Bueno aquí traigo una nueva historia de Larry! Disfrutenla y R&R!
DISCLAIMER: No poseo a los chicos de 1D, lmao ojalá.
Las revoluciones comienzan con un pequeño acto que desemboca en una marea imparable de locura. Las revoluciones cambian, enloquecen, atontan y despiertan todo a la vez. Te quitan la venda que ni sabías que llevabas delante de los ojos. El gesto que supone un cambio puede llegar silenciosamente o como los platillos de una orquesta, rápido y ruidoso, pero el estallido siempre tiene lugar de forma inevitable, esperando para saltar como un gato que observa a un pajaro desde lo más alto del árbol, nunca a destiempo.
Harry necesita estabilidad para vivir. Harry necesita levantarse a las siete, desayunar un vaso de leche con colacao, aplastar seis galletas contra el fondo del vaso mientras la tele hace la función de música ambiental. Sale de casa con camisa, sus vaqueros negros y sus zapatos impecablemente conjuntados, y anda seis manzanas hasta el instituto, el sabor mentolado de la pasta de dientes todavía en su boca. Harry Styles tiene cinco minutos para mirar Instagram y Twitter por las mañanas, el tiempo hasta que el profesor que da clase ese día llega, le saluda o simplemente golpea los libros contra su mesa y comienza la clase.
Harry tiene amigos, pero ninguno habla en clase. Se sientan con él y juntos escuchan al profesor, esperando a que llegue el recreo para poder hablar de sus cosas, de los fines de semana que han pasado aunque los hayan pasado juntos en casa de uno de ellos. Cuando acaban las clases, vuelve a su casa andando seis manzanas, saluda al perro de los McKenzie, que ya está despierto, cinco jardines antes que el suyo, y por fin llega a casa.
Su madre le espera para comer pero su hermana ya no porque este año va a la universidad por las tardes. A Harry le gustaba comer con Gemma y no se acostumbró fácilmente a no tenerla contando sus cosas de clase cada mediodía pero ya han pasado tres meses desde que comenzó el curso y falta poco para navidad, así que volverá a tenerla de nuevo para él solito durante todas las vacaciones y harán lo de todos los años: montar el árbol, cantar villancicos, llevar jerseys horteras y jugar en el sótano al videojuego que quiera Gemma. Son las vacaciones perfectas y saben al chocolate con galletas que prepara su padre noche sí, noche no, en navidad. Harry no necesita más para sentirse bien. Aunque le gustaría que encendieran la chimenea más a menudo porque con el crepitar del fuego puede respirar hondo y se siente más ligero aunque la gravedad siga manteniéndole sobre la alfombra del salón, por mucho que su padre diga que es una pérdida de tiempo encenderla y que ya tienen calefacción.
Un martes como otro cualquiera, un cinco de diciembre, el despertador vuelve a timbrar y lo primero a lo que alcanza Harry son las gafas. El día sucede como otro cualquiera, aunque hoy su compañero de mesa está más hablador porque no puede esperar a las vacaciones de navidad y Harry le escucha educadamente hasta que la profesora de biología les manda callar por primera vez en todo el curso. El día avanza rápido, porque, Harry se ha fijado y se ha informado, cuantos más años tiene antes se le pasan las horas, y aunque no sabe qué hacer con esa información le gusta contársela a la gente. Los horarios planificados le devuelven los minutos que su larga vida de ya casi dieciocho años le está intentando quitar, y en eso piensa de nuevo mientras vuelve a su casa escuchando su música favorita. Últimamente le ha dado por bandas sonoras de películas, siempre instrumentales, porque cuando escucha muchas canciones con letra le entran ganas de cantar y según su padre no puede molestar a los vecinos por mucho que a ellos les dé por segar el césped los sábados por la mañana o dar fiestas hasta muy tarde.
La vuelta a casa es un poco rara porque el perro de los McKenzie, cinco jardines antes que el suyo, no está dando vueltas ni tampoco se le oye ladrar. Cada vez que pasa Harry se fija en el jardín de los McKenzie, y nunca sabe qué hacer de todo el desorden que reina en un espacio tan reducido. Por un lado le molesta ver todas las bicis desparramadas, la puerta del garaje a medio abrir y el césped sin segar y a veces hasta con calvas enormes que probablemente haya hecho el perro. Harry no sabe cómo se llama el perro y lo llama "chico" o simplemente le silba, pero sí que sabe que si fuese por él tendría tres o cuatro perros por lo menos, de todos los tamaños pero obligatoriamente uno muy pequeño y uno muy grande para llamarlos Johnny y Baby. Nunca les ha preguntado a los McKenzie (o al McKenzie, porque por todo lo que sabe del que vive en la casa podría ser un hombre, una mujer o una familia de diez) como se llama el perro que acaricia todas las tardes y por unos segundos se arrepiente de no haberlo hecho porque quién sabe cuándo lo volverá a ver.
Por lo demás, llega a su casa, donde su madre le espera con buenas noticias del trabajo y hamburguesas de lentejas muy buenas que ha preparado Emma y por las que le felicitará luego cuando vuelva de clase, aunque su madre le insista que se lo diga ya por whatsapp.
