Sé que tengo varias historias empezadas, y no las he continuado desde hace más de tres meses. Pido perdón por ello. Sé que debería haberlas actualizado hace mucho tiempo, pero no lo he hecho. Pido perdón por ello. Sé que "A su merced" deberías incluso estar terminada ya, pero no lo está. Y sé que no se me ha visto el pelo por aquí, pero tengo razones buenas para no haberlo hecho. Mi vida se está desmoronando poco a poco, desde el día en el que me hicieron partícipe de varios acontecimientos sobre los que desearía no tener que pasar. Que te mientan está mal, pero que te mientan durante siete años, y que te destapen la verdad al mismo tiempo que te dicen que te van a desahuciar, esta peor. Como supongo que ya os habréis hecho a la idea, mi verano no ha sido lo que se dice "agradable" y me era imposible sentarme frente al ordenador y ponerme a escribir mientras que mi cabeza está en otro lugar. Siento mucho no haber actualizado nada, pero simplemente no podía.

Tras las malas noticias, avisar a los que siguen "A su merced" que ya está casi terminado el siguiente capítulo y que, cuando pase esta semana de exámenes, espero poder subirle terminado. Esta historia se me ocurrió un día, y me puse a escribirla hoy mismo. Espero que os guste y ya sabéis, cualquier review será agradecido.

EL RETORNO.

Capítulo Uno.

Con el corazón en un puño, depositó suavemente el anillo sobre la mesa. Le echó un último vistazo, para no olvidarlo nunca. Para no olvidar aquella joya que un día, la hizo la mujer más feliz del mundo. Aquella joya que, de alguna manera, les unía para una eternidad.

-¿Qué? – Susurra, con la voz entrecortada. Es entonces cuando las lágrimas que luchaban por no salir, lo hacen a toda velocidad.

-Lo siento mucho Castle, pero no puedo. No puedo casarme contigo.

Se levanta del sofá, dejando atrás el anillo y a su ex –prometido, quien se derrumba mientras reprime el llanto.

-¿Por qué? ¿Qué diablos te pasa, Kate? – Dice, mostrando furia con su voz.

-No lo hagas más difícil de lo que ya es. Por favor –Le pide, casi en un susurro.

-¡Mas difícil de lo que ya es! –Grita con furia –¿Pero te estás oyendo? Acabas de cancelar nuestra boda, de dejarme y me dices que no lo haga más difícil… Esto es increíble.

La detective abre la boca en un intento de hablar, pero rápidamente la cierra sabiendo que si lo hace, las cosas acabarían mal. Demasiado mal. Para los dos. Se arma de valor para no mirar atrás porque sabe que, si lo hace, no podría aguantar. No soportaría verle así y se lanzaría a sus brazos a contarle toda la verdad. Y entonces la vida del hombre al que amaba correría peligro.

A medida que los pasos se alejaban de él, siente como su dolor se transforma en ira. En ira que va dirigida plenamente hacia ella. Y sabe que en parte se la merece. Le ha roto el corazón en pedazos. Pero dentro de lo que cabe es por una buena causa, para salvarle la vida. Prefiere aguantar sus gritos, a no verle nunca más. Aunque, si las cosas seguían en ese plan, probablemente no lo volvería a hacer.

Llega a la puerta, sintiendo como con cada pisada se ha ido haciendo más y más pequeña. Agarra el pomo con fuerza, apretándole hasta hacerse daño y es entonces cuando oye unos pasos; alguien bajaba las escaleras.

-Oh, hola Kate. No sabía que estabas aquí – Dice Alexis sonriente, gesto que rápidamente cambia al ver tanto la cara de su padre, como la de su futura madrasta. O al menos eso seguía creyendo ella, quien era ajena a la última conversación que habían mantenido las dos personas.

