Jeje, se me ocurrió y la escribí, para cuando me di cuenta ya era demasiado tarde para hacer algo al respecto Jeje, se me ocurrió y la escribí, para cuando me di cuenta ya era demasiado tarde para hacer algo al respecto. Me gustó mucho y estoy pensando hacer u par más. Son algo así como ONE-SHOT, sin trama real, magia, demasiado drama... Bueno, una que otra lágrima y de vez en cuanto problemas existenciales, pero no más de lo normal en mis trabajos. Se ambienta en el Japón de... 2004 o 2005, me parece. Me salió bastante largo pero quedé el doble de satisfecha que de costumbre. Lo hice en dos días, más o menos. Espero que lo disfruten y me hagan saber sus opiniones. Si encuentran algún error, ya sea ortográfico, de idioma o algo así, con gusto aceptaré correcciones, todo sea para mejorar. Con mucho cariño, YO. Girasoles

-Itekimasu (Ya me voy)! –canturreó poniéndose los zapatos en el genkan. Le dirigió una sonrisa a la fotografía que descansaba sobre el estante, en ella una mujer pelirroja, un niño de tres años, ambos de radiantes sonrisas, estaban abrazados, saludando a la cámara-. Hoy regresaré tarde, oka-san.

-Naru-chan!

-¿Qué pasa? –se giró para ver el despreocupado rostro de un rubio de cabello largo.

-Baka, te has olvidado de tu obento, hum –y el chico le acercó la caja con su almuerzo. Una sonrisa zorruna se extendió por el rostro de más bajo y lo tomó de buena gana.

-Arigatou, Dei-niichan –el aludido asintió y se despidió con la mano al verlo salir, después de guardar el almuerzo en la mochila del instituto-. Que tengas un buen día en el trabajo.

-Te deseo lo mismo, hum. No te esfuerces mucho, Naru-chan.

-Hai! –y se fue.

Namikaze Naruto caminó por las calles parcialmente vacías de Nagasaki. Era muy temprano, apenas las siete de la mañana y no había desayunado, pero antes ir a la preparatoria debía parar por el trabajo primero.

Llegó frente a la fachada de un establecimiento vistoso del cual venía un aroma agradable.

-Buenos días –saludó a la atractiva mujer rubia que barría la entrada.

-Oh, buenos días, Naruto-kun. Has llegado temprano. Mi hija está adentro.

-Sí, enseguida me pongo a trabajar.

-Da tu mejor esfuerzo.

Naruto entró a la agradable tienda, sintiendo el olor a flores por todos lados. Fue hasta la trastienda y buscó su delantal naranja para empezar con los trabajos del día. Allí atrás, removiendo unas cajas llenas de listones y cintas, estaba una chica rubia de cabello largo y expresivos ojos azules. Cuando Naruto entró lo saludó distraídamente, refunfuñando para sí misma.

-¿Quieres que te ayude? –le preguntó el chico, sacando una navaja de su bolsillo.

-Gracias. Odio estas cajas, son más pesadas de lo que parecen –la rubia se apartó y dejó que él cargara las cajas y las abriera, sólo las que ella señalaba, con la navaja-. Ka-san consiguió material de muy buena calidad para este año –comentó sacando un rollo de cinta rosada con corazones rojos-. ¿Has desayunado?

-No tuve tiempo. Dei-niichan apenas pudo darme el almuerzo –contestó, ocupado en cortar el adhesivo de una de las cajas.

-Te traeré unas bolas de arroz. Ka-san pensó que podría pasarte eso. Ya regreso –y se perdió de vista por unas escaleras que daban al segundo piso de arriba.

-Arigatou, Ino-chan! –le gritó agradecido, sin dejar lo que hacía.

Yamanaka Ino era su mejor amiga desde la segundaria. Al principio se la llevaron muy mal pero con el tiempo y con un poco de ayuda (Naruto la salvó cuando intentaron robarla algunos años atrás) empezaron a tratarse mejor. La madre de Ino era dueña de una floristería muy bonita y colorida, bastante concurrida durante todo el año. Naruto le pidió a Ino que le permitiera trabajar allí antes de terminar la segundaria y ella aceptó de buena gana tras escuchar sus razones.

Iba por las mañanas antes de dirigirse a la escuela, para ayudar a barrer, ordenar o cualquier cosa de las cientos que habían por hacer allí. Después del instituto regresaba y en sus ratos libres Ino y él hacían los deberes o estudiaban. La madre de Ino, la señora Hanako, les permitía subir al segundo piso, donde estaba la casa en sí, cada vez que tenían un examen importante y los exentaba de ciertas tareas. Los domingos eran los únicos días que Naruto tenía libre, pero siempre se daba paseos para saludar. Además, la señora Hanako lo recibía con alguna tarta o té delicioso hecho a base de pétalos de flores.

Ino regresó con un paquete de bolas de arroz que él devoró sin dejar de trabajar. Entre los dos llevaron las cintas a la tienda y las acomodaron tras el mostrador, para que estuvieran a la mano. Hablaron animadamente evitando el tema que los había mantenido tan ocupados esa semana, Ino era muy comprensiva y Naruto decididamente no lo sacaría a colación.

-Niños –llamó Hanako a eso de las ocho menos veinte, entrando a la tienda con una regadera. Por las mañanas le gustaba regar las flores que estaban afuera, adornando la fachada de la tienda-. Será mejor que se vayan ya a la escuela. Se les puede hacer tarde.

-Sou desu dattebayou (Es cierto) –exclamó Naruto, viendo la hora en el reloj con la simpática forma de una flor de cerezo en la pared del frente-. El tiempo pasó volando.

-Bien, en ese caso, andando, Naru –dijo Ino, quitándose el mandil morado y tirándolo descuidadamente bajo el mostrador. Naruto la imitó y buscó las cosas de ambos para irse al instituto antes de que fuera más tarde. Aún tenían tiempo de tomar el autobús que los dejaba a una cuadra de la preparatoria-. Matta ne, ka-san.

-Bye-bye, Hanako-obasan (Tía Hanako) –dijo a su vez Naruto, abriendo la puerta para que pasara Ino-. Gracias por la onijiri (bola de arroz), estaban deliciosas.

-No habías desayunado, ¿verdad? Que tengan un buen día, niños. ¡Tengan cuidado!

-Kodomo yanai desu! (No somos niños!) –chilló Ino antes de cerrar la puerta y correr junto a Naruto, enojada por ver que su mamá se resistía llamándolos como cuando eran pequeños.

-Ella sólo está preocupada.

-¡Cómo sea!

Llegaron a tiempo, un par de minutos antes de que sonara la campana. Naruto escribió a velocidad luz un mensaje en su móvil para avisar que había llegado bien y a tiempo y lo envió al contacto que decía "Dei-niichan". Entró a su salón, el mismo que el de Ino, y se ocupó en saludar a sus amigos.

-Osseru dayo, Naruto (Llegas tarde, Naruto) –le reprendió Kiba, mal sentado en su puesto-. Shikamaru ya se durmió –dijo señalando a un muchacho, castaño como él, con una coleta baja-. Pero tienes suerte, no dejaba de quejarse (para variar), esta vez acerca de maña--

Pero Kiba no pudo continuar, una mano arremetió contra él, llenando su boca con una bola de arroz, asfixiándolo en el proceso.

-Buenos días, Naruto –saludó un chico alto muy delgado. Naruto no entendía cómo Akimichi Chouji podía estar así cuando comía más que Inuzuka Kiba y él juntos. Sin embargo sonrió incómodo y le devolvió el saludo, profundamente agradecido de que cortara a su amigo de poco tacto y ademanes perrunos.

Por fin sonó la campana y se sentaron mientras el profesor entraba. Ino tardó un poco más, pues discutía con una chica de cabello rosa, algo de quién estaba más delgada mientras apodos como "Frentona" y "Cerda" volaban por los aires.

La otra chica, que resultaba ser la mejor amiga de Ino irónicamente, se sonrojó al ver al profesor y se apresuró a cumplir con el protocolo. Haruno Sakura era la presidenta del salón y fue la encargada de iniciar la clase demandando un saludo respetuoso de parte de todos sus compañeros.

-Siéntense –dijo por fin antes de sentarse ella misma.

En determinado momento de la clase, mientras el profesor copiaba algunas fórmulas en ingles para el tiempo verbal que estaban estudiando esa semana, se giró y lanzó un papelito hacia Naruto. Él lo abrió intrigado y suspiró aliviado al leerlo. Inclinó la cabeza hacia Sakura y ella le correspondió con una dulce sonrisa y un guiño.

Supe que hoy no vendrá.

A la hora del descanso, se juntaron todos para desayunar bajo su árbol favorito en el patio, los chicos se quitaron sus chalecos azules y los dejaron tirados a un lado para disfrutar mejor del fresco clima primaveral. De las chicas, que usaban un uniforme similar pero con una falda plisada negra en vez de pantalón, Ino estuvo tentada a hacerlo, pero Sakura la disuadió.

Eran un grupo grande y ruidoso la mayoría de las veces. Además de Kiba, Chouji y Naruto, estaban Nara Shikamaru, el llamado "genio perezoso" del grupo (su coeficiente pasaba los doscientos pero prefería dormir y no hacer nada a cualquier cosa); Aburame Shino, un chico raro que hablaba poco, que sin embargo era un consumado DJ. Kiba apostaba que saldría en MTV un día de esos. También estaba Kurosaki Sai, el más raro en la escala de lo raro. Tenía un gusto por la ropa que rallaba en lo "femenino" que nadie criticaba (el tipo que intentó burlarse de él dos meses antes todavía usaba muletas). Era pintor y un bocazas demasiado sincero. Seguían sin entender cómo Sakura había terminado siendo su novia.

-Sa, Hinata-chan –llamó Naruto a una de sus amigas. Ella sí parecía más japonesa que Ino, con su cabello rubio, o Sakura, con sus ojos grandes y verdes. Hinata era bastante tímida y todavía se sonrojaba si le dirigía la palabra. Sabía por boca de otros que, estando en primaria, Hinata gustaba de él pero el sentimiento fue cambiando gradualmente a uno fraternal. Llevaba el cabello largo, liso y suelto cayendo por su espalda y a veces a Naruto le parecía una muñeca de porcelana cuando se sonrojaba, pues la sangre agolpada en sus mejillas pálidas resaltaba sus gráciles rasgos-. ¿Cómo están Neji, Tenten y Gejimayu?

-¡Más respeto por tus mayores, Naruto-baka! –le riñó Sakura, soltando un puñetazo en su nuca, arrancando risas de los demás. Era algo así como una tradición y Naruto ya estaba acostumbrado a que por lo menos una vez al día ocurriera-. No le digas así a Lee-san.

-Gomen, Sakura-chan –gimoteó sobándose la cabeza.

