Heme aqui con un nuevo proyecto hetero, echo de una teatral obra que me gusto mucho y que es realmente entretenida (bueno, a mi parecer), diviertanse.
Sin Mas...
Disclaimer: Inazuma Eleven y sus personajes no me pertenecen, si no a sus respectivos autores.
Disclaimer: la obra teatral ''Entremes Del Mancebo Que Caso Con Mujer Brava'' no me pertenece, si no a su respectivo autor Alejandro Casona, de la adaptacion original, creando este fic sin lucrativos fines.
Entremés De Mamoru Que
Caso Con Mujer Brava
By
Madoka
La época corría, española antigua sin precisar. Mamoru, un pobre muchacho, conversaba tranquilamente con su abuelo, que se hallaban frente a la puerta de una buena casa, dispuestos a tocar.
-Te digo, nieto mío, que lo pienses mejor antes de llamar a esa puerta: esta moza es mucho más rica que nosotros y de más alto linaje; y es malo que la mujer aventaje a su marido en prendas y fortuna- le asía entrar en razón, antes de cometer tal barbaridad que era entrar ahí.
-Es cierto- contesto –Pero piense también, abuelo, que siendo usted pobre, nada tiene para darme. Y siendo esto así, si no me arregla el casamiento que pido, me veré forzado a hacer una vida estrecha o irme de estas tierras en busca de mejor ventura- termino por decir.
-Me maravilla tu intento y tu osadía, sobre todo pensando en lo diferente que son ustedes: tu pobre y ella es rica- dio un suspiro con desanime –Mas tierras tiene de las que tu podrías andar a caballo en todo un día, aun yendo al trote.
-No se preocupe por eso; que si ella tiene fortuna, yo se la aumentare con mi esfuerzo- levanto su puño con decisión –Y si sus tierras son tantas que no se pueden andar en todo un día, aun yendo al trote, ¡Yo se las andaré al galope!
-Hay más- interrumpió a Mamoru, que ya estaba haciéndose ilusiones –Y es que cuando tu tienes de buenas maneras, otro tanto las tiene esa moza de malas y enrevesadas- al escucharlo, se puso a pensar.
-A eso le respondo, abuelo, que no hay mula falsa donde hay buen jinete; y que yo sabre tenerle fuerte la rienda desde el principio.
-Mira, Mamoru, que nunca su padre la pudo dominar- puso cara de no muy convencido –Y que tiene tan mal genio la condenada que no habrá, fuera de ti, hombre en el mundo que quisiere casar con semejante diablo.
-Llame a esa puerta, abuelo- le indico ya bien decidido –La moza es brava, pero brava y todo, es de mi gusto. Y si su padre nos la concede, yo sabre como van a ser las cosas en mi casa desde el primer día. Llame sin miedo- Daisuke dudo, pero conociendo bien a Mamoru, bien decidido estaba.
-Puesto que tú lo quieres, así sea. No dirás luego que no te advertí con tiempo. Pidamos ahora la moza, y quiera el cielo que no nos la concedan. ¡Alo! ¡Alo!- toco de manera ligera, abriéndose la puerta y dejando ver a un hombre joven de cabellera rojiza, y de ojos verdes, ocupado en seleccionar unas semillas.
Al escuchar la entrada, se devuelve a verlos.
-Dichosos los ojos, señor vecino. ¿Qué le trae a mis puertas?- contesto de manera sencilla y modesta, levantándose de su asiento y saludándoles efusivo.
-Esto es, joven y amigo, un ruego que vengo a hacerle para este nieto mío- dejando ver a Mamoru.
-¿Y en que consiste ese ruego?
-Usted, amigo y joven, tiene una sola hija.
-Una sola, cierto; pero así me pesa como si fueran doscientas- rió un poco y tomo asiento.
-Y yo solo tengo a este nieto- callo las risas de Hiroto -Antaño, cuando los dos éramos pobres, juntamos nuestra amistad. Hoy le vengo a rogar, si así le parece, que juntemos también a nuestros crios- aparta su quehacer y se levanta pasmado.
-¿Cómo es eso, vecino? ¿De casamiento te atreves a venir a hablarme?- pregunta con tono inquietante.
-Ya le advertí a Mamoru de su riqueza y de nuestra humildad. Pero el se empeña...- callo por un momento, al ver que el pelirrojo se acercaba a Mamoru, y este retrocede perplejo.
-¿Qué este mozo quiere casar con mi hija? ¿No me engañan los oídos?
-Es nuestra suplica. Si le parece- hablo por primera vez, viendo directamente al joven, con seriedad y hablando de verdad enserio.
