el sentimiento que esto, hacer esto, le provoca, es tan diferente a lo que una persona normal podía sentir pero a el no le importa, no puede importarle menos.
A veces, cuando la noche es profunda y oscura, terrorífica y apabullante; piensa en ello, piensa en como seria tener una vida normal, casarse, tener hijos, disfrutar el calor de esa persona que los humanos llaman "compañero del alma", "la otra mitad", "el amor de sus vidas". Piensa en ello, piensa en lo hermoso que se vería, esa pequeña mujer con un vestido azul y un sombrero, por que el adora los sombreros, los adora.
Siente burbujas en la garganta, y sabe que va a vomitar si sigue pensando en ello, en esas casas rosadas donde podría tener una vida feliz, con una familia feliz.
Su cuello se tuerce, como si tuviera una molestia, pero la verdad es que evita verter su estomago sobre ella.
La pequeña rubia.
La pequeña rubia que esta atada en la mesa, bueno, ella no esta completamente atada, no, no lo esta, solo tiene sujetas sus manos y pies para evitar movimientos bruscos. Sus manos están un poco moradas y rasgadas, con la piel casi en carne viva, en la misma situación están sus pies, sus pequeños pies que no deben ser distintos de los de su última "paciente".
- Por favor…no haga esto…tengo familia…
Todas dicen lo mismo, todos dicen lo mismo.
Tengo familia.
- Eso es bueno, entonces tendrá alguien que la extrañe. – le responde, sonriendo, un poco, piadoso, falso.
- Por favor…no quiere hacer esto… - suplica, a el le gusta eso, le excita, puede sentir su polla endurecerse en su pantalón negro, debajo del traje blanco que lleva puesto.
- Quiero hacerlo… - responde tranquilamente, acariciando el cabello rubio, largo hasta la mitad de la espalda de la pequeña rubia. – Cally, estarás bien….cuidare de ti…con todo mi corazón. – sonríe de nuevo, nunca pierde esa sonrisa.
Por eso ama a este tipo de chicas, le hacen sentir tan…bien.
- Por favor…¡Alguien que me ayude! – grita, eso le crispa los nervios.
Puede sentir el corrientazo de placer cuando el grito de ayuda queda ahogado por el de dolor.
- ¡Nooooooooo! ¡NO haga esto! ¡Por favor! ¡Alguien!
Es tan excitante, la forma en que su pequeño bisturí dorado rasga la piel blanca, inmaculada de ella, esta chica, una chica de dieciséis años, su nombre es Cally McGee, hija de uno de los políticos mas importantes de Maryland.
La sangre comienza a brotar de la carne abierta, cayendo a los lados del vientre y manchando la superficie metálica de la mesa, la chica se tensa y grita, y la sangre solo brota mas para su satisfacción. Esto es exactamente lo que quiere, quiere verla desde dentro, demostrarle que ella no solo puede ser hermosa desde afuera.
Se quita el guante de látex en un movimiento grácil con la otra mano, colocándolo sobre los senos desnudos de la chica, los cuales no le provocan nada, ya se asegurara mas tarde de exprimir el silicón de ellos, por el momento solo quiere sentir ese cálido interior.
No puede esperar más.
Su mano acaricia las orillas de la carne rasgada, puede escucharle gemir, a ella y a el también, por que es demasiado increíble lo que le provoca. Sus dedos se manchan de sangre, caliente, espesa, roja, cuando toca mas allá, acariciando los pliegues del musculo y la piel.
Un gemido gutural sale de su boca cuando sus dedos tocan los latientes órganos, la tráquea que no deja de moverse, la toma entre sus manos, solo el pequeño pedazo que queda a la vista con el corte que ha hecho, las costillas no le dejan ir mas allá, pero no le importa, si el quiere ir mas arriba, lo hará.
Toma el cortador de la mesa, ese que usualmente se usa para abrir pacientes en la morgue para poder llegar a su corazón, el plan aquí es romper toda la caja torácica con el mismo, llegar al corazón.
Tiene una insana fascinación con ese órgano. Le gusta quedárselo, guardarlo, admirarlo, pensar en esa persona a la que torturo hasta la muerte, como esta chica.