-Neji-niisan está de primer lugar en calificaciones –respondió Hinata cuando todos se calmaron-. Le va muy bien. Tenten siempre nos visita, parece que ya tiene una oferta de empleo en el hospital. Lee-san se está preparando para un encuentro deportivo que será en tres semanas. Quiere que lo vallamos a ver.

-¡Suena bien! –exclamó escandalosamente Kiba-. Con razón Lee recibió esa beca, es un as en artes marciales. ¿Será en Tokio?

-No, en Kyoto.

-¡Qué bien, hace tiempo quería ir para hacer compras! –festejó Ino.

-Kyoto no es muy caro –comentó Chouji, comiendo su segunda caja de obento-. Tienen una gran tradición cultural y culinaria. Comeré mucho.

-Eso no lo dudamos –Sai se encogió de hombros, levantando la mirada de su lectura a tiempo para esquivar un par de palillos que iban directo a sus ojos, que tenían más pinta de kunai que otra cosa-. Naruto, tu móvil.

-¡Ah, es verdad! Sumimasen ttebayou –se disculpó levantándose y alejándose unos pasos. Escuchó cómo claramente sus amigos empezaban a cuchichear entre ellos. Sabía que no era sobre él sino acerca de ese tema que habían evitado comentar frente a él, incluso el malévolo e insensible de Sai. Oprimió el botón para contestar-. Mochi-mochi?

-Yho, Naru-chan, hum. ¿Interrumpo?

-Para nada. ¿Ocurre algo?

-Nada importante, sólo quería ponerte al tanto de un par de asuntos. ¿Hoy regresas tarde a casa, hum?

-Sí, trabajo hasta tarde. Creo que estaré de vuelta a eso de las ocho, espero.

-Bien, eso me deja más tranquilo, hum. Yo también estoy ocupado con esta maldita exposición de arte para mañana. Es un desastre y todos están especialmente estúpidos –Naruto rió por lo bajo ante las ocurrencias del hombre al otro lado de la línea-. Te lo preguntaba porque creo que yo también saldré tarde. Tenía pensado salir a comer esta noche, no estoy de ánimos para lavar trastes o cocinar, hum.

-Comparto el sentimiento –declaró Naruto, pasando una mano por su cabello rubio alborotado. Las últimas dos semanas hubo mucho trabajo en el instituto y en la florería y sabía que el día más fuerte todavía no arribaba.

-En ese caso, te pasaré buscando al trabajo para ir a comer juntos. Se me antoja okonomiyaki.

-¡Mejor ramen!

-Ie desu! Siempre comes ramen, hum. Estoy seguro de que lo comerías de desayuno si pudieras –Naruto agradeció que no pudiera verlo al hacer una mueca, pues cuando se levantaba los días libres y Deidara no estaba en casa desayunaba ramen a escondidas-. Quiero okonomiyaki y me recomendaron un buen lugar, así que has el favor de avisarme que terminaste.

-De acuerdo, de acuerdo... ¿Algo más?

-Ah, es verdad. Pein-san me encargó pedirte un arreglo de peonías y rosas azules, hum.

-¡Azules! Son caras. Deben ser para Konan-san, ne?

-Así es, también le dije que su precio era menos accesible pero insiste. Sabes cómo se pone cuando se trata de Konan-san. Y quiere que seas expresamente tú quien lo diseñe.

-¿Por fin le declarará su amor? –se mofó Naruto, imaginando al sonriente Pein, con su llamativo cabello naranja y sus múltiples perforaciones faciales, entregándole flores y recitando poemas para su administradora, Higurashi Konan.

-Eso se rumorea por aquí. Además, Danna tiene otro encargo que recaerá directamente sobre ti, hum. Dice que quiere un ramo de claveles blancos y amarillos y muchas margaritas.

-¿Alguna idea de por qué Sasori me pediría eso?

-Si quieres mi opinión, no lo sé ni me importa, hum–el tono de la alegre voz cambió ligeramente a uno enojado. Naruto alzó la ceja. Los adultos eran tan raros.

-Bien, dile que se comunique conmigo para saber la dirección y dile a Pein-niisama que haré uno muy bonito pero que deberá invitarme ramen por una semana.

-Hecho. Naru-chan, eso era todo. Tengo que volver, hay que decidir dónde se situará la mesa de quesos. Matta ne!

-Bye! Mesa de quesos... esos tontos se preocupan por nada.

-¡Naruto, ven aquí, escucha esta canción! -gritó Kiba agitando la mano, con el Ipod de Shino en la mano.

-Hai!

El día siguió relativamente normal y después de clases se despidió de sus amigos para partir con Ino directamente a la tienda. No obstante, entre clases los muchachos se acercaban para encargarle arreglos florales intentando pasar desapercibidos. Kiba no quería que Hinata se enterara y a Shikamaru le pareció menos problemático que llamar esa tarde.

-Seguramente el teléfono no dejará de sonar y será muy problemático lograr que atiendan mi llamada.

Sai le dio un dibujo hecho con acuarelas, un hermoso cuadro representando pétalos de cerezo cayendo en una colina. Naruto asintió devolviéndoselo.

-Te las daré mañana por la mañana. ¿En un cesta, verdad?

-Sí, incluye botones, por favor –le pidió con cierta incomodidad. Naruto le dio unas palmadas de ánimo en la espalda, diciéndole que a Sakura le encantaría.

Sai y Chouji los acompañaron. El restaurante de la familia Akimichi se encontraba en esa dirección. Sai tan sólo quería pasar tiempo con Naruto. El rubio, que trataba de callarlo para que no siguiera hablando de entrepiernas en plena calle, suponía que era una de las pocas personas en las que realmente confiaba Sai. Sakura y él habían sido sus primeros amigos, fue después que se acopló al grupo.

-Yamato-san dice que quiere escaparse el próximo fin de semana a las aguas termales. Quiere que te invite.

Sai quería invitarlo pero esa era su singular forma de hablar.

-¡Suena bien!

-Deidara-san y Minato-sama también pueden venir –Sai sonreía falsamente, pero Naruto percibió esa vez un mensaje oculto: quería su compañía.

-Está bien, al viejo le dan de alta dentro de dos días o algo así y Dei-niichan necesita con urgencia unas vacaciones.

-Yo me quedo aquí –miraron a Chouji, que señalaba un cruce a su derecha-. Nos vemos mañana. Esfuércense.

-Matta ashita! (Hasta mañana!) –se despidieron ellos. Sai imitó al muchacho en la siguiente calle y quedaron sólo los rubios, que llamaban mucho la atención de las personas por sus ojos y cabello.

Una vez en la florería, Ino llevó su bolso y el de su amigo al piso de arriba, mientras Naruto buscaba sus mandiles y se disponía a ayudar a la dueña. La señora Hanako ordenó a su hija atender el teléfono y recibir los recados mientras ella atendía a los clientes y Naruto despachaba ramos de flores por montones. Ya sabían que la tarde sería movida pero resultó ser más agotadora de lo que previeron.

Ino andaba de un lado al otro con el teléfono inalámbrico pegado a la oreja, incómodamente sujeto con su hombro, haciendo un arreglo tras otro. Naruto era el encargado de cortar listones, cintas, papel brillante y con motivos de corazones, cupidos y cientos de cosas más como esas. La señora Hanako nunca pudo dejar su lugar tras el mostrador.

Cerraron a las seis y media, treinta minutos más tarde de lo normal, cuando despidieron al último cliente. Tenían aproximadamente cien órdenes entre manos.

Yamanaka Hanako preparó té y bocadillos mientras ellos hacían de la tienda un lugar más habitable para trabajar. Despejaron el suelo y dispusieron cojines para sentarse, acercaron cientos de flores, tijeras, cinta adhesiva y lo que fuera necesario para trabajar. Se sentaron juntos, charlando y riendo mientras hacían los cientos de arreglos florales.

Madre e hija eran las expertas, Naruto lo sabía, así que su trabajo solía resumirse a pasar objetos, buscar cosas en la trastienda y llevar y traer flores y ramos a la "nevera", como le llamaba. En la trastienda había una habitación especial para guardar los pedidos y ciertas flores. Contaba con refrigeración para mantenerlas vivas y un sistema de iluminación apto para ello también.

Hanako le permitió dedicarse a trabajar en los encargos que él mismo había recibido luego de que le comentara sobre ellos. Trabajó primero con el de Pein, el jefe y dueño del Conservatorio de Arte Akatsuki. Era el más caro y el que más le convenía en más de un sentido. Luego separó varias flores de cerezo y las juntó en una pequeña cesta, a la que decoró con un listón rosa. Era un detalle dulce y sencillo, pero sabía que Sai no conocía otra forma de decirle a Sakura que la quería.

Su móvil sonó a las ocho de la noche, lo atendió a regañadientes, luchando con un listón particularmente rígido para el pedido de Shikamaru.

-Mochi-mochi –gruñó.

-¿Ya estás listo? –preguntó la otra voz, no mucho más feliz que él.

-No, no he terminado.

-Bien, porque yo tampoco. El asunto de la seguridad se complicó y necesito estar aquí por un tiempo. ¿Problemas? -A decir verdad, no esperaba una respuesta positiva. De todas formas Naruto no tenía una.

-Para nada. Hablamos luego.

-Sí, lo que sea –colgaron a la vez.

Trasladó todos los encargos a la nevera al tiempo que la señora Hanako anotaba los progresos en una libreta. Mientras trabajaba con una corona de exuberantes rosas rojas (ella se encargaba de lo más elaborado) les recordó a los chicos que el día siguiente, catorce, abría a las seis y treinta y debían levantarse muy temprano.

Ino alegó que disfrutaría la paz del día quince en adelante, ocupada en los últimos toques de un ramo de gardenias. Naruto sólo guardó silencio, incómodo, con una corona de rosas en los brazos y siguió su camino a la nevera.

-Hanako-obasan, ¿para qué son todos esos girasoles restantes?

-Un encargo especial pero yo me haré cargo mañana, así que no te preocupes.

-Debe ser grande, son muchísimos.

-¡Ka-san dijo que no te preocuparas, Naruto! –exclamó Ino, mordiéndose el labio-. Ahora ven y ayúdame.

-¡Qué rara eres! –se quejó él, impresionado por el repentino cambio de humor en la chica.

Una vez que el último encargo estuvo listo, todos suspiraron agradecidos. Naruto ayudó a recoger los restos de cintas, pétalos y ramitas con el estómago rugiendo de hambre. Ino insistió en ponerle banditas a sus dedos, vestigio de lo torpe que era y lo mucho que las rosas parecían odiarlo. La madre de su amiga escribía algo en un papel.

-¿Son las direcciones, ka-san? –preguntó ella, poniendo la última curita en la palma de la mano de Naruto, que lucía graciosamente avergonzado.

-Ajá. ¿Naruto, querido, estás seguro de que Deidara-kun no se molestará?

-Sabe que lo hace de buena gana. Además, tiene que pasar por aquí para buscar las flores que irán en la entrada del conservatorio.

-¿Cuánto durará la exposición de arte? –preguntó Ino desde la trastienda, guardando el botiquín de emergencias.

