Os presento mi primer fic seriado Auretra. Es, por así decirlo, mi 2º pareja favorita. Simplemente los adoro. Sobretodo a Auruo, es tan tierno que va a ser el protagonista de la serie. Por supuesto, aparecerán también Hanji y Levi, si queréis saber cómo seguid leyendo.

Disclaimer: ¿En serio? ¿De veras creéis que si poseyera Snk estaría escribiendo fics por internet en vez estar comiendo gambas en mi jacuzzi y viviendo como una reina?

Es un fic AU, por lo que, al contrario que Marioneta, no irá basado en el período de los titanes. Sino en el tiempo presente.

Gracias a Laia Caro por los consejos y las ideas para desarrollar este fic.

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Los cordones de sus zapatillas caían a los lados desanudados. Probablemente se pisaría con ellos si continuaban cayendo en toda su largura. Se detuvo unos instantes separándose de su grupo para apoyar el pie sobre un banco y volverlos a atar.

Solo le llevo unos segundos, lo suficiente para que el resto de su clase hubiera desaparecido. Aquel día les habían llevado de visita a la universidad local con el objetivo que pudiesen ser testigos de la vida universitaria y pudiesen explorar diversas opciones para su futuro.

A tan solo un año de graduarse y decidir que sería de sus vidas de ahora en adelante, comenzaban a inculcarles todo tipo de opciones. La facultad era un tema que él nunca se había planteado. No era un alumno demasiado brillante. Haber conseguido llegar hasta el último año de preparatoria para él era todo un logro.

Anduvo por los pasillos intentando recordar dónde habían dicho que irían. El campus era demasiado grande como para vagabundear por él. En esa zona específica, se encontraban varias de las facultades dedicadas a la rama de las ciencias. Frente a él podía ver una gigantesca maqueta de una cinta de moëbius.

Al parecer un gran descubrimiento en la física. Para Auruo, solo era una cinta con una forma extraña. Giró por otro pasillo y vio unas escaleras que subían al piso superior. Algo empinadas y estrechas.

Por un momento sopesó subir por ellas para encontrar una ventana que diese al exterior.

- Sí subo arriba quizás pueda ver los jardines de fuera y buscar un grupo numeroso – pensó para sí mismo.

Comenzó a subir la estrecha escalera maldiciendo por lo bajo. Parecía ascender varios pisos. ¿Hacía donde conducía? ¿Una azotea? Después de ascender varios metros se encontró frente a una gruesa puerta de roble. Sobre ella rezaba un rótulo.

Erwin Smith, vicedecano , especialista en ginecología

Llamó a la puerta varias veces para pedir un mapa o algo similar. Cada vez estaba más confuso y tenía la sensación de haberse perdido. Le daba un poco de vergüenza pedir que llamasen a sus compañeros por megafonía.

Pero, no obstante, a un profesor no le costaría pedirle que le ayudase a encontrarlos o incluso que lo asesorase. O le indicase donde encontrar la secretaría o algo por el estilo. Como fuese necesitaba ayuda para salir de allí. Aquel sitio era muy grande y no había prestado demasiada atención mientras andaba por él.

Golpeó con sus nudillos por 5º vez. Sin respuesta. Intentó abrir el pomo y comprobó que la puerta estaba cerrada.

- Mierda. Tendré que volver a bajar – refunfuñó en voz alta.

Giró y se apoyó sobre la pared para descender por aquellos escalones en caracol. Eran pequeños y estrechos e incluso un poco altos. Cuando apenas había descendido un piso una pequeña figura se cruzó en su camino, empujándola sin querer.

Balanceó hacia atrás con riesgo de caerse. Le agarró por el brazo y le ayudó a recuperar el equilibrio. Era una pequeña chica con el pelo pelirrojo. Su piel era bastante suave o al menos eso era lo único que podía determinar por el contacto directo con su piel.

