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Las luces de la ciudad se iban apagando, iniciaban una extraña danza conforme la niebla iba cayendo. A lo lejos, un joven, de baja estatura con las facciones azuladas por la poca iluminación de su estancia, dormía plácidamente en su lecho, a sus lados se mostraba una habitación que no se podría decir que fuera de un joven de su edad, tenia bastantes juguetes, con un color muy infantil, pero aún así el muchacho era bastante maduro, él era Yugi Moto, de tan sólo 16 años. Era un muchacho bastante inocente, que la infancia y la ingenuidad rehusaron dejar, tenía la tez pálida, y grandes ojos color amatista que reflejaban lo dicho anteriormente, su cabello era tricolor, rubio, violeta y negro, pero era como todos los demás, también se cansaba, reía, lloraba, etcétera. Vivía con su abuelo, solos los dos, sus padres habían muerto, y aunque a veces los extrañaba no dejaba de ser alegre.
Estaba en el mundo en que las cosas mas deseadas son proyectadas, donde podemos subir a lo más alto de una montaña… Estaba en una habitación blanca y grande, que emitía una luz muy intensa y brillante pero que transmitía tranquilidad, la recorrió mientras miraba cada rincón, pero sin aparente muestra de que algo estuviera allí, ya conocía ese lugar, y siempre acababa así su sueño, lo había tenido tantas veces que estaba consciente de que despertaría de un momento a otro, miró hacia enfrente en un parpadeo encontró un espejo blanco, y muy fino con plata incrustada en bellos grabados egipcios, nunca antes lo había visto y como hipnotizado fue hacia allí, el espejo brilló con intensidad y entonces adivinó que emitía esa luz, se miró, era él aún, sus grandes ojos le devolvían la mirada con decepción. Parpadeo por segunda ocasión, y se sorprendió, era él… no, no era él, un muchacho, más grande pero con su misma apariencia lo veía con interés, sus ojos no eran grandes, eran más rasgados, prácticamente era su gemelo. "Que sueño tan extraño" dijo de pronto, su otro yo, le sonrió y desapareció…
Los rayos del sol le dieron en la cara, le acariciaron con su calor y abrieron sus ojos, se enderezó justo para ver por su ventana una puesta de sol, escuchó el canto de algunos pájaros, y se preguntó por qué había llegado tan lejos esa vez. Era sábado, lentamente se desperezo, saltó de su cama y buscó por la pieza la ropa que se iba a poner, su cuarto siempre estaba muy bien ordenado, todo en su lugar como a él le gustaba, el suelo bajos sus pies de color azul no ocultó unos zapatos que se puso enseguida, mientras se metía en unos pantalones y una camisa.
Ese día iría con Jonouchi, Honda y Anzu a recorrer la ciudad, su abuelo le deseo los buenos días y le sirvió desayuno, pan tostado con jugo de naranja, mientras desayunaba le informó sus planes con sus amigos y apuró al ver que el reloj de pared del comedor decía "11:00 a.m.". Subió de nuevo a su habitación, el sol estaba ya arriba en el cielo, se veía que iba a ser un día sin nubes, y eso le sentaba muy bien a sus planes. Terminó de peinarse y arreglarse, tomó las llaves de su casa, y se despidió.
Se vería con ellos enfrente de una fuente que salpicaba a todo el que pasara por allí, llegó justo a tiempo siendo las 11:20 según su reloj de mano, sus amigos estaban sentados a la sombra de un gran árbol cercano, cuando lo vieron corrieron a saludarlo, ellos eran sus mejores amigos.
Pronto decidieron empezar su recorrido por el centro de la ciudad, pasaron por varios lugares, la Corporación Kaiba, tiendas de varias cosas, se detenían de vez en cuando si les llamaban la atención, después de todo su intención no era comprar, al menos, sino más bien pasar un rato juntos como siempre, disfrutar de su amistad, y del buen día que hacía.