-¡Como si me parece! ¡Dios te bendiga, muchacho, y que peso vienes a quitarme de encima!- contesto alegre, abrazando al castaño.
-Luego... ¿la concede?- se quedo atónito ante las palabras de Hiroto.
-Concedida esta la moza, aunque nunca oí que hombre alguno quisiera casarse con ella y sacármela de casa. Pero por Dios que yo seria un falso amigo si antes no les advirtiera lo que esto significa. Que somos amigos y tu tienes un buen nieto, y seria una gran maldad consentir en su desgracia. Por que haz de saber que así es de áspera y brava mi hija, igual que una arpía. Y si Mamoru llegara a casar con ella, mas le valdría la muerte, que no la vida- puso la mano en su mentón, meditando en todo lo que menciono.
-Tranquilo, joven, no tengas recelo de eso, que el casamiento es de su agrado- lo saco de sus pensamientos ante las palabras que dijo Daisuke –Mamoru sabe bien de que condición es ella, y con todas sus prendas, la quiere- termino, viendo como Mamoru asentía.
-Siendo así, no se hable más. Yo te la doy de muy buen grado, hijo mío- lo tomo de las manos para ''felicitarlo''-¡Y que el cielo te saque con bien de este negocio!- su confirmación se vio interrumpida tras el griterío de riñas y el estrépito de platos rotos que se escucho del otro lado, sobresaltando a los huéspedes –No se espanten: es la moza que esta discutiendo amigablemente con su madre- abre la puerta y las llama
-¡Muchacha! ¡Señora! Salgan acá que hay grandes nuevas.
Salen la madre y la moza muy airadas, disputándose un pañuelo del que tiraban ambas. La madre era muy bella y de igual edad que Hiroto, sus cabellos eran azules, con dos singulares mechones al frente de color platinado, y ojos azul verdoso. Mientras que la moza, que respondía al nombre de Natsumi, tenía una cabellera larga y rojiza, de blanca piel y ojos entre rojos y verdes (es para que no desentone xD).
-¡Suelta, te digo! ¡Suelta!- le gritaba la madre, para que soltase el pañuelo.
-¡Con uñas y a tiras ha de ser, que es mío, mío y mío!- le respondió, tirando con mas fuerza.
-Pero, ¿Qué es esto, señora Yagami? ¡Hija indomable! ¿Así se presentan? ¿No ven que tenemos huéspedes?- contesto Hiroto para calmar las cosas, asiendo soltar la tela a la madre, que la moza tomo en son de victoria, para luego, desabrida, empezó a mirarlos de hito en hito.
-¿Y que huéspedes son estos, y por que habrían de importarnos?
-Mamoru, hija mía, es tu marido- le señalo.
-¿Mi marido? ¿Esto?- este hace una reverencia, y ella ríe –Gracias por el regalo. ¿No me pudiste encontrar cosa mejor en la feria, padre?
-Yo me espantaría, marido, si hicieras algo con seso- interrumpió Yagami –Pues, ¿Por qué con el más desarrapado del pueblo había de estrellarse nuestra hija?
-Calla por una vez, señora, y no repliques mas. Es mi voluntad y ya esta hecho. Mañana será la boda- al cabo de terminar con sus palabras, la madre se puso furiosa.
-¡Vuestra voluntad, vuestra voluntad! ¿Y que voluntad es la tuya, mequetrefe? ¡Ay, mi hija, mi pobre hija!- se lamentaba las malas decisiones de su marido. Mientras este, se le acerca a Daisuke y le confidencia al oído.
-También la madre es buena, amigo. ¡Pero a esa ya no hay quien me la saque de casa!
El día siguiente llego pronto, y la boda comenzó. El cortejo venia por la plaza. Vienen bailarines, tamborines y panderos. Luego Hiroto y Yagami; detrás, los recién casados y parejas de mozas y mozos coronados con guirnaldas. Trenzan una danza de cintas y figuras. Cuando el baile termina, entre relinchos y gritos, el pelirrojo padre de la moza, la toma de la mano y la aparte a un rincón, seguidos por la atenta madre.
-Casada estas, hija mía; escúchame ahora un consejo: obedece y sirve a tu marido, que mas sosiego hay en obedecer y no en mandar- Yagami frunció un poco el entrecejo, y tomo a la moza de la mano, para llevarla a otro rincón.
-Casada estas, hija mía; escúchame ahora un consejo: no te dejes ablandar ni por las buenas ni por las malas; que al que lame las manos, a ese hay que darle palos- terminando, el padre empieza a hablar.
-Señores, retírese ya el cortejo y déjese a los novios en su soledad hasta otro día.