Esa tarde es diferente porque hay un pensamiento que le está molestando tanto, tan presente en la parte trasera de su cerebro, que acaba por pensar si tiene piojos o algo realmente y se pega quince minutos analizando minuciosamente cada mechón de sus rizos, hasta que se da cuenta de que es algo más punzante lo que le impide seguir haciendo los deberes.
Le cuesta diez minutos más convencerse de que un paseo al aire libre le hará bien para despejarse las ideas y que además este tema de biología es fácil pero finalmente se acaba poniendo un jersey grueso y una enorme bufanda y sale a la calle. En su porche el aire frío le golpea la mejilla y en su jardín las petunias que plantó Gemma este verano han decidido que el tiempo no les gusta y se están marchitando. Eso o Gemma se olvidó de regarlas lo cual sería mucho más normal porque Gemma es todo lo contrario a Harry. Gemma no es la noche ni Harry es el día, porque Gemma es una mañana radiante de verano en la que más te vale llevar una botella de agua encima, en la que la hierba verde brilla más fuerte y cuando miras a la arena te duelen los ojos por el reflejo del sol, pero como son vacaciones no importa que sea lunes o jueves porque al día siguiente no hay clase, mientras que Harry es una tarde de sábado que aprovechas para leer el libro que tenías a medias, ver los capítulos que te faltan de tu serie favorita o simplemente acabar los deberes para no tener que hacer nada de nada el domingo.
Tiene las manos heladas pero sigue andando porque la cabeza la siente caliente contra el afilado frío. De todas maneras Harry siempre tiene las manos heladas, cuando era pequeño solía ponérselas en la espalda a todo el mundo hasta que un día su padre le pidió que parara y como no paró le echó una bronca tremenda sobre niños con manos frías que causan infartos heladores. Sabe que es mentira pero a veces se acuerda del enfado de su padre y es a él al que se le hiela todo el cuerpo.
Como es invierno la noche ya ha caído y Harry puede ver en qué casas hay gente y en cuáles no, pero como todavía es pronto, piensa, no habrán llegado de trabajar muchos, como sus padres mismos. En la casa de al lado no parece haber nadie pero se han dejado la luz del porche encendida y la entrada está iluminada, probablemente los dueños la vean como algo divino cuando vuelvan de trabajar con todo el frío en el cuerpo. Dos casas más adelante están todas las luces encendidas y todavía deben planear en poner más porque su vecino está subido en el tejado poniendo un motivo navideño luminoso de los que dice el padre de Harry que consumen tanto. Harry camina rápido y pasa la tercera casa rápidamente, hasta llegar a la cuarta donde el vecino saca la basura y le saluda con aspecto avergonzado, probablemente porque va en pijama y pantuflas. Cinco jardines más adelante el perro vuelve faltar, pero esta vez no solo falta su presencia sino su caseta y los juguetes mordidos que solía haber alrededor y a Harry Styles no le gustan los cambios nada de nada.
Ni siquiera sabía el nombre del perro y ya le había cogido cariño, ya se había acostumbrado a su pelaje corto tupido, a sus ladridos graves y sobre todo a su saludo del mediodía. Harry no puede evitar intentarlo al menos una vez, y aunque se siente muy estúpido silbando a un perro con el que no trata más que dos minutos al día, allí está de pie en la acera a milímetros del césped desgastado deseando con mucha fuerza que aparezca por donde sea. Por un momento se le pasa por la cabeza que siempre se van los mejores, antes de ver en el suelo una chapita de color morado como la que solía llevar el animal en el collarín y agacharse a cogerla.
-¡Eh, eh! ¿Qué haces? – Un chico bajito y muy delgado aparece de pronto en el porche, al mismo tiempo que se encienden las luces de este. - ¿Estás bien?
Harry se asusta por un momento y da dos pasos hacia atrás, la chapita todavía en mano y de cuclillas, así que se cae de culo sobre la acera.
-¿Estás mareado? – El chico se acerca para ayudarle a levantarse, y se queda quieto mirándole desde arriba por unos segundos antes de ofrecerle la mano.
-Lo siento. – Harry se sacude el pantalón y no sabe muy bien por dónde empezar a dar explicaciones.- Sí, estoy bien, solo quería coger esto, se le debió caer a tu perro.
-Yo no tengo perro, quiero decir, siempre he querido uno pero el perro era de los anteriores dueños me parece. No lo llegué a conocer personalmente aunque estoy seguro de que fue un perro muy bueno y tal. En fin, mi hermana tenía un gato pero se quedó con mis abuelos en mi antigua ciudad. Ah sí, yo soy Louis y me acabo de mudar aquí.
-Entonces… no eres un McKenzie… - Harry mira a su nuevo y parlanchín vecino por segunda vez, con los ojos entrecerrados porque no lleva las gafas puestas.
-No… ¿estás fumado, tío? ¿Te encuentras bien?
-No, sí, estoy un poco denso hoy… no me esperaba nuevos vecinos. Solo eso.
-Ya, claro, la próxima vez comparte eh. – Louis se ríe alto y fuerte, una risa contagiosa que anula el sarcasmo de su voz. – Bueno, vecino-
-Harry.