Cuando su mano por fin llega al corazón, se viene en los pantalones, rápido, inesperado en cierta forma, el impulso y los estremecimientos de su cuerpo hacen que su mano se cierre por impulso, sobre el corazón.
Su fuerza es indetenible, y lamenta que haya pasado porque ha destruido un buen espécimen, pero, ya no puede hacer nada, el corazón ha explotado gracias a su fuerte apretón y su victima esta muerta, con sangre resbalando de sus perfectas facciones, con lagrimas resbalando de sus ojos, y una mueca de pánico en todo su rostro. Es hermosa, pero no es suficiente, nunca es suficiente.
Es un día frio, en Maryland pocas veces hace tanto frio así, y mas cerca de Baltimore, por supuesto fuera de invierno, y para ser verano, el frio es invernal o infernal, depende de cómo se vea.
En el caso de el, odia el frio, por que no puede esconderse de el todo lo que querría. Así que debe soportarlo, no solo al frio sino a las heridas espantosas que adornan sus brazos. Son perfectas cuchilladas que le arden con el frio, y la ropa que ha conseguido ayer en la basura del viejo almacén no le es suficiente.
Nunca le es suficiente.
Estornuda, una, dos y tres veces. Es una mala señal de un posible resfriado, esta seguro de que su nariz ahora es roja como la sangre que le brota del costado. Sus dedos también están cubiertos de sangre roja, pero esta ya esta seca contra su delicada piel.
- ¡Hey tu! ¡Salte de allí! – la voz de uno de los guardias de seguridad le alerta. Han encontrado a uno de los suyos, escondiéndose en los contenedores, solo a centímetros de el.
El harapiento hombre sale de allí mascullando maldiciones contra el viejo guardia que tiene una mano en su pistola solo por si acaso al indigente se le ocurre hacer algo.
- Ya vete maldita escoria. – le espeta mientras el callejero se va, con la cabeza gacha y temblando de frio. – Hey tu, ¿estas ahí? – El sabe que es con el, así que sale cuidadosamente. – Sabia que estarías…ten conseguí esto para ti, mi mujer iba a botarlo pero ya sabes como se ponen las doñas con estas cosas. – su fuerte acento mexicano hace sonreír al hombre herido.
- Gracias… - responde con voz ronca.
Sus manos se estiran hasta la bolsa que el guardia sostiene entre manos y la toma con cuidado, abriéndola rápidamente y sacando un vestido largo, una bata que lleva botones por todo el medio, pero es marrón oscura y a el sinceramente no le importa vestirse como una mujer, solo quiere protegerse del frio.
- Aquí…algo de comida que sobro en casa y un poco de agua del almacén, cuídese amigo mío. – saluda el hombre, colocando la bandeja de comida en el suelo y retirándose a hacer sus guardias.
Hay gente agradable en el mundo, lastima que el solo la haya conocido después de lo que paso.
Da pasos lentos hasta su escondite, abriendo la taza de comida y devorando casi todo al instante, royendo el hueso del pollo a medio comer, es su primera comida esta semana, lo cual es bastante bueno. Aun así se controla para tomarse el agua que le han llevado en un termo.
Tuvo suerte de conseguir este hombre, de verdad que la tuvo.
Seleccionar su próxima victima no es muy difícil. No tiene que caminar demasiado para encontrarlo, es un hombre muy alto, de complexión fuerte, con labios rosados y hermosos ojos azules. Su nombre es Thomas Welling, le gusta este tipo, en especial su despampanante personalidad, prepotente, un gran empresario, un experto en la calidad de las prostitutas, después de todo es el dueño del burdel mas grande de la ciudad.
Le cuesta un poco atraparlo, pero apenas sus ojos hacen contacto con esos lapis lazuli, sabe que tiene a Welling en sus manos. Le tortura, le viola una y otra vez, bajo la aterrada mirada de ese hombre, le abre y le mira por dentro, Welling resiste, al menos tres minutos con su cavidad torácica abierta, expuesta para sus ojos y los de el.