-Tres días 'ttebayou.

-Esta vez durará menos –se sorprendió Hanako.

-Al parecer hubieron muchos tropiezos este años para poder hacerlo.

-Pobrecillos. Espero que les salga bien. Quizá nosotros podamos ir el segundo día, ¿les parece, niños?

-Kodomo yanai desu! –chilló Ino con una mueca de ira muy cómica que hizo reír a su madre y a su amigo.

-Oh, gomen –Naruto sacó su móvil-. Hai. Oh, finalmente. Sí, yo también estoy listo aquí... Claro que tengo hambre. No, está bien. De acuerdo, te espero. Era Dei-niichan. Dice que por fin está libre.

-¿Viene por ti? –Naruto asintió y la señora Hanako se mostró aliviada-. Qué bueno, la verdad me sentía angustiada de pensar que andarías solo por ahí tan de noche. Naruto, volviste a lastimarte con las rosas.

-Tras tres años no has aprendido a manejar las rosas y es lo que más usamos. Qué tonto eres, Naruto –dijo antes de correr hacia otra esquina de la tienda.

-¡Ah, Ino-chan, qué mala eres! –rezongó Naruto, persiguiéndola, ocasionando risas ante la única espectadora, que reiteraba sus derechos para llamarlos niños.

Un Sedan azul cromo se detuvo con los faros encendidos frente a los aparadores de la tienda. Hizo sonar la bocina y Hanako se apresuró a abrir, Naruto por su parte corría lo más deprisa hacia el piso de arriba, donde Ino dejó sus cosas.

-Konban wa, hum (Buenas noches) –saludó la persona sentada al volante, bajando la ventana. No lucía mucho mejor que ella-. Lamento la hora, hum.

-Para nada. Querido, luces cansado.

-Usted también, Yamanaka-san. Naruto me dijo que fue un día agotador. ¡Ino-chan! –saludó a la chica que se recostó del vidrio-. ¿Cómo estás, hum?

-Necesitada de un baño y deseosa de ir a la cama.

-Yo igual, hum. Todo pareció venirse abajo justo hoy. Pein-kaichou (Precidente) nos dejó irnos recién ahora. Tengo el presentimiento de que no dormirá esta noche. Se quedó muy preocupado.

-Hoy fue un día muy movido –asintió Ino, bostezando. El rubio dentro del auto también bostezó.

-Mala, me pegaste el bostezo. Oh, ahí está, hum.

Naruto abrió la puerta trasera y aventó allí su maleta del instituto y su chaleco. Se despidió efusivamente de Ino y su madre y dio la vuelta para entrar finalmente en el flamante Sedan.

-Te tardaste.

-Gomen dattebayou.

-Bien, damas, les deseo una buena noche de sueño. Mañana temprano nos apareceremos por aquí, hum.

-Estoy eternamente agradecida por ello, Deidara-kun –la rubia más alta hizo una reverencia y Deidara negó con la cabeza apenado.

-No es molestia. Sa, oyasumi nasai.

-Oyasumi! –se despidieron ambas mujeres antes de que el auto arrancara.

-El encargo para Pein-niisama y Sasori están listos. La cuenta les llegará mañana mismo, junto a las entregas.

-Pareces un maldito cobrador –se quejó Deidara, pasando una mano por su largo pelo rubio. Naruto notó que la media coleta que normalmente se hacía ya no estaba y el cabello caía en cascada por su hombro y espalda-. ¿Día difícil?

-Mañana será peor –Naruto se hundió en el asiento de tapicería de cuero, con los párpados peligrosamente pesados.

-¡No te vallas a dormir, hum!

-Ya lo sé, ya lo sé, no grites. ¿Todo listo para mañana?

-Sí, pero a diferencia de ti no podré descansar sino hasta dentro de cuatro días, hum. ¿Irás a ver la exposición? Pein-san se las ingenió para conseguir tratos con un museo Ruso y este año promete ser memorable. Habrá una fiesta el día del cierre en la oficina. Estás invitado, hum.

-No iré si él va –gruñó, enfurruñado. Deidara rodó los ojos-. ¿Estará Itachi?

-Eso creo –respondió tentativamente, achicando todavía más sus rasgados ojos. El silencio que se sobrevino entre ellos fue respuesta suficiente-. Oye, no te pongas así. Comeremos algo y luego iremos a casa. Te prometo que te sentirás mejor. Además, tienes que estar contento. El fin de semana dan de alta a Minato-jisan, hum. (Tío)

-De acuerdo –masculló con los mofletes inflados.

Katsumoto Deidara le revolvió el cabello con cariño, sin apartar las manos del volante. Naruto vivía con él desde varios años atrás, cuando el chico terminó sus estudios universitarios y vino a Nagasaki para trabajar con un grupo de amigos. Deidara era algo así como un primo lejano, pero lo quería igual que un hermano mayor.

Era él quien lo cuidaba cuando nadie más podía, que solían ser largos períodos. Su escalofriante abuelo se ausentaba semanas en retiros para escribir libros (de dudoso contenido, había que acotar) o realizar peregrinajes religiosos. Su padre solía estar por largos períodos de tiempo internado en algún hospital, en complejos de rehabilitación en otros extremos del país y siempre ocupado con su empresa de juguetes. El padre de Naruto era accionista mayoritario en una empresa de juguetes muy famosa pero su débil salud consumía gran parte de su tiempo, energías y dinero, por lo que disfrutar de su grata compañía era un lujo para Naruto.

Deidara trabajaba en un conservatorio de arte que también hacía las veces de escuela de arte (en casi todas las disciplinas) y museo. Se iba temprano en la mañana y regresaba muchas veces tarde pero Naruto jamás olvidaría todas las peripecias que hacía para poder pasar tiempo con él.

El Domingo salían a desayunar afuera, iban al parque, al acuario o a cualquier lugar que Naruto quisiera. Buscaba excusas para salir a comer juntos en una agradable atmósfera familiar y siempre lo llevaba a los juegos de baseball de su equipo favorito. También iban a visitar juntos a Namikaze Minato, el padre de Naruto, tres veces entre semana si estaba internado en el hospital (desde donde trabajaba, el hombre estaba decidido en pagarle la mejor universidad que pudiera a su hijo) y era él quien organizaba los viajes al campo, en vista de que el aire puro le sentaba mejor a su tío.

Deidara siempre lo esperaba en casa después del trabajo, con comida recién hecha o alguna invitación para salir y Naruto lo adoraba, buscando corresponderle de la mejor manera.

-Si tú sonríes yo estaré satisfecho –declaró una vez y Naruto se propuso sonreír siempre, aunque el mismo Deidara lo molestara y sacara de sus casillas la mayoría de las veces.

Si bien la vida de Naruto no era la más convencional, no podía quejarse demasiado, él era feliz.

-¿Has hablado con ero-sennin? –preguntó Naruto, dándole la vuelta a uno de los okonomiyaki frente a él para que se cocinara mejor. Deidara tomó un trago de sake antes de hablar.

-Sólo te habla a ti cuando está fuera, hum. ¿Por qué sabría yo?

-Suele llamarte antes de volver.

-Un día antes, para que haga reservaciones por él en su restaurante favorito –Deidara mostró su descontento con una mueca pero se encogió de hombros, realmente no le molestaba demasiado-. Sabes, Tobi me pidió que te diera un recado, hum.

-Obito?

-Ajá. Ordena que apartes una petunia y una peonía, las más exuberante que tengas. Dice que Kakashi se las regalará a él y a Rin-san.

-No sé cómo Rin-sensei los aguanta –dijo Naruto comiendo, refiriéndose a la amiga de esos dos, Rin, una gran doctora, la única persona que parecía capaz de controlarlos cuando olvidaban al mundo y eran demasiado egoístas para pensar en los demás (citándola, claro).

-Ni yo, hum. Por cierto, mañana me escaparé un rato para llevar a Minato-jisan a ver a tu madre. ¿Tienes listas las flores, hum?

-Sí, usé mi descuento de empleado para hacerle un ramo de girasoles muy bonito.

-Girasoles, eran sus favoritas, igual que las tuyas, ¿verdad? –Naruto asintió tristemente. Deidara pasó una mano con cuidado sobre la superficie hirviendo donde se cocinaba otro okonomiyaki para no quemarse, posándola sobre una de las manos de Naruto-. Lo siento.

-No, está bien. Estoy bien –se corrigió recomponiendo la sonrisa-. Será mejor apurarnos, se va a hacer tarde y mañana hay que levantarse temprano.

-Valla día que nos espera, ¿no? Bien, a comer, hum.

Eran pasadas de las diez cuando llegaron a casa. Viendo el retrato de la mujer pelirroja en la entrada, ambos saludaron y exclamaron que estaba de vuelta en casa. Naruto fue al patio trasero para saludar a una de sus mascotas, un zorro llamado Kyuubi muy bonito e inteligente. Lo encontró dormido en su casita (aunque era para perros, el zorro de brillante pelaje naranja la adoraba).

Deidara buscó un traje elegante para usar al día siguiente, por lo que Naruto pudo ocupar el baño primero. Ya estaba dentro de la tina cuando el rubio más grande entró, en ropa interior. No le apenaba bañarse con él, lo hacían desde pequeños y lo mismo ocurría con su papá. Le pidió que tallara su espalda y estuvo a punto de quedarse dormido ante las agradables sensaciones del agua caliente y las manos en su piel.

Un golpe en la nuca lo desperezó.

-Mejor ve a dormir, mañana hay que levantarnos muy temprano.

-No te acuestes muy tarde –se despidió a su vez antes de salir, su primo entrando finalmente en la bañera. Secando su cabello con una toalla fue hasta su habitación en el mismo piso. No entraban al baño principal, que era el que estaba en la alcoba de Minato, por lo que compartían el baño del segundo piso, que por suerte tenía bañera .Su madre adoraba sacarle fotos allí cuando era más pequeño, recordó avergonzado. Definitivamente venía de una familia de locos.

Vistió la primera pijama que encontró y se detuvo para alimentar a su rana, que estaba en un gran acuario en un rincón de su cuarto.

-Gamakichi, oyasumi –se despidió, la ranita croó, mirándolo fijamente-. A veces creo que tú y Kyuubi me hablarán algún día...

Apagó las luces y se metió a la cama, deseando poder dormir.

-Usuratonkachi.

Despertó algunos minutos antes de que sonara el despertador, agitado. Lanzó la almohada al otro lado de la habitación en un arranque de ira, asustando a la pobre Gamakichi en el proceso.

-Ese teme... ¡Cómo lo odio!

Fue a darse una ducha de agua fría para despejar su mente. No creía que despertar de malhumor (quería asesinar a alguien) hiciera más fácil el día que tenía por delante. Claro que, comprendió a un paso de la hipotermia, tampoco el agua fría era lo indicado.