Hacen la despedida, entre risas y abrazos, y salen todos cantando. Mamoru entra a la casa con la novia. Esta puesta la mesa y sobre ella un candelabro encendido, mientras la moza se quita sus galas y guirnaldas, se oye el canto del cortejo alejándose.
-Bueno, mujer, veo que no se cumple con nosotros la costumbre de esta tierra, que es la de arreglar la cena y la mesa a los novios sin que nada falte- dijo mientras miraba de reojo la habitación y devolvía su mirar a la mesa.
-Pues que: ¿No ves ahí todo?- le contesto señalando la dichosa mesa.
-No veo que hayan colocado el aguamanos.
-¡Aguamanos! ¿Con esas sales, marido? Come y calla, que bien acostumbrado estuviste en tu casa a comer sin lavarte.
-No, no, que siempre he sido pobre pero limpio. ¡Quiero lavarme!- espera un momento, pero al ver que no le atiende, da un puñetazo y levanta la voz -¡Quiero lavarme!- mira airado alrededor y grita por la puerta -¡Eh, tu, don perro: dame agua para las manos!- otra pausa esperando -¡Como! ¿No oíste, perro traidor, que me des agua para las manos? ¿Ah, callas? ¿No obedeces? ¡Pues aguarda y veras!- sale furioso con su espada y sacrifica al perro, que aúlla espantado.
-Pero, ¿Qué has hecho, marido? ¿Al perro has matado? ¡Miren que hombre!- dijo de manera molesta y simple, al ver tal hazaña.
-Le mande traer agua y no me obedeció- limpia la espada en el mantel y vuelve los ojos airado alrededor. Se dirige hacia la ventana, donde hay un gato del otro lado -¡Eh, tu, don gato: dame agua para las manos!
-¿Al gato le hablas, marido?
-¡Como, don falso traidor! ¿También tú callas? Pues que, ¿No viste que fue del perro por no obedecerme? Prometo que si conmigo porfías, lo mismo te he de hacer a ti que al perro. ¡Dame agua para las manos ahora mismo!
-Pero, marido, ¿Cómo quieres que el gato entienda de aguamanos?- cuestiono la moza, llevándose una impuesta de silencio de parte de Mamoru, que devuelve su molestar al gato.
-¿Qué, no te mueves todavía? Ah gato traidor... ¡Aguarda, aguarda tu también!- se avienta por la ventana. Se oyen unos maullidos estridentes y vuelve a entrar con la espada ensangrentada. Mientras la moza mira por la ventana.
-¡Ay, mi gato, mi pobre gato querido!- Mamoru mira en torno cada vez mas furioso. Se oye en el patio el relincho del caballo. Y se asoma por la puerta.
-Y ahora tu, don caballo. ¡Dame agua para las manos!
-¡Eso no!- se interpone la moza -¡Detente, marido, que perros y gatos hay muchos, pero caballos no tenemos otro que ese!
-Y bien, mujer, ¿Piensas que porque no tengo otro caballo se ha de librar de mi si no me atiende? Que tenga mucho cuidado de no enojarme, o si no ¡yo juro a Dios que tan mala muerte le he de dar a el como a los otros!- la mira fijamente avanzando hasta ella, que retrocede comenzando a espantarse –Y no habrá cosa viva en la casa a quien no hiciera lo mismo. ¡Eh! ¿Oíste, don caballo? ¡Dame pronto agua para las manos!- la moza se santigua.
-¡Animas del purgatorio! ¡Esta loco!- Mamoru deja la espada y toma una pistola, saliendo.
-¿Qué, no te mueves? ¡Pues toma tú también! ¡Toma!- le dispara. La moza mira hacia fuera.
-¡Dios nos valga, marido! ¡El caballo esta muerto!
-Pues que: ¿Crees que voy a mandar yo una cosa y no se me va a obedecer en mi casa?- tira la silla de un puntapié. Vuelve a mirar a todos lados con furia. Fija los ojos en ella y dice reposadamente –Mujer... dame agua para las manos.
-¿Agua? ¡Ahora mismo! ¿Por qué no me lo pediste a mi antes, marido?- contesta presurosa, y corre volviendo con aguamanil y toalla –El agua. Aquí esta el agua. No te molestes: yo misma te lavare.
-Bien. Dame ahora la cena.
-Si, si, si... la cena... Ahora mismo. Lo que mandes, señor- va por ella –Aquí esta la cena- se la deja llena de sonrisas, mientras se queda de pie y lo ve comer.
-Ah, como agradezco al cielo que hiciste a tiempo lo que te mande. Que si no, con el enojo que tengo, otro tanto te hubiera echo a ti como al caballo.
