Disclaimer: La historia es mía mas los personajes no lo son sino de su respectivo dueño, Hidekazu Himaruya. Y los que crearon a los 2P ―no uso los diseños de Himaruya―, yo sólo les hago algunos ajustes y ya.
Gracias a NyoRusJap2P esto pudo ser posible. ¿Y por qué? Verán, si ella no hubiera pedido derechos de autor para poder hacer una secuela de "Los de la otra Dimensión" probablemente yo jamás hubiera sacado la energía para hacerlo y resulta que esta muchacha tenía unas ideas que simplemente no pude ignorar. Hablando terminamos trabajando juntas para lograr esta segunda parte. Así que denle gracias también a ella por favor. Si gustan pueden pasar por mi perfil y encontrarán un enlace del canal de ella. Espero lo disfruten, y muchas gracias por leer de antemano.
Notas previas: Si les surge la duda sobre el nombre de la dimensión, es cosa mía, en el fandom el "2P" no significa eso con exactitud, hasta donde sé. Como saben ―y para recordar―, las naciones tienen mucha fuerza hasta el punto de levantar autos y aguantar golpes exagerados, por lo que los del 2P también pueden hacer eso. Las traducciones de ciertas frases en otro idioma estarán al final del capítulo. Los hechizos no tienen una traducción exacta, la mayoría son palabras inventadas o modificadas que originalmente fueron en español, inglés o latín. Como un extra, pronunciación: En inglés: 2P = Two P = Tú Pi. En español: 2P = Dos Pe/ Segundo Pe. First Parallel = 1P = Opuesto a Second Parallel y mundo invadido. Pronunciación: En inglés: 1P = One P = Uan Pi. En español: 1P = Un Pe/ Primer Pe.
La sonrisa de Arthur no se la quitaba nadie, sus ojos verdes tarde o temprano se volverían celestes adornados de brillos malvas, todo su nuevo cuerpo se acoplaría a su alma llena de locura, pasaría poco para que sucediera lo mismo con los demás.
Tenían el control de dos dimensiones, lograron cometer sus planes. Ya no había vuelta atrás, la resignación fue casi instantánea para esas naciones frente a los de la otra dimensión.
Los de la otra Dimensión II
Capítulo 1: Luchar, Huir o Morir
Estamos en la dimensión autóctona de Arthur y sus compañeros, un mundo atrapado en una Tercera Guerra Mundial estancada. Ciudad actual: Londres, Inglaterra.
Las ex naciones, atrapados en los cuerpos de sus contrapartes, se encontraban refugiándose de la tormenta, bajo una lámina que colaba el agua de la lluvia cayendo ésta sobre sus cabezas. Resultaba muy extraño también, sus cuerpos no eran realmente suyos, no al menos originalmente. Es como usar una prenda que te hace sentir incómodo y raro, pero de una manera más extrema.
Aún se escuchaban los murmullos y maldiciones que lanzaban unos a otros, no era para menos que estuviesen perturbados tras la "bienvenida" que se les dio en aquel caótico lugar.
La fría lluvia lavaba poco a poco los temblorosos cuerpos manchados de sangre. Estados Unidos lloraba acurrucándose sobre sí mismo al lado de Inglaterra y repitiendo que lo sentía, que de no ser por él todo esto no estuviera sucediendo.
Pero el mayor no se lo permitió más, cansado de escuchar lo mismo, y con parte de la culpa cayendo sobre él, con cierta tosquedad, le respondió a modo de regaño: ―Ya deja de culparte, idiot, lo que necesitamos ahora es buscar la forma de volver, en lugar de andar lloriqueando.
Sangre fue lo primero que vieron al despertar. Carmesí era lo que llenaba de color la calle nocturnal, iluminada por las chispas de un incendio cercano, aromatizada del olor a carne putrefacta. La mayoría de la iluminación provenía de fuego en contenedores de basura o de chozas incendiadas. Risas, llantos, murmullos, gritos coléricos o risueños y sirenas de autos y camionetas se escuchaban en perfecta sinfonía.
Inglaterra, Japón y Alemania se encontraron juntos al abrir los ojos; pero no pasaron cinco minutos cuando un cráneo fue destrozado de un fuerte golpe justo frente a sus ojos. Éste era el origen del líquido que les salpicó el rostro; la espada de Yao y el grifo de Iván goteaban sangre proveniente de los cuerpos que les rodeaban. La pistola de Francis aún estaba caliente y expulsando el humo de la pólvora.