Se vistió en tiempo record y bajó a preparar café, huevo, pescado y arroz para el desayuno, agradeciendo que las verduras estuvieran ya limpias y guardadas en el refrigerador por su previsor primo. No era un total desastre en la cocina, pero nunca le quedaba tan bien como a Deidara, que siempre quiso ser chef.

-Konnichi wa, hum –saludó su primo bostezando, aproximándose automáticamente hacia la cafetera-. ¿Cómo quieres el tuyo?

-Con mucha azúcar –contestó sacando los huevos hervidos de una olla-. Necesitaré toda la energía que pueda mantenerme en pie.

-Deja eso y ve a alimentar al pedante zorro ése –dijo dándole unas palmadas en el hombro.

-Gracias.

Kyuubi de nuevo lo sorprendió con su inteligencia, lamió su rostro con especial cariño y de su casita sacó una pluma de vistoso color azul (probablemente un pobre azulejo que tuvo mala suerte... Naruto se estremeció al pensarlo) y se la llevó a su amo en la boca. Naruto rió de buena gana y se dedicó a mimarlo por unos cinco minutos, en los que el zorro se acomodó perezosamente en sus brazos.

-Me voy a trabajar, Kyuubi. Volveré por la noche. No te comas toda la comida ahora, ¿está bien?

Naruto a esas alturas de la vida no sabía qué sonido emitía un zorro, pero Kyuubi zorreó en asentimiento. En la cocina, Deidara ya tenía listas tres cajas de almuerzo y dos tazas de humeante café, que tomaron de un trago a toda prisa. Corrieron al genkan para ponerse los zapatos, poniéndose cada uno con grandes dificultades el chaleco que, con un grito, descubrieron era el equivocado. Una vez que el chaleco del instituto Konoha de Naruto lo usara Naruto y que el elegante chaleco negro que Deidara había elegido la noche anterior lo tuviera puesto Deidara, ambos se giraron a la fotografía de la entrada.

-Oka-san –empezó Naruto, dejando un pequeño racimo de margaritas frente al marco-, que tengas un buen día de San Valentín.

-Feliz día de San Valentín, tía –a su vez, Deidara puso junto a las flores un muñeco en forma de ave hecho a base de masilla, un material que él manejaba tan bien como respirar-. Ya nos vamos.

-Adiós.

Cerrada la puerta de entrada, el semblante de tranquilidad desapareció de los dos jóvenes, que se precipitaron a toda prisa hacia el Sedan estacionado en la cochera. Eran las seis y veinte. Comieron (se atragantaron) en el camino unos emparedados muy bien surtidos que Deidara compró el día anterior, previendo que pudiera pasar eso. Por la velocidad a la que iban y lo vacío de las calles, pudieron arribar rápidamente a la tienda.

Se detuvieron con un rechinido frente a la fachada llena de flores de la tienda y bajaron a trompicones. La señora Yamanaka les ofreció té a cada uno mientras les señalaba qué cosas serían los primeros encargos del día. Ino se partía de la risa en la trastienda. Hanako le entregó a Naruto una lista con las direcciones y clientes que eran los destinatarios de sus encargos y un paquete de bolas de arroz.

Ino se acercó a Naruto, que trataba de hacer espacio en la parte trasera del auto para un ramo de hortensias. Por la hora y la estación, un frío delicioso rondaba en el aire.

-Etto... Tengo algo para ti, Naru.

-Yo también.

Naruto se giró hacia ella con una gran sonrisa y un ramo de hermosas amapolas envueltas en el papel que inocentemente ella había señalado unos días atrás como el más bonito y atadas con un listón blanco. Era bellísimo en su simplicidad, pues eran las favoritas de su amiga. Ella rió con fuerza.

-Son preciosas. Eres un encanto. Ahora es mi turno –sacó las manos de detrás de su espalda, donde predeciblemente escondía su regalo. Naruto no se esperaba lo que vio, por lo cual fue cosa de segundos que abriera la boca en gesto de sorpresa. Ino rió de nuevo, alzando más lo que tenía en las manos-. ¡Feliz día de la amistad!

Naruto también rió e intercambiaron los regalos. Ahora tenía en sus manos un plato que simulaba una maceta llena de flores. Los tallos eran palillos que sostenían trozos de naruto (la comida) que aparentemente eran las flores en sí, cortados en finas rodajas. Sin poder resistirlo comió uno, divertido por el ingenio de su amiga. Bueno, no era su culpa llevar ese nombre. Era culpa de su abuelo, el escritor. Su padre pensó que sería grandioso llamarlo como el protagonista de su novela más famosa.

Amaba a su padre, así que lo dejaría correr.

-Ino-chan, ten, son entradas para la exposición de arte. Tu madre también tiene una. Vengan, por favor, hum –Ino se mostró muy contenta y le agradeció efusivamente a Deidara antes de que los dos rubios entraran al automóvil y partieran a hacer los primeros encargos del día. Ella se quedaba para ayudar a su madre con los pedidos que ya empezaban a acumularse.

El primer lugar de la lista era el hospital general, con una cantidad de veinte encargos más o menos. Habría que hacer un doble viaje, pero tenían tiempo para llegar a sus respectivas ocupaciones del día a tiempo. La enfermera a cargo firmó y les agradeció la molestia las dos veces, asegurándoles que los pacientes estarían muy contentos.

Regresaron a la florería por el segundo lote y esta vez hicieron algo más que sólo despachar. Le pidieron a una de las doctoras de turno que los escoltara a la habitación 103 y ella lo hizo de buen agrado, pues los conocía muy bien.

-Muchas gracias, Shizune-neechan –dijo Naruto, caminando por el silencioso pasillo del hospital, tras una joven mujer de cabello y ojos castaños. Iba muy sonriente, pues uno de los encargos que ellos llevaron iba dirigido a ella.

-No hay de qué. Después de todo su visita le sentará de maravilla al sensei.

-¿La vieja bruja de pechos grandes aún no ha llegado, hum?

Shizune se detuvo, sonrojada y con cara de estar aterrada. Tenía buenas razones, nadie que llamara así a Sannin Tsunade vivía para contarlo... no al menos que ella no estuviera. Naruto se contuvo para no reír a carcajadas, era muy temprano y estaba en un hospital, por lo que no debía hacer ruido.

-No debería decir eso, Deidara-san –gimió la asombrada Shizune. Deidara se encogió de hombros, dando muestras de lo poco que le importaba-. Tsunade-sama estará por aquí a eso de las ocho. Por cierto –la chica volvió a sonrojarse-, ¿cuándo Kabuto ordenó las flores?

Shizune era especialista en neumonología, muy buena para haber recibido el título apenas un año atrás. Era la encargada del caso de su padre, que padecía una aguda neumopulmonía. Su novio, un muchacho extraño pero agradable de nombre Kabuto, también trabajaba en ese hospital, pero era gastroenterólogo y tenía raras opiniones acerca de lo que le gustaba a las chicas. Naruto tuvo que elegir las flores, sabiendo que la idea había provenido de su padre y Tsunade, la actual directora del hospital.

Nunca entendería a los adultos, se dijo viendo a Shizune abrir la puerta del cuarto 103, todavía sonrojada, hablando con ella misma sobre lo dulce que podía ser Kabuto cuando quería.

-Konnichi wa, sensei–saludó ella con buen talante desde la puerta-. Tiene visitas.

Los tres entraron a un cuarto blanco y frío, atestado de aparatos que regulaban los signos vitales de quien estaba en la única cama. A un lado de esta había una mesa repleta de carpetas, folios, documentos y papeles desordenados, así como una computadora portátil.

-Sensei, aún está dormido –dijo al verlo bostezar, con las cobijas hasta la barbilla.

-¡A despertar, tou-chan no baka! -gritó Naruto sin mucho tacto junto a la oreja del hombre en la cama, desordenándole el cabello y haciéndolo pegar un bote.

-Yho, ojisan (Hola, tío) -Deidara levantó la mano tranquilamente, como si nada hubiera pasado. Shizune estaba escandalizada, aunque no era sorpresa para nadie.

-¡Naruto! –se exaltó el rubio ya no tan dormido, intentando golpear a Naruto en la cabeza, pero éste se alejó de un salto, riendo de forma traviesa-. ¡Eres un escandaloso!

-¡Sensei, por favor! –suplicó Shizune, tratando de mantener acostado al hombre-. Tiene que calmarse, esto no le hace bien.

-Sumimasen, Shizune-san –y una sonrisa de ángel la hizo negar con la cabeza ruborizada para soltarlo, murmurando que estaba bien-. Oigan, ¿no deberían estar trabajando?

-¿Qué clase de recibimiento es ese, anciano?

-Más respeto, Naruto.

Naruto hacía una mueca pero plasmó una sonrisa y abrazó al hombre, que lo acunó contra él de manera paternal. Besó su cabeza y revolvió su pelo con ternura antes de que Naruto se irguiera y le diera una de las "flores" de Ino. Namikaze Minato soltó una melodiosa carcajada, que junto a sus radiantes ojos azules robó un suspiro a la doctora y a Deidara, que, como buen artista, pensó que el rostro perfecto de su tío era una obra de arte.

-Vinimos a saludarte y decirte que más te vale recuperarte pronto o no podrás ir a la grandiosa exposición que preparé con tanto trabajo, hum. ¡Si no lo haces me encargaré de que te arrepientas! –Minato sonrió ante las ocurrencias de Deidara y se preocupó de la influencia que pudiera tener en Naruto-. Por cierto, pasaré por aquí a las tres de la tarde. ¿Está bien? –miró a Shizune, que asintió-. Perfecto entonces, hum. También te trajimos el almuerzo, hum. Pensamos que tal vez querrías comer comida casera.

-Valla, qué amables. –Sí, definitivamente ese rostro era puro arte.

Se despidieron ambos con un abrazo para seguir haciendo entregas. Minato lucía todavía contento cuando se despidieron de él y eso recompuso el ánimo de Naruto un poco. Todavía tenían que hacer algunos viajes más antes de poder estar tranquilos, así que decidieron apresurarse.

Deidara recibió una llamada de un exasperado Shibata Hidan, uno de sus colegas en el conservatorio, especialista en herrería y forjado de metales. Según los gritos varias octavas más altas de lo humanamente posible que escuchó (obligado a) Naruto, Hidan necesitaba que lo buscara para ir al conservatorio, pues su motocicleta estaba dañada y se negaba a usar el transporte público, a parte de que no encontraba su corbata.

-¿Y qué coño podría saber yo dónde está? –gritó Deidara bastante cabreado. Naruto estaba sudando ante la poca atención que prestaba a la vía y los otros autos en ella-. ¡Y deja de tratarme como una chica, imbécil! Ah, ése desquiciado, hum. Debería tener las manos dentro de una camisa de fuerza, no en herramientas –gruñó una vez que terminó la llamada-. Hazme caso, Naruto, si algún desgraciado con complejos de Dios que te trata como si fueras una mujer y te da un apodo acorde a eso se acerca a ti, no seas su amigo. ¡No sacarás nada bueno, hum!