-Adiós, Alexis –Y, casi sin pensarlo, Kate se lanza a sus brazos, estrechándola. Intentando transmitirla las pocas fuerzas que la quedaban para que ella las usase con Castle. Para que no le dejara hundirse. La pelirroja la observa con cara extraña, mientras clavaba su mayor atención en su padre que seguía sentado en uno de los extremos del sofá, con la cara tapada entre las manos. Se fija en el anillo que hay sobre la misa y se da cuenta. Se da cuenta de lo que está ocurriendo, y reza porque solo sea un sueño; pero no lo es.

Beckett abre la puerta del loft, con la esperanza de que su escritor favorito se levantara, la abrazara y la dijera que no pasaba nada, que lo comprendía, que sabía que pasaba algo. Algo grave.

-Adiós, Castle – Dice, intentado hacerle ver con su voz que ella tampoco quiere eso, que también está sufriendo. Se da cuenta de que no ha funcionado al oírle decir secamente "Adiós, inspectora" y atraviesa la puerta, para cerrarla despacio.

Deja que esta aguante su peso, y se apoya en ella. Se resbala poco a poco, hasta acabar sentada en el suelo, con la cabeza entre las piernas intentando aguantar el llanto. Oye algunas palabras de la conversación que están teniendo padre e hija y se alegra de que la puerta sea suficientemente gruesa como para no escucharla entera. Porque sabe que no todas las palabras que están diciendo sobre ella son bonitas.

Entonces, siente una fuerza agarrándola del brazo que tira de ella hacia arriba. Levanta la cara y le ve. Desea pegarle un tiro allí mismo, pero no puede. Le quitó su arma unas horas antes.

-Buen trabajo –Jerry Tyson le mira con superioridad, sonriendo con maldad. Ella le planta cara, a pesar de que sus ojos siguen húmedos –Aunque esto solo acaba de empezar.

Kate va dando ligeros pasos hasta el ascensor. Mira a Tyson apretar el botón que rápidamente se ilumina para avisar de que el ascensor está de camino y se alegra de tener tanta fuerza. De ser capaz de guardar sus sentimientos en una caja fuerte, de cerrarla y bordearla con un muro. Porque si no, ahora él estaría muerto. Aunque ese muro estaba lleno de grietas gracias a Castle, y no sabía cuánto tiempo podría aguantar.

Doce horas antes…

Notó la vibración del móvil y se sobresaltó. Sonrió al desbloquearlo y comprobar que, tal y como pensaba, el mensaje que había recibido era de su prometido. Se apresuró a leerlo y sonrió más todavía cuando terminó. Colocó el móvil en horizontal y cuando se dispuso a contestarlo, oyó una voz.

-Hey Beckett –Levantó la cabeza y vio a Espósito. Venía sonriente, gesto que la anunciaba de antemano que las noticias que traía eran buenas –Gates nos ha dado el día libre.

-¿Me lo dices en serio? –Miró hacia su despacho, asombrada -¿Qué mosca la ha picado?

-Ni idea. Pero prefiero no decirla nada no vaya a ser que cambie de idea –Ryan se unió a la conversación –Siento que hace semanas que no veo a Sarah.

-Y eso que solo han pasado un par de horas… -Susurró Espósito. La detective le dirigió una mirada de reproche que él recibió con cierto… ¿Sarcasmo?

-Vete y disfruta Kevin –Le dijo, y le vio marchar sonriente después de responderla con un ligero "gracias".

Miró a Javier de nuevo. Había algo raro en él, algo nuevo. Estaba más feliz, más animado.

-Bueno, yo también me marcho. Disfruta del día Javi –Se despidió, a la vez que le guiñó un ojo.

Recogió sus cosas, ante la atenta mirada de su compañero. Sabe que es por la anterior frase que dijo, pero no lo da importancia. Una vez todo guardado, se colgó la bandolera al hombro y volvió a despedirse de él. Montó en el ascensor, y puso rumbo a su siguiente parada.

El depósito.