-Eso. Bueno, vecino Harry – y Louis lo pronuncia diferente, arrastrando las vocales, y ojalá volviese a decir su nombre una dos y tres veces más. – Siento que se te haya acabado el chollo del perro, pero a cambio tienes un maravilloso y bello vecino. Probablemente ahora me odies pero siempre puedes decirles a tus padres que te compren uno o algo así.
Harry resopla y Louis se encoge de hombros, ambos entienden la vida del niño cuyos padres nunca compraron un perro y con una mirada parecen comprenderse. Los gatos nunca serán sustituto de un perrito, por mucho que digan.
-O pasas dentro o nos congelamos de frío, cielo. – Louis lo mira expectante como si entrar a la casa de alguien a quien acabas de conocer es lo más normal del mundo. Igual lo es para Louis, Harry no sabía nada de él excepto que quería un perro y tenía una bonita sonrisa, quién sabe.
-Creo que será mejor que vuelva a casa, pero gracias de todas maneras.
Haberle dado una patada sin querer al perro de los McKenzie hubiese sido menos doloroso que la cara que ponía Louis en este momento, sinceramente.
-Tú te pierdes la famosa receta de chocolate caliente de los Tomlinson, patentada en tres estados.
-Adiós, Louis Tomlinson. – Harry se da la vuelta y se marcha, pero la ruidosa risa de Louis casi le hace pararse de nuevo.
-Adiós, vecino Harry.
Antes de entrar a casa Harry se despide del silencio que envuelve al vecindario y tiene una idea. Saca el móvil y les hace una foto a las petunias medio muertas de su hermana, les pone un filtro en blanco y negro y sube la foto a Instagram, sin poner título ni nada. Simplemente lo publica.
El contraste con el calor hogareño de su recibidor le hace encogerse y sube las escaleras tan rápido que casi se tropieza con el último peldaño, pero en su mente están los deberes de biología todavía sin acabar como para darse cuenta. No es que a Harry le encante hacer deberes, pero prefiere actuar como si le gustasen y trabaja duro todos los días. Además sus compañeros de pupitre casi nunca hablan así que atender y tomar apuntes es lo más fácil del mundo para él. Su padre siempre le dice que es un muchacho inteligente, y que tiene todas las esperanzas puestas en él, que puede llegar a ser un gran matemático, médico o que una ingeniería le llevará lejos en la vida. Por ahora Harry no piensa demasiado en la universidad, o procura no pensarlo, aunque sea difícil porque en dos años tendrá que escoger y a veces los profesores no callan ni paran de decirle que si sigue así se pelearán por él todas las universidades. Sus compañeros de pupitre tienen tan claras sus opciones que casi ni hablan de ello, simplemente van a por ellas. Es casi un alivio realmente.
A Gemma no le fue difícil escoger. Tenía muy claro que le gustaba la literatura, en especial el teatro, y en especial la moda a lo largo de los años y en el teatro. Cuanto más se acercaba la hora de elegir carrera menos claro lo tenía, pero una carrera en literatura inglesa con una especialización en moda y otra en Shakespeare la estaban haciendo muy feliz por el momento. Su primer año Harry la veía todas las mañanas levantarse e ir a clase tan satisfecha que algunos días se tenía que pellizcar varias veces para asegurar que estaba despierto.
Mientras Harry hace los deberes en su escritorio a veces mira por la ventana, que da a la calle principal. Ve dos gatos corretear, pero no pasa nadie más. Pasan tres coches y la niebla crece tanto que la calle está completamente a oscuras, el negro impenetrable invadiendo cualquier haz de luz que la luna pudiera proyectar. Por fin, los minutos pasan tan lento cuando Harry no se puede concentrar, llega su padre y cuando este alza la vista se ven y se saludan, su padre con el cuello y la cabeza envueltos en lana negra. En el tiempo que su padre deja la chaqueta, Harry se pone el pijama y se calza las pantuflas, como cada día. Su padre está a la hora de siempre para cenar, hoy es martes así que probablemente cenen comida del chino porque su madre llegará más tarde y aunque ambos Gemma y Harry saben cocinar muy bien, aman demasiado esa cocina como para dejarla pasar.
-¿Alguna novedad? – su padre, Desmond, pregunta con la boca llena de Pork Suei, y sorprendiendo a todos es Harry el que habla antes que Gemma. Incluso sorprendiéndose a sí mismo.
-Hay un vecino nuevo donde vivían los McKenzie. Bueno, vecinos… los Tomlinson. Ya no está el perro.
-¿Sí? ¿Y has hablado con ellos? - Gemma pregunta curiosa.
-Hablé con un chico, se llama Louis, debe ser de mi edad o alrededor, pero no se mucho más de él. – Harry sabe que Louis también quiere un perro, sabe que tiene una sonrisa de medio lado muy bonita y que no parece ser muy tímido, sino todo lo contrario. Eso y que tiene costumbre de invitar a desconocidos a tomar un chocolate caliente a su casa. Pero también sabe que a su padre no le importará mucho eso, y es que cada vez que Harry o Gemma se enrollan hablando de detalles siempre les mete prisa para que vayan al grano.
