Disclaimer: Todo de H.P salió de J.K

Mini resumen: No hace falta leer Mala sangre para leer estas viñetas. Nada más tener en cuenta que aquí Sirius nació por la época de Draco y fue criado por los Malfoy al morir sus padres.


Draco

No admiro a los tontos pero tú...


No se hacían las cosas sin pensarlas. Draco lo sabía y trataba de aplicarlo diariamente. Empleaba su cerebro para manejarse en la vida y, como padre siempre decía, procuraba manejarse con la mayor sangre fría. Las emociones sencillamente no debían nublar su juicio. Sirius obviamente no tenía de lo que era eso.

Muchas veces se extrañaba. ¿Cómo dos personas criadas de la misma manera podían ser tan diferentes? Habían recibido castigos, reprimendas, y sin embargo sólo él parecía haber asimilado ese simple concepto. Razón por la cual no acababa de entender cómo seguía acompañándolo.

—¿Estás seguro de que está despejado?

—Ya te lo dije: Filch no volverá hasta dentro de una hora. Da todo un rodeo con los pasillos donde pasa Peeves. Es un viejo paranoico.

Una parte de sí se lo imaginaba: era porque Sirius nunca temía a las consecuencias. Claro que era algo estúpido y necio, pero si su hermano ni siquiera tenía un segundo de vacilación, echarse atrás y esgrimir toda su razón de alguna manera no parecía bien. Si llegaba a negarse rotundamente se quedaba con un gusto amargo y persistente al final de la boca. Ni siquiera quería preguntarse para impresionar a quién exactamente.

Sacar las escobas de los almacenes es absurdamente sencillo. A partir de ahí sólo es cuestión de aferrarse al otro y repetirse mentalmente que ya ha volado cientos de veces. Ignorando la voz (de la razón, claro) que le recordaba que nunca se había elevado tanto, hasta la Torre más alta del castillo.

—Todavía es temprano, ¿no? —inquirió Sirius, revisando su reloj. Draco se mordió los labios para no ordenarle a los gritos que no separara las manos de la maldita escoba—. Ah, no, llegamos justo a tiempo.

A esas horas alumnos tenían clases para ver el eclipse lunar. Desde donde estaban sus telescopios no los alcanzaban. Varias cabezas elevaron la vista al cielo estrellado. La luna enviaba una luz clara a los ojos grisáceos de Sirius e iluminaba su sonrisa entusiasmada. Viéndolo, Draco podía olvidarse de los miles de metros que los separaban del suelo, del castigo que les caería si los veían. Sólo concentrarse en la alegría y despreocupación del cabeza hueca de su hermano. Incluso en la oscuridad absoluta que siguió, no sintió miedo. Sentía el cuerpo del otro, la calmada respiración. Con ella también podía calmarse.

—Genial, ¿no?

Draco deseó en ese momento poder vivir así.

—Sí, genial.


¿Comentarios?

Emociones restante: euforia, frustración.