La sombra de Jyushimatsu.

Advertencias:

Violación, OoC, Sadismo, violencia, tortura.

Un nuevo fanfic. Es probable que este no sea del agrado de muchos, lean bien las etiquetas, por favor.

A quienes puedan tolerar la temática espero les guste el fanfic. Tendrá por lo meno capítulos.


Era una mañana tranquila en la casa de los Matsuno. Los seis hermanos se encontraban en el living cada quien perdido en sus propias actividades, pero haciéndose compañía. Ya era una práctica común entre ellos: permanecer juntos e ignorarse al mismo tiempo.

Osomatsu leía un manga sentado a la mesa junto a Choromatsu que de nuevo leía una revista para buscar algún empleo de media jornada. Ichimatsu estaba recostado junto a la ventana para recibir algunos rayos de sol, había un par de gatos a su alrededor con la misma actitud que él. Todomatsu chateaba y publicaba algunas de sus selfies fingiendo que hacía algo interesante ese día. Karamatsu se había quedado dormido apoyado a la mesa después de estar observando su reflejo en el espejo por largo rato. Jyushimatsu se encontraba increíblemente quieto, entretenido con las uñas de su hermano mayor dormido, había comprado un esmalte de uñas y no había dudado en usarlo a la más mínima oportunidad.

—Oye, Jyushimatsu —llamó Osomatsu que recién se había percatado de lo que su hermano menor estaba haciendo—, ¿Por qué estás haciendo eso?

El menor dejó su labor un par de segundos y observó a su hermano mayor con una enorme sonrisa y los ojos muy abiertos.

—Las manos de Karamatsu nii-san necesitan verse bien también —dijo sin más antes de volver a su tarea.

—¿Dónde conseguiste eso? —volvió a hablar el mayor de todos.

—Lo compré.

—¿Eh? ¿Para qué?

—Para Karamatsu nii-san.

Osomatsu no supo qué más decir, de cualquier manera si lo hacía Jyushimatsu volvería a darle respuestas vagas que para él no tendrían ningún sentido. Los demás se mantuvieron al margen, desde mucho tiempo atrás habían aprendido que no era necesario cuestionar lo que hacía o no hacía Jyushimatsu, solo eran cosas que él haría por ser él, sin ninguna otra razón de por medio.

—¡Listo! —Exclamó emocionado al ver su trabajo hecho—, ahora Karamatsu nii-san tiene manos lindas.

Todos echaron una rápida mirada a lo que había hecho. Solo era esmalte azul en las uñas de su hermano, nada del otro mundo aunque fuera la primera vez que hiciera esto.

—Te quedaron muy bien, Jyushimatsu nii-san —sonrió el menor de todos mientras se acercaba para tomar una fotografía de su trabajo.

El quinto hermano se colocó de inmediato junto a su hermano mayor para aparecer en la toma de su único hermano menor, la que de inmediato subió a sus redes sociales.

—¡Eh, es turno de Ichimatsu nii-san! —exclamó feliz al ponerse de pie y acercarse a su hermano que no se había movido un milímetro de su sitio.

—Jyushimatsu, ¿qué propósito tiene que tus hermanos tengan esmalte en sus uñas?

—No te preocupes, Choromatsu nii-san, también compré uno para ti —dijo sacando del bolsillo de su sudadera un esmalte color verde, además de uno rojo y rosa—, ¡yo también! —Enseguida mostró sus uñas las cuales ya tenían un tono amarillo.

—¿Por qué? —murmuraron el primer y tercer hijo todavía sin obtener una respuesta concreta de su hermano.

Sin decir nada más se sentó junto a su hermano que solo gruñó cuando Jyushimatsu tomó una de sus manos para comenzar a darles un color violeta brillante. Los demás observaron un par de segundos y volvieron a sus actividades. No quedaba de otra más que esperar a que el cuarto hermano llegara a ellos y pintara sus uñas también. No había caso en huir de eso, pues seguramente Jyushimatsu se encargaría de perseguirlos hasta tener a sus cinco hermanos con las manos coloreadas.

Después de un rato se encontraba brincando por todo el living gritando algo acerca de uñas arcoíris. Sus hermanos no objetaron nada, para entonces Karamatsu ya había despertado y se miraba las uñas algo confundido, sobre todo porque sus hermanos hacían exactamente lo mismo, algunos con una expresión alegre, como Todomatsu y Jyushimatsu, mientras que Choromatsu y Osomatsu lo hacían confundidos. Ichimatsu seguía recostado junto a la ventana, pero pudo ver desde su sitio que también tenía las uñas pintadas.

No dijo nada al respecto, probablemente no iban a contestarle.

—Vamos a tomarnos una fotografía —dijo alegre el menor mientras se colocaba junto a Karamatsu a la espera de lo demás.

Con un suspiro fastidiado acataron la petición de su hermano menor, tomaron lugar junto a ellos para aparecer en su selfie, todos menos Ichimatsu que seguía sin moverse, fue Jyushimatsu quien lo tomó en brazos y lo colocó junto a los demás, tuvo que tomar su mano también para que la mostrara a la lente, pues no parecía querer cooperar.