- Estuviste increíble… - susurra contra el oído de Welling cuando siente que la vida se le escapa de las manos a ese hombre. – Vamos…dame tu ultimo respiro.
Le besa, lento, tortuoso hasta que siente como no hay mas quejidos, no mas respiración agitada, no mas movimiento de sangre brotando de ese pecho.
- Como dije, estuviste increíble.
Corta el cuerpo en pedazos y lo pasa por la cortadora-trituradora, la cual lo vuelve trizas, pequeños pedazos que podrá quemar en la chimenea mas tarde. Solo guarda el corazón en un pequeño envase de vidrio que pondrá en la nevera en cuanto llegue a casa, justo antes de irse a aquella fiesta en el Conjunto de Baltimore.
- Hace frio mami, dale tu chaqueta.
Sonríe, la voz de la pequeña le provoca una calidez irreconocible, algo que pocas veces ha tenido la suerte de sentir.
La mujer con los altos tacones le ve de forma despectiva, con la nariz torcida como si estuviera oliendo algo desagradable.
- No tengo por que darle mi abrigo a una basura como esta, vamos Haley, vamos tarde a la fiesta.
La niña le saluda con la mano sonriente y un poco apenada por la actitud de su madre, pero la madre es dios a los ojos de los hijos. El la saluda de vuelta y continua su camino calle abajo, caminando con los hombros bajos, arrastrando los pies que lleva metidos en los viejos converse que algún yonki ha tirado a la basura.
Mientras cruza la calle puede ver como un auto negro, casi como una limosina cruza la calle lentamente, pasando a su lado antes de detenerse. El la mira con desconfianza, alejándose lentamente cuando ve el vidrio bajarse.
- Hey, - la voz gruesa de un hombre le saluda, y el no puede hacer nada mas que mirarle con extrema desconfianza y alejarse aun mas. – ¿Sabes como llegar al consejo? – pregunta.
Ni siquiera sabe por que se ha detenido frente a ese harapiento callejero, solo sabe que algo le ha impulsado, como si ese hombre fuera su siguiente victima. Luce sucio, asqueroso a su delicada vista, pero no le importa por que, diablos, este hombre seguramente tiene algo que el quiere.
- N-No lo s-se, señor… - responde tartamudeando el hombre. Su voz es como música para sus oídos.
- ¿Tienes frio? – pregunta viendo al hombre temblar. – Puedes subir si quieres. – sonríe, como le sonríe a los niños del parque cuando va a cazar a su siguiente victima.
- No...no gracias.
- Insisto.
- Yo…
- Nada va a pasar, cuando llegue al consejo te dejare allí y tu tomaras tu camino…
El hombre asiente, sonríe un poco y da la vuelta, caminando lento para el gusto del conductor del sedan negro.
- Gracias…
- Eres bienvenido.
- Mi nombre es Dean. – sonríe el callejero, la calefacción calentándole el cuerpo de manera que le saca un suspiro de gusto.
- Dean ¿huh? Es un nombre irlandés, significa constructor o hacedor…debes de ser un hombre inteligente.
- Lo soy… - responde con un leve asentimiento de cabeza, este hombre le hace sentir extraño, seguro, demasiado seguro para su gusto.
- Mi nombre es Sam, Samuel Wesson. – Dean puede ver como le da una sonrisa calidad, quizás este hombre haya pensado que el es una especie de prostituta.
- No soy una prostituta, - contesta de inmediato.
Sam se rie, alto, un poco malicioso, pero totalmente divertido.
- Se que no lo eres, hueles como un retrete, tus manos están cortadas y tu rostro esta lleno de tierra. No creo que seas una prostituta.
- Entonces… ¿Por qué me llevo? – le pregunta, a el, quien no sabe como diablos contestar esa pregunta.
- ¿Sabes lo que Samuel significa? – pregunta dándole una mirada cuestionadora al hombre sentado a su lado, el auto doblando una de las miles de curvas de la ciudad, pero esta vez con destino a su casa.
- No…no soy bueno en nombres.
- Significa aquel con un nombre de dios, viene del latin Semuel, Sem significa nombre y El viene de Elohin que significa Dios.
