Encontraré la manera
Capítulo 1 - ¡¿Tú?!
Si el hombre es un animal social, Ren Tao distaba mucho de ser un ser humano. Había llegado hasta Japón desde China, por un intercambio escolar que a sus padres (es decir, a su padre) se les había figurado como una "maravillosa oportunidad para que nuestro hijo aprenda que nuestro país es el mejor". Y tenía que admitir que, hasta ahora, sus progenitores estaban en lo correcto: nadie allí tenía la más mínima pizca de interesante, a su parecer. Jun, su hermana mayor, que llevaba un buen tiempo viviendo en Tokio, continuamente intentaba persuadirlo de lo maravillosamente distinto que era ese país de casa, y que debería hablar de vez en cuando, saludar, o al menos dejar de lanzarles miradas de "vas a morir mientras duermes" a todo aquel que lo saludara. Rodaba los ojos, sin disponerse a escuchar mucha mas palabrería de la boca de la muchacha de cabello esmeralda, y salía de la habitación para internarse en su cuarto. Entonces era cuando Jun se daba por vencida ante otro día rutinario.
Tenía que admitir que la vida sin sociabilidad era aburrida. En China al menos, las niñas lo mirarían como a un sueño, y los chicos le temerían por su nombre, pero nadie se le acercaría, y estaría en paz sabiendo que era el mejor y aún así nadie lo molestaba. Aquí, en cambio, la escuela no le gustaba para nada. Quizás de tener uno o dos "amigos", la hubiera pasado mejor, pero no le agradaba la actitud de todos esos japonesitos tontos. Y estaba hablando en concreto de algunas personitas. De unas tres personitas. O de unas diez o quince personitas, pero aquellas tres eran las más molestas.
Era una pandilla típica de las escuelas secundarias de Japón. La mayoría de las veces iban de a cinco o seis, pero cuando era hora de disfrutar al máximo una peleita incivilizada, se juntaban quince o veinte de ellos, proclamando su mínima pertenencia al grupo. De todas maneras, aunque muchos de ellos no fueran especialmente reconocidos, toda la escuela sabía que tenían tres cabecillas. Juntos o por separado, todos los estudiantes les temían, y sabían que la escuela era prácticamente suya.
Asakura Hao, el cabecilla de la pandilla y la persona con el record más largo de la historia de la escuela sobre veces en los que ha sido castigado, tenía la extraña habilidad de cautivar a las chicas de la escuela, dejando una estela de corazones rotos detrás de él y maltratar a cualquier idiota que se cruce sin que esto tuviera ninguna repercusión en su reputación de chico genial. Su cabello castaño, largo y tan cuidado que parecía haber salido de la peluquería cada vez que entraba en clase, al parecer le había granjeado muchas bromas en primer año, pero después de repartir muchos golpes aquí y allá, la gente decidió que era suficiente de burlarse de ello y pasó a adaptarse a ver los largos cabellos meciéndose por aquí y allá. Tenía un hermano gemelo medio baboso llamado Yoh, que siempre andaba por ahí con una chica rubia y un pequeño de expresión aburrida, y estaba siempre con su mejor amigo y mano derecha, un tipo al que todos llamaban HoroHoro.
HoroHoro era la persona más molesta en el mundo. En su ranking mental de cosas ruidosas y estúpidas, Ren le aseguraba el segundo lugar (el primero lo tenía una niña algo psicótica llamada Pirika, que siempre andaba tironeándole del brazo a este intento de ser humano). Era casi siempre la parte más frontal de la pandilla, es decir, aquel que amenazaba a los niñitos en los recreos, o se valía de su estatura de mastodonte intimidar a otros pendencieros cuando solicitaran un boleto de ida y vuelta a la Antártica en Aerolíneas Patada, pero como casi nunca llegaban a esos extremos y ya casi no tenían enemigos en la zona, se conformaba con reír de manera estridente y darles a las víctimas el empujón final. A pesar de todo, era el único que podía frenarle el carro a Hao, una especie de tratado de mejor amigo que ambos respetaban.