Un vuelco en su interior fue lo que sintieron, asombro y pánico al verse en un lugar desconocido para ellos. ¡Un maldito lugar completamente fuera de lo que conocían!
De la boca de Yao salió un pequeño comentario desinteresado, simple pero los hizo regresar a su respiración normal: ―Oh, ya despertaron.
Iván, posando sus intimidantes ojos rojos sobre ellos, aún en el suelo, espetó: ―La próxima vez que intenten apoderarse de otra dimensión los mataré sin piedad. ¿Entienden?
Ese comentario alertó a las tres naciones. De inmediato se incorporaron, ajenos a lo que sucedía. Alemania, extrañado, preguntó: ―¿De qué hablas? ¿Y qué haces aquí, o qué hacemos aquí?
―¿Qué te pasa Ludwig? ―Continuó Francis en un tono burlón ―. ¿Se te olvidó lo que sucedió?
Inglaterra, molesto, no dejó que el susodicho respondiera: ―¡Nosotros no somos sus desquiciados compañeros! ¿Y dónde estamos?
―Merde! ―Exclamó Francis, fastidiado.
Antes de que él pudiera seguir, desde unos pocos metros, se escuchó la voz seria y tosca de Matthew, diciendo con real molestia y haciendo que los presentes le volvieran a ver: ―Ese maldito desquiciado, estos no son nuestros compañeros.
Él llegó con un semblante que denotaba molestia y cansancio. Traía consigo un bolso de viaje algo viejo lleno de cosas que se marcaban alargadas y cilíndricas.
―Arthur lo logró ¿no? ―Decía Yao acomodando su espada en el cinturón, Iván bufó.
―Sí ―respondió Matthew ―. El payaso completó todo a tiempo. ¡El cuerpo de Canadá no sólo le daba energía a Inglaterra, sino que también a Arthur!
Las tres ex naciones quedaron aturdidas por eso. Alemania interrumpió antes que prosiguieran: ―¡Oye, espera! Explícate.
Matthew los volvió a ver con seriedad: ―Arthur los cambió de cuerpo justo antes de ser transportados a esta dimensión. Ustedes quedaron en el cuerpo y mundo incorrecto, ya no son naciones.
Otro vuelco y un sentimiento de derrota les recorrió el cuerpo a los tres. Por instinto se miraron a sí mismos. Sorpresa, decepción, horror y pánico. Ojos rojos y celestes, cabellos chillones o negros, cicatrices y un sentimiento extraño ante lo que no era suyo.
Japón y Alemania no dijeron nada, anonadados.
―No…―susurró Inglaterra ―. ¡No! ¡¿Cómo fue que ese maldito pudiera ganarme?!
―Inglaterra, ―lo llamó Alemania ―. Cálmate, podremos resolverlo.
―¡¿Cómo?! ¡No somos naciones, no tengo mucha magia y estamos en esta dimensión que no es nuestra!
Japón, manteniendo un poco la calma, más por fuera que por dentro, comentó refiriéndose a sus demás compañeros: ―Y debemos encontrar a los otros… ¿No creen?
―Bloody hell!
Francis, suspirando y sacando un cigarrillo, decidió tratar de calmarlo: ―Anglaterre , contrólate, así no lograrás nada.
El susodicho lo volvió a ver, aún con la respiración agitada.
―Sí, ―respondió Iván ―. Eso no sirve estando en Second Parallel.
―¿Second Parallel? ―Repitieron los tres extranjeros al unísono.
Matthew asintió, cruzándose de brazos, luego prosiguió con desgano y poco interés u orgullo hacia su hogar: ―La tercera de siete dimensiones y la segunda más podrida.
―Second Parallel ―repitió angustiado Inglaterra, recordando las lecturas sobre mundos distintos al suyo―. También es llamada 2P. ¡Demonios, esto es un asco!
Pero Francis, Matthew, Iván y Yao sólo sonrieron burlones. Matthew comenzó a hablar con burla: ―Bienvenidos, amigos, a Second Parallel .
Francis, soltando una gran bocanada de humo, terminó la frase sarcástica: ―Otra maravillosa dimensión.
Las tres ex naciones tragaron en seco, sin poder creérselo. Sudando frío y sintiendo el aliento tratando de escaparse de sus cuerpos. La noticia no les cayó bien, pero debían de ignorar eso por lo menos un rato, aquello no era esencial sino regresar a casa.