Con el trabajo hecho salió corriendo de casa con un bat en la mano, gritando que practicaría un poco en los campos. Sus hermanos solo observaron.

—¿Por qué tiene que ser tan extraño todo el tiempo? —preguntó el mayor de todos.

Tomó de nuevo su manga y reanudó la lectura. No iba a quitarse el esmalte de las manos, sería provocar una mirada aterradora en su hermano antes de que de nuevo las pintara. Fue lo mismo cando consiguió pelucas de colores para todos.

—Jyushimatsu nii-san es Jyushimatsu nii-san.

—Da miedo —repitió el primer hermano—, es extraño que se comporte así justo desde la iniciación de la preparatoria.

—Eso no significa que de miedo, puede comportarse de forma decente si es necesario —Refutó el segundo hermano—, nos dimos cuenta de ello hace unas semanas ¿no?

Ninguno de ellos dijo algo. Claro que lo había demostrado al conseguir un empleo y mantenerlo por algún tiempo sin tener que mostrar esa faceta hiperactiva. Los había sorprendido también, pero eso también los dejó con muchas preguntas: ¿por qué cuando estaba con ellos actuaba de esa manera? Siempre tan alegre, con esa sonrisa, siempre como un idiota que no comprendía nada, eso también era extraño siendo que él era quien tenía mejores notas en la escuela. Claro que para algunos no pasaba desapercibido la mueca aterradora que aparecía de vez en cuando, pero la mayoría del tiempo lo atribuían a otra de las características de ser Jyushimatsu.

Ichimatsu se puso en pie y salió de la habitación, sin decir una sola palabra hasta ahora, los demás ya debían saber que se dirigía al tejado o a uno de los callejos donde visitaba a sus gatos así que todos siguieron haciendo nada.

El cuarto hermano se encaminó entre las calles semivacías. Su intención, justamente, era ir a algún callejón para darle algo de alimento a los gatos que se encontraran ahí, pasar un tiempo de calidad con ellos, lejos de sus hermanos y probablemente quedarse dormido un par de horas junto a ellos.

Sin embargo, sus planes cambiaron cuando, justo cuando pasaba frente a uno de los parques del distrito, pudo ver de reojo a su hermano sentado en una banca. Se detuvo en seco para observarlo a la distancia. La expresión en su rostro era diferente a la sonriente de siempre, pero no era la primera vez que Ichimatsu la veía, de hecho, esa sonrisa desaparecía con más frecuencia de la que sus hermanos creían.

Sin pensarlo se acercó a su hermano menor. Era parte de una especie de promesa que se había hecho para que él siempre estuviera bien, física y emocionalmente. Cuando estuvo cerca Jyushimatsu levantó el rostro y lo observó con ojos vacíos y una mueca bastante sería. El mayor sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero no escapó cómo hubiera hecho algún otro de sus hermanos, se sentó a su lado y lo miró.

—¿Qué ocurrió? —preguntó con un tono suave.

Jyushimatsu levantó sus manos, esta vez no estaban ocultas tras unas largas mangas pues llevaba puesto su uniforme de béisbol. Había un leve enrojecimiento en los nudillos y algo de sangre, pero se podía ver a simple vista que no era suya.

—¿A quién golpeaste?

—Estaba practicando y ella gritó, él robó su bolso, lo perseguí, pero cuando lo alcancé quiso pelear.

Ichimatsu suspiró y después sonrió por la explicación. No había sido tan malo como otras veces, al parecer ahora no había heridos pues las marcas en las manos de Jyushimatsu no eran tan graves tampoco.

—Está bien, era un ladrón y querías ayudar a la señora, no te preocupes.

Jyushimatsu no dijo nada, su expresión siempre era taciturna después de una pelea en la que participaba solo. Cuando eran los seis los que se involucraban en una pelea, el quinto hermano solo tonteaba la mayoría del tiempo, daba algunos golpes juguetones y dejaba que lo golpearan pues confiaba en que sus hermanos eran lo suficientemente fuertes para ganar sin necesidad de que él se pusiera serio. Muy al contrario, cuando estaba solo no podía evitar dar todas sus energías si el asunto era grave, como en esa ocasión.

Aunque para los demás fuera algo normal perder sus facetas de sinvergüenzas cuando se trataba de un enfrentamiento serio, siempre resultaba algo que conseguía poner nervioso a Jyushimatsu. Intentaba por todos los medios no perder la compostura, pero cada día era más difícil e Ichimatsu se daba cuenta de ello.

—¿Quieres practicar tu bateo? —preguntó el mayor como manera de distraerlo de lo que fuera que estuviera pensando y que, por la expresión que tenía, era cada vez más oscuro.

Jyushimatsu observó a su hermano y lentamente su sonrisa volvió a ser enorme. Pronto consiguió poner la máscara que colocó en su rostro desde preparatoria y de un salto agarró su bat. A paso veloz se encaminó hasta la cancha donde una cubeta de pelotas lo esperaba. Ichimatsu se acercó a él y comenzó a lanzarle la pelotas una a una. La mayoría salían de vista y probablemente no las recuperarían jamás, aunque Jyushimatsu después se encargaría de comprar más pelotas para su abastecimiento.