Entró con la esperanza de tener una animada conversación con su amiga, pero se encuentró a Lanie frente a uno de los tres cadáveres que había sobre las mesas metálicas. Tenía la mirada perdida en un punto indefinido de la sala. Se acercó a ella y apoyó su mano en el hombro de su amiga. Está mal; se lo ve.

-¿Qué ocurre Lanie? –Preguntó, más por ayudarla, que por propia curiosidad.

-Javi – Contestó al instante, sin levantar la vista –Tiene nueva novia ¿Sabes?

-¿Tory?

Lanie la miró, extrañada.

-¿Cómo lo sabes?

-Soy detective, me fijo en todo –Dijo con una pequeña sonrisa, con la intención de animarla un poco -¿Y tú?

-Hablamos hace un par de semanas –Sus ojos la delataban, estaban rojos e hinchados, signo inequívoco de que había estado llorando –Quedamos que lo nuestro no iba a funcionar. Quiero decir, es genial pero…

-Pero sientes que estáis en un baile, y que no sabréis que hacer cuando la música pare –La interrumpió. Ella había sentido lo mismo años antes, con su escritor.

-Exacto –Suspiró.

-Para serte sincera, no creo que duren mucho. Aunque no lo quiera mostrar, Espo sigue enamorado de ti. Se le nota.

-No lo creo. ¿Les has visto juntos? Parecen la pareja perfecta…

-Confía en mí. Además, ¿recuerdas todas esas veces, que viniste a mi casa de madrugada, porque Castle había vuelto con Gina? ¿O cuándo le veía ligar con todas esas mujeres? ¿O cuando su novia regresó a Nueva York? Ya era hora de que te ayudara yo a ti –Vio a su amiga sonreír ligeramente –Espera a que terminen, y cuando Javi este solo y triste, aprovechas el momento. Y sino, pues haz como yo. Acércate un día a su casa, empapada hasta los huesos y lánzate a besarle. Veras como no se te resiste –La guiñó un ojo, recordando la cantidad de veces que su amiga la había preguntado cómo se atrevió a hacer semejante barbaridad con el escritor.

Aunque tenía razón, no se resistió.

Abrió la puerta de su apartamento con lentitud. Notaba un gran peso sobre su cuerpo, provocado por los largos días de inmenso trabajo que había tenido. Se recostó en el sofá y cerró los ojos, notando cómo el cansancio se convertía en un fuerte dolor de espalda. Enseguida se percató de la soledad que reinaba en su apartamento, sumado a la cantidad de polvo que había. Desde que se había prometido con Castle, habían pasado la mayor parte del tiempo en el loft, y solo regresaba cuando tenía que recoger algo de ropa, o alguna pertenencia a la que tuviera especial cariño, como lo era la caja donde guardaba todas las noches el reloj y el collar de sus padres.

Se dirigió a la cocina y abrió la nevera con la esperanza de encontrar algo para cenar, a pesar de saber cuál sería la respuesta. Resignada, tomó el teléfono y pidió comida. Tenía quince minutos libros hasta que llegara el pedido así que pensó que podría hacer para malgastarles. La tentadora idea de llamar a su prometido pasó por su cabeza pero enseguida la desechó. Por eso estaba en esos instantes en su apartamento y no en el loft con él. Richard Castle tenía que centrare en la nueva novela que estaba escribiendo y tenerla a ella al lado era una completa distracción; en todos los significados posibles.

Como le echaba de menos –algo razonable, puesto que llevaban sin verse un par de días- decidió tomarse un buen baño mientras leía uno de sus libros. Dicho y hecho. Puso rumbo hacia el cuarto de baño y abrió el grifo para que la bañera comenzara a llenarse. Regresó a su habitación y buscó entre toda su colección de lectura. Agatha Christie, John Verdon, César Pérez Gellida, Camilla Lackberg, Lee Child, Stieg Largsson, Stephen King…¡Aja! Richard Castle.