- Asi que eres un dios. – la voz suave de Dean le hace desviar la vista de la carretera al hombre, luce hermoso allí a pesar de que no pueda apreciarlo muy bien.
- ¿Quieres venir a mi casa? – necesita probar que tiene razón, que este hombre esta de verdad haciéndole sentir algo.
- ¿Por qué? – pregunta de inmediato, causando una risita en Sam.
- Para que te des un baño…puedes estar allí todo lo que quieras, a mi no me importa.
- No quiero…quiero bajarme aquí. – puede sentirlo, olerlo como el miedo aumenta en ese hombre.
- No tengas miedo.
- ¡Quiero bajarme aquí! – ahora su voz no es tímida, ni avergonzada ni tartamudeante, es fuerte, muy fuerte, una voz masculina que le hace temblar de arriba abajo.
- No hay apuro, no te hare daño.
Dean ve como el hombre estaciona el auto al lado de la carretera y respira aliviado, abriendo la puerta rápidamente para bajarse.
- Espero nos veamos de nuevo Dean.
No se molesta en responder, este hombre le asusta un poco y quiere refugiarse en su escondite. El frio le golpea fuerte en el rostro y le hace temblar compulsivamente mientras ve al sedan negro alejarse lentamente por la calle.
- Marica. – murmura en un gruñido mientras se aleja hacia la acera de la calle, divisando un callejón no muy lejos de allí. El sedan ya va doblando la esquina, así que debe apresurarse a desaparecer.
Camina, lentamente al principio, pisando con cuidado sobre varios vidrios que se encuentran por todo el piso. Su respiración es calmada, como s estuviera en paz con su decisión, pero su cuerpo no lo esta mucho, especialmente por que parece congelarse de nuevo.
Levanta la vista al cielo estrellado, despejado de cualquier nube, y recuerda, como es que toda su vida cambio, un pequeño error y estaba allí, en las calles con su costoso traje siendo arrancado de su cuerpo por una banda de callejeros mas fuertes que solo querían el fino traje, los mismo que robaron sus pertenencias cuando le desalojaron, los mismo que desvalijaron su auto.
Los mismos que llevaban ahora la cruz dorada que podía ver grabada en la pared. Se detiene en seco, queriendo volver, esta en territorio desconocido, territorio enemigo.
- Oh dios… - susurra aterrado cuando ve sombras de las paredes moviéndose.
- Miren quien esta aquí…una pequeña niña… - la voz asquerosa de uno de ellos le llega por detrás, haciéndolo girarse con los puños en alto.
- ¿Cuál era el nombre de esta basura?
- No lo recuerdo.
- ¿Quién querría recordar el nombre de una marica como esta?
- No tengo nada. – dice Dean en su defensa, alejándose de los hombres lo mas que puede, pero no va muy lejos, después de todo le tienen rodeado.
- ¿no tienes nada? Te hemos visto bajándote de ese auto…seguro que tienes algo putilla.
- No soy una puta.
El hombre se ríe, echando la cabeza hacia atrás, dejando ver a la luz de una pequeña farola sus amarillos dientes.
- Hay cada marica sádica en el mundo…a ese tipo le gustaban como tu ¿cierto?, putas sucias, llenas de tierra…no eres mas que una desagradable marica…
- Te mataremos aquí…
- Espera, espera, quiero ver que le vio este riquillo a esta marica…probablemente sean esos labios chupapollas…
Dean frunce los labios, escondiéndolos de la vista, esta tan asustado como enfadado. Incapaz de soportar el hecho de que estos tipos le violaran, sinceramente era lo que faltaba para joderle la vida.
- Atrápenlo.
La orden es clara, y Dean se estremece, no se dejara agarrar tan fácil. Pero sabe que al final perderá, no ha comido en varios días, así que no tiene muchas fuerzas para luchar por su vida.
Un sonido muy fuerte se escucha en el callejón, resonando contra las paredes. Le toma varios segundos identificarlo como un disparo.
- Aléjense de el.
Los hombre miran hacia atrás antes de dispersarse en la oscuridad.
- ¿Estas bien?
Reconoce esa voz, pero la oscuridad no le deja ver muy bien.