La chica se sujetó a su camisa y levantó la cabeza. Unos enormes orbes castaños le miraban con una sonrisa de disculpa. Sus perfectas perlas brillaban en la escasa luz de la bombilla que les alumbraba.

El pelo parecía suave y sedoso caía corto sin tapar sus pequeños hombros. En cuanto a su silueta era menuda pero marcaba perfectamente sus curvas. Se quedó embobado por unos instantes viendo a aquel pequeño ángel.

- ¿Está el profesor Smith en su despacho? - hasta su voz cantarina le embelesaba – Llevo buscándolo varias horas y he terminado de vuelta aquí.

- ¿Quién? - no había escuchado nada de lo que había dicho. Se había quedado obnubilado unos instantes por el movimiento de sus labios.

- El profesor Smith. Su despacho está al final de las escaleras. Vienes de allí, ¿no?¿Le has visto?

- Ah, arriba... no había na-nadie - ¿estaba balbuceando? Sus mejillas se encendieron al no poder hablar correctamente frente a ella. ¿Por qué se ponía tan nervioso?

- Vaya... Tendré que volver mañana – se giró un momento y se apoyó en la pared para empezar a bajar. Tras dos escalones se volvió hacia atrás y extendió su mano – No estás acostumbrado a subir aquí, ¿verdad? Ven, te ayudaré.

- Gra-gracias – tartamudeó.

Incluso la piel de su mano era suave. Sentía que sudaba mucho por el contacto con ella, ¿lo notaría? Si así era, parecía no decir nada. Sino que le agarraba con más fuerza indicándole el camino. Cuando llegaron al final del tramo de escaleras le ofreció la otra para no tropezar al finalizar la bajada. Su corazón latía cada vez más rápido.

- Que fastidio... Quería librarme ya de una vez por hoy – enunció - ¿Y ahora que hago? Me ha traído hasta aquí mi padre, y no saldrá del trabajo hasta dentro de unas horas... Aunque lo llame...

- S-s-s-s-s-i si quieres... puedo quedarme contigo... a-a-a- a hacerte compañía – se sentía terriblemente nervioso en su presencia. De todas formas, sus compañeros habían desaparecido, y hasta la vuelta al instituto no podría localizarlos fácilmente – No tengo... n-nada mejor que hacer.

La chica sonrió y comenzó a caminar en línea recta. Se apresuró por seguir su paso hasta una pequeña cafetería. Había pocos estudiantes allí. Al fondo un grupo de ellos parecían estar discutiendo seriamente.

Por otro lado, dos chicas tomaban un café tranquilamente mientras miraban sus teléfonos móviles. La chica se acercó al mostrador y pidió que les llevasen dos tazas de té rojo. Nunca había tomado té. "La vida universitaria" pensó. Ella se sentó en una mesa vacía y algo apartada y él se sentó en frente de ella.

- Me llamo Petra. Petra Ral.

- Auruo Bossard.

- Es tu último año ¿no? - juntó sus manos en la mesa y continuó – Yo me gradué el año pasado... - acercó la mano a la taza y bebió un sorbo con gusto.

- S-si. E-este es mi último año – su vida escolar terminaría en apenas 6 meses – Estoy muy emocionado por acabar ya – imitando el gesto de ella procedió a beber del contenido de la taza. Era amargo y no le sabía bien.

No pudo aguantar una mueca de desagrado ante el sabor amargo del mismo. Ella se rió en voz baja y le acercó una pequeña bolsita de azúcar para que lo echase en él. El sabor mejoró bastante.

- Te creo. Yo me sentí muy realizada el año pasado cuando hice mi último examen. Aunque bueno, nunca terminamos de estudiar, ¿verdad?

La chica parecía tener su edad. Quizás un año mayor, por como lo describía parecía que estaba comenzando su vida universitaria. Por unos momentos se imaginó como sería ir con ella a clase. No había pensado que carrera estudiar, pero de ser posible, no le importaría estudiar con ella.

