BLOOPERS

Baby, I'm dancing in the dark with you between my arms – Perfect (Ed Sheeran)

PRÓLOGO

Naraku sonrió.

El plan funcionaba, todo era un caos.

Se regocijó ante la mirada perdida de Inuyasha y al dirigir su vista hacia Onigumo supo que ya habían ganado.

No habría felicidad después de ese día, solo dinero y un buen lugar donde gastarlo.

Bankotsu carraspeó, tambaleando la tensión en aquella habitación silenciosa. Observó cómo se movía de su posición y palmeaba sonoramente la espalda del ojidorado.

- Lo siento, amigo. – El aludido no se inmutó. - Saldré y diré que la boda se cancela.

- Aun no. – Tajó. Naraku rodó los ojos.

- No llegará, Inuyasha. – La ronca voz del mayor de los Taisho se dejó escuchar por primera vez en aquellas dos horas.

El pelinegro lo miró con poca importancia y de la misma forma lo ignoró. Naraku bufó, esperando que ese preámbulo terminara lo más pronto posible.

- Cierren la boca. – Musitó, hastiado.

- Debimos lanzar la bomba ayer. – Escuchó en susurro a su izquierda, no se giró por completo. Pretendió que la repisa cerca de la ventana era más interesante.

- No. Esta angustia es mucho más emocionante.

Suspiró con ganas.

¿Cuánto debían esperar? Una o dos horas más, posiblemente, pero el resultado sería el mismo.

No habría boda, porque la novia no llegaría.

En medio de su airosa sonrisa, la puerta se abrió bruscamente llamando la atención de todos.

- Oye, bestia, ¿Qué sucede? ¿Dónde está Kikyo? – Y las palabras de Koga no mejoraron la escena.

- La gente empieza a hablar.

- Tal vez se arrepintió. – Inuyasha lanzó una mirada mortal hacia Miroku.

- No contesta las llamadas.

- O tal vez se murió. – Onigumo tragó duro cuando todos los presentes lo miraron. - De los nervios.

Sesshomaru fue el primero en levantarse, acompañado de un suspiro y una mirada tediosa.

- Ya basta, pediré que todos pasen a recepción. –

- Dije que no. – Todos se inmutaron ante la respuesta del Taisho menor. - Llegará.

- Ya es tarde, Inuyasha. – Espetó Bankotsu. - Acéptalo. No vendrá. –

Y la tensión creció.

La derrota se sentía, y se sentía bien.

Naraku fue el segundo en pararse para acompañar al mayor de los Taisho a la salida.

Su triunfante sonrisa desapareció cuando una castaña detuvo su escape.

- ¿Qué hacen aquí, idiotas? Esperamos por ustedes. –

- Kikyo no aparece. – Sango frunció el ceño confundida.

- ¿De que hablas? Ya está aquí, muevan su trasero.

Silencio.

Silencio con miradas confusas y otras desencajadas.

- Imposible. – Escuchó susurrar a su acompañante y solo pudo apretar su puño.

- ¿Qué demo…? – Pero antes de ordenar sus pensamientos todos fueron sorprendidos por la áspera voz del pelinegro.

- ¿Son sordos? Lárguense. –

.###.

Gruñó por lo bajo, ante el bullicio de los invitados.

Durante los últimos minutos había analizado cuidadosamente la situación, y simplemente no había forma de que Kikyo Higurashi se apareciera esa noche.

El sonido de la música anunciando la entrada a la novia lo hizo sentir enfermo.

- No es posible, estaba ahí cuando la enterramos. – La voz de Onigumo lo regresó a la realidad.

Se limitó a mirarlo taciturnamente, algo no andaba bien.

La marcha nupcial comenzó con un ridículo desfile de las damas de honor.

Bufó por lo bajo al pensar que lo pintoresco del lugar hacía contraste con la personalidad de Inuyasha.

El idiota no tenía ni idea. Así que su plan seguía en pie.

El problema era que el resultado no había sido el esperado, pero… ¿Por qué?

Cuando la vio entrar lo supo. Y, justamente, en el momento que aquellos ojos cafés se toparon con los suyos, lo entendió.

- ¿Y ahora qué haremos? Nos va a delatar. – Casi rio ante el nerviosismo de Onigumo.

- No lo hará. –

- ¿Cómo lo sabes? –

- Ella no es Kikyo… -


¡FELIZ 2019!

Y bienvenidos a esta historia, un placer conocerlos.

Decidí crear este pequeño fic, porque estoy enamorada de este anime y de las mentes maravillosas que hacen historias por aquí.

Soy nueva en esta sección, pero me encantaría saber su opinión y posibles hipótesis sobre lo que acaban de leer, jojo.

Saludos a todos y un abrazo caluroso.

C. Mortimer