De ahí, pasamos al tercer espécimen, Chocolove. Realmente, no sabía mucho de él, más que se la pasaba la mayor parte del tiempo haciendo chistes estúpidos de los que nadie (ni los pobres muchachos a los que molestaban, ni los mismos miembros de su pandilla) se reía, y que también era estudiante de intercambio, en su caso, de Estados Unidos. Podría ser malo con los chistes, pero era bueno mintiendo y, con sus rápidas excusas era el escudero personal de Hao.
Los demás, como hemos explicado antes, eran como las moscas alrededor de la m…iel. No muy importantes, hechos sólo para rellenar o para las peleas después de la escuela. Y hablando de Roma…
-¡Miren! Es Tao Ren, Tao Ren… ¿o Tao Reru? (1) – chilló el idiota de Chocolove, mientras que HoroHoro lo empujaba hacia atrás, haciéndolo caer del banco en el que estaba sentado. Tan sumido en sus pensamientos estaba que no alcanzó a reaccionar (ni a verlos venir, claro está) y dejó escapar un ligero chillido cuando su espalda golpeó el duro suelo. Sólo por esa vez, los miembros de la pandilla rieron con estridencia ante una de las bromas del moreno y su estúpida e infantil reacción.
-Oye Tao, creo que te están esperando en el baño de niñas para contarte un secretito – siguió el muy idiota, emocionado, cosechando otra risotada general de parte de la multitud. – creo que quieren decirte que… ¡te pongas un vestido rosado!
A esto siguió un silencio general, en el que la pandilla, Ren y la gente que pasaba por ahí rodaron los ojos de una manera muy específica. Chocolove, sin embargo, no se dio por enterado y siguió expectante, esperando una reacción que no habría de llegar. El momento se prolongó hasta que el muchacho de cabello azul le puso una mano en el hombro y suspiró.
-Algún día nos libraremos de este recuerdo – le dijo, de manera consoladora. El moreno se limitó a asentir, moqueando ligeramente, mientras que todos los presentes ponían los ojos en blanco nuevamente.
-Bueno, idiotas, ya basta, ¿Qué no ven que molestan a nuestra damisela favorita? – preguntó Hao, haciendo su entrada triunfal entre sus dos amigos, y mirándolo con su característica expresión de superioridad. – creo que la has asustado, Horito, mira como tiembla. – y es que Ren temblaba, pero de coraje. Una cosa era molestarlo, otra cosa era llamarlo niña. Ya verían esos… intentos de personas. El chico de pelo azul miró la escena un segundo (porque el muy idiota necesitaba asimilar las palabras lentamente, se dijo a sí mismo nuestro amigo de cabello puntiagudo) y sonrió, encogiéndose de hombros – creo que deberías disculparte – siguió su amigo, con una voz falsamente madura.
-Tal vez lo haga, algún día. Tú espérame sentadito en el banco, Tao… o en el piso, si te place, lo dejo a tu elección – volvió a bromear el mastodonte, y una nueva risa retumbó por los terrenos.
Y fin del acto, todos empezaron a dispersarse. Ren se paró lentamente, recordándose controlar su ira, pues ya lo habían expulsado de cinco escuelas distintas antes que esta, y su padre no había estado nada feliz con ello. Tomó la bandeja de almuerzo, ahora casi vacía (los saqueos ocurrían todos los días, mientras los protagonistas de la noche robaban cámara), y pensó que podría conseguir un poco más de comida si se apresuraba. Caminó unos pasos, con los tres mosqueteros aún tonteando allí cerca, pero él sabía que nada más pasaría: no había acto a menos que hubiera público.
-Por cierto, Tao… - escuchó que Hao le soltaba por último, por lo que se giró sobre sus talones con tanta rapidez que tropezó y la bandeja fue a enterrarse… en medio del uniforme de su interlocutor. Casi al mismo tiempo, sonó la campana para entrar a clases, pero nuestros personajes no parecían haberse dado cuenta.
Ren se quedó mirando muy interesado y estático la manera en que el rostro de Hao parecía estar y no estar viendo lo mismo que él: sus ojos estaban muy abiertos, como si se le fueran a salir de las órbitas. El Tao volvió a la realidad sólo cuando se percató de que la campana había sonado hacía algo así como dos minutos, y que HoroHoro se acercaba al castaño para tomarlo por el hombro, preocupado ante su inexrpresividad. Esto hizo que el castaño reaccionara, primero viendo confuso a su amigo, y luego volviendo un par de ojos completamente en llamas hacia el chino. Estaba totalmente furioso. Era mitad del día y tenía la camisa toda embarrada con salsa de tomate, siendo el gran Hao Asakura.