- Aunque debo reconocer que se me hace algo tedioso y complicada esta investigación. A veces es peor que los exámenes – rió - ¿En qué vas a especializarte tú?

- ¿Especializarme? - no comprendía la pregunta – N-no lo sé.

- ¿A estas alturas no sabes que quieres hacer? - le regañó.

- N-no.

- ¿Qué profesor dirige tu proyecto? Hay algunos que son bastante tediosos y quizás no te han ayudado a decidirte bien. Si quieres, puedo orientarte acerca de qué profesores son mejores para tu especialidad. Aún es pronto y podrías cambiar.

- No... no he entendido nada. ¿Proyecto? ¿Qué proyecto? - era tan despistado en clase que no alcanzaba a comprender absolutamente nada de lo que le decía. Si tenía que hacer un proyecto para terminar el instituto, el día que lo explicaron debía haber faltado a clase o estar ensimismado, como de costumbre.

- El proyecto final de carrera. ¿O lo has dejado para otro año?

- ¿Carrera? - comprendió enseguida el error – No estudio ninguna carrera. Estoy terminando... el instituto.

La chica se quedó en blanco por unos instantes. Debido a su aspecto, a su edad aún le confundían con un chico bastante mayor. Pero, aún era bastante joven como para enfrentarse a todas esas extrañas e intrincadas decisiones.

- ¿Cuantos años tienes? - la chica alzó una ceja confundida – Pareces... mucho mayor que yo. Pareces más viejo.

Esa palabra le dolió. Sabía que su aspecto era distinto al de sus otros compañeros, pero llamarle viejo era una injusticia. Tan solo se mostraban un poco sus líneas de expresión cuando hablaba.

- 17...

- ¿¡Tienes 17 años!? ¿En serio?

- No exageres... Sí, tengo 17. hoy he venido con mi clase a visitar el campus.

- Agh, debes de ser de esos grupos que han venido hoy. ¿Qué hacías allí arriba entonces? Deberías estar con tu profesor adjunto y el resto de tus compañeros.

- Me...perdí – giró su cabeza avergonzado por su confesión.

- ¿¡Te perdiste!? ¿¡Qué tienes, 8 años!? - se rio sonoramente burlándose de él.

- Tampoco hace falta gritar – comenzó a enojarse – Es la primera vez que estoy aquí. Es algo normal. Además, tampoco creo que tú lleves aquí tanto tiempo como para decir eso abiertamente. Seguro que hay alguna clase que aún no sabes ubicar.

- ¿Yo? Lo dudo – colocó su mano en la mejilla y se acarició esta – Ya terminé mi licenciatura en medicina. Ahora mismo estoy haciendo mi tesis doctoral. Llevo muchos años andando por este sitio. Me lo conozco mejor que a mí misma.

- U-un momento... - no parecía tan mayor en absoluto.

Comenzó a contar mentalmente cuantos años debía de tener. Petra se dio cuenta del gesto y sonrió con sorna.

- Tengo 25 años. Especializada en obstetricia y ginecología.

Su ángel. Aquella chica que le había robado el corazón nada más verla por primera vez era 8 años mayor que él. Una mujer que ya estaba pensando seriamente en su futuro e incluso dirigiéndose a él.

- Bueno, tengo que irme. Encantada de conocerte, Auruo. Iré a buscar al profesor Smith de nuevo y volveré a casa en autobús.

- E-espera – se aferró a un clavo hirviendo. Nunca había conocido a ninguna chica como ella. No pretendía dejarla escapar así como así. Entonces, el joven chico, dijo una de las frases más estúpidas y absurdas de su vida pero de las que nunca sería capaz de arrepentirse – Yo... me gustaría... estudiar medicina... cuando acabe el instituto.

- ¿En serio? - sonrió de oreja a oreja – Pensaba que serías un mal alumno pero, para querer esa opción, debes de ser uno de los mejores de tu promoción . Si consigues entrar el año que viene te veré por los pasillos.