Junto a los Arcades después de una larga tarde vieron una tienda nueva "Es la última que visitamos, ya no aguanto los pies" dijo Anzu con aspecto de cansancio. Todos asintieron, en los carteles de afuera se anunciaba que vendían muñecos, entraron por curiosidad, y encontraron toda variedad de esos juguetes, grandes y chicos, feos y bonitos, de madera o de plástico, entre varios estantes distribuidos por todos lados, jamás habían visto una tienda con tanta variedad. Un hombre entre los 30 años los miraba mientras ellos inspeccionaban sus productos. Yugi se separó de los demás y fue a una esquina de la tienda, vio a un oso, un conejo negro y un ratón, y nada le llamó la atención. Se dio la vuelta para regresar con sus amigos, sí el también estaba cansado, y de pronto lo vio, en un escaparate, arriba como si lo esperara estaba uno de no más de 20 cm que era idéntico a él, lo cogió como por impulso y lo examinó, era él… era la persona que le devolvía la mirada y le había sonreído en su sueño con el espejo, bueno, era un muñeco poco usual y le hacía gracia saber que tendría una copia de el en pequeño.
Se lo llevó decidido a comprarlo, lo mostró a la persona que atendía y pagó, a los demás les gustó su muñeco tan particular, pero ya no tenían fuerzas, para hablar siquiera, según ellos, así que se dirigió a su hogar, la puesta del sol estaba sucediendo bañando todo con sus cálidos colores, despidiéndose de todos, Yugi recorrió unas cuantas calles pensando en el muñeco que llevaba consigo, que raro, un muñeco sobre él… ¿A eso se referiría su sueño? Cuando en el horizonte el sol dio su último aliento de vida el muñeco dio una sacudida, pero Yugi no lo notó buscaba desesperadamente su llave para entrar.
Eran ya las 8 de la noche (N/A: No sé en realidad a que hora es, acá en México sucede como a ese tiempo), el abuelo veía televisión en la sala de estar, lo saludó y le informó de su llegada, sí estaba cansado, le deseó buena noche y subió a su pieza, colocó su reciente adquisición en su mesa de noche y lo miró dulcemente, se le ocurrió que no tenía nombre, apagó la luz, y entonces vio que se acoplaba a la oscuridad como si fuera parte de ella, tenía un aspecto bastante "lindo" a oscuras pensó él. "Lo llamaré Yami" dijo él, yami en japonés significaba oscuridad, que nombre tan perfecto.
Se sacó la ropa y se puso el pijama, miró de nuevo a Yami, se metió en las cobijas, se dio la vuelta, el sueño se apoderó de él y se quedó dormido rápidamente. No tuvo ningún sueño, estaba sumido en oscuridad solamente… o tal vez no lo recordaba.
Despertó, no se sentía realmente descansado, su reloj marcó las 6 a.m., era muy temprano aún, pero por más que trataba ya no podía dormir, se vistió con un poco de flojera, el día se veía tal vez como su estado de ánimo, nublado, y oscuro, no, realmente no se sentía así, no tenía motivo, simplemente se lo atribuyó a que era su último día libre antes de volver a las presiones de la preparatoria.
Volteó y no vio a Yami, se había caído, lo recogió, estaba lleno de polvo, empezó a sacudirlo enérgicamente, él podía ser infantil según la gente pero no le gustaban los muñecos, sin embargo éste este tenía algo más…
Lo miró de nuevo, era algo tan lindo… no, no, que estaba pensando, era diferente, sus ojos se encontraron con los de él, eran, color amatista, su porte si se podía decir así era elegante, sin duda era su objeto más preciado.
Mientras lo observaba el cielo aclareció un poco y pudo ver unos cuantos rayos de sol, sonrió, dejó de nuevo a Yami sobre su mesa y bajó, los domingos normalmente ayudaba a su abuelo con su tienda de juegos, bajó la escalera, sin duda había pasado largo tiempo observando a Yami.
Continuará...
Notas de la Autora: Qué les pareció? Es para un concurso en el foro de CemZoo.
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