- Ven conmigo…
- ¿Quién eres? – pregunta, antes de soltar un suspiro.
- Soy Samuel, espero no me hayas olvidado.
- Te conocí hace tres segundos, no creo que te haya olvidado.
- Lo se. ¿Vienes conmigo esta vez?
- ¿No me mataras?
- Si no me das razones no lo hare.
Solo le toman quince minutos llegar al lujoso edificio. Un edificio tan alto como el de la empresa donde Dean trabajaba años atrás. Sam le toma del brazo suavemente mientras atraviesan las puertas del edificio y se dirigen al ascensor.
- Es un ascensor privado. – le sonríe el hombre alto mientras le suelta el brazo.
- Ellos dijeron…que te gustan los callejeros. -
- Mienten, no me gusta la gente inferior.
- Entonces…
- Eres diferente…
- ¿Por qué?
- ¿Tenemos que comentarlo ahora? – una pequeña sonrisa adora el aniñado rostro que antes parecía tan macabro y adulto.
- No…supongo.
- ¿Te gustaría tomar un baño?
Dean asiente, colocando su mano en la chaqueta de Sam.
- ¿Frio? O ¿aun sigues asustado?
Dean mueve la cabeza de un lado a otro, son mas o menos las dos.
- Esta bien…no te hare daño… limpiemos esa hermosas facciones.
Dean sonríe, agradeciendo que sus mejillas estén tan sucias como para no mostrar el sonrojo que le ha causado ese hombre. Ni siquiera le conoce bien, seguro solo quiere follarselo contra lo que sea.
Ambos entran en la habitación, uno de ellos tranquilo y el otro crispado por lo que ve. Hay animales disecados por todas partes, colgando de las paredes, colocados en pequeñas mesas, incluso una alfombra de tigre.
- Mi padre fue un cazador. – da como explicación Samuel, dirigiéndose a lo que parece ser la cocina, Dean le sigue por inercia, no quiere que le acuse de ladrón si se queda lejos de el por mucho tiempo.
- Me gustan los animales…pero no me gustan…
- Disecados. – termino el hombre de cabello castaño, girándose a verlo con una sonrisa. – Te daré de comer después de que tomes un buen baño…mientras cocinare.
- Oh…
- Hay reglas, y quiero que las cumplas.
- No me quejo.
- Se que no.
- ¿Dónde…?
- Por el pasillo, la cuarta puerta a la derecha…
- Esas son muchas puertas.
- Son las necesitadas.
Dean sonríe y se aleja lentamente, volteando cada paso para ver al hombre allí de pie en la entrada de la cocina, su rostro no es visible debido a la oscuridad de la sala, pero a Dean no le asusta ahora, se siente a salvo dentro de ese lugar.
- Hey papi…vamos al parque con mama.
- ¿Mama? ¿Dónde esta?
- Papi…
- ¡NO!
- ¿Helena?
- ¡Papi!
- ¡Deaaaaaan!
Sus ojos se abren grande, puede sentir las lagrimas bajar por sus pecosas y mojadas mejillas. Sus ojos verdes están vidriosos, mojados junto con sus pestañas que se pegan entre ellas, el agua de la bañera por fin no es marrón sino blanca llena de espuma olor a rosas.
Rojas rosas.
- ¿Estas bien? – la voz de Sam le asombra y le hace saltar, moviéndose hacia atrás en la bañera. - ¿Es cómoda?
- Si, bastante…
No puede creerlo, este hombre es…perfecto, la clase de perfección que ha estado buscando toda su vida, es increíble…
Su belleza y perfección le ciega, le ciega como nada lo ha hecho en la vida. Le deja con sus ojos fijos en el blanco y perfecto cuerpo, lleno de lo que parecen ser pecas, por el rostro y parte en el pecho, pero estas son casi invisibles junto con las que se esconden detrás de los vellos de los fuertes muslos. Se ven tan perfectos, y allí es cuando Sam se da cuenta de algo.
- ¿Te afeitaste? – pregunto mirando el rostro pulcro.
Dean asiente con su cabeza, un poco nervioso.
- Use una desechable… - contesta dudoso.