No se conformaba con eso. Necesitaba inventarse una excusa para que ella accediese a pasar más tiempo con él. No era reconocido como un hombre que tuviese grandes habilidades de cortejo. Si le pedía que le diese clases no lo aceptaría tan fácilmente. Huiría al preveer sus intenciones.

Cualquier otro podría hacerlo. Necesitaba algo más específico. Más concreto. Donde pudiese estar junto a ella y llegar a tener más confianza con ella.

- D-de hecho... creo que estoy gratamente interesado en tu especialidad.

- ¿¡La ginecología!? - era algo bastante extraño que un chico tuviese esas inclinaciones.

- M-me gustaría informarme antes de entrar … en la carrera. ¿Crees que podrías iniciarme en ese mundo?

- ¿En el de la ginecología? - seguía extrañada. Era la petición más extraña que le habían hecho en su vida. Los chicos por lo general no solían interesarse en esa rama de la medicina, sino que optaban por otra.

- S-si – asintió sin ser consciente de en qué consistía esa especialidad. Su mente dedujo que sería alguna especialidad referida al cerebro o al estómago.

No sabía el problema en el que se iba a meter.

- Bueno... - comenzó a dilucidar – Para mi tesis me vendría bien tener a un ayudante, quizás de esa manera podrías introducirte más en esto. Si no te importa claro. Yo hago prácticas algunas tardes, aunque quizás necesites el tiempo para estudiar...

- No, no, no. Por mi está bien – no lo podía creer, había conseguido una excusa para pasar más tiempo con ella.

- De acuerdo – le pasó un papel y un bolígrafo – Apúntame tu número y contactaré contigo.

Perfecto. Había conocido a la chica de sus sueños. La única que había conseguido hacerle latir el corazón de aquella manera, y ella había accedido a acercarse a él. La observó desaparecer tras las puertas de cristal de la cafetería sin saber que clase de futuro había decidido.

En cuanto su figura se perdió, giró la cabeza hacia los lados. La atracción que le había provocado aquella chica le había hecho olvidar que seguía perdido.

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Sus pies se balanceaban mientras permanecía apoyada en la pared. Había perdido el tiempo. Y no era algo que le sobrase. Había elegido al profesor Smith tan solo porque se lo habían aconsejado como el mejor para su tesis. Aunque parecía ser difícil de encontrar.

Siendo el vicedecano solía estar reunido la mayoría del tiempo. Era algo que presuponía, pero el hecho de contar con el mejor para corregirla y guiarla era algo que no pensaba dejar pasar.

Sintió una figura aferrándola por la cintura y dejando caer su peso sobre ella. Se giró asustada y constató que se trataba de una chica que conocía muy bien. Cabello castaño y ligeramente ondulado y una excesiva dramatización por cada cosa que hacía.

- Petra... Tengo hambre...

- ¡H-Hanji, me has asustado! ¿Qué se supone que haces aquí? Pensaba que hoy pasarías el día en tu cama durmiendo.

- Tenía que venir a la dichosa reunión con el director de mi tesis. Hubiera preferido dormir, pero ese tipo es excesivamente puntual.

- El mío ni se ha presentado...Creo que debe estar en una reunión – asintió intentando autoconvencerse - ¿Quién te ha tocado?

- ¿Ah? Ese tío del que me solías, el profesor novato, ese enano malhumorado – respondió con desinterés.

- ¿El señor Rivaille? - sus mejillas se tornaron rojizas al comprobar quién era. Su viejo amor de la universidad - ¡¿Por qué!?¡Tú eres bióloga! ¿Por qué un profesor especializado en anatomía querría seguir una tesis de mamíferos?

- No lo sé – seguía desinteresada – Al parecer el mismo leyó mi proyecto pre-tesis y quiso llevarlo. A mi me da igual. Aunque es demasiado estricto, terminaré aborreciéndolo. Yo quería que esto fuera divertido, pero tras esta mañana ya veo que las reuniones con él van a ser insufribles.