-¡Dei-niichan, frena, frena, frena!

-Bien, este es el último viaje que harán –dijo Yamanaka Hanako con una tranquila expresión, ignorando la apariencia de desquiciado de Deidara y al desfalleciente Naruto.

-Ten –Ino le ofreció un vaso con agua a su amigo, que lo bebió de golpe-. Ni siquiera voy a preguntar.

-Buena idea...

-Que tengan un buen día. Hasta que regresen por la tarde me haré cargo de las entregas –se despidió alegremente la mamá de Ino. Los tres chicos iban apretujados en la cabina, con un montón de flores en el asiento trasero.

-Mi auto olerá a flores... –se quejaba Deidara con un aura oscura fácil de captar. Los más jóvenes lo fulminaron con la mirada, incómodos por la situación de compartir asiento, sobretodo considerando que Ino usaba falda.

Hacer las últimas entregas de la mañana no les tomó más de media hora y Deidara tuvo tiempo para dejarlos en el instituto quince minutos antes de las ocho antes de partir a buscar al "desgraciado intento de humano que era Hidan". Sin embargo, los tres tenían los brazos repletos de flores que debían entregar a sus propios compañeros y maestros.

Kiba casi salta sobre Naruto, ansioso por encontrar el regalo que le daría a Hinata. Sai y Chouji fueron mucho más pacientes en ese aspecto pero cada uno tomó su pedido para aligerar la carga de sus amigos. Deidara fue al salón de maestros para dejar algunos encargos ayudado de Naruto, Ino en cambio fue a los salones, entregando cientos de bouquets a chicos y chicas por igual.

Sonó la campana y Deidara corrió hacia su auto, pues todavía tenía que buscar a Hidan e ir a Akatsuki para ver los últimos detalles antes de la inauguración, que era a las nueve, con las entregas para Sasori-danna y Koshiki Pein.

Naruto regaló pequeños ramos a Hinata y Sakura, y cada una le obsequió tazones de ramen, contentas de haber recibido obsequios. Ino lució muy sorprendida al ver que uno de los ramos que ella misma había entregado, era devuelto junto a una caja de sus dulces favoritos por parte de Chouji pero aceptó de buena gana.

Shikamaru, que había pasado por la tienda esa mañana, alegó que era muy problemático que no entregara las flores a su novia, pero sabían que parte de la razón eran sus ganas de ayudarlos a aligerar el trabajo.

El cansancio venció a Naruto a la hora de matemática y se acurrucó tras su libro de texto lo más discretamente que pudo. Tuvo un sueño muy extraño y al principio no supo que estaba soñando.

En el sueño caminaba por un campo de girasoles, a cada paso se hacía más y más pequeño, hasta tener la edad de cinco años. Se sentía perdido y solo por lo cual empezó a llorar hasta que unas cálidas y dulces manos lo rodearon en actitud protectora. Al girarse descubrió a una hermosa mujer de ojos azules y cabello pelirrojo. Le sonreía amorosa y lo acunó en su pecho.

-Oka-san... –suspiró Naruto entre sueños. La persona sentada a su espalda dejó de mirar las fórmulas anotadas en la pizarra para verlo a él.

Dentro del sueño, Naruto reía feliz junto a su madre, jugando agarrados de la mano en medio del campo de girasoles. Kushina acarició su cabeza, estaba diciendo algo pero de pronto una brisa fría los golpeó, agitando las flores y sus ropas. Kushina desapareció frente a sus ojos y aunque él la llamaba su madre no apareció de nuevo.

-Usuratonkachi.

Naruto se crispó, murmurando quedamente un insulto.

En su mente, volvía a ser un muchacho de dieciséis años y observaba fijamente a una persona a algunos metros de distancia. Los girasoles se habían marchitado. Esa persona tenía fríos ojos negros y su rostro prefecto se arrugaba con desdén.

-Teme! –en el aula, se hizo el silencio cuando Naruto se levantó de golpe, alzando los puños amenazadoramente con un hilo de saliva en la comisura de los labios.

-¿Ocurre algo, Namikaze-kun? –entonces se percató que se encontraba en el salón de clases de su escuela y que había gritado sin motivo aparente en la clase del profesor más temido: Morino Ibiki. Ése hombre tenía fama de torturador diabólico y se creía que varios estudiantes habían dejado la escuela por él.

Naruto sólo pudo tragar saliva, sintiendo la sangre abandonar su cabeza con cada paso que el hombre daba hacia su mesa. Por su expresión, Naruto supo que estaba en problemas, en grandes y serios problemas.

La persona sentada atrás de él sonrió de lado, divertido ante la aparente situación de peligro en que se había metido el rubio. Sobre todo divertido, pues sabía que él había sido la causa.

El caso es que Naruto tenía razón, era un bastardo egocéntrico, se dijo, viendo al rubio balbucear excusas tontas con un hilo de voz.

-¡Maldición! –gritó exhausto Deidara, tomando un refresco de la máquina expendedora de la cafetería-. Quiero irme a dormir, tengo sueño, hum.

-Eres muy débil –susurró una voz profunda.

Deidara miró con mala cara al hombre de cabello y ojos negro que había hablado. Uchiha Itachi, renombrado pintor y mano derecha de Pein, tenía bolsas en los ojos tan grandes que parecían hendiduras en su rostro. Deidara no era débil, sólo no quería terminar pareciendo salido de una mala cirugía facial.

-Deidara-sempai, ¿acaso no durmió lo suficiente? –preguntó con voz chillona otro de sus colegas. Era muy parecido a Itachi, físicamente claro está, o al menos lo fue al quitarse la máscara naranja que le daba un remarcado aire de calabaza-. Tobi está seguro de que hoy dormirá mejor.

-Dormiré en cuanto se acabe esto. –Deidara seguía sin entender cómo el frígido, insensible y bastardo de Itachi, que no le importaría si estallara la Tercera Guerra Mundial mientras él no se viera afectado, pudiera tener lazos consanguíneos con el bipolar y trastornado Obito, que hablaba de sí mismo en tercera persona cuando era "Tobi", el artista (cosa que sólo parecía ocurrir cuando él estaba cerca). Para colmo compartían apellido. Deidara sostenía la creencia de que algún espíritu se había adueñado de sus cuerpos. Decidió ignorarlos, aprovechando la pausa en el evento para recargar fuerzas.

-Oye, rubia, Sasori quiere hablarte.

Error, el demonio en persona acababa de entrar por la puerta.

-¡No me llames así, estúpido!

-¿Estás enojada, rubia? –preguntó Hidan, sonriendo con suficiencia.

-¡Que no me digas así, hum!

Deidara trató de teñir su pelo blanco a púrpura aventándole la lata de soda, que el maldito esquivó, por cierto. Como ya no tenía nada para beber y quedarse allí con tres de los seres más desastrosos socialmente hablando sobre el planeta no se encontraba entre sus actividades favoritas, salió decidido a ver a Sasori, un escultor y tallador de renombre que a la tierna edad de quince años ganó una beca por sus obras y más fama de la que parecía disfrutar.

Deidara lo había conocido en la universidad, mientras estudiaba arte. Pein, Itachi y Sasori eran buenos amigos (Itachi era algo así, pues Deidara no creía que supiera del concepto de la amistad) y su sueño era crear un lugar para que todos pudieran ver su arte y así poder enseñar a los demás acerca de su importancia. Poco a poco, fueron reuniendo personajes extraños y variopintos (se incluía él mismo) hasta que lograron crear un grupo de artistas expertos en varias ramas que llamaron Akatsuki.

Un año antes de terminar sus estudios universitarios, Pein logró obtener un local donde pudiera cumplir su sueño y con ayuda de los demás lograron comprar un buen sitio en Nagasaki, rica en cultura. De esa forma nació el Conservatorio de Arte Akatsuki.

Habían pasado tres años y les iba bastante bien. Deidara sólo esperaba, en contra de todas sus creencias, que eso durara por mucho tiempo.

-Danna, escuché que quería hablarme, hum –entró al despacho aparentemente vacío, sumido en penumbras, con el rótulo en la puerta que rezaba "Akasuna Sasori, vicepresidente"-. Qué raro, no está aquí.

-Deidara, tardaste –gruñó una voz dulce y melodiosa. Provenía de la silla de respaldo alto tras el escritorio de madera tallada-. Enciende la luz.

Obedeció intrigado justo para ver a la persona en la silla girarse hacia él. Sonreía plácidamente, sus facciones cinceladas dispuestas armoniosamente, creando así un rostro bellísimo, angelical. Aquél hombre era el único que podía superar la belleza de Minato y Naruto, con cabello rojo fuego y misteriosos ojos miel.

Deidara todavía se permitía detenerse a admirar cada detalle en aquella perfecta obra de arte, superior a cualquier trabajo que jamás pudieran crear sus manos. Sasori parecía más joven que él y que los demás, pero, después de Pein, era el segundo con más edad. Tenía veintiocho y aparentaba diez años menos. No quería pensar cómo habría lucido a la edad de quince. Si bien pudo haber tenido una apariencia todavía más etérea.

Había adoptado la costumbre de llamarlo Danna, aunque Sasori y él tuvieran filosofías y opiniones en cuanto al arte que distaban mucho unas de las otras. Pero definitivamente Sasori era un maestro y un experto en la materia, por lo que merecía ser tratado como tal. Hasta un testarudo y orgulloso como Deidara era lo suficientemente sensato para reconocerlo.

-Lo lamento. Hidan se puso pesado otra vez, hum. ¿Qué desea, Danna, hum?

-Es un bárbaro, no esperes más –Sasori se encogió de hombros y su cara adquirió una expresión preciosa de burla que admiró a Deidara-. Da igual. Te llamé para darte algo.

-No me diga, debo firmar algún otro contrato.

-No seas absurdo –el pelirrojo se mostró enojado pero de todas formas se levantó de la silla y se agachó para recoger algo del piso-. Por favor, dime qué dice ése libro de pasta azul en el tercer estante del librero que tienes a tu izquierda.

-¿Ah? –eso sí que era absurdo, pero Sasori era un consumado artista, por lo cual solía comportarse de forma excéntrica. Se encogió de hombros y forzó la vista para alcanzar a leer las letras negras-. Dice... Manifiesto de Tao... Tao Te King en base al Libro de... ¿De qué? Ah, de las Transformaciones. Danna, ese es el libro que Itachi-san le obsequió para la Navidad pasada, ¿por qué quiere que yo...?

Las palabras quedaron atoradas en su garganta. Tardó en asimilar lo que estaba viendo y tardó un poco más en reaccionar para sujetar lo que Sasori sostenía bajo su nariz. De pie, Sasori adquiría más edad, considerando que era unos quince centímetros más alto que el rubio.

-¿Es en serio? –musitó Deidara, admirando con embeleso el rostro perfecto por sobre los claveles blancos y amarillos, realzados con muchas margaritas en una combinación perfecta.

