Aviso: Los personajes y el mundo de Harry Potter le pertenecen a la reina J.K Rowling, yo solo me apropio de esta historia y algunos personajes inventados.
Andrómeda
Para Andrómeda Black su vida ya estaba planeada. Era parte de la importante familia Black, la gente temblaba al escuchar su nombre, tenía tanto dinero que sería incapaz de contarlo antes de terminar de vivir y el prestigio que venía con ella era suficiente para asegurarle una vida cómoda.
Desde niña sus padres le habían enseñado lo afortunada que era de ser una Black. Ella no era solo una bruja sangre pura, era mejor que los demás. Era parte de los sagrados veintiocho y su sangre jamás sería mezclada con la de aquellos brujos impuros y desagradables que opinaban que los muggles eran iguales a ellos.
Porque ella también entendía aquella diferencia. Los muggles no eran más que una sucia plasta en la sociedad que ni siquiera merecía ser nombrada. Pero peor a ellos eran los desagradables y pestilentes Sangre Sucia.
Andrómeda oía dos veces por día a su madre quejándose de ellos, de cómo eran una aberración que nunca debió haberse creado y de qué no podía entender cómo eran admitidos a estudiar magia. El estómago de Druella Black se retorcía de solo pensar en ver a sus adoradas hijas teniendo que relacionarse con ellos cuando entraran en Hogwarts.
Y ese era el único punto que significaba una ruptura para Andrómeda, algo que la obligaba a esforzarse hasta el cansancio para enorgullecer a sus padres. Tenía que ser mejor que sus hermanas.
Andrómeda nunca deseaba superar a Narcissa, pero ello era demasiado sencillo. Era una niña llorona, temerosa y leal a quien tuviera el poder en el momento conveniente. A menudo su padre decía que para lo único que sería útil era para contraer nupcias con una buena familia de magos, pues Narcissa era indiscutiblemente bella.
Aunque su madre siempre les repetía que el amor era una debilidad, Andrómeda sentía especial cariño por su hermana aunque rara vez lo demostrará. Algunas veces era escondiendo los desastres que pudiese provocar solo para evitarle los terribles castigos de sus padres, ayudándola con clases nocturnas y secretas de escritura de modo que su madre no volviese a usar aquellas horribles plumas cuya tinta era tu propia sangre. Otras era consolándola durante las pesadillas o no dejándola por su cuenta cuando iban a visitar a la tía Walburga. Andrómeda sentía que por ser su hermana mayor le debía a la pobre Narcissa una protección que ella nunca había recibido.
Porque Bellatrix era especial. Sus padres la presumían en todas las reuniones como la niña educada e inteligente que esperaban fuese la mejor de su clase cuando iniciará el colegio, aquella chica hermosa que podía entablar difíciles conversaciones con magos más grandes que ella y que robaba las miradas a donde quiera que iba. Aquella chica que le provocaba a Andrómeda los peores dolores de cabeza.
Si Bellatrix fuera un halcón, entonces Andrómeda sería el ratón que siempre intenta cazar para descuartizar lentamente.
Su hermana mayor nunca intentaba ocultar todas las travesuras que iban dirigidas a ella para intimidarla, para mostrarle que era ella quien mandaba en aquella casa y que sus padres no pensaban castigar aunque les fuera la vida en ello. Y Andrómeda lo aprendió de la manera cruel, después de que su padre le apagará un cigarro sobre la piel a modo de reprimenda cuando Bellatrix llegó llorando porque "su hermana le había dejado caer el bote de pintauñas encantado de mamá en el cabello".
Cuando la carta de Bellatrix llegó, Andrómeda se puso feliz porque sabía que pasaría un largo tiempo antes de tener que volver a verla. Y cuando ella asistiera a Hogwarts podría apartarse todo lo que quisiese de su hermana para no ser molestada.
Durante aquellos tres años en que Bellatrix solo escribía a casa para comentar como era la mejor en todo lo que se proponía, Andrómeda se la pasaba en casa de la tía Walburga y el tío Orión. La tía Walburga era una bruja horrorosa que compartía con su madre el placer de insultar a todos los sangre sucia y criticaba el modo de dirigir el colegio por parte de "Aquel inmundo amante de los traidores a la sangre" de Albus Dumbledore, por lo que las veces que Narcissa y Andrómeda estaban en su casa, en el número doce de Grimmauld Place, se la pasaban jugando con sus primos Sirius y Regulus.