- Esta bien…solo que no me había fijado que llevabas barba. – Sam le sonríe mientras se acerca, necesita observar esa perfección de cerca.
- Use tu shampoo de rosas…y el jabón morado de la repisa…también use un poco de crema para limarme los pies…con tu lima de metal…
Sam sabe que Dean esta hablando, y quizás debería prestar atención, pero su mente, su mente enferma, solo esta pendiente de ese cuerpo blanco. La necesidad de tocarlo le invade, y sabe que debe detenerse.
- Es demasiado… - susurra, acercando sus manos al cuerpo de Dean.
- ¿Sam? – susurra Dean a modo de pregunta, sintiendo las cálidas manos tocar sus abdominales y acariciarlos de arriba abajo.
- Lo siento…no puede detenerme.
Esta es una situación extremadamente peligrosa para Dean, pero este no parece estar consiente de ello, de que si da un paso en falso Sam le matara, rápida y dolorosamente.
- Samuel…detente… - su voz es suave, demostrando claramente su deseo de no hacer esto.
- No puedo…eres demasiado perfecto…
- Si, si puedes, no quiero esto…dijiste que no me querías por esto.
El golpe es rápido, solo un movimiento y Dean esta contra la pared, aturdido y con la mandíbula doliéndole.
- ¡Oh dios…! Lo siento…no debí…
De verdad esta asustado, no debió golpearlo, en primer lugar no debió ni juntarse con el. Nunca debió hacerlo por que, diablos, ese hombre era demasiado irresistible, se aleja a paso rápido hacia la puerta.
- ¿Sam? – Dean le llama, haciéndole detenerse en seco, sus puños apretados fuertemente.
- Lo siento. – dice a modo de disculpa.
- No tienes por que disculparte…es normal…si quieres usarme…me lo merezco.
"Esto puede ser interesante" piensa Sam.
- Dean… ¿Por qué? – pregunta dándose la vuelta.
- Use…todas estas cosas…es normal que quisieras algo a cambio… - Dean sonríe, con el labio partido, y un pequeño hilillo de sangre bajándole por el labio inferior hasta su barbilla.
- No quiero que seas mi prostituta.
- No soy estúpido Sam…se que lo necesitas…
Lo ha estado en realidad, viendo a ese hombre, la forma en la que se mueve, el apartamento, lo lujoso que es, las cosas raras, probablemente sea un bicho raro, un sociópata muy cercano a la psicopatía. Lo sabe perfectamente, no por nada fue uno de los mejores policías de su época, el mejor de los mejores profilers.
- Se lo que eres…si quieres usarme…tienes dos opciones y lo sabes.
Sam se gira hacia el, su mirada impregnada en un deseo, un deseo que ni el mismo puede comprender.
- Sam…
- Terminare la comida. – responde, Dean sabe que controla sus impulsos, los que sea que tenga, pero se contiene. Lo que demuestra que Sam es mas organizado que muchos…agresores.
Cuando sale del baño lleva la toalla enrollada a la cintura y la bata de baño negra de Sam, esa que ha cogido del gancho al lado de la puerta. Luego de haber acomodado todo en el baño, perfectamente como lo encontró, por que no quiere molestar a Sam en nada, especialmente cuando ahora que esta bañado y refrescado no quiere enfadarlo, provocarlo mas de lo que lo ha hecho.
- Hay ropa sobre la cama, - escucha la voz de Sam cuando cierra la puerta del baño con un suave clic, este maniático definitivamente tiene un trastorno compulsivo, o quizás tenga cámaras. – Es la habitación del final, tiene mi nombre en la puerta.
Dean hace una mueca, claramente confundido, mientras se acerca a la puerta del fondo del largo pasillo, demasiado largo para ser un apartamento. La puerta es de madera, tal y como las otras cuatro que hay en el pasillo, cada una de ellas con una inscripción en latín, en referencia a lo que hay detrás. Se estremece al leer "Locus Colletion", le hace estremecerse de lo que sea que Sam guardara allí.
- ¿Algo va mal? – la voz de Sam le hace girarse hacia el. Este le observa al final del pasillo, y de nuevo no puede verle el rostro debido a la oscuridad.