Además por dentro siente que no le apetece mucho hablar del nuevo chico aunque su hermana es más lista y le mira acusatoriamente por el rabillo del ojo. Pero ella le conoce, y si no le apetece hablar de algo no hablará. Harry nunca ha sabido decir no, pocas veces desobedece o lleva la contraria, pero es el mejor guardando secretos. Especialmente los suyos propios.
Aunque su padre cambie el tema y se ponga a hablar de lo que molestan algunos vecinos, o llegue su madre de trabajar y comience a hablar de su día, o su hermana no calle sobre el último cotilleo de la universidad, Harry por una vez no escucha atentamente ni participa en la conversación. El dolor de cabeza ha vuelto para punzarle todavía más fuerte que antes y no se siente capaz de concentrarse en nada.
Lo mejor será volver a dormir, y esperar que haya disminuido al día siguiente. Últimamente Harry se pasa la vida esperando, aunque no sabe muy bien qué.
Por suerte a la mañana siguiente el dolor ha disminuido.
No solo ha disminuido sino que Harry siente que por fin se le ha ido el catarro por completo y que puede respirar de nuevo como antes, menudo alivio. Parecía que todos los pañuelos del planeta los estaba gastando él y que se acabaría antes la medicina que su catarro. Hoy parece despertarse con el pie derecho y va más rápido que de costumbre, incluso tiene más tiempo para mirar Instagram y resulta que la foto que subió ayer ha recibido muchos me gusta. Camina las seis manzanas a un paso animado, su emisora favorita parece que sabe de su buen día y solo emite canciones alegres y mañaneras. Incluso el sol brilla más fuerte. Hacía días que no se sentía así.
A los quince minutos de que la clase haya empezado, matemáticas avanzadas como cada miércoles, Harry está tan inmerso en la lección que no se entera de que alguien ha entrado en clase hasta que una voz dice:
-¡Harry, hola! – Alguien le llama desde la puerta, alguien inquieto que enseguida corre a sentarse al final de la clase, donde está el único asiento libre. – ¡Perdón por interrumpir la clase!
El chico se ríe fuerte y alto, incluso se contagia a algunos. Harry da la vuelta tan rápido que puede notar toda su cabeza dando vueltas, y le cuesta enfocar la vista por unos segundos. Desde la segunda fila donde está sentado ve a Louis Tomlinson, el chico de la noche anterior. El profesor vuelve a explicar las derivadas pero Harry todavía no ha dejado de mirar a Louis, que habla animadamente con los dos chicos con los que se ha sentado. Harry no se lleva mal con el resto de la clase, pero es verdad que fuera de su grupo de amigos no habla con nadie más allá de temas académicos. No le caen mal ni le han hecho nada pero sabe que algunos lo tienen algo encasillado en el papel de estudiante modelo, ninguno se ha preocupado por mirar más allá de la primera impresión y a Harry no le importa ni le interesa mucho hablar con ellos. Aun así hay personas con las que nunca ha hablado, como los dos chicos con los que se ha sentado Louis: Zayn Malik y Liam Payne.
Zayn y Liam no participan en clase normalmente, y se suelen saltar muchas. A Zayn le han pillado fumando más de una vez, pero con sus encantos se libra de cualquier lío y es cotilleo sabido por todos que tiene varias pretendientes por todo el instituto. Harry no puede negar que Zayn es encantador aunque venga a clase en chándal caído y sin afeitar. Probablemente eso le hace más encantador. Seguramente. Sí.
Liam juega en el equipo de fútbol del instituto, y suele ser un chico callado aunque bastante educado. Harry al principio pensaba que era un poco tonto, aunque no le gusta juzgar a la gente sin conocerla, esa era la impresión que tenía. Hasta que un día, en cuarto, unos chicos del equipo de hockey que hacían bullying a un niño de segundo fueron espantados por Liam en medio de todo el caos que es el pasillo a las dos de la tarde. Harry le tiene cierto respeto desde entonces, pero no sabe mucho más de él. Bueno, solía salir con la capitana de las animadoras, aunque cortaron por razones que a Harry no le interesaban pero de las que se acabó enterando porque Liam y su exnovia eran la comidilla de cada recreo. Por lo visto Liam se quería centrar en su beca de fútbol para la universidad o algo así.
Harry se encontró a sí mismo mirando a la pizarra aunque sin atender. Por lo visto para su cerebro eran más importantes ideas preconcebidas sobre gente que no conoce que aprender a hacer derivadas. Cualquier cosa suena mejor que aprender a hacer derivadas, todo hay que decirlo.
"De qué conoces a ese chico? Es nuevo, no?" Su compañero de mesa le pasa una nota escrita en un trozo de papel que parece recién masticado y pisoteado por un caballo.
"Es mi vecino. Aparentemente sí." Harry se pone nervioso cada vez que tiene que pasar una notita en clase. Pasa la nota tan rápidamente que tira el estuche al suelo y su compañero de pupitre se ríe. No es una carcajada ni la mitad de agradable que la de Louis, piensa Harry por un momento. No puede evitarlo y disimuladamente vuelve a girarse. Ahora los tres están hablando de manera animada, parece que están en su mundo. Aunque a Harry no le importa realmente, le gustaría saber si ya se conocían de antes o si Louis es así de amigable. Pero no le importa.