Narcissa normalmente se perdía en la cocina para hablar con los elfos domésticos, pero Andrómeda aceptaba jugar y entretener a sus dos primos pequeños. En especial si debía encargarse de mantener a Sirius fuera de problemas, pues las bromas del niño le acarreaban dolorosos castigos que no podía soportar ver. La tía Walburga era mucho más cruel que su madre cuando de imponer disciplina se trataba y después de que Andrómeda viera como le ordenaba a los elfos el azotar a Sirius tras verlo ponerle un Drooble a Narcissa en el cabello, Andrómeda se prometió defenderlo igual a como hacía con su hermana menor.
— Todo sería mucho más fácil si tan solo dejarás de molestarla— Limpiaba sus heridas en la cocina, Sirius conteniendo los sollozos— ¿Qué te cuesta comportarte un poco mejor?
— ¿Y ser un amargado como todos los de esta endemoniada casa? No sabía que un requisito para ser parte de la familia Black era perder todo el sentido del humor.
— No te digo que seas una pared insensible, Sirius. Solo que debes empezar a medirte. No la provoques y esto no volverá a ocurrir.
Sirius solamente había bufado con enojo creciendo en su interior: — No pienso cambiar solo para demostrarle que le tengo miedo, yo no soy como Regulus o como tú. Yo no pedí nacer en esta familia.
— Deberías sentirte orgulloso, no siendo un malagradecido— Los ojos grises de Sirius vieron a los suyos que eran de un tono castaño, y ella notó que reflejaban el dolor y la discordia.
— Mamá le lanzó un crucio a Regulus ayer porque lo vio dándole comida a Kreacher. No puedes obligarme a sentirme orgulloso de ser parte de esto— Su tono fue frío y triste.
Andrómeda no volvió a corregirlo por ello, pese a que se encontraba en total desacuerdo con la manera en la cual su primo se refería a su familia. Algo debía estar haciendo mal Regulus para ser castigo ¿O no? Ellos eran mejores que todas las criaturas, los elfos domésticos eran tan solo sirvientes que debían ser tratados como tal. Podías mostrarle a una víbora como comer de tu mano, pero nunca le quitarías su habilidad de morder.
Sin embargo y a medida que aquellos tres años pasaban, Andrómeda y Sirius se volvieron cercanos. Esto parecía desagradar totalmente a los padres de Andrómeda, que acusaban a su primo de ser un revoltoso mocoso y un bueno para nada que arruinaría la reputación de la casa Black, pero como no intentaron hacer amagos de separarlos su relación amistosa siguió creciendo, siendo Andrómeda la única razón por la cual Sirius no hacía tanto desorden durante las fiestas de la familia.
Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
El día en que su carta de Hogwarts llegó estaba lloviendo. Era una tormenta estruendosa que sacudía las paredes de la mansión Black, el viento parecía calar los huesos de todos los residentes y su madre estaba especialmente de mal humor.
Andrómeda cumpliría los once años en tan solo 3 días y su hermana no dejaba de molestarla llamándola Squib y cantando molestos versos de una canción inventada a la cual titulaba "La deshonra de la familia Black". Algunas veces obligaba a los elfos domésticos para que hechizaran los instrumentos que había en la sala para entonar una melodía que acompañara su desagradable canto que ya le provocaba migrañas a Andrómeda y que no podía sacar de su cabeza.
"Ahí viene la squib Andrómeda,
La más vergonzosa hechicera,
Sus padres no debieron tenerla,
Es quien trae la sombra, quien maltrata el honor de la casa,
Da tanta vergüenza que no debería apellidarse Black,
Solo se lo pusieron por lástima"
Bellatrix podría durar horas sin respiró, siguiendo a su hermanita alrededor de la casa con Narcissa pisándole los talones y aplaudiendo mientras hacía los coros a su molesta canción. Una vez incluso le paso un pergamino en la cena, justo frente a su padre, y sonriendo maquiavélicamente para que pudiera recordarla cuando la terrible noticia cayera sobre la familia y fuera desheredada. Si la carta no llegaba en esos días Andrómeda no estaba segura de la tortura a la que la someterían sus padres por mancillar el honor de la casa más importante del mundo mágico.
Fue por eso que se despertó temprano aquella mañana del 17 de Julio, esperando tomar un poco de comida de la cocina antes de que su estómago se cerrará por los nervios. Eso y que temía que Bellatrix metiera algo en su plato para intoxicarla solo por divertirse.
Los elfos de su casa eran muy distintos a los de tía Walburga. Ellos nunca levantaban la mirada, tampoco hablaban y solamente asentían ante las órdenes pronunciadas por sus padres y magos importantes que visitaran la casa durante eventos trascendentales, como el cumpleaños de las chicas o la soberbia fiesta de año nuevo que sus padres siempre organizaban. El entrar a la cocina significaba verlos tropezarse para evitar tocarla y ser pateados, escucharla comer sin pronunciar palabra alguna para darle conversación y respirar tan bajo que algunas veces Andrómeda pensaba que estaban muertos.
