Zant estaba cansado. Se sentó en el suelo de piedra y se puso a pensar. Estaba perdido en algún lugar del Reino del Crepúsculo pero a él no le importaba. El cielo de ese mundo siempre le gustó, tan tranquilo, sin prisas. Lo único que no le hacía gracia era que él no era el que estaba al mando, sino sería completamente feliz. Hizo que su máscara se retirara de la cara para poderlo ver mejor. Nubes negras en un cielo dorado. ¿Qué más se podía pedir? Estuvo un buen rato sin decir nada, en silencio con la vista fija en el cielo.

- Bonito, ¿verdad? -preguntó una voz femenina a su espalda-.

- ¿Qué haces aquí… Midna?

- ¿Pero qué formas son esas de hablarle a la princesa? -se burló ella mientras se sentaba cerca suya-Solo vine para ver cómo estaba mi llorón favorito.

Aquella joven era una muchacha pelirroja, de ojos como el fuego; su carácter era bastante desafiante y vacilón. Se trataba de Midna, la princesa del Crepúsculo.

-¡No estaba llorando! ¡Tenía la máscara puesta! ¡Maldicioooooón!

-Ya, ya. Lo que tú digas. Por cierto-dijo ella mientras jugueteaba con una roca del suelo-no vas a ser rey… y lo sabes.

-Eso está por verse.

-Yo creo que no.

-Pues yo creo que sí.

-Recapacita hombre, nadie quiere verte siquiera por el palacio y mucho menos a tres metros de la sala del trono; se piensan que estás loco… y sinceramente creo que no van mal encaminados.

-¡¿Por qué no debería ser rey según tú?!

La muchacha pensativa arrojó una piedrecita a lo lejos.

-Hmmmm, esa me la sé. Para empezar nos quieres meter en una guerra con otro mundo, quieres convertir a nuestro propio pueblo en un ejército y para terminar no podemos tener un rey bipolar, no quedaría bien.

-¿Y qué más da? Para ganar una cosa a veces hay que sacrificar algo.

-No.

-¿Cómo?

-No siempre hay que perder algo y mucho menos a un pueblo. Eres tú contra todos, vas en sentido contrario al resto, recapacita por favor.

Entonces chasqueó los dedos y se teletransportó.

Más tarde de aquello Zant levantó y anduvo de vuelta.

-Tienes razón Midna… Ellos van en la dirección opuesta. Tendré que orientarles correctamente, -dijo mientras reía más fuerte que nunca- en sentido antihorario.