Por un momento le viene una canción que suena a todas horas en la radio y que dice "I wish that I could be like the cool kids". Suena la campana y el estribillo se le ha pegado lo suficiente para comenzar a odiar la canción por culpa de su ritmo repetitivo y contagioso, como si la letra no le hiciera resoplar ya de por sí. Seguro que Zayn y Liam son personas agradables, pero no le interesa ir con ellos. Ni con los demás, realmente. Su grupo está bien, piensa mientras se levantan todos para salir al patio. No necesita nada más.
Louis se le acerca con una genuina sonrisa y el sol radiando de sus ojos azules. Lleva puesta una camiseta ajustada bajo una chaqueta de algún equipo de futbol que Harry desconoce, y su delgada cintura se desdibuja por culpa de los pantalones caídos grises. Con un gorro de lana en una mano, Louis se pasa la otra por el pelo despeinándose el corto flequillo y por un momento a Harry le fallan las rodillas y se le olvida como se habla. Ayer a la tenue luz de la luna no se había fijado en lo encantador que podría llegar a ser. Por suerte es un chico rápido y se recupera justo para responder la pregunta que Louis le lanza:
-¿Qué coño son las derivadas? En mi antiguo instituto aun estábamos repasando lo de anteriores cursos… - Ouch, normalmente la gente tarda un poco más en pedirle apuntes o ayuda con los deberes, por lo menos le preguntan qué tal está o algo así primero.
-Bueno, igual nos lleva un rato explicarlo.
-Tampoco me interesa tanto, pero gracias. –Louis ríe como si hubiera hecho la mejor broma del mundo. Probablemente cree que la ha hecho. - ¿Quién iba a decir que Harry el vecino amante de los perros iba a ser el chico más aplicado de toda la clase?
-Tampoco soy el más aplicado – Harry farfulla.
-Eh, era un cumplido, cielo. En mi antigua clase yo iba siempre a por la mejor nota, ni que fuera nada malo. – Louis se deja caer en una de las mesas mientras la clase sale como caballos desbocados. El grupo de Harry ha desaparecido, pero Liam y Zayn parecen esperar a Louis en la puerta. – Ahora con las derivadas será más difícil, pero tiembla, Harold.
-Perro ladrador, poco mordedor. – Louis ayuda a que la conversación fluya con facilidad y Harry pocas veces se ha encontrado tan a gusto hablando con alguien. Harry sonríe de medio lado.
-Eh, Louis, ¿vamos o no? – Liam llama desde la puerta a Louis, señalándose la muñeca.
-Quiero apuntarme al equipo de fútbol, para enseñarle a ese parguelas de ahí lo que es jugar de verdad. ¿Te vienes? Vamos a hablar con el entrenador. – Zayn se ríe ante el comentario de Louis y es la primera vez que Harry le oye carcajearse tan alto, mientras que Liam murmura algo sin sentido. Harry mira a los dos muchachos y luego vuelve a mirar a Louis. Normalmente los martes su grupo de amigos y él planean las sesiones de estudio de la semana. Es lo que hace todos los martes.
-No, tengo que buscar a estos.
Zayn y Liam salen de clase y Louis se limita a encogerse de hombros y los sigue. Mientras sale dice en voz alta:
-Ya van dos.
Harry se pregunta si iba dirigido a él o a Zayn y Liam. ¿Ya van dos qué? No importa porque lo que debe hacer ahora Harry es buscar a sus amigos, que estarán planeándolo todo sin él. Tampoco es tan difícil, es lo de todas las semanas.
Harry no vuelve a ver a Louis hasta el final de las clases. Es uno de esos días que volver a casa es un alivio enorme porque cada clase está siendo más pesada que la anterior, y Harry había empezado el día de tan buen humor que le da pena que tres clases más lentas de lo normal le amarguen el resto, así que mete todo en la mochila corriendo y se va prácticamente sin despedirse.
Cuando ya ha caminado una manzana de las seis que tiene por delante, una voz le alcanza.
-Te preguntarás dónde he estado estas últimas horas. – Dios, Louis va andando dos pasos por detrás y aun así puede oír el tono presuntuoso con el que habla.
Harry no reduce el paso. Quiere llegar a casa. Siempre ha sido un chico educado, el chico que ayudaba a la vecina mayor a limpiar los canalones llenos de hojas sin pedir nada a cambio, el chico que sin que se lo pida nadie limpia la cocina porque alguien la ha dejado un poco sucia y el chico que no sabe negarse cuando su hermana mayor le pide algo. Pero por culpa de Louis ha tenido que pasar el recreo solo porque sus compañeros no aparecían y por culpa de Louis no ha prestado atención en las dos últimas horas porque en realidad sí que se estaba preguntando dónde estaba.
-No. – Y no le va a dar el gusto de que lo sepa.
-Vamos Harry Styles, don matrícula de honor en el curso 2012-2013, ganador del concurso de ortografía del año 2010 y primero de la clase, se amable conmigo que soy el nuevo. No pienses que soy un acosador, simplemente Zayn y Liam me han enseñado el instituto y he visto tu carita en la vitrina de trofeos.