-Esto… me lo pagarás… a la salida… ¡estás tan muerto! – vociferó, y se giró para comenzar a caminar pisando tan fuerte que parecía estar intentando dejar huellas en el cemento. Sus dos amigos le lanzaron miradas amenazadoras y lo siguieron, corriendo. Se les quedó viendo un momento más, antes de murmurar, bien bajito…
-Mierda
Las horas que siguieron pasaron con extrema rapidez, entre las continuas miradas amenazadoras y las explícitas señas que Hao le hacía con el dedo en su cuello. Ren no era cobarde, pero tampoco era estúpido: por muy bien que supiera pelear, sabía que Hao era superior a él. Y si no era así y lograba vencerlo, aún tendría que enfrentarse a la montaña azul y al negrito, sin mencionar el resto de los idiotas que los seguían. Y para ese entonces seguramente estaría lo suficientemente desgastado en cuestiones físicas para ganarle a muchos más. No duraría mucho, y probablemente, entre más intentara defenderse, más lo patearían y golpearían, llegaría a casa hecho una bola púrpura y sus padres se decidirían a sacarlo de la escuela y devolverlo a China (que aunque le gustara mucho su país, en Japón tenía una relativa libertad comparada con la vida en casa de sus padres, así como también se salvaría de ser castigado en múltiples ocasiones por débil o por maleducado). Ese pensamiento fue el que le dio una solución que heriría su orgullo, pero que salvaría su trasero: esconderse en la escuela hasta que la manga de idiotas se cansara y se fuera. Sabía que sólo era prolongar el problema, porque Hao difícilmente lo olvidaría, y al día siguiente lo increparían de nuevo, pero era lo único que se le ocurría. Fue la última persona que abandonó el aula ese día. Se asomó ligeramente por el umbral de la puerta, y apenas lo hizo, tuvo que irse a meter al salón de enfrente. Había visto al chico de cabello azul, recargado contra una pared, como esperando algo. Esperándolo. Seguramente Hao se había dado cuenta de que no estaba entre los que salían y lo había puesto a montar guardia… pero al parecer HoroHoro no lo había visto pasar. Estaba allí aún, vigilando de una manera un tanto distraída, lo que significaba punto para él. Después de unos momentos el chico al parecer pensó que había algo mejor que hacer (o un lugar mejor en donde esperar) y re-emprendió su marcha por el pasillo. Se felicitó mentalmente: Ren dos, Hao cero. Apenas lo vio desaparecer en una esquina, Ren suspiró profundamente y comenzó a caminar en el sentido contrario. No fuera cosa de encontrárselo de frente y que lo hiciera pedazos tan rápido. Al menos tenía que durar hasta el día de mañana. Caminó por como diez minutos, buscando un escondite que le sirviera. Si había algo que le gustaba de esa escuela, era que al ser tan grande, había muchísimos lugares donde estar sin ser visto, pero, a su parecer, ninguno realmente satisfacía su necesidad de no ser encontrado. Eran todos escondrijos muy predecibles, y si moría, quería hacerlo en un lugar digno.
Siguió en su… épica aventura, hasta que lo vio y se le iluminó el rostro (no, en verdad no, pero dentro de Ren, un chibi saltaba y bailaba por la victoria): El depósito de limpieza. Las personas que limpiaban no llegaban sino hasta la noche, y estaba cerrado con llave hasta la hora de salir de la escuela, pero ahora la puerta oscilaba abierta de par en par, como invitándolo a entrar. Si cerraba desde dentro sólo podrían entrar las personas que tenían llave, o en su defecto, él mismo, así que era el lugar perfecto para esconderse hasta pasada la hora que sus perseguidores esperarían afuera. Por más fuertes que fueran, no tirarían la puerta abajo.
