Disclaimer: y sí, Harry Potter es mío. ¡Tesssorrro!
Notas: se lo dedico… al de Historia. Y a Kristafhista, que sé que le gustaban (allá por la Edad de Piedra, al menos) los Sirius/Lily. Y sí, os acabo de decir la pareja, pero, en serio, ¿no lo sabíais? Así que nada, niña; disfruta esto, Kris, porque probablemente sea irrepetible.
Carpe Diem
(o dejar de pensar)
Y se sienten ligeramente culpables, quizás, pero la casa está vacía y hay una guerra ahí fuera, y no habrá un momento mejor que este, Sirius, no habrá un más tarde, un luego. Mezclan aliento y saliva en besos cortos, húmedos, sinceros –porque sinceridad nunca ha faltado entre ellos, porque se han dicho todo lo que se tenían que decir, a la cara y sin tapujos- y olvidan, por un instante, que una vez pelearon por un mismo hombre, y que ella ganó, que ella gana siempre.
En esos instantes, a solas en el salón de Godric's Hollow, darse por vencido no es algo tan malo. Y Sirius admite la derrota, y la besa de nuevo y lame, como un perro, los labios llenos y rojos, el cuello lleno de pecas. Llevan aún la ropa puesta, pesada y molesta, pero se sienten uno al otro a través de la tela, tan iguales y tan distintos, cuerpos jóvenes y ya cansados, víctimas de una guerra que no distingue entre sangres, mientras se viertan al suelo.
Lily gime –SiriusSiriusSirius, repetido como un mantra, y casi piensa en decirle que pare, pero pensar es difícil, ahora- y se aferra a su espalda, músculos tensos de guerrero siempre en batalla; cierra los ojos y deja que la lengua de él vague por donde quiera, que sus manos aparten la camisa, y arquea la espalda, y casi grita.
Les costó dos años comprenderse, el uno al otro, y mucho más dejar de odiarse. Sirius es un perro celoso, y James era suyo y ella se lo ha quitado, y al final todo era eso, esa reacción territorial –no lo querían para lo mismo, pero lo querían igual.
Casi por instinto, a ciegas, las manos de la pelirroja desabrochan el ofensivo pantalón vaquero, tela áspera y rígida, molesta; los dedos finos y pálidos se cuelan por la ropa interior, y si Sirius no estuviera ya listo lo estaría ahora. Acaricia, porque es su turno, acaricia y aferra y casi araña, y no es suave; es agresiva, agresiva y directa, como lo es todo entre ellos. Y ¿vas a correrte?, pregunta, con la burla bailando en la voz; Sirius gime y se muerde los labios, y la besa después.
Es curioso, irónico, casi, estar así después de todo. Después de años de odio mutuo, compartiendo clases y Casa y gustos y comida y casi de todo, y no haberse conocido. Es casi irónico que estén ahora en el salón, una mezcla de piel y sudor y pecas, y batallen con la lengua para no temer, mientras los dos esperan.
Duran poco, después de eso. Duran la lengua de Sirius en los pezones de Lily, y en el vientre abultado –el ombligo ya hacia afuera-, y más abajo, mucho más abajo, en ese punto que la hace arañarle la espalda y pedir más y más y más. Duran los labios de Lily besando su cuello mientras la penetra, en un ritmo prefijado que esconde toda la angustia, porque James está ahí fuera, después de todo, y no quieren pensar, pero piensan, incluso ahora piensan en que quizás –quizás- está muerto. Duran lo que dura una eternidad, lo que dura un segundo, y después se les escapa todo, ese miedo líquido en un grito de placer, esa unión que quizás sea un poco más que física, porque se parecen tanto. Y después se dejan caer, relajados, se colocan la ropa y se abrazan, y dejan de pensar.
Fuera hay una guerra. Fuera hay una guerra y, cuando vuelve a casa, sucio y sangrando y un poco más muerto, más inhumano, James Potter sonríe al verlos. Lily, su Lily, en brazos de Sirius, una sonrisa tranquila en los labios. Le alegra que se entiendan tan bien, piensa, antes de despertarla con un beso.
Danny