-Sí, la vitrina de trofeos es como mi biografía. Todo el mundo que conozco se la tiene que saber o si no, no hablo con ellos. – Louis ríe ante su respuesta y le alcanza para estar a su lado.
-En la vitrina de trofeos no pone que eres un graciosillo. - Harry se ríe genuinamente. No se esperaba para nada que Louis dijera eso. – De todas maneras, estás ante el nuevo delantero centro del Instituto Holmes Chapel, y el sábado que viene es mi primer partido.
-¿Delantero centro? Ya puedes mover el culo, el partido es contra los del Cheshire.
-Ya me ha avisado Liam, pero era el jugador estrella de mi equipo en mi antiguo instituto. Son ellos los que pueden tener miedo.
-Claro, el que hincha los balones también es importante. – Harry se arrepiente si no es inherentemente amable con la gente, pero Louis las recibe tan bien que no puede evitar soltarlas.
-Primero, sí que es importante. A nadie le gusta jugar con balones deshinchados Harold, pensaba que sabías de futbol.
-Pero si no me conoces…
Louis le ignora y sigue hablando:
-Y segundo, no tienes ni idea de la vida. Tienes que verme jugar antes de pasarte de listillo, así que el sábado prepárate para quedarte impresionado. Ves pintando una pancarta o desempolva los pompones.
- Ya, bueno, es que a mí me gusta ver futbol de calidad. – A Harry no le gusta que le ignoren, o que actúen como si ya le conocieran de siempre con ideas preconcebidas. Y sobre todo no le gusta que se dirijan a él como si fuese más inocente o no entendiese la mayor parte del mundo. Que aunque veces es verdad y no lo entiende, eso solo lo sabe él. Y Gemma, pero ella es demasiado lista.
-Eso no te lo puedo negar. A mi lado los demás quedan demasiado mal. – Louis le sonríe tan confiado en sí mismo que Harry no se niega a sonreír de vuelta. A Louis se le estrechan y le brillan los ojillos cuando sonríe, y parece que no querría estar haciendo otra cosa más que hablar de vuelta a casa con su vecino. Harry no puede evitar sonreír más fuerte. – Pero no quiero obligarte a nada, y menos con este tiempo. Mis hermanas han dicho que iban a venir a animarme y casi me siento un poco mal por hacerlas estar sentadas dos horas con este frío.
-Normalmente el instituto reparte chocolate caliente si te sirve. Mi hermana y yo fuimos una vez a ver el partido por el chocolate, está así de bueno. Bueno y un poco por el futbol.
-Igual arruinamos al instituto, porque las cinco están deseando venir a verme. Y a las cinco les encanta el chocolate.
-¿Cinco? – Harry está encantado con su hermana mayor, pero no puede imaginarse tener cinco hermanas. Probablemente se volvería loco. - ¿Mayores?
-No, todas pequeñas. – Louis se ríe y se encoge de hombros. – Y un hermano, el más pequeño. Te acostumbras a la locura al final, incluso me daría pena irme de casa. Tampoco mucha.
Louis le habla sobre sus hermanas, y por lo visto algunas están un poco locas y otras son más tranquilas y las quiere a todas por igual, pero al fin y al cabo agradece tener una habitación para él solo, en su antigua casa la tenía que compartir con Lottie, la más mayor, y había más guerra que paz. Le cuenta que por las tardes se turnan para ir a buscarlas al cole y que conducir se le da tan mal que prefiere andar media hora de ida y media hora de vuelta que arriesgarse a meterlas todas en la parte trasera del coche.
Louis está tan entretenido hablando de sus hermanas que ambos dos casi se pasan de largo su casa, pero cuando llegan en el jardín está una de las hermanas de Louis con la bici dando vueltas. Se baja de la bici prácticamente tirándose al suelo y corre a abrazar las piernas de su hermano y Louis se sonroja solo un poquito pero la abraza más fuerte y le promete que tiene buenas noticias que contarle a toda la familia. Harry se siente un poco extraño mirando la escena, Louis que parecía pasar de todo a primera vista, es la persona más pasional con su familia que conoce.
-Adiós, Harry. – Louis coge de la mano a su hermana y antes de ir juntos a levantar la bici tirada por los suelos, le dice algo a la pequeña. – Vamos, dile adiós a mi amigo.
-Adiós, Harry. – Su hermana, a quién Harry no puede poner nombre, tiene el mismo acento que su hermano y aun así no consigue decir su nombre tal y como lo dice Louis, arrastrando las vocales, como si le costase acabar las frases.
-Adiós, chicos.
Hasta que Harry no llega a su casa, no se acuerda del perro de los McKenzie. Se pegunta qué será de él y si ahora tendrá un jardín más grande para correr.
Durante la comida su madre le pregunta qué tal le ha ido el día, y Harry le cuenta que hay un compañero nuevo pero no le apetece explanarse en detalles, así que cambia el tema a los exámenes finales. Van a llegar pronto y Harry quiere mantener la media, así que avisa que no le verán mucho el pelo estos últimos días.