- No, nada…no es nada. – responde mostrándose lo mas seguro que puede, se voltea a la puerta mirandola con atencion y luego se gira hacia Sam.
Contiene la respiración cuando su nariz casi se choca contra el pecho de Sam, al cual tiene a solo dos centímetros de el, con todo ese cuerpo grande casi pegado a su piel. ¿Cómo es que un cuerpo tan grande puede moverse tan sigiloso?, no importa eso, solo importa que ahora esta allí, viendole, por que la vaga luz que entra de la habitación le ilumina parte de sus facciones, por lo que se puede ver que su rostro esta perfectamente inclinado hacia el.
El calor de Sam le invade, en maneras que nada le ha invadido antes, ni siquiera Helena le causaba esta seguridad insana que siente ahora, ni siquiera Emily se la causaba.
- ¿Sam? – pregunto con voz ronca, desgastada.
- Hueles como yo. – las palabras le golpean como una suave brisa en verano, le hacen flotar en una nube que le marea…espera…cree que es hambre…
- Tengo hambre… - dice un poco apenado de lo que Sam pueda pensar de el, con el gruñido que acaba de soltar su estomago. Pero a Sam parece no importarle.
- Necesitas dominarme primero…
"Espera… ¿Qué? ¿Qué acaba de decir este hombre? ¿Dominar? ¿Cómo en dominar dominar? No puede ser…no puede ser…"
- ¿Qué? – pregunta alejándose un paso y topándose con la puerta que no sabe en que momento se ha cerrado tras el, dejando a oscuras el pasillo, no dejándole oportunidad de ver las expresiones o la posición de Sam. Solo sabe que le tiene muy cerca, demasiado cerca y eso le aterra.
- Domíname Dean…necesito que me domines…por favor…
- Sam…no puedo…no soy esa clase de persona…
- ¿no lo eres? Pero…quiero que disfrutes de mi cuerpo…necesito que alguien me diga lo hermoso que soy…necesito ser hermoso…necesito ser perfecto como tu…
Esto es…esto es lo que Sam…lo que le afecta, lo que le hace ser como es. Su martirio, el no creerse perfecto, quizás un padre que le violaba diciéndole esas palabras, o una madre que le aborrecía, que le miraba con desprecio, con odio. Como si el pequeño Sammy fuera la escoria mas grande de este mundo, seguramente le susurra con malicia al oído, cuan maldito estaba, quizás a ella fue la primera que mato, quien sabe de que forma lo habrá echo, hiriéndola, demostrándole que ella no era perfecta o quizás lo contrario.
La voz de Sam interrumpe sus pensamientos, esta rota y es lógico que el hombre de unos veintitantos esta teniendo la crisis que desencadena el asesinato, del que Dean esta mas que seguro ha cometido.
- Dean…
- No, no Sam…
No sabe en que momento sus manos callosas se han apoyado en el cuello de Sam, sus pulgares moviéndose de arriba abajo sobre la suave y tersa superficie.
- No puedo Sam…
- Domíname…necesito que me dominen…tu eres perfecto… - suelta en una jadeo, casi sollozando encima del cuerpo del mayor.
- No, Sammy.
- Dean…yo…yo… - los espasmos cesan, y Dean se siente morir en los segundos que Sam permanece callado, en completo silencio. – Necesito irme…no me esperes despierto.
- Sam…
Es demasiado tarde.
Sabe lo que Sam hará, su corazón late en su pecho con fuerza, desesperado, él mejor que nadie sabe que debe detenerlo antes de que asesine a algún inocente, él mejor que nadie en esa injusta y maldita suciedad de ciudad sabe que debe proteger a todos los que pueda, su conciencia se lo dice…pero al final, nadie le protegió a el, nadie le protegió de aquella tragedia…esa tragedia donde fue asesinado, donde murió creyendo que nunca mas se sentiría vivo.
Maldita e injusta vida…
Hoy.
Esta noche.
Se siente vivo, se siente jodidamente vivo, y la partida de Sam lo rompe un poco, llevándole de nuevo al borde del precipicio moral.