- El señor Rivaille es muy educado y atento. Créeme, yo le hubiera elegido a él para llevar mi tesis si estuviera especializado en lo mío.

- Tú lo que quieres es pasar tiempo a solas con él para intimar – provocaba a su compañera como de costumbre. No era la primera vez que le hablaba de aquel misterioso y joven profesor – No deberías jugar con chicos mayores, te harán daño.

- É-él no es tan mayor... Entró como profesor cuando yo estaba en 3º año. Se convirtió muy rápidamente en el favorito de las chicas... - la chica con gafas le miró inquisitiva esperando la respuesta adecuada – Y... y también en el mío.

- Ya veo... Amor a primera vista, ¿eh? - comenzó a reírse a carcajadas de repente.

Su pequeña compañera de piso se quedó estupefacta. Estaba acostumbrada a aquellos súbitos cambios de humor de Hanji, pero en ocasiones eran tan drásticos que no abarcaba a reaccionar a todos.

- ¿Qué te pasa ya?

- Si lo llego a saber no le digo nada...- seguía riéndose demasiado alto. Su amiga hizo unos aspavientos para que bajara el volumen de sus risotadas sin éxito alguno.

- ¿El qué?

- Ese tío y yo estuvimos discutiendo desde que nos encontramos. Dudo mucho que nos llevemos bien. Es muy serio y estricto, no le gusta mi manera de ser. Me llamó perezosa y me dijo que me haría trabajar duro, así que le dije que me negaba.

-¿Qué te negabas? No se le niega nada al señor Rivaille. Si yo hubiera estado en tu posición...

- ¿Le hubieras dado un besito aquí? - señaló sus labios provocando que se sonrojase – Tranquila, tranquila. La cuestión es que le dije que me negaba a ir cada día a la facultad cuando ya me había licenciado, así que si quería seguir mi proyecto iría una vez al mes o así.

- De veras que te envidio, poder pasar tiempo con él. Muchas chicas de mi clase se le declararon pero decía que se negaba a salir con alumnas...

- Bueno, pues aprovecha la ocasión ahora entonces – volvió la risa nerviosa.

- ¿Por qué dices eso? - Hanji desvió la vista hacia otro lado evadiendo su mirada inquisitiva – Hanji... ¿qué has hecho?

- L-le dí la dirección de casa y le dije que viniese cuando quiera si quería ir viendo los progresos de mi investigación. Je...je...¿Te has enfadado?

- ¿¡Cómo te atreves a darle nuestras señas!? ¿Y cuando vendría? ¿A qué horas? ¡La casa está hecha un asco, Hanji!¡No puedes enseñarle nuestro apartamento a él!

- No, si él solo entraría en mi estudio. Cambiando de tema, ¿qué hay de la comida? Hoy te toca cocinar a tí.

- ¡No me cambies de tema! - la sujetó por los hombros y la obligó a sentarse - ¡Tu cuarto es la habitación más sucia y más desordenada de todo el apartamento, ¿qué va a pensar de tí? ¿Y de mí? Pensará que te consiento ser así de sucia. ¡No puedes dar ese aspecto delante de él!

- A mi me da igual... Como si no viene más...No me importaría cambiar de profesor. Uno que no tiene ni idea de mi materia y encima es tan opuesto a mí solo me dará más trabajo...Él ha sido quien ha insistido al departamento en llevar a mi trabajo. Por lo visto tiene una tesis conjunta que quiere servirse de ayuda de la mía.

- ¡¿Cómo puedes ser tan dejada?! - respiró hondo unos momentos y se tranquilizó – Sea la razón por la que te ha elegido. No desaproveches la oportunidad. Además... - se sonrojó y miró hacia el suelo – P-podrías avisarme cuando venga.

Comprobando que al final su compañera había aceptado su propuesta, sonrió y le acarició la cabeza estrechándola entre sus brazos. Parecía estar a punto de llorar.