-¿Y como no iba a obedecer, marido? Bien se yo que no hay nada que quede bien a una mujer como servir y honrar al señor de su casa. Mándame cuando quieras, que te juro...
-¡Cállate!- le ordena.
-Si, si, si, perdón.
-Esta mala esta comida- se queja.
-Si, si, si, súper mala.
-Que no vuelva a suceder- le reprocha.
-No, no, no, no volverá. Yo misma la preparare mañana.
-Ahora me voy a la cama- corrobora parándose.
-Si, si, si.
-Y cuida que nadie me turbe ni desasosiegue, que con la pelea que tuve esta noche no se si podré dormir. Y silencio, por favor.
-Silencio- repite y le acompaña con el candelabro hasta el umbral, cediendo el paso con una reverencia, mientras Mamoru entra a la habitación. Fuera se oye nuevamente la canción de bodas. La moza se vuelve aterrada imponiendo silencio en todas direcciones –Eh, locos, ¿Qué hacen? ¡Cállense, no turben a mi marido; si no, todos seremos aquí muertos esta noche!- va apagando la música lejos. Camina en puntillas -¡Silencio! ¡Silencio todos, por Dios!
Canta el gallo del alba y empieza a amanecer. Sale sigilosamente el padre de la moza y escucha con mano en la oreja, pegado a la puerta.
-Nada... Es sospechoso tanto silencio. ¿Qué habrá pasado aquí?- empieza a llamar
-¡Yerno! ¡Yerno!- sale Mamoru –Eh, ¿Qué tal?
-Ya esta amansada la mujer- dijo orgullosamente.
-Imposible. ¿Mansa mi hija?- dudaba.
-Como una cordera.
-Que maravilla. ¿Cómo te las pudiste arreglar para conseguir tal milagro?
-Tirando fuerte de la rienda desde el principio- comenzó a contarle –Le mande traer agua al perro y como no lo hizo, lo mate a cuchilladas delante de ella. Hice luego lo mismo con el gato. Y después, con el caballo. Así que cuando le mande traer agua a ella, fue volando por miedo a correr la misma suerte. Y le juro que, de hoy en adelante, va a ser vuestra hija la mujer más amable del mundo. Y juntos tendremos muy buena vida- termino con una sonrisa.
-Diablo, diablo, rapaz... y que gran idea me estas dando. Si yo pudiera hacer lo mismo con la madre.
-Que quiere que le diga, mi suegro, sino que nunca segundas partes fueron buenas. Y que se acuerde de aquellos versos del Conde Lucanor: =Si al principio no muestras bien quien eres, nunca podrás después, aunque quisieres=. Silencio. Ahí esta su esposa- le apunta en dirección, quien ve que ahí viene.
-Por tu alma, rapaz, ¡Déjame tu espada!
-Tómela. Y que el cielo le ayude. Adiós, suegro- se marcha.
Hiroto adopta una gallarda actitud apoyado en su espada, y entra Yagami.
-¿Qué haces aquí, marido, tan temprano y con una espada desnuda?- le pregunta, mientras este responde autoritario.
-¿Y quien eres tu para preguntarme nada, señora?
-¡Como! ¿Qué quien soy yo, dices?- se apunta con deje de ofendida.
-Habla cuando te lo manden y mucho cuidado con que me enoje.
-Vaya, marido. ¿Con que esas tenemos?- responde retadoramente. Se escucha cantar al gallo en el corral.
-Y antes de replicar mas palabras, mira bien lo que voy a hacer. Eh, tu, don gallo, ¡tráeme agua para las manos!
-¿Pero que haces? ¿Al gallo le estas hablando?- se sobresalto un poco.
-Silencio, y ojo a lo que va a pasar aquí. Eh, gallo traidor, ¿No oíste que me des agua para las manos? Que, ¿No obedecerás por las buenas? ¡Pues aguarda, aguarda!- sale furioso hacia el corral, donde se oyen golpes y algarabías de gallos y gallinas. La madre se arremanga esperando tranquila, cuando al fin regresa -¿Viste lo que fue de ese gallo maldito por no obedecerme?
-Si, lo vi y lo entiendo. Pero tarde lo hiciste, marido. Por ahí deberías haber empezado hace diez años, que ahora ya nos conocemos demasiado, y de nada te valdría conmigo, aunque mataras cien caballos- empieza a empujarlo por la espalda hasta la casa -¡Anda adentro, hombre, anda!
Fin
Y termino...
Espero halla sido de su agrado, yo hiba a actuar, pero las sircunstancias me lo impidieron u.u, en fin.
Gracias por su tiempo... Nos leemos pronto...