Agarró una manzana que serviría para cocinar un pastel y se sentó en la mesa. No hubo dado el primer mordisco cuando una lechuza parda ingresó por la ventana y se estrelló en su regazo, empapando su pijama. Andrómeda dejó escapar un gritó de sorpresa y se levantó de inmediato dejando caer el ave húmeda al suelo y tratando de limpiar el desastre que había formado en su ropa. Fue hasta que vio el sello en la carta que corrió para agarrarla y leerla con manos temblorosas.
Colegio Hogwarts de magia y Hechicería,
Director: Albus Dumbledore (Orden de Merlín de primera clase, jefe supremo de la confederación de magos y Jefe de magos del Wizengamot)
Estimada señorita Black,
Tenemos el placer de informarle que dispone de una plaza en el colegio Hogwarts de magia y Hechicería. Las clases darán inicio el próximo 1 de septiembre, por lo que se le recuerda abordar el expreso en la plataforma 9 ¾ en la estación Kings Cross.
Adjunto viene la lista de textos que necesitará para su curso escolar, salve recordar que los estudiantes de primer año no pueden llevar una escoba propia.
Atentamente,
Minerva McGonagall, directora adjunta.
Andrómeda no pensó que pudiera ser capaz de gritar tanto o de correr tan deprisa para llegar al dormitorio de sus padres. Jamás se imaginó a si misma abriendo la puerta de un golpe para entrar exclamando emocionada, saltando de arriba abajo, que había sido aceptada en Hogwarts. Estar contenta de que Bellatrix se equivocará por primera vez.
Lo que sí suponía era el descontento que su madre presentaría por aquella terrible falta de respeto.
— ¡Silencio! ¿Te has creído que esto es una especie de patio? ¿No te hemos enseñado modales tu padre y yo? ¡Inaceptable! ¡Imprudente! — Su madre levantó la mano y le dio una bofetada que le puso a carne al rojo vivo.
— M-me han aceptado en Hogwarts.
Druella Black se limitó a levantar una ceja en aquel perfecto y pálido rostro que no retrataba emoción alguna: — Y ¿A dónde más creías que te iban a aceptar? ¿En Durmstrang? Sinceramente Andrómeda, no es necesario que grites tanto por un pedazo inútil de papel ¿Pensabas acaso que no iba a llegarte?
En su mente seguían reproduciéndose las imágenes de Bellatrix tarareando y de Narcissa aplaudiendo, pero frente a su madre se limitó a negar.
Su madre mantuvo la puerta abierta para que ella saliera y antes de cerrarla la detuvo del brazo, sus largas uñas clavándose en su piel. Cuando Andrómeda levantó la mirada supo al ver la expresión en el rostro de su madre que la próxima vez que se le ocurriera entrar en la habitación de sus padres de manera tan desaforada se llevaría más que una simple bofetada.
— ¿Quién lo diría? Resultaste menos Squib de lo que pensaba.
Bellatrix estaba parada contra la puerta de su dormitorio luciendo una sonrisa que le ponía los pelos de punta. Andrómeda se limitó a levantar la cabeza con orgullo.
— He sido aceptada en Hogwarts— Repitió lo mismo que le había dicho a su madre— Trata de probar ahora que sea una deshonra para la familia Black, Bella.
Bellatrix no borró de su rostro la sonrisa marcada, jugando ahora con un mechón de su cabello negro y mirando a su hermanita con una especie de diversión malévola: — Se necesita más que una simple carta para ganar honor a nuestra casa, Meda. Hogwarts está lleno de asquerosos sangre sucia, desagradables mestizos y traidores a la sangre que pretenden envolver a cualquiera con sus tontas costumbres e ideales igualitarios. Una debe tener carácter para mostrarles quienes son aquellos que deban mandar de verdad, y me temó que tu posees tanto como Cissy inteligencia; es inexistente.
— Lo veras muy pronto. Seré el mayor orgullo que verá la casa Black.
Bellatrix dejó salir una risita ahogada e imitó en el aire la bofetada que su madre acababa de darle, riendo más fuerte cuando vio el sonrojó en la cara de Andrómeda.
Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Fue después de la cena de aquella noche que Andrómeda sintió el verdadero terror.
— Quiero que vengas a mi despacho antes de irte a dormir.
Esas fueron las únicas palabras que su padre le pronunció cuando llegó del ministerio y bastaron para que Narcissa la mirará como si alguien ya le hubiese lanzado la maldición asesina y Bellatrix probablemente estuviera inventándose una nueva canción a modo de mofa.