-Te la pasas hablando acerca de la hermosura de lo efímero, que es el verdadero arte y eso. Las flores son efímeras así que me parecieron el mejor presente para ti –explicó con calma-. También me dijiste una vez que los claveles eran tus favoritas. ¿Acerté?

Deidara cerró los ojos, abrumado, para asentir con la cabeza sonriendo precariamente.

-Gracias, Danna –fue todo lo que contestó. Sasori se sintió satisfecho con esa respuesta. Claro, era un experto leyendo entre líneas.

-¿Naruto, compañero, dónde has estado? –Kiba pasó una mano por su espalda para animarlo y Chouji le regaló un pequeño caramelo de envoltura brillante. Los comió para recuperar fuerzas, a sabiendas de que se acababa de ganar años de terapia.

Les contó, tembloroso como una hoja al viento y pálido al nivel de Sai (MUY pálido), que Ibiki-sensei (o "El Torturador") se encargó de darle un discurso que mermó todas sus fuerzas (estaba aterrado, por no decir acorralado) e intentó castigarlo durante un mes después de clases empezando desde ése mismo día a limpiar todo el colegio. Según el hombre, un poco de disciplina le haría darse cuenta de lo importante de prestar atención.

-Pero hoy tienes que trabajar... Después de clases trabajas –comentó Shino con el ceño más fruncido de lo normal. Kiba no hablaba por culpa de un pastelillo que atentó contra su boca. Chouji siguió comiendo, mirando analíticamente a Naruto.

-¿Qué piensas hacer? –preguntó. Naruto asintió, ya repuesto.

-La verdad es que pensé que estaba perdido y perdería mi empleo, pero Kakashi-sensei pasaba por allí y logró convencerlo de cambiar el castigo.

-Entonces Kakashi-sensei sí puede ser útil –soltó Sai con sorna y una sonrisa a leguas burlona.

-Tuviste suerte –Shikamaru achicó los ojos, ignorando el ataque de tos de Kiba-. Pero no es todo, ¿verdad?

-Llevas razón como siempre. Ibiki-sensei no levantó el castigo pero sí accedió a cambiarlo. Kakashi-sensei dijo algo así como que el trabajar todos los días probaba mi madurez (cállate, Sai). Ibiki-sensei pareció convencido pero –resopló con tristeza- cambió el castigo todos los días por un mes durante el descanso.

-¡Es un maldito! –gritó Kiba.

-Qué malvado –fue el susurro del aterrado Chouji, que paró de comer.

-Ese hombre no tiene corazón –asintió Sai, Shikamaru lo compadeció en silencio con la mirada.

-Tengo que limpiar el salón de arte, de música, el auditorio, el gimnasio y salón de profesores –dijo a punto de llorar-. Dijo que el auditorio me tomaría dos días, por lo que estaba bien sólo darme esos cinco lugares.

-Definitivamente, Naruto, tienes mala suerte –declaró Shino. El resto se mostraron de acuerdo al instante.

Ino y Naruto casi corrieron una vez que la campana que anunciaba el final de clases sonó. La señora Hanako les habló al móvil para decirles que necesitaba de ellos para hacer ciertas entregas. Shikamaru dejó a Naruto su bicicleta, pues le pareció muy problemático cargar con ella si no iba a ir a su casa hasta la noche. Quedó con su novia (no estudiaba en su escuela, en cambio ya trabajaba) en el restaurante Akimichi y planeaba irse directamente con Chouji para hacerlo todo menos... Sí, problemático.

Con los brazos de Ino rodeando su cintura y sus pies pedaleando tan rápido como podía, logró estar en la tienda en tiempo record. Por culpa del sádico que tenía por profesor no pudo almorzar, y tuvo que hacerlo a trompicones cada vez que se detenía para recoger más entregas. Por lo menos, se dijo secándose el sudor de la cara, le iría bien en educación física ese año.

Sai le llamó para pedirle un par de consejos (No debo llamarla fea hoy, ¿verdad?), él intentó ser lo más atento que podía, pero no era el mejor momento ni el lugar.

-Sai, debo colgar, tengo que hacer una entrega, llámame en quince minutos –no dejó que el otro chico hablara cuando colgó el teléfono.

Despachó lo que creyó era una tonelada de rosas de muchos colores y confirmó, para su sorpresa, cuánto las despreciaba. La mayoría de las veces que trabajaba en ramos y arreglos florales que requerían rosas terminaba con banditas en las manos irremediablemente. Ino decía que era un verdadero tonto. Él sabía muy bien que la culpa era de las rosas, que lo odiaban, sólo que su amiga seguía sin querer creerle.

Aquél era el día más duro del año para la Floristería Yamanaka pero estaba seguro de que sería el peor día de San Valentín de su vida.

-Usuratonkachi.

El móvil lo devolvió a la realidad.

-Naruto, necesito que vuelvas pronto –pidió Ino por teléfono, por el sonido de fondo la podía imaginar con el teléfono de la tienda sujetado por su hombro, unas tijeras en sus manos y un ramo con exageradas cantidades de listones. Naruto decidió, un mes después de entrar a trabajar, que no cuestionaría (en voz alta) el gusto de los clientes-. Encargaron cinco ramos más y deben ser entregados antes de las seis.

-¡Agh, maldito San Valentín! De acuerdo, si no queda más opción, te ayudaré. Dije que me haría cargo de las entregas y eso haré. ¡Estaré de vuelta en cinco minutos!

La ensordecida Ino parpadeó varias veces, con un tic en la ceja. De pronto recordó un detalle que parecía importante. La última entrega de Naruto fue en... Oh.

-Dijo cinco minutos pero... le tomará quince al menos.

Para su completo espanto, Naruto se apareció en cinco minutos, deshidratado y a punto de perder el conocimiento. Lo bueno, era que Naruto se recuperaba muy rápido y bastó un tazón de ramen y dos vasos de agua para reponerlo.

-¡Ten más cuidado la próxima vez, baka! Minato-san no necesita que lo acompañes en el hospital.

-Demo, Ino-chan... Dijiste que necesitabas que volviera pronto y...

-¡No a costa de tu salud! –Ino se sonrojó y miró a otro lado. Naruto, que parpadeaba confundido, atinó a sonreír, entendiendo que ella estaba preocupada por él-. Anno... etto... ¡Vete de una vez, tienes que hacer entregas! Y... Ten cuidado.

-Ima ikimasu, Ino-chan –se limitó a decir, sonriendo. Antes de que ella pudiera decir algo salió a toda prisa de la tienda, despidiéndose de Hanako, y saltó a la bicicleta de Shikamaru (por el ramen que le pagaría ese favor).

Por un segundo, antes de perder de vista la florería, creyó ver el Sedan azul cromo de Dei-niichan, pero seguro fue una equivocación, para esas horas, el pobre chico seguiría preso en medio de cámaras, reporteros y la incómoda etiqueta de esos eventos.

Estaba cerca de anochecer y deseaba que el día se terminara lo más pronto posible, quería un baño, mucho ramen y a su cálida cama. Mañana le dolería todo el cuerpo pero sabía que no podía faltar o sino Ibiki-sensei se encargaría de "hacer que las consecuencias fueran tan desagradables como pudiera, con o sin Kakashi. Reprimió un escalofrío con esfuerzo, doblando a la izquierda en una esquina.

Se alegró de poder terminar con las entregas de ese día por lo que anduvo con calma de regreso a la florería. Aliviado por el fresco viento primaveral que soplaba, tarareó una canción que le gustaba mucho a su madre. Recordaba la letra con cierta dificultad pero se sabía la melodía entera. Shino le había hecho el favor de reproducirla para él con tonos suaves, dulces, dignos de una cajita musical.

-Aoi aoi aozora...

Cada vez que la cantaba, sentía que su mamá estaba junto a él, acompañándolo con su voz.

Minato le pedía que la recitara cuando estaban a solas y se sentía demasiado triste. Él intentaba poner las letras en orden y forzar su desafinada voz hasta lograr un tono agradable a los oídos de su padre. Sus amigos decían que cantaba bien, pero él no se creía tan bueno. En cambio, su madre sí que lo hacía.

A nada de caerse dormido, la señora Yamanaka lo invitó a cenar. Aceptó de buena gana, más hambriento de lo que creía. Ino había quedado con Chouji en su restaurante esa noche así que se alistó rápido y pasó de la comida. Hanako saldría con su esposo, quien estaba de vuelta por la festividad desde Tokio, para cenar juntos en una cena romántica. Ella también se excuso pero se quedó a esperar que terminara de comer. Naruto se atragantó varias veces, intentando comer rápido. Sabía lo ansiosa que estaba de ver a su esposo la señora Hanako, claro que lo entendía (quizá demasiado bien) y quería irse temprano.

-Muchas gracias por tu buen trabajo el día de hoy, Naruto –le agradeció con una sonrisa en la puerta de la tienda-. Lo has hecho muy bien.

El muchacho rió jocosamente.

-¡El gran Naruto no podía fallarte, Hanako-basan! –ella rió con ganas-. Sa, ima itekimasu.

-Por favor, ve con cuidado a casa.

-¡Sí!

-Estás a rebosar de energía, Naruto querido. Eso bueno.

Naruto dejó la mochila en la cesta de la bicicleta de Shikamaru y se despidió de ella con la mano antes de irse. La verdad... no tenía tanta energía como aparentaba.

Por mero respeto dejó la bicicleta en un lugar seguro del jardín antes de ir al patio trasero. Saludó a Kyuubi acariciando detrás de las peludas orejas y subió directamente al baño. Abrió el grifo para que la bañera se llenara con agua caliente mientras él se desvestía, tirando las prendas a cualquier lado de cualquier forma. Entró a la bañera con un grito de alivio, sus músculos se quejaron y los párpados se cerraron.

Era tan relajante...

-Mezashisa no wa aoi aoi anno sora (Sólo tienes ojos para ese azul, azul cielo).

Naruto abrió sus ojos, encontrándose en un campo de girasoles. Estaba acurrucado bajo su sombra pero decidió levantarse para seguir esa canción. Era muy bonita y se le hacía muy familiar.

Se abrió camino a través de los largos tallos al tiempo que la voz seguía recitando la hermosa canción. De pronto, pudo recordarla. Era la sonata de Kushina, la nana que cantaba todas las mañanas para él.

-Oka-san... –por fin, tras lo que parecieron horas, salió de la jungla de girasoles y se encontró en campo abierto. Kushina, su madre, estaba allí, cantando. De su espalda nacían alas azules como el azul de los ojos de su hijo. Miraba con nostalgia el cielo, vestida con un hermoso vestido blanco que hondeaba al viento mágicamente.

-Naru –Kushina se volvió a él y abrió los brazos en su dirección-. ¿Por qué estás tan triste?

Eso lo pilló por sorpresa. Dudó antes de acercarse pero finalmente se sentó junto a la pelirroja, dejándola acariciar su cabello con ternura.

-¿No me lo dirás? –Naruto esquivó su mirada.

