Desastres.

.

.

.


No recordaba cuántas veces había querido impedir todo ese contacto. Pero pareciera que sólo conseguía unirlos más. Tal vez ese era el problema, ser Romano y no ser Feliciano…

―¿Se te perdió algo en mi cara? ―preguntó Romano al verse observado de repente. Antonio atinó a sonreír, le tomó del brazo y comenzó a besarle de manera íntegra, al término del contacto, Romano no hizo otra cosa sino sonreír con tontera.

―No sé para qué te molestas Antonio, si al final, me tienes a tu merced todas las noches… ―pero al final, quizá no todo era un desastre…