La detective era una de las pocas personas que tenía por costumbre no ordenar los libros que poseía. Preferías colocarles todos juntos por autor, sin preocuparse por si el apellido "Lackberg" va antes que "Largsson" pero después que "Christie" –es decir, por orden alfabético-. Ahora, la decisión era escoger el libro. Puede que uno de la saga Nikki Heat, o mejor de la saga Derrick Storm; o quizá "Flores para tu tumba", el primero de todos. Indecisa, cerró los ojos y acercó su mano a la estantería. La poso sobre uno de los libros y tiró ligeramente de él. "Ola de calor". Sonrió, recordando el día que Castle la pilló en los baños buscando la escena de sexo y abrió el libro por la primera página, leyendo la dedicatoria. Para la extraordinaria KB y todos mis amigos de la 12th.

Miró su reloj mientras se dirigía al baño. Faltaban apenas un par de minutos para que llegara su cena. Como odiaba que la interrumpieran mientras leía un libró, decidió esperar. Se sentó en el sofá del salón y abrió el pequeño cajón que había en la parte inferior de la mesa de cristal que tenía enfrente. Un montón de CDs la dieron la bienvenida y rebuscó entre ellos, tratando de encontrar la canción perfecta para aquel momento. OneRepublic apareció de repente y volvió a sonreír. Aunque preferiría estar pasando la noche con su escritor favorito, no la venía mal de vez en cuando desconectar unos días y dedicar su tiempo a ella sola; a disfrutar de sus últimos meses como "soltera", antes del matrimonio.

El timbre sonó segundos después de que la primera canción del álbum –"Stop and Stare"- comenzara a sonar. Se aproximó a la puerta y posó su mano izquierda en el pomo de la puerta, sin saber que pronto se acabaría si felicidad.

La cara sonriente de Jerry Tyson la dio las buenas noches, haciéndola retroceder hacia atrás. Su cuerpo se puso alerta, recuperando rápidamente la cordura dispuesta a un ataque cuerpo a cuerpo –debido a que su arma reglamentaria y la de repuesto estaban demasiado lejos como para cogerlas-.

-Oh, no te preocupes. No tengo pensado hacerte nada, o al menos no por ahora. Y el que se lo haga, o no a tu querido prometido depende de ti.

Tragó saliva al oírle pronunciar aquellas palabras. Se suponía que estaba muerto, que había caído al Hudson y se había ahogado.

-Es muy descortés por tu parte dejarme aquí plantado en la puerta. Encima de que me molesto en traerte la cena… -levantó una de sus manos para mostrarla la bolsa con la que cargaba. Tal y como decía, pertenecía al restaurante al que había llamado.

-¿Qué quieres? –se atrevió a preguntar.

-La cosa será así. Terminarás tu cena tranquilamente, debatiendo entre que opción debes escoger de las dos que te voy a dar. Cuando la decidas, puesto que ambos sabemos cuál va a ser, montarás en tu coche y te dirigirás al loft de tu querido prometido. Una vez allí, le dirás que tienes que hablar con él; te quitarás el anillo, lo depositarás en la mesa y le comunicarás que no vas a casarte con él.

La detective notó como su alma se partía en pedazos.

-¿Por qué vas a hacer eso? Fácil. Es la única manera de que Castle siga con vida. A menos que prefieras que muera. Pero los dos sabemos que no será así. Así que, ahora te dejaré esto aquí encima –depositó la bolsa de comida sobre la mesa –me iré, como si nada hubiera pasado y tu disfrutarás de tu cena.

Tyson caminó hacia la puerta con paso lento, saboreando el momento.

-Por supuesto, no cabe ni que decir que no debes contar lo que acaba de ocurrir a nadie. Y no intentes subestimarme, te tengo más vigilada de lo que crees. ¡Que aproveche!

Y dicho esto, Jerry Tyson abandonó el lugar, dejando a una Katherine Beckett completamente descolocada.