Estuvieron en la práctica por varias horas, descansando de vez en cuando, principalmente porque era Ichimatsu quien se quedaba sin energía para seguir lanzando, y en ese intervalo, Jyushimatsu practicaba su swing en medio de la cancha.

Observando su figura debajo de la tenue luz del atardecer Ichimatsu rememoró su niñez y pubertad. A su hermano siempre le había gustado el béisbol, de igual manera desde siempre fue más energético que ninguno y como cualquier niño, casi todo el tiempo sonreía y quería jugar. No era muy diferente a todos. Ni siquiera en secundaria fueron muy diferentes, aunque fue en ese entonces que todos comenzaron a tomar diferentes personalidades y a distinguirse del resto de los sextillizos, pero no Jyushimatsu, él siempre fue el mismo niño alegre e hiperactivo que buscaba estar siempre cerca de sus hermanos.

Por desgracia no pudieron estar en el mismo grupo en secundaria. A Ichimatsu le caía muy bien, tanto como Karamatsu, pero fue apartado de ambos y colocado en el mismo grupo que Choromatsu. No es que no le agradara su hermano, pero éste tenía mejor relación con el mayor de todos por segundarse diferentes travesuras, mientras que con él, que era más tranquilo y casi siempre callado, no siempre podía divertirse, por eso Choromatsu no siempre entablaba una conversación larga con Ichimatsu. Osomatsu, Karamatsu y Todomatsu estuvieron en el mismo grupo, vaya suerte la de ellos, mientras que Jyushimatsu se encontró solo en un grupo.

En esos años de su pubertad, Jyushimatsu no cambió en lo más mínimo al igual que Osomatsu. Todomatsu y Karamatsu comenzaron a mostrar cambios en su personalidad, preocupándose más por su apariencia física y destacar. Pero de todos fue en Choromatsu en quien más se notó el paso por la pubertad. Su actitud cambió drásticamente, en pocos meses ya no era el mismo niño travieso, se comportó de una manera más madura lo que alegró a Ichimatsu, pues pudo acercarse más a él.

Todo fue normal hasta esos días. Relativamente normal. El cambio fue durante las vacaciones de primavera, justo antes de comenzar la preparatoria. El incidente de Jyushimatsu fue lo que lo cambió a él y cambió a su hermano. Ambos terminaron marcados y aunque Ichimatsu quiso ayudar a su hermano a superarlo, fue él quien terminó hundiéndose por ser un completo fracaso en eso.

—Ichimatsu nii-san —Llamó Jyushimatsu cerca de él—, ya es tarde, la cena debe estar lista, ¡vamos!

El mayor lo observó un par de segundos, otra vez su enorme sonrisa estaba ahí y tal parecía que no iba a desaparecer por un rato, al menos hasta la próxima provocación, la que él evitaría de ser necesario.

—De acuerdo. —Se puso en pie y cargó la cubeta de pelotas mientras Jyushimatsu recogía el demás equipo—. Mañana podemos seguir practicando si te apetece.

—¿De verdad? —preguntó con las mejillas sonrojadas por la alegría.

—Claro, fue divertido, ¿o no?

—¡Mucho!

Comenzaron a andar rumbo a casa, Ichimatsu pasó a la banca donde Jyushimatsu estaba antes sentado y tomó la bolsa con latas de comida que había comprado antes de llegar, después le dio alcance a su hermano que esperaba dando brincos de una banca a otra.

—Ichimatsu nii-san, ¿Hoy no visitaste a los gatos del callejón?

—No, me distraje… iré otro día.

—¡Podemos ir mañana! —gritó con las manos al aire—. ¡Antes de ir a practicar béisbol iremos a alimentar a tus amigos!

—Claro —sonrió metiendo sus manos a los bolsillos de su hoodie.

—¡Gatos, gatos, gatos! —reía dando volteretas alrededor de su hermano.

Ichimatsu solo observaba. Se había acostumbrado bastante a él, a todos los aspectos de su personalidad: la alegre que mostraba a todos, la que parecía un completo idiota feliz sin preocupaciones en la vida más que el béisbol y la lucha libre profesional. Pero también estaba acostumbrado a lidiar con su lado sombrío, ese en el que Jyushimatsu se esmeraba en no dejar salir. Sin embargo había un lado más, el que ni siquiera Ichimatsu veía con frecuencia. Le aterraba, procuraba siempre tranquilizar a su hermano antes de que apareciera, porque tenía la impresión de que una vez que salía, solo se tranquilizaba después de cumplir su propósito, el que muchas veces involucraba el uso de una exagerada violencia.

Esa sombra de Jyushimatsu era la que los otros hermanos no conocían.


Muchas gracias por leer. En el próximo capítulo se sabrá un poco más de la vida de Jyushimatsu durante la secundaria.

Saludos.