- Petra, ¿de veras ese hombre tan extraño te gusta?

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Entró apresuradamente por la puerta cerrándola de un portazo. Subió rápidamente los escalones hasta su habitación y buscó corriendo un ordenador donde buscar lo que le había dicho aquella chica. ¿Qué estudiaba? Gine...ginelogía...

Forzó su memoria intentando recordar que le había dicho. Su sonrisa, su mirada, su risa. Su voz. Su pelo. Su aroma. Su manera de mover las manos cuando hablaba. Los hoyuelos que se formaban en sus mejillas al sonreír. Podía recordar perfectamente todo eso, pero no podía recordar que era lo que estudiaba.

Gilecología,...Gine...gineco...¡Ginecología!¡Eso era! Tecleó apresurado en el ordenador en su buscador habitual. Esperó unas centésimas de segundo a que las miles de respuestas aparecieran. Tecleó sobre la primera y dejó cargando la página.

La puerta de su cuarto se abrió de golpe dejando ver a una mujer delgada con pelo largo y negro y con brazos cruzados.

- ¿Qué se supone que haces? - su madre parecía tensa. Era una mujer con bastante temperamento y siempre que se pudiera, convenía no contradecirla - ¿Qué manera de entrar es esa? ¿Acaso crees que las paredes van a aguantar todos tus golpes? ¿No te he enseñado modales?

- Ma-mamá...Perdona...- la mujer se acercó con cautela hacia el monitor del ordenador.

Su búsqueda había traído consigo unas imágenes bastante perturbadoras. Al verlas, le golpeó en la cabeza fuertemente con la mano.

- ¿Tan pervertido eres? - señaló las imágenes que aparecían en su ordenador - ¡Eres un degenerado!¡Igual que tu padre! - le golpeó de nuevo la cabeza.

- ¡No soy un pervertido! - se giró y miró con espanto las imágenes. A grandes rasgos pudo leer en lo que consistía aquello que estudiaba aquella chica – E-esto...- suspiró hondo para coger fuerzas -¡Esto es lo que he decidido estudiar!¡Quiero ir a la universidad!

- T-tú... ¿a la universidad?

Su madre se balanceó hacia atrás perdiendo el equilibrio. Su hijo, aquel que con gran dificultad conseguía pasar de un curso a otro, le decía que quería estudiar medicina. Y encima de todo una especialidad que atendía exclusivamente a las mujeres.

Al verlo con la mirada decidida, pero algo sonrojado se preguntó si sabía que era lo que acababa de decir o si lo había había averiguado hacía unos instantes. No sabía cuan acertadas eran su suposiciones.

- Hijo... la ginecología es... - sus palabras se trabaron antes de salir de su boca. El solo hecho de pensar en su hijo examinando mujeres día tras día y más pensando en su timidez le causaba bastante risa - ¿D-de veras vas a ser capaz de hacer eso?

- ¡Claro que sí!¡Sal de una vez de mi cuarto, por favor! - la empujó afuera del mismo y cerró la puerta con llave.

Se aproximó a la pantalla y leyó tranquilamente. Conforme iba pasando página tras página de contenido y fotografías notó que el rubor iba aumentando en sus mejillas. ¿Dónde se había metido?

¿De veras estaba dispuesto a estudiar algo así solo por una chica que acababa de conocer? Recordó su despedida cuando se fue. Alzó la mano y le dijo adiós efusivamente. No sabía el porqué, pero aquella chica había comenzado a gustarle demasiado.

Quizás era porque era bonita, o porque le presentaba una imposibilidad en sí misma. Fuera de su alcance, ¿sería realmente apropiado intentar conquistarla o una completa pérdida de tiempo? Nunca había tenido demasiado éxito con las chicas de su clase.