Las tres hermanas y su madre sabían que el despacho de Cygnus Black estaba prohibido y que solo se entraba cuando alguien ameritaba un castigo. La mente de Andrómeda se llenaba de excusas vacías y tontas para poder implorar piedad a su padre quien de seguro iba a torturarla por haber armado tanto revuelo; aunque sabía que era inútil, rogarle solamente le enojaría peor debido a que le mostraría debilidad y un Black jamás podía ser débil.
El mostrarse conforme era la única salida que le quedaba para no sufrir tanto. Pero mientras el reloj corría no podía parar de imaginarse de que forma su padre le interpondría la disciplina aquella noche. ¿Usaría la maldición cruciatus como aquella vez en que Narcissa rompió un jarrón durante una fiesta? O ¿Acaso agarraría aquel horrible cuchillo para hacerle unos cortes en la espalda desnuda por ser desobediente como cuando Bellatrix salió sin permiso de casa? ¿Podría ser capaz de golpearla con el látigo como aquella vez cuando tenía siete años y se negó a aceptar un feo dulce de parte de la abuela Irma? Cada opción era más terrible que la anterior y Andrómeda temblaba de solo ver la hora acercándose.
Finalmente tuvo que hacer acopio de todo su valor y tocar la inmensa puerta del despacho de su padre. El sonido era ensordecedor y parecía resonar por toda la casa, llenando los oídos de Andrómeda hasta taponarlos. Su padre abrió la puerta de inmediato y ella se vio obligada a entrar en aquella sala que tenía una decoración sobria.
Varios sillones, mesas de mármol que rodeaban la sala pintada de verde y un escudo de la casa Slytherin eran lo único que la acompañaría en aquella conversación con su padre. Cygnus Black era alto, delgado y con postura aristócrata además de lucir unos pálidos ojos grises que caracterizaban a la familia Black pero que ninguna de sus hijas había heredado, demostrando que los genes de los Rosier habían sido más fuertes en aquella ocasión. Su padre le pidió sentarse con un simple asentimiento y Andrómeda no dudo en obedecerle, temiendo que su castigo fuera peor si no se movía con rapidez para que su padre pudiera ejecutarlo pronto.
— ¿Sabes qué tan antigua es nuestra familia? Llevamos siglos perteneciendo a la comunidad mágica, podemos presumir con alegría de que nunca hemos combinado nuestra sangre con la de aquellos asquerosos muggles solo porque la gente decía que podríamos extinguirnos. Si era necesario nos casamos entre nosotros para mantener la vigencia de la sangre pura, lo cual nos hace demasiado importantes y nobles Andrómeda. Hogwarts ya no está en sus tiempos de gloria desde que le permitieron a ese idiota de Dumbledore ser director y él llegó con las ideas de que todos los brujos somos iguales. ¿Entiendes por qué eso es una mentira?
— Porque los sangre sucia son una vergüenza para los magos.
Su padre dio un atisbo de sonrisa que le recordó a Bellatrix durante unos momentos: — Exactamente. Ahora que te han admitido es tu deber con la ancestral casa de los Black el traerle algo de lo cual sentirse orgullosa.
— Ser la mejor de mi clase— Aventuró Andrómeda.
— Sí eso también puede ser importante pero lo principal es que te luzcas. Estudiarás con nadie más que con el hijo de Acleticus Lestrange, Rabastan, y esa familia es la que necesitamos para seguir alimentando a la casa Black. Debes demostrarles a los demás lo fuerte que eres, lo habilidosa que eres para que captes el ojo de un muchacho sangre pura que enaltezca a nuestra familia justo como lo hace Bellatrix ¿Sabes que es muy buena amiga de Rodolphus Lestrange? ¡Esa es la clase de personas con las que debes rodearte! Una mujer no llegará lejos de no ser por un matrimonio importante y quiero que lo recuerdes Andrómeda.
Andrómeda procesó las palabras de su padre quien la estudiaba con devoción enfermiza.
— A lo que deseo llegar hija es a que te quede claro lo importante que es para nosotros como familia el que tú sigas los pasos de tu hermana. No deseamos una simple bruja que sepa hechizar si no traes propuestas contigo y no deseas decepcionarnos ¿Cierto?
Andrómeda asintió luciendo dispuesta aunque por dentro una parte de ella gritaba que no deseaba ser igual a Bellatrix bajo ningún concepto. Su padre pareció complacido y la dejo salir para que fuera a acostarse y fue así como Andrómeda se descubrió a sí misma, mientras subía los escalones de caoba de aquella gran escalera a su habitación, prometiéndose que haría todo lo que estuviera en sus manos para no ser la deshonra de la noble y ancestral casa de los Black.