Entró y cerró la puerta por dentro como si le hubieran enseñado desde pequeño a hacerlo. Contemplo su obra con malicia, y se volvió al resto de la polvorienta habitación, esperando ver lo que, en efecto, vio: unas cuantas escobas, productos de limpieza, una solitaria lámpara iluminando un escritorio…
-¿Qué? – se preguntó, extrañado, y comenzó a acercarse. En el escritorio, una maquina de escribir apretujaba una carta a medio acabar, que empezaba con "Querida Momoko:". Entonces lo supo: había encontrado el escondite de la Señorita Sayuri.
La Señorita Sayuri era la misteriosa consejera sentimental de la escuela. Nadie sabía quien era, en que año iba, si en realidad era mujer, humana o era el director o un alien escuchando y respondiendo problemas ajenos, y nadie sabía cómo hacía para que las respuestas a sus cartas aparecieran al día siguiente en los casilleros de sus respectivos dueños, con una puntualidad casi inglesa.
Pensamientos de Ren:
1-"Este es un día excepcionalmente largo"
2-"¡Este lugar da asco!'
De todas formas, no tuvo mucha oportunidad de reflexionar, porque en ese momento, un sonido de forcejeo con la cerradura lo sobresaltó de manera tan asombrosa que dio un gigantesco salto para atrás. Se oyó un gruñido del otro lado, seguido por una exclamación, algo así como "¡Debí haberla cerrado!", y para cuando quiso darse cuenta, una figura conocida entró por la puerta, silbando. Parpadeó un par de veces, atónito al ver a HoroHoro, el matón más rudo de la banda de Hao, con cara de estar asustado de muerte y todo sonrojado, una bandeja con un café y unas golosinas en las manos. Se sintió palidecer él mismo, pero al ver que el otro no parecía estar muy interesado en golpearlo hasta que se desangrase, se repuso.
-¡Y-yo puedo explicarlo!, no es que yo sea… es decir, no, yo… yo venía a traerle el café a… la señorita Sayuri, claro y… - comenzó a balbucear irracionalmente el muchacho, haciendo que se viera aún más estúpido de lo que normalmente.
Ren alzó sus cejas ligeramente, incrédulo de que el tipo que tanto lo molestaba en los recreos estuviera tartamudeando y con la cara toda roja, ahí delante suyo. Estaba mintiendo, eso era seguro, pero la cosa era ¿qué demonios estaría ocultando? Cuando comenzó a atar cabos, la mandíbula casi se le sale de lugar.
-¿TÚ ERES LA SEÑORITA SAYURI?
Fin del capítulo 1
(1)– Chiste que le hace HoroHoro a Ren en la fiesta luego del empate con Yoh. Por lo que decía los subtítulos, lo primero era 'que no se cae' y lo segundo significa 'se cayó'. Si estoy equivocada corríjanme por favor xD.
Notas de la Autora:
Bueno, este primer capítulo es una especie de introducción al mundo que veremos más adelante xD los otros capítulos son un poco más largos, con más diálogos y más situaciones típicas y oh-no-tan-típicas de los fics escolares.
Como verán, es un AU situado en una escuela secundaria en Japón, donde yo y mi alocada cabezota podemos hacer lo que se nos de la gana xD en próximos capítulos (ya en el próximo un poco xD) es shounen ai, con un trío que particularmente me encanta xD ya verán. También quiero pedir disculpas si este fic es demasiado PWP, estoy intentando romper un bloqueo de escritora que me tiene con unos nervios xD últimamente no puedo hacer mucho, pero les prometo que este fic será un cliche-no-cliche fic xD.
Para rematarla, quería dar saludos a mi nietita (y recién tengo 15 años T-T no tomen, niños xD) Kyky Vodkita! Que cumplió años hace muuucho, pero que de todas maneras no me gustó el regalo que le hice (fic que se llama Tarea Pendiente, si se fijan… es malo TT) y tiene parte de su homenaje aquí! Ea! Para los amantes de HoroRen, o del HaoHoroRen xD también hizo y publicó un fic llamado Posesivo. Su usuario es Zero Vodka, seguro anda pululando por quiero agradecer a Miguel (siempre con sus consejos y leyendo mis fics xD) y a Chechulaia (LOL que espero no me mate por eso… y que también leyo parte de este fic antes xD) por ser bueenos beta readers xD.
Nos vemos en la próxima entrega!.
Aome Faith Usui Jinx