Aunque, realmente, tampoco había llegado a interesarse por ninguna de ellas. Casi todas las chicas que iban a su curso y que se graduarían con él parecían interesadas más en el ejercicio físico más que en hombres. Una de ellas, quería graduarse y alistarse a las tropas del ejército. Otra quería hacer carrera en atletismo. La tercera practicaba baloncesto.

Solo había dos chicas que destacaban pero eran previamente inaccesibles. Por un lado, una chica con cabello recogido y que parecía vivir en su propio mundo, bastante distante, pero una excelente cocinera. Quizás hiciese algún ciclo de cocina, quién sabe.

Por último, la chica de la cual todos se habían sentido atraídos en algún instante, una diminuta chica de cabellos rubios que había sido transferida hace años, la cual tenía decidido a hacer Magisterio infantil. Dado su tamaño y su carácter era algo que concordaba con ella a la perfección.

Por supuesto, ninguna de ellas se había molestado en dirigirle la palabra alguna vez en su vida. Muchas de ellas pensaban que era repetidor y que llevaba intentando pasar aquel curso varios años. Debido al trabajo de su madre, que era una escritora de éxito, solían cambiar de domicilio a menudo. Pero ese año, se había instalado definitivamente, junto a su padre y sus cuatro hermanos pequeños.

Este año iba a ser el decisivo, el que cambiaría y dirigiría su vida de ahora en adelante.

Y, nada más pisar la universidad se había enamorado de una desconocida y había decidido seguirla académicamente para estar a sus expectativas.

Abrió el 3º cajón de su escritorio. Bajó una montaña de papeles y revistas para disimular se hallaba un gran block de dibujo que su padre se lo había regalado por su cumpleaños, y el mismo se había encargado de enseñarle a dibujar; ya que era un ilustrador reconocido, aunque su estilo de dibujo era algo macabro para el gusto comercial. Por lo que solían depender del trabajo de su madre

Abrió la primera hoja y decidió estrenarlo.

Tan solo dibujaba cuando se sentía nervioso por la época de exámenes. A imitación de su padre solía dibujar animales e insectos. Le gustaba mucho la naturaleza. En un viejo armario en su desván guardaba cientos de cuadernos llenos de garabatos suyos.

Con un lápiz blando contorneó las primeras línea del boceto. La base de la cara, el cuello, los hombros. Cambió a uno más duro y comenzó a añadir detalles. Tras una hora, dio por finalizado el dibujo. Frente a él se mostraba la misma chica que había conocido aquella mañana.

Frunció un poco los labios y los acercó a los del dibujo. Abrió los ojos y divisó aquellos trazos negros que le miraban fijamente. Arrojó lejos la libreta avergonzado. ¿Qué clase de efecto había causado en él aquella chica?

Con solo haberla visto una vez y haber intercambiado unas breves palabras había decidido que no quería pasar más tiempo alejado de ella. Que quería conocerla mejor, inmiscuirse en su terreno y allanarlo. Conocer sus intereses sus preocupaciones.

Abrió un libro de texto y comenzó a tomar notar. Algo que no solía hacer habitualmente. Pero su propia valentía le había forzado a alcanzar aquella estrella que brillaba lejos de él. ¿Si el hombre había conseguido llegar a la luna porqué no podría llegar él también?

Su mano se movía con soltura y se paraba a cada instante procurando memorizar todo aquello que parecía importante. Iba a ser un duro trabajo. Más de lo que habría hecho en toda su vida. Pero en su fuero interno merecía la pena. Porque... finalmente se había dado cuenta de sus sentimientos.

-Mierda...- reconoció finalmente – Creo que me he enamorado.

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Ains mi Auruo, mocetón. Espero que os guste la idea para la cual se va a desarrollar este fic. Tranquilos que también habrá levihan para los que les guste. Poco a poco nuestra joven bióloga irá tolerando a su profesor cada vez más y más. ¿Qué pasará?

Animaros con este nuevo fic y mandadme ondas de ánimo a mí también que pueda continuarlo. Muchas gracias de antemano.

Nos leemos.