Ahora bien, debían encontrar a Estados Unidos y los dos Italia. Sólo que el inconveniente sería mayor: No eran naciones, humanos solamente. Fuerza y poder reducidos, de su esencia de países quedaban sólo residuos y para Inglaterra la única buena noticia es que aún conservaba una pequeña reserva de magia.
Empezarían a moverse.
―Deben de aprender a defenderse rápido, ―les decía el francés seriamente ―. Si quieren sobrevivir lo más probable es que, al menos por ahora, tengan que matar a alguien. Estamos en una de las zonas más inestables y peligrosas de este mundo.
Alemania torció la boca, disgustado y mostrando un poco de similitud en actitud del antiguo dueño del cuerpo que tenía. Inglaterra y Japón fruncieron el ceño.
―Aunque la idea no les agrade, ―dijo el ruso―. En este lugar tienes tres opciones para cada ocasión: Luchar, huir o morir; y no siempre pueden usar la misma.
Las tres miradas sumaron peso a esa afirmación. Matthew, sacando armas del bolso que traía, dijo con seriedad: ―Intentaremos ayudarlos para que regresen a su mundo, así que por ahora les daremos armas por si necesitan defenderse, lo cual podría suceder en cualquier momento.
Matthew le entregó tres pistolas a Alemania, un par de espadas a Japón y a Inglaterra un puñal de buen tamaño y dos pistolas. Cartuchos respectivos.
―Ahora ―empezó Francis ―. Matthew y yo iremos a buscar al par de Italias y Estados Unidos.
Inglaterra, preocupado y confundido como los otros dos, preguntó: ―¿Pero dónde podrían estar ellos? Venían con nosotros ¿no?
Francis le respondió seriamente: ―Sí, venían, por eso es que los vamos a buscar. Puede que hayan caído a unas calles de aquí.
Entonces decidieron comenzar a investigar. Francis y Matthew se habían ido por otro lado y las ex naciones se quedaron con los otros dos azabaches, esperando a que la mente se les aclarara un poco. Una tormenta no tardó mucho en llegar, ésta no sólo bajaba la temperatura, sino que volvía el piso algo resbaloso.
Alemania, Inglaterra y Japón seguían de cerca a Iván y a Yao, al dirigirse hacia la casa que uno de ellos tenía cerca del lugar. Cuando al cruzar la calle los separó un camión que más que conducirse parecía derrapar, seguido de otro vehículo más pequeño. Ambos venían con varias personas adentro que disparaban a diestra y siniestra unos a otros. No parecían querer quitarle la vida a alguien sino divertirse con los disparos dados al vehículo contrario. Yao e Iván tomaron "prestado" un auto que se encontraba cerca para usarlo como escudo, eran demasiados disparos perdidos para esquivarlos todos; las ex naciones rápidamente se ocultaron junto a ellos, siguiendo sus tranquilos pasos.
Del lado de Matthew y Francis era más calmado, al menos en cuestión de tiroteos. Ellos tomaron un camino contrario a los otros cinco y hasta ahora veían lo normal en esa estrafalaria ciudad: Calles llenas de todo tipo de basura, edificaciones y demás se encontraban con cierto descuido y al parecer hasta el vandalismo de mentes inestables.
Francis no tardó en sacar un cigarrillo, ese hábito de fumar lo tomó para evitar oler tanta porquería en el ambiente, además le era relajante. Matthew solamente acomodó su palo de hockey en su otro hombro; a pesar de no ser fumador no le molestaba en absoluto el humo tóxico de los cigarrillos. Prestar atención a la fuerte lluvia era lo de menos.
―¿Crees que hayan caído muy lejos? ―Le preguntó el canadiense al francés.
―No lo sé, pero lo que me tiene molesto es que Arthur haya logrado completar el condenado hechizo.
―Sí, tal vez él fue más rápido, o tal vez nosotros fuimos lentos.
―Ambas.
―¡Hump! ―Exclamó Matthew al detenerse y mirar hacia arriba ―. Al parecer Arthur decoró la Torre del Reloj antes de irse, ¿no te parece?
Francis se detuvo a mirar al famoso edificio a unas cuadras de ellos. Y sería hermoso ver este monumento, a menos que tenga un extravagante lazo color turquesa en la punta y no estuviera mal pintado de rojo en el resto. Esperamos que sea pintura roja, y que las chuecas manecillas del reloj hayan sido a propósito.