-Harry, cariño, tampoco te veo mucho el pelo normalmente. Por cierto te lo deberías cortar pronto, ¿quieres qué te pida cita?
-¿Cómo que no me ves el pelo? Estoy en casa casi siempre…
-Pero yo no, ¿no te molesta que pase tanto tiempo en el trabajo? Últimamente no os hago caso a ti o a Gemma, solo os veo a las horas de comer. – Su madre parece preocupada. Es verdad que con esto del ascenso hay días que casi no la ven, pero sabe que a su madre le gusta su trabajo y que está haciendo por fin lo que le gusta.
-No te preocupes mamá, mientras sepamos que el trabajo no te está estresando demasiado y que no lo pasas mal estamos bien. Además estamos juntos a la hora de comer cada día.
-Gracias cielo, estaba preocupada.
-Todas las madres se preocupan alguna vez. – Harry se levanta para ir a coger el postre y cuando vuelve le da un beso en el pelo a su madre. Lo último que quiere es disgustar a sus padres, después de todo.
Mientras hace los deberes ve que han metido ya a Louis en el grupo de whatsapp, que no tarda nada en ser el centro de atención. En unos minutos ya tiene doscientos mensajes, que probablemente ignore como de costumbre. Sus compañeros pasan fotos que luego se arrepiente de descargar, así que después de tres meses ya tiene por costumbre ignorar los mensajes de un grupo que ya de por si tiene silenciado.
A las dos horas le suena el teléfono, una canción qué le gusta mucho de Vampire Weekend, "Step", invade la habitación y deja que suene por unos segundos hasta que lo coge.
-¿Sí? – Es un número desconocido. - ¿Quién es?
-¡Hola Harry!
-¿Louis? – Le parece reconocer la voz a la primera incluso a través del teléfono. - ¿Qué ocurre?
-Me preguntaba si podías dejarme todo el temario de los últimos meses. Ya sé que es mucho pedir pero quiero ponerme al día. Por favooor.
-Ahhh, el jugador estrella necesita ayuda. – Hablar con Louis por teléfono es todavía más fácil que en persona. Harry se tira de espaldas a la cama, un par de metros al lado del escritorio donde estudia, y una sonrisa se forma en su cara al mismo tiempo que Louis ríe. – No te lo puedo enviar por correo porque faltan cosas por pasar al ordenador, pero mañana te llevo a clase lo que pueda.
-Si quieres me paso a cogerlo un momento por tu casa, es que quería empezar esta tarde, si no estás muy ocupado. ¿Vives muy lejos de mi casa?
-No, no realmente pero…
-Si te viene mal no pasa nada, de verdad. – Casi puede oír a Louis haciendo pucheros al otro lado del teléfono, traicionando sus palabras. – Vais más adelantados que en mi antiguo instituto y no entiendo nada de nada. Además como no he ido a clase las últimas horas no se ni por donde vais.
Louis dice lo último en voz muy baja, casi susurrando. Probablemente haya alguna hermana cerca.
-¿No te lo pueden dejar Liam o Zayn? – Harry hace una mueca mientras lo dice. No es que no quiera que Louis se acerque, pero está ocupado haciendo matemáticas y poniéndose al día con lo que no se ha enterado en clase.
-Vamos Harry solo serán unos minutos, tengo entrenamiento de futbol luego y quiero aprovechar el tiempo antes de ir.
En ese caso…
-Sí, por unos minutos no pasa nada supongo. Vivo cinco casas tras la tuya, en el 345.
-¿Tan cerca? Genial, ahora voy.
Les cuesta cinco minutos más despedirse porque Louis se pone a hablar de lo nervioso que está antes de su primer entrenamiento. Confiesa que no sabe qué esperar, ya que parece que el fútbol gusta mucho en el instituto, pero Harry le tranquiliza diciéndole que hasta que no llegó Liam el equipo perdía todos los años así que a peor no puede ir. Louis parece quedarse más tranquilo de verdad y le promete que enseguida está en su casa para cogerlo todo y que no le hará perder más el tiempo. Ahora es Harry el que se queda un poco más aliviado.
Louis cumple su promesa y llama al timbre a los minutos.
Cuando Harry abre la puerta, un pesado bloc morado entre sus brazos, Louis está sentado en el banquito del porche, jugando con un cojín que bordó Gemma con seis años y balanceándose suavemente. Lleva una cajita entre las manos, que resulta ser un tupper de plástico cuando Harry se acerca. Louis levanta la mirada del suelo y su sonrisa se esfuma al ver la ingente cantidad de apuntes y hojas, y tras dejar el tupper en el banquito se acerca a Harry para coger el bloc y meterlo en la mochila.
Harry se da cuenta por primera vez, al verlo tan cerca, de que le saca casi una cabeza a Louis. Sabe que el último estirón le ha dejado más desgarbado y torpe que de costumbre, aunque el placer de ser más alto que Gemma es mejor que estirarse por la mañana en la cama en un día de las vacaciones de invierno y lo compensa. Aun así, Louis es delgadito y más pequeño que él, y aunque se peine hacia arriba su desordenado pelo claro, ni se acerca. Cuando Louis se da la vuelta para coger el tupper de plástico, también se da cuenta de que la camiseta se ajusta a su espalda pero que los pantalones no le hacen justicia a su culo. Harry se sacude la cabeza por un momento, no debería estar mirando así a su vecino que solo ha venido a por apuntes.
