Cartas de París
La puerta se abrió con un eterno chirrido suave, luego se cerró estruendosa, las llaves cayeron sobre la mesa y las otras cosas sobre el sillón, el sonido de unos pasos cansados se apodero del lugar... Sara estaba exhausta ese día.
El tic tac del reloj le recordó cuanto llevaba sin dormir y a la vez le advirtió que no había otro sonido, estaba totalmente sola... ¿Era jueves o viernes?, ¿Era muy tarde o más bien muy temprano? No estaba segura.
Esperó unos minutos antes de moverse, luego con un largo suspiro caminó hacía el baño para darse una ducha, dejando parte de su ropa en el camino, ya habría tiempo para el orden y la decencia más tarde.
El agua brotó a borbotones, el vapor empañó el espejo del baño, Sara finalmente empezó a relajarse y al cabo de diez minutos pudo salir de la ducha bastante menos estresada, procedió a ponerse ropa más cómoda y buscar algo de comer.
El reloj seguía con su eterno tic tac, ella frunció el ceño, sus pasos eran lo único que interrumpía ese extraño juego del tic tac y el silencio... Pocas veces se sentía así de sola, pocas veces extrañaba otro ruido jugando a acompañarla.
Caminó de vuelta a la puerta, recogió el correo y lo revisó con cuidado pero sin gran interés... un par de facturas y la añorada carta de su marido. Sara sonrió y se sentó en el sofá para leer su carta.
Probablemente era mejor comunicarse por teléfono o e-mail, como muchas veces lo hacían, pero a Grissom le gustaba más mandarle cartas a menudo... No había gran cosa en la carta de esa tarde que ella no supiera, Grissom le hablaba de sus clases, de sus eternos experimentos, de los días en París, al final de la carta ponía "París es hermoso en primavera, ojala estuvieras aquí para verlo, te echo tanto de menos. Gil."
Sara sonrió melancólicamente, ella también lo extrañaba todo el tiempo... Se levantó del sillón, caminó de vuelta a su cuarto, la puerta se abrió, los pasos eran de nuevo lo único que rompía el silencio... Sara leyó la carta sentada en la cama, luego procedió a sacar una caja del armario.
La tapa de la caja se movió de su sitio y terminó en el suelo, el contenido quedo a la vista, la caja estaba llena de cartas de los últimos siete meses, Sara sonrió... A veces Grissom solo le escribía una línea para decirle que la extrañaba, a veces le mandaba largas cartas que podían llevar conclusiones científicas brillantes o profundas reflexiones dignas de un genio.
A veces las cartas parecían escritas por la fuerza de la costumbre y nada en ellas parecía indicar que Grissom extrañara a su esposa; otras veces parecía que las cartas desahogaban profundas reflexiones sobre el mundo que parecía que Grissom tenía que contar a alguien como para poner orden preciso a muchas cosas en su mente; pero otras cartas, quien sabe si más o menos, estaban escritas para extrañar a Sara, para contarle lo mucho que la añoraba... Algunas cartas simplemente decían "¿Cuándo vuelves?" y otras eran largas cartas salpicadas de citas románticas...
Sara guardó su última cartas. ¿Ya serían más de cuarenta? ¿O tal vez cincuenta?.. Volvió a colocar la tapa, volvió a abrir el closet y luego a cerrarlo, volvió a dejar a salvo su extraño tesoro.
Con una mirada al calendario calculó que en un par de semanas volvería a pasar unos días en París con Grissom, salió del cuarto... El reloj continuaba con su tic tac, Sara sonrió de nuevo pensando que había cierta soledad que valía la pena simplemente porque era un breve tiempo de espera.