-Nada, no tengo nada –Kushina emitió una risa melodiosa, como el gorjeo de un ave, y lo besó en los rizos dorados.

-Naru, ¿tiene algo que ver con ese chico de allá que nos observa?

Finalmente, Naruto se percató de que había alguien más allí, entre los girasoles. Era un niño pequeño, con el cabello y los ojos negros. Parecía enojado y asustado por igual. Se levantó cuando dejó de sentir las caricias sobre su pelo, como una seña de su madre para que lo hiciera, y caminó hacia el niño.

-¿Qué haces ahí escondido? –preguntó un Naruto de seis años. Los grandes ojos del otro se achicaron en una mueca de enojo que hizo al pequeño Naruto hacer una mueca de incomodidad.

-No te importa –contestó con su vocecita que sonaba graciosa-. Vete.

-¡Eres un tonto! Sólo me preocupo por ti.

-¿Para qué lo harías, dobe? –metió las manos en los bolsillos de su pantalón y lo miró con suficiencia-. Vete ya.

-¡Eres un bastardo egocéntrico!

Escuchó la risa divertida de Kushina y se avergonzó por decir palabrotas frente a ella.

-Hijo, despierta.

Despertó dentro de la bañera, con los brazos y la cabeza suspendidas sobre el suelo. Estaba mareado por haber permanecido en el agua calienta durante mucho tiempo y se apresuró a salir, con las articulaciones dormidas y el cuello adolorido.

En los pasados meses hasta ahora había soñando mucho con su madre, le contó a Minato que la veía cantando en un campo de girasoles, con alas en su espalda, azules como los ojos de él y Naruto. Ella amaba los girasoles, dijo su padre dulcemente. ¿Y por qué soñaría con ella?

-Tal vez, sepa que algo te preocupa y quiera ayudarte –había dicho Minato, abrazándolo. Él se sorprendió-. Sí, sé que te la pasas así de un tiempo para acá.

No podía contestar eso y dado que Naruto no mentía, tampoco lo negó.

Se puso ropa interior limpia y una yukata. Deidara no volvería hasta tarde, probablemente en alguna cena de gala entre accionistas, reporteros y toda esa chachara que debía aguantar. Alimentó a Gamakichi antes de bajar a la cocina para alimentarse él. Puso a hervir agua, sacó ramen con extra de carne y un cartón de leche, para él la mejor cena del mundo. Odiaba los tres minutos que tenía que esperar pero se entretuvo con Kyuubi, que arañó las puertas corredizas de cristal que daban al jardín trasero. Minato y Deidara no consentían que Kyuubi entrara a la casa así que cuando no estaban, el zorro (ya decía Naruto que era inteligente) llamaba su atención y él, gustoso, lo dejaba pasar.

Se sentó en la mesa con sus palillos, un zorro con complejo de humano en el regazo y un estómago que rugía como bestia.

-Itadakimasu! –canturreó. Kyuubi... zorreó o lo que fuera que hiciera, y Naruto le dio un trozo de Naruto (la comida)-. Dei-niichan se enojará si te ve aquí, así que no ensucies nada. ¿Sabes? Soñé con oka-san otra vez. En el sueño estaba... él. Por su culpa tuve problemas con un profesor esta mañana. Realmente no tuvo nada que ver pero... ¡No, sí fue su culpa! Es un bastardo egocéntrico, después de todo...

Naruto solía hablar con Kyuubi como si fuera otra persona. Deidara decía que tanta palabrería volvería loco al pobre animal, Minato opinaba que la inteligencia de Kyuubi partía de la atención que le daba su hijo. De cualquier manera, Kyuubi observaba fijamente a su amo mientras hablaba, al terminar, solía lamerle la mejilla y colocar su patita sobre su nariz. Naruto pensaba que era su forma de decir que todo estaría bien.

Esta vez, Kyuubi no pudo hacerlo, pues sonó el teléfono y Naruto tuvo que atender. El zorro saltó ágilmente de su privilegiado puesto en el regazo de Naruto y se paseó tras él hasta la sala para escuchar la conversación. Sus inteligentes ojillos negros observaron a su amo de manera analítica, con la peluda cola retorciéndose a su espalda.

-¿Qué ocurre, Dei-niichan, de nuevo te confundieron con una chica uno de esos ancianos ricos?

-Déjate de idioteces, hum –aunque pasaba con frecuencia, murmuró Deidara de mala gana para diversión de Naruto-. ¿Naru, estás ocupado?

-¿Ocupado? Recién cenaba. ¿Por qué?

-Quiero que me hagas un gran favor. Itachi-san pasará por ti en un rato, ve con él para recoger algo para mí.

-¿Debo hacerlo yo? –rezongó Naruto, cuyos planes de echarse sobre el sofá para ver televisión (y dormirse diez minutos después) se vieron frustrados.

-Es necesario. Y Sabes que no le pediría el favor a cualquiera. Tengo mucha confianza en ti, después de todo –Deidara sabía cómo hablarle, sin duda alguna.

-Tienes razón, pero ¿qué es eso que quieres que busque?

-Oh, ya lo verás. Itachi-san irá a casa pronto. Espéralo. ¡Prometo invitarte ramen mañana en agradecimiento!

-¡Yay!

Se despidieron y Naruto corrió de vuelta a la cocina para terminar su ramen y su leche a toda prisa. Se cepilló los dientes con su pasta color naranja (Minato sí que sabía cómo hacerlo feliz y Naruto era un chico simple), pensando qué usar. No quería impresionar a nadie pero Itachi parecía tan elegante desde que él recordaba, y no necesariamente usando uno de los trajes caros solía llevar.

Escogió una camisa manga larga con botones de color azul medianoche (según Deidara, él era el artista) que sólo se había puesto una vez en Navidad y unos pantalones negros. Se veía bastante formal y agradeció la insistencia de sus familiares por hacerlo comprar esas cosas. Tenían razón, no eran tan incómodas pero él seguí prefiriendo sus camisetas de manga corta y pantalones anchísimos y, por sobre todo, su chaqueta naranja (era una lástima que no lo dejaran usarla en el instituto).

Sólo no tuvo tiempo de peinar su cabello pero como sabía que era un caso perdido lo dejó así y bajó a la sala de estar para esperarlo. Tenía algo de sueño pero una invitación de ramen nunca debía ser despreciada, decía su filosofía. Y se trataba de Dei-niichan, lo cual ya era bastante. Por la ventana de la sala distinguió las luces del Mazda 3 de Itachi, que se estacionó frente a la casa.

Lo reconocía porque quería comprar uno de esos. De distinto color, claro, el negro no le sentaba bien. Quizá un azul cielo o ¡naranja!

-Konban wa, Naruto-kun –saludó Itachi, tenía una voz ronca y suave que le causaba escalofríos a Naruto (en el buen sentido). Como había supuesto, vestía un elegante traje negro, con una corbata roja que le sentaba de maravilla.

-Ohayo, Itachi-san! –él no era tan formal, así que saludó como solía hacerlo: con frescura, familiaridad y una sonrisa amistosa. Itachi pareció satisfecho con esto, pues regresó el gesto y señaló el puesto del copiloto.

-Naruto-kun, espero verte el Sábado en la noche durante la fiesta.

-¡Hn! Deidara-niichan me habló de ello. Oto-san será dado de alta así que asistiremos todos.

-¿Minato-sama? Qué gusto escuchar eso. Me complacería mucho la presencia de ambos.

-¡Estamos agradecidos de haber sido tomados en cuenta! –respondió Naruto, buscando en su mente las palabras adecuadas, el hombre era tan formal, educado y recto que Naruto tenía la necesidad inexplicable de estar a su altura, sin dejar de ser él mismo, por supuesto.

Itachi asintió con la cabeza conduciendo deprisa por las atestadas calles. Había gran concurrencia por la fecha, los locales estaban llenos, sobre todo los de comida.

-Por cierto, Itachi-san, me pregunto qué es aquello que Deidara-niichan quiere que busque –no estuvo muy seguro, pero en el rostro normalmente impertérrito de Itachi bailoteó una especie de sonrisa. Pudieron haber sido las luces nocturnas de la ciudad o simplemente alguna mueca, no lo sabía.

-Oh, qué es aquello –guardó silencio unos segundos-. Es muy importante –Naruto alzó ambas cejas y luego las frunció. ¿Qué clase de respuesta era esa?

-¿Aquello es muy importante?

-Sí, muy importante.

Itachi acababa de subir un peldaño en su lista de rarezas, superando a Rock Lee, justo debajo de su abuelo Jiraya.

Intentó leer su expresión, buscar pistas en sus gestos y su mirada, para descubrir que seguía tan frío e inexpresivo como cuando lo conoció. Al ver que era imposible decidió observar el paisaje que desfilaba deprisa por la ventana, pensando que esa era una buena fuente de información.

Se removió en el asiento. Sí, reconocía los edificios y una que otra tienda. Itachi cruzó a la derecha en una esquina y los ojos de Naruto se abrieron incrédulos. Estaban en...

-El conservatorio de arte.

Uchiha Itachi permaneció en silencio hasta que estacionó su coche. Ignoró las preguntas de Naruto y lo condujo por un caminillo de adoquines que daba al patio. Se detuvieron frente a una construcción hecha de cristal y metal: el invernadero, construido por el capricho de uno de los Akatsuki, un hombre llamado Zetsu obsesionado por las plantas.

-¿Qué es esto? ¿Qué hacemos aquí? –preguntó Naruto, empezando a enojarse-. ¡Dei-niichan dijo que tenía que buscar algo importante porque él no podía abandonar la exposición! ¡Vi su auto aparcado cerca del tuyo!

-Entra –dijo Itachi tan calmado como al principio.

-¿Ah?

-Entra. Allí encontrarás algo interesante –señalaba la puerta del invernadero.

-Si es una broma de Deidara... –masculló. Itachi no contestó, de cualquier forma Naruto no esperaba que lo hiciera.

Dentro estaba oscuro y sólo podía distinguir las deformes siluetas de plantas raras y difíciles de conseguir en su país, ya le habían hablado de ese lugar.

-Está oscuro. No veo na—

Una mano lo empujó hacia adentro y escuchó la puerta cerrarse tras su espalda. Con cuidado para no tropezar con raíces o arbustos regresó sobre sus pasos para encontrarse con que tenía llave. Aporreó el cristal con los nudillos y le gritó a Itachi que lo dejara salir. Allí hacía calor y el aire estaba viciado.

Entonces, ocurrió.

Una luz brillante surgió a su espalda, iluminando los alrededores. Se volvió, rumiando la escalofriante idea de que no estaba solo. Cerró los puños y flexionó las rodillas en posición de combate. Ahogó un jadeo ante el espectáculo que tomaba forma frente a sus ojos.

Las curiosas y exóticas especies de plantas eran iluminadas por pequeños farolillos, como los que se usaban en Navidad, dándole a todo un toque misterioso y hechizante. Unas piedrillas blancas a sus pies captaron su atención. Estaban colocadas con sumo cuidado formando un espiral, un símbolo que consideraba suyo.