-Toma, mi hermana Felicité estaba haciendo galletas y he pensado en traerte un par a cambio de los apuntes. No es lo mismo pero son de chocolate y me has dicho antes que te gustaba y… bueno, que aproveche.
-Ey, tienen muy buena pinta, dile a tu hermana que muchas gracias.
-No pero me ha dicho que te tienes que comer una delante de mí para que pueda juzgar tu reacción. Son cosas suyas, quiere ser pastelera de mayor.
-Lo que sea por la futura chef. – Harry sonríe y muerde la galleta. Están muy buenas, y no exagera casi nada cuando hace un sonido para indicar que están deliciosas. Incluso dobla un poco las rodillas y agita la cabeza lentamente para que quede clara cuál es su opinión. – Del uno al diez dile que le pongo un diez.
-Oh dios mío, le diré un nueve o no va a haber quién la calle. – Louis ríe. – Aunque has hecho un sonido que no es apropiado para niños así que no será el único testimonio que tenga que cambiar. No te sonrojes, Harold, es lo que hay.
-Dios mío déjame en paz y vete a estudiar, Louis. – Se ríe mientras lo dice, escondido tras la palma de la mano, y Louis parece satisfecho cuando se despide.
– Deséame suerte con el entrenamiento.
Aunque a Harry se le haya descolocado un poco el horario de la tarde, no le ha fastidiado tanto como pensaba y ahora parece tener más ganas de hacer comentarios de lengua que antes. Además se ha prometido que se comerá la otra galleta de chocolate si acaba los deberes a tiempo, guardando eso sí un trocito para que Gemma las pruebe.
Después de cenar Gemma le llama para ver una peli, y a mitad de "Noche de fin de año", cuando Zac Efron le está haciendo pensar que tiene que escribir sus propósitos de 2015 de una vez, el móvil vibra varias veces seguidas.
"El entrenamiento ha sido un desastre"
"Pero los apuntes han sido una bendición"
"Así que hoy no ha estado tan mal"
"Gracias harryyyy!" (Y un emoji de una cara satisfecha).
-¿Quién es Louis? – Gemma no está mirando la película si no el móvil de Harry, para fastidio del chico. - ¿Es el que te ha dado las galletas?
-¿Te miro yo los whatsapp? Y sí, es el de las galletas.
-Dile que estaban muy buenas. - Su hermana le mira sospechosamente, pero al ver que Harry no le contesta parece no darle más importancia y sigue mirando la peli.
Cuando Harry está en su habitación esa noche, a punto de dormirse, escribe:
"De nada :)"
"Por cierto dice Gemma que las galletas están deliciosas"
No pasan muchos minutos hasta que el móvil vuelve a vibrar. Harry se acomoda en la almohada, las sábanas de franela hacen de su cama un capullo de calor. A Harry le gusta tener muchas almohadas, no puede dormirse si no tiene al menos tres o cuatro alrededor, y disfruta haciendo la cama cada día, colocando las almohadas a su gusto hasta que todo queda perfectamente ordenado. En la mesita de noche siempre tiene el libro que se está leyendo en el momento y aunque disfruta de los clásicos tiene debilidad por la novela juvenil. Es entretenida, y si es de fantasía le puede transportar a otros mundos. Por eso le gusta tanto El señor de los anillos, y aunque hablaba más de esa saga cuando era pequeño y hace un par de años que quitó los posters de su habitación (excepto del de Legolas) los va a llevar siempre en el corazón. Le gusta releerse un libro conocido después de acabarse uno que no había leído nunca, y se acaba de leer la saga del Corredor del Laberinto por culpa de su hermana, que estaba especialmente cansina con esos libros, así que ahora toca leer por quincuagésima vez La Historia Interminable.
"Al final le he dicho a mi hermana lo del diez sobre diez. Ahora no hay quién la calle."
"Por cierto"
"Pensaba que tendrías una letra más limpia, hay palabras que no entiendo nada"
Louis añade emojis a todo lo que escribe, parece que no se queda tranquilo si no pone ninguno.
"Hay diccionarios Harry-español, español-Harry en todas las librerías. No me puedo creer que no tengas ninguno."
"Me parece que no estoy al día, tendrás que explicarme el idioma en persona"
"Ya, claro. Sólo me hablas por mis conocimientos académicos, Louis." Harry bromea, pero en el fondo sabe que es cierto. Cada vez que alguien se le acerca a hablar en clase suele ser porque necesitan ayuda con algo, o porque en general quieren algo de él. Los chicos con los que va en clase no le suelen pedir ayuda en nada, por eso va más tranquilo con ellos.
"Te hablo porque te gustan los perros, no por nada más"
"Además de tus encantadores rizos, quiero saber qué acondicionador utilizas."
"Secreto de Estado. Esa información es confidencial."
"Estoy agotado, no puedo más"
"Adiós Louis"
"Buenas noches, Harry."
Es lo último que hace antes de dormirse. Hoy no lee nada más que los mensajes de Louis.
