Resumen: La destrucción de Vulcano fue decretada porque Nero deseaba vengarse de Spock, Ayel deseaba vengarse de Spock y así todos y cada uno de los miembros de la tripulación del Narada deseaban lo mismo… ¿o no?

Que un error absurdo los hiciera retrasarse en el camino a Vulcano, que Kirk descubriera que estaban por entrar a una trampa, que Pike diera la orden de levantar los escudos y que Sulu – quien estaba ahí sólo porque el timonel titular había enfermado – se las ingeniara para maniobrar entre los escombros ¿suerte o destino? Mientras las armas del Narada se disparaban sin tregua sobre la nueva nave insignia de la Federación nadie a bordo del Enterprise se detenía a pensar en la respuesta a esa pregunta. Nadie a bordo del Enterprise de hecho se había planteado siquiera esa pregunta.

Pero a bordo del Narada era diferente: a bordo del Narada los motivos por los que la tan famosa nave Enterprise se había escapado de ser destruida junto con las otras naves eran un completo misterio, pero había un "joven" romulano que, desde su puesto detrás de la consola de comunicaciones, se preguntaba si acaso el destino había decidido que aquellos cuyos nombres habían pasado a la historia como leyendas fueran los que debían representar la única posibilidad de salvar algo de lo que el futuro debería de ser.

¿Destruir Vulcano? ¿Qué clase de idea retorcida era esa? Es verdad que cuando Romulo fue destruido él mismo se sentía furioso y dolido y vacío… pero… pero ¿cómo eso podía justificar lo que estaban tratando de hacer?

No. Ese joven romulano no deseaba vengarse de Spock. Tenía resentimiento contra la Flota Estelar por no haberse movilizado para auxiliarlos, resentimiento contra el Alto Consejo Vulcano por no haber autorizado el proyecto de inmediato, resentimiento contra la Academia Vulcana de Ciencias por no haber logrado diseñar una nave más rápida, resentimiento contra el gobierno de Romulo por no haber iniciado la evacuación inmediata y… y podía numerar uno a uno a todos los seres en el universo– vivos o inertes – a los que odiaba a causa de la destrucción de su planeta, pero Spock no era uno de esos seres porque, a diferencia de todos ellos, Spock sí había intentado hacer algo.

Pero el capitán, Ayel y todos los demás… todos tenían la oportunidad de cambiar el destino, tenían la oportunidad única de contactar con Romulo, advertirles del peligro y asegurar así la supervivencia de sus seres queridos. Pero en lugar de eso buscaban vengarse de Spock – un Spock que a sus ojos era inocente – a través de lastimar a muchos otros inocentes, y eso era algo que simple y sencillamente no podía ni permitir ni comprender.

Sus ideas corrían a mil por hora mientras Nero hablaba con Christopher Pike acusando a Spock y pidiendo la presencia en su nave del que había antecedido a James Kirk como líder del Enterprise: ¿qué podía hacer? ¿Cómo advertirles? No podía hacer un movimiento directo pues de intentarlo sus dementes compañeros lo matarían y abrirían fuego contra el Enterprise destruyendo así la última esperanza de Vulcano.

¡Se sentía desesperado! ¡Atrapado en el dilema de elegir entre su vida y su katra! Si tan solo pudiese contactar con la tripulación del Enterprise o con el Alto Consejo Vulcano y advertirles del peligro…

Una idea se le ocurrió y aprovechó el último momento en que el canal de comunicaciones entre las naves estuvo activo para mandar un mensaje cifrado. Un mensaje que bien podía no ser entendido o ser malinterpretado, pero que era la única oportunidad que tenía de pagar al viejo embajador Spock por lo que había intentado hacer por su pueblo.