-¿Qué será esto? –murmuró. A unos cinco pasos, vio otro y a la misma distancia, otro más-. Señalan un camino... –miró a los lados. Todo estaba en completa calma y no habían más signos en el suelo-. Parece que quieren que lo siga.

Se encogió de hombros y avanzó entre la espesa vegetación, tratando de hacer caso omiso del calor que se respiraba. Apartó unos arbustos de apariencia salvaje, supuso que ni siquiera eran de ese continente. Esquivó un par de raíces peligrosamente erguidas en el suelo y pasó frente a unos hongos de vivos colores que, presumiblemente, eran fábricas de veneno puro. Tuvo cuidado de no tocar nada, esperando salir ileso de allí para poder vengarse.

-Ése tal Zetsu está loco de remate... –masculló. Por fin salió a un claro, donde había aire más fresco. Lo que vio lo dejó sin aliento-. Suge ttebayou... (Increíble).

Dispuestos en cada espacio libre del claro, mas dejando un senderito para pasar, estaban muchísimos girasoles y todavía más margaritas, resaltando la belleza de las flores más grandes. Los farolillos colgaban de las ramas de palmeras y árboles que rodeaban el claro y sobre su cabeza se entrecruzaban finas cuerdas, que sostenían lámparas de papel con espirales dibujados en ellas y dentro, una velita probablemente.

En el centro estaba alguien, mirándolo fijamente como si fuera la persona más interesante del mundo. Se ruborizó de ira en un segundo y sintió deseos de salir de allí.

-Osse, usuratonkachi (Te tardaste) –dijo la persona.

-Waraseru yane ttebayou (No me hagas reír) –masculló por lo bajo-. Doshite anata wa kokoni runo? (¿Por qué estás aquí?)

-Ikeru masen ka? (¿Acaso no puedo?) –se encogió de hombros-. Ne, wasure desu ka? (¿Lo has olvidado?).

-Nani ka? (¿Qué cosa?) –estuvo tentado a dar un paso atrás, pero el duelo de miradas con el otro chico lo tenía muy ocupado. Las orbes negras brillaron por un momento de forma anhelante y eso lo sorprendió.

-Anno toki ka (Fue en ese momento) –cerró los párpados-. Usuratonkachi.

Naruto gritó en respuesta:

-Teme! –no era la primera vez que tenían ese intercambio de insultos, lo raro era que sólo los usaban entre ellos. Nunca supo de nadie a quien llamara "usuratonckachi" además de él. Por algún motivo, necesitó gritarle-. Kaeru so! (Me vuelvo).

-Anata wa yume wo watashi wa mieru yanai (No puedo ver tus sueños).

Naruto se detuvo, con la impresión de que no podía dar un paso más. Se había dado la vuelta y avanzó apenas dos pasos de regreso a la puerta, dispuesto a tirarla abajo si Itachi no abría y a gritarle a Deidara hasta quedarse sin voz pero esas palabras...

-Anata wa yume wo watashi wa mieru yanai. Eso fue lo que me dijiste aquella vez. Te dije que no te metieras en mis asuntos, porque no entenderías mis metas. Me respondiste esas palabras.

Sí, lo recordaba.

-¿Y eso qué? –por suerte, su voz se mantuvo firme y con un ligero tono de exasperación que quedó perfecto. Él no lo creyó, por supuesto, muy en el fondo Naruto lo sabía.

-Boku ga soba ni iru ka ra (Yo estaré a tu lado), me respondiste.

-Lo has recordado.

-Nunca lo olvidé –la respuesta se escuchó casual y eso dio el impulso necesario a Naruto para girarse a verlo con una mueca triste en el rostro.

-Sasuke.

-No debí haberme enamorado de ti –Naruto no estuvo del todo seguro de qué significaba esa frase, tampoco si debía alegrarse o entristecerse. Pensó que, de cualquier manera, dolía mucho-. Tampoco debí haberte conocido –Sí, dolía como tres días atrás.

Había discutido con Uchiha Sasuke sobre su actitud tan arisca y particularmente odiosa. Ya harían tres días desde entonces. Ellos no eran novios ni nada por el estilo, no les gustaba catalogarse de esa manera. A Sasuke le desagradaba, a Naruto le parecía innecesario. Sólo bastaban dos palabras y con esas eran felices.

-Entonces esas palabras llegaron a mí. Trataba de convencerme, mientras Sakura insistía en vendarme la cabeza, que no lamentaba lo que te dije –gritaron como locos y se golpearon de igual forma. Naruto terminó con la nariz sangrando, por lo que manchó todo su uniforme, un labio roto y moretones por todas partes. Pateó a Sasuke y lastimó su cabeza, pero nada serio por lo visto-. Pero tu voz resonaba en mi cabeza junto a esas palabras.

-Fuiste... Eres un completo idiota. –Debía irse, lo sabía, pero no podía moverse de donde estaba, el rostro perfecto de Sasuke era demasiado hipnotizante.

-Es cierto. Y tú también, por creerme.

-Dijiste algo muy feo.

-Pero te hablé de mis sentimientos.

-Ya antes lo habías hecho –lo miró confundido-. Ambos acordamos que éramos la persona importante del otro.

-Taisetsuna hito (Persona importante) Iie. Omae aisuru hito watashi no (No. Tú eres mi persona amada).

-Entonces por qué-- ¡Dolió mucho! –tenía un nudo en la garganta, Sasuke era su mejor amigo, alguien tan querido como un hermano, un rival tan digno, que aún era insuperable-. Duele mucho... Jamás piensas en mí.

-Te equivocas. Siempre pienso en ti. No hay momento en que no lo haga. Pensé en ti ese día, el anterior a ese, y el siguiente también. Pensé en ti cuando le pedí a Zetsu que me prestara este lugar, cuando ordené girasoles en la florería y me gasté todo el dinero, cuando hice esto... Y sé que pensaré en ti mañana y los días que le sigan. Eso es lo que me asusta.

-No te sigo.

-Me asusta tenerte ahora... para perderte luego.

-¡BAKA! –salvó el espacio entre ellos con tres zancadas y le soltó un puñetazo que no pudo esquivar-. ¡¿Por qué pasaría eso?!

-Si me odias, te alejarás. Sabía que no podría soportarlo. Pensé que sería buena idea alejarte antes de que eso ocurriera.

-¿Así que pensaste que podías simplemente me apartaría de ti?

-Funcionó.

-Baka! –otro golpe, esta vez Sasuke ni se molestó en moverse-. Pensaba que tú no querías verme. Creí que con el tiempo sanaría y me acostumbraría, pero entonces me miraste y en tus ojos había odio y temor. ¡No soporto esa mirada! Quería tiempo para pensar, poner las cosas en orden y aclarar mis ideas. No quería creer que de verdad me odiabas.

-Tú me odias. Era el plan en un principio, después me arrepentí.

-No debí haberme... enamorado –repitió Naruto, incrédulo. Sasuke asintió y pudo entender el significado de la frase. Nunca se habían dicho que se amaban y con esas palabras...-. Con esas palabras... Dejaste claro que tú...

-Fue lo que pensé en ese momento. Que si nunca te hubiera amado o conocido, no sentiría este miedo. Odio sentir miedo... me hace débil. Si te apartaba de mi lado, estaría bien, pero era demasiado tarde.

-¡Boku ga soba ni iru ka ra (Yo estaré a tu lado)! –gritó Naruto muy cerca de su rostro, aferrando su brazo con rudeza y una mirada férrea y decidida-. Tú también lo eres... Aisuru hito watashi no.

Sasuke se soltó con un movimiento brusco y Naruto retrocedió un par de pasos, ambos sin verse a la cara, en ese instante era muy difícil hacerlo.

-Son mis favoritas... Los girasoles.

-Son como tú. –Naruto contuvo el aire-. Siempre miran hacia la luz, se alzan sobre las demás flores y deslumbran. Cuando los veo, pienso en ti.

-Sasuke...

-Quiero que seas mi girasol. ¿Puedes hacer eso?

Naruto por fin lo miró, con una sonrisa tranquila. Estaba feliz. Sasuke lucía tan triste, tan pequeño y solo como en su sueño. Entonces comprendió, que Sasuke seguía siendo el niño que conoció tantos años atrás y que necesitaba de él.

Caminó dos pasos y se fundieron en un abrazo que esperaban desde el minuto en que se vieron. El olor, la calidez, la voz, el tacto de Sasuke era mejor de lo que recordaba, era fantástico y todo lo que necesitaba en ese momento. Oh, se quedaría así toda la vida si pudiera.

Sasuke lo besó. No fue un beso largo ni pasional, tampoco tierno ni mucho menos brusco, sólo eso, un beso. Un beso de Sasuke.

Y eso era mejor que cualquier otro.

-Sí, puedo hacerlo. Lo haré gratis, así que sé agradecido.

-Usuratonkachi –se mofó, con una sonrisa de suficiencia y ligera molestia. Naruto soltó una carcajada.

-Pero necesito ramen. Ramen para mantenerme en alto para ti y brillar mucho.

-¿Por qué no puedes ser como las flores ordinarias y requerir agua? –tomaron asiento en medio de los demás girasoles, tomados discretamente de las manos, como si fuera tan natural como lo era respirar.

-¡No puedo hacer eso! –exclamó como si estuviera hablando con un niño especialmente lento de algo muy obvio-. ¡Soy tu girasol, Sasuke, así que debo ser mucho mejor que cualquier flor, por ti!

Naruto era tan...

-Eres un dobe.

-¡Teme, no me digas así!

-¡Naruto, quítate, nos caeremos!

-Itae!

-Usuratonkachi!

Especial.

-Es bueno saber que han vuelto a la normalidad –Deidara sonrió a la nada.

-Así es, hum. Minato-jisan, debo colgar. Deben tener mucho calor en ese lugar y pueden matarse de un momento a otro.

-Tienes razón. Tsunade ya me está mirando feo. Ten una buena noche, Deidara. Gracias por la ayuda.

-No hay de qué, hum. Me sorprende que Sasuke nos haya pedido ayuda, pero fue muy dulce.

-Es raro oírte hablar así.

-Sólo porque tienes una risa agradable te pasaré esta, jisan. Bien, descansa, hum.

-Ustedes también –Deidara colgó y bostezó. Ya no podía consigo mismo.

-Lo están haciendo.

-¡¿QUÉ?! –la verdad, Itachi mintió. Cuando Deidara entró, Naruto simplemente estaba recostado sobre el pecho de Sasuke, ambos en una actitud muy relajada y perezosa, hablando sobre la fiesta de cierre en el conservatorio mientras movían a cualquier lado sus manos entrelazadas, como si fuera lo más interesante del mundo.

Do dai? (Qué tal?) Creo que tendré el otro para el Lunes o algo así. Se titulará "Verano".

"El arte de vivir, es el arte de amar"