Francis lo miró, su rostro expresó repugnancia, continuó su camino y solamente dijo: ―Detesto a ese imbécil.
―Lo sé. ¡Oh! Mira, encontramos a nuestras ex naciones.
Decía Matthew mientras miraba una escena común para sus violáceos ojos y algo aburrida para el francés.
Italia Veneciano yacía inconsciente en los brazos de su hermano, Italia Romano, el cual con una varilla de metal golpeaba a quién se acercara a ellos; ambos estaban detrás de Estados Unidos, quien hacía todo lo que podía para mantenerse firme ante un montón de vándalos. Los dos mayores estaban cansados, cubiertos de sangre, empapados y totalmente confusos. Y claro está, en el cuerpo de sus contrapartes.
Matthew, cansado de siempre lo mismo, dio un ligero suspiro antes de usar su palo de hockey para dejar inconsciente a todos esos vándalos con apenas tres golpes. Las ex naciones sintieron un enorme alivio al verlos llegar.
Y sin esperar mucho, Estados Unidos corrió a abrazar a Matthew con suma alegría, gritando: ―Canada! My Little brother!
―Not, I'm so sorry but I'm Matthew.
Un lo siento y una afirmación sobre la falta de su hermano en esa dimensión. Sorprendido y con un nudo en la garganta, se alejó; Estados Unidos casi llora al instante, quería a su hermano y saber que él se encontraba bien. Matthew se parecía mucho a él a simple vista y en la desesperación sólo quería que lo fuera.
―Lo lamento, es que…
―No te preocupes ―le decía, de inmediato volvió a ver a Romano ―. ¿Qué le sucedió a Veneciano?
―N-No ha despertado, dime que puedes ayudarlo. Per favore!
Esa actitud, no era normal, para nada, Romano ya se encontraba en una real crisis nerviosa. Y puede que pareciera extraño, más de lo usual, sus ojos rojos acostumbrados a la enferma malicia y orgullo contrastaba con la preocupación que emanaba de él.
Los dos despertaron a base de bullicios y gritos, dándose cuenta que el lugar que tocaban sus pies no era precisamente el mundo que conocían. Cinco minutos les tomó para darse cuenta que algo había salido mal y que ahora estaban atrapados en algún lugar lejos de casa.
Y tampoco tardaron en meterse en problemas, descontando que Italia Veneciano no había despertado. Una pandilla los atacaron sin decir nada, luego dando a entender que vinieron en busca de dinero o comida o armas. ¡O algo!
Estados Unidos trató de apartarlos a todos mientras Romano cuidaba a Veneciano. Pero no lo logró, su gran fuerza se había extinto, también la energía se había reducido drásticamente. Y sabían que, claro estaba, la culpa de todo eso la tenía el hecho de tener un cuerpo que no era suyo. Sólo confusión y angustia tenían en la cabeza.
Italia del Sur no soltaba a Veneciano por nada; se irguió llevándoselo en sus brazos, tembloroso y con su expresión denotando miedo, fastidio y frustración.
―No se mueve y apenas respira… ¡Di-Dime que puedes ayudarlo, maldita sea!
―¡Ya tranquilízate! ―le gritó Francis ―. Venimos para ayudarlos así que no te pongas histérico.
―¡¿Que no me ponga histérico?! ¡Mi hermano está mal! ¡¿Cómo quieres que no me ponga histérico si parece que se está muriendo, maldición?!
―Ro-Romano, ―le llamó Estados Unidos, tratando de ser comprensible ―. Él estará bien, Francis y Matthew vinieron para ayudarnos. Al menos tienes a tu hermano contigo ―su voz se quebró, sus ojos azules se empañaron mientras miraba al par de hermanos ―. Y no… en otro mundo lejos de ti.
El italiano simplemente suspiró, tratando de ser fuerte y sintiendo pena por el estadounidense. Así que solamente asintió y decidió aceptar hacer las cosas como el francés y el canadiense decían, explicándoles todo lo ocurrido y qué estaba pasando. Estados Unidos e Italia del Sur aceptaron resignados incluso a las nuevas reglas. Al fin y al cabo, esta no era su dimensión.
...
Bloody hell!: ¡Maldita sea!/ ¡Maldición!
Merde!: ¡Mierda!
Anglaterre: Inglaterra
Canada! My little brother!: ¡Canadá! ¡Mi pequeño hermano!
Not, I'm so sorry but I'm Matthew: No, lo siento mucho, pero soy Matthew
Per favore!: